Bianca Mugyenyi y Yves Engler / 10 de septiembre de 2010
Un nuevo partido político que ganó las elecciones en Plateau Mont-Royal de Montreal el pasado mes de noviembre, ha comenzado a ensanchar las aceras, añadir carriles bici y cerrar algunas calles al tráfico.
Los críticos de estas medidas les han acusado de espolear la guerra de clases.
En este artículo de opinión en La Presse, Luc Chartrand se opuso a “la planificación urbana, supuestamente culta, dirigida solamente hacia los ricos, a fin de preservar un distrito céntrico… en perjuicio del interés general.”
Es un ejemplo de las mentiras que se dicen: llamar a lo blanco negro, que la guerra es paz, y afirmar igualmente que un espacio urbano dominado por los coches es bueno para la clase obrera y pobre.
La verdad es que estas zonas en calma con escaso tráfico harán más amistosa la relación entre peatones y bicicletas, haciendo más difícil a los conductores usar las calles más estrechas del centro para cruzar de norte a sur sin utilizar las vías periféricas. Más de 65.000 automóviles cruzan por un espacio de 8 kilómetros cuadrados diariamente, con más del 80% dirigiéndose a otra lugar distinto.
Poner dificultades al tráfico de vehículos se describe como una guerra de clases, que trabaja a largo plazo a favor de los intereses de los pobres y la clase obrera.
Incluso analizado de forma superficial, el argumento de los críticos tiene poco peso. De hecho Le Plateau de Montreal no es la zona más económica, pero tampoco la más cara. Muchos estudiantes, artistas y gente de la clase obrera viven aquí, siendo un área políticamente progresista.
La crítica que realiza Chartrand es muy común entre los defensores del coche: cualquier movimiento para reducir la dominación del vehículo es un ataque contra los más humildes, ya que éste pone a todos en un mismo nivel en cuanto a movilidad. “El coche permitió la libertad total de movimientos para el hombre común de la clase trabajadora, ir a cualquier parte en cualquier momento, por cualquier motivo. El coche es la mayor invención igualitaria de la historia, igualando la vida del rico y del pobre.”
Los defensores del coche lo invocan en cualquier circunstancia aunque otras formas de transporte sean más accesibles. Ir a pie, en bicicleta, o en el metro, es mucho más barato que viajar en el coche, que necesita de un seguro y de mantenimiento. Según la Asociación de Transporte Público, las personas que usan el autobús en lugar del coche ahorran más de 8.000 dólares al año.
Cuando el coche es usado como el medio principal de transporte público, la clase humilde lo tiene más difícil. En 2008, por ejemplo, la quinta parte de los americanos más pobres gastaban un 13% de sus ingresos en combustible. Un 3% gastaba todavía más. Robert Bullard, dice: “Los que ganan menos de 14.000 dólares anuales gastan aproximadamente el 40% de su salario en costearse el transporte. El 22% de sus ingresos en las familias que ganan entre 27.177 dólares y 44.461 dólares anuales, y el 13% de los ingresos de las familias con más de 71.900 dólares por año.”
Casi las tres cuartas partes de los estadounidenses que ganan menos de 15.000 dólares al año tienen coche, y dependen de él en sus desplazamiento, y decenas de personas sin hogar viven en sus vehículos.
Los pobres compran coches porque no tienen ninguna otra opción en una sociedad montada sobre la necesidad del mismo. Si quieres trabajar, tienes que tener coche. Si quieres ver a tus amigos, necesitas un coche.
El transporte dominado por el vehículo se come una gran cantidad de los ingresos, desproporcionada, de la clase obrera. Además, el coche es el medio de transporte que el rico impone socialmente. El vehículo es un artículo de lujo que refleja hasta dónde has llegado socialmente, “es una tarjeta de crédito rodante”, escribe Heathcote Williams. “Es ya un tópico decir lo que cada uno es o hace por el coche de que dispone.”
Hace más de un siglo el coche era un simple juguete tecnológico en manos de los ricos. El Club de Automóvil de Nueva York tenía a principios del siglo XX más millonarios por metro cuadrado que cualquier otro club social del mundo. “Ningún otro deporte americano ha tenido tanto poder y dinero entre sus afiliados”, decía The Washington Post en 1902.
Los que vivieron al comienza de la era del Automóvil lo veían como una demostración ostentosa y molesta de la riqueza. Los agricultores y la clase obrera se enfurecían ante su presencia. La revista Breeders Gazzette en un artículo de 1904, decía de los coches y sus conductores: “ gente imprudente, sanguinaria, infames delincuentes orgullosos de su cartera.”
En 1907 el coche era muy popular entre los ricos porque dominaba la movilidad, que fue minando progresivamente al ferrocarril. Antes de desarrollarse el ferrocarril, los ricos viajaban con caballo y calesa, pero la superioridad tecnológica del tren avanzó en detrimento del caballo y la calesa. Incluso en trayectos cortos, el tranvía se convirtió en el medio preferido de transporte a finales de 1800. El tren y el tranvía eclipsaron las separaciones entre clases. A diferencia del tren y el tranvía, disponibles para todas las clases sociales, el automóvil se convirtió en una forma exclusiva para viajar.
La capacidad del coche para establecer una mayor diferencia social fue muy temprana. En el coche uno puede permanecer separado de los inferiores socialmente ( trabajadores manuales, inmigrantes, negros, etc) mientras se viaja. El historiador James J. Flink comenta: “ a los defensores de las innovaciones les pareció que el coche era una solución de algunos de los problemas de la vida cotidiana asociada a la aparición de la sociedad industrial urbana.”
Esto hizo que la gente rica abrazase este medio de transporte, cosa que suele olvidarse. Por otro lado, el abrazo del coche por parte de la clase obrera creo gran carga de gastos, que parece no tienen en cuenta los críticos.
El coche ha sido una fuente de gran ganancia capitalista durante el siglo pasado, ha moldeado los paisajes, la cultura y nos ha traído un entorno contaminado. Es el tiempo de desafiar esta cultura del transporte privado.
Bianca Mugyenyi y Yves Engler son autores de Signos de Parada: Coches y Capitalismo un camino hacia el Decaimiento Económico, Social y Ambiental, que será publicado a principios de 2011. Cualquiera interesado en participar en una conversación como parte del libro, por favor envén un correo electrónico: kabibi@riseup.net.
http://dissidentvoice.org/2010/09/cars-and-classism/
Traducido del inglés por Zenón