Cualquier manifestación en Egipto es un motín

por Ahmed Amr, 3 de febrero de 2011

Foto: Amnistia Internacional

 

El levantamiento de Egipto llegó ante mi misma puerta el pasado viernes y terminé recibiendo mi parte correspondiente de la ayuda exterior de los Estados Unidos: una saludable dosis de gases lacrimógenos, cortesía de la nueva generación de sistemas tácticos. La ayuda estadounidense que inhalé llevaba el logotipo de la empresa, con una descripción del contenido: 6230 Riot CS Smoke. No sé a qué vino este ataque porque yo no me amotiné. Lo único que hice para ser atacado con gases lacrimógenos fue unirme a una marcha pacífica para exigir cambios democráticos en Egipto, y por la salida de Hosni Mubarak.

Todo comenzó cuando fui testigo de un espectáculo singular, mientras tomaba una taza de té en mi balcón: una manifestación en El Cairo con gente procedente de todos los lugares. Heliópolis no es exactamente un lugar de reunión de los disidentes de Egipto, así que no fui el único sorprendido de la singularidad de este caso. La gente salía a los balcones para aplaudir a los manifestantes y los jóvenes manifestantes respondieron pidiéndoles que bajaran y se unieran a la manifestación festiva. Como no tenía nada más en mi agenda, les tomé la palabra y bajé a gritar improvisadas consignas, Esta es la razón por la que me lanzaron gas lacrimógeno.

Una vez que me uní a la multitud, me mezclé con la gente y les hice algunas preguntas, del tipo de preguntas que se supone deben hacer los periodistas. ¿De qué balcón viene usted? ¿Alguna vez se ha manifestado usted? El 90% me contestó que no. Las manifestaciones siguen siendo consideradas una novedad en Egipto. Había pocas pancartas, sólo algunas banderas, lo que es otro indicio de que la mayoría de las personas se habían unido a la manifestación de manera espontánea. Para los que no lo sepan, la mayoría de los egipcios exhiben banderas cuando celebran cualquier victoria contra un equipo extranjero, especialmente si se trata de un equipo de fútbol de Argelia. De todos modos, mi impresión fue la de que la gran mayoría de manifestantes, en su mayor parte de clase media y no afiliados políticamente, decidió impulsivamente participar en lo que suponía un acontecimiento histórico.

En lo que todos los manifestantes estaban de acuerdo era en una petición: el hecho de que Mubarak debía renunciar. Su consigna favorita era “Al’shaab YOURID nizam isqat al”, que se puede traducir como “el pueblo pide la caída del régimen”. La frase suena mejor en árabe y me pareció una demanda razonable después de 30 años de dictadura. De vez en cuando cantaban el himno nacional “Bilady Bilady”. Dado que sólo recordaba la mitad de la canción, me limité a tararearla.

A medida que avanzábamos hacia la plaza Tahrir, unas siete millas a pie, la multitud fue creciendo en cantidad a medida que más personas bajaban para unirse a nosotros. En el camino, la gente nos entregaba botellas de agua, dándonos buenos deseos. Vi a hombres mayores y mujeres llorando, porque los egipcios nunca supusieron que llegaría un día como el viernes, un grito nacional en contra de la dictadura, de la corrupción y la mala gestión de una camarilla de octogenarios despiadados.

Nadie dirigía la manifestación, nadie la había organizado. Pero todos sabíamos cuál era nuestro destino final, la plaza Tahrir. No pensábamos que el poder nos permitiría llegar tan lejos, y a medida que nos acercábamos muchos se dieron la vuelta, desalentados por las nubes de gas lacrimógeno y humo negro que se veía a una distancia de 2 millas. Estábamos en una calle bloqueada por la policía antidisturbios, y dimos la vuelta para ir por otras calles laterales y eludir las barricadas. Lo que todos querían evitar era un enfrentamiento con la policía. Cada vez nos encontrábamos con una mayor concentración de fuerzas de seguridad, que nos empezaron a gritar “Selmya”, manténganse en calma, y buscamos otro camino para llegar a la plaza. Algunos nos dieron cebollas para aliviar los efectos del gas lacrimógeno, pues estábamos indefensos.

Algunos manifestantes dudaron en continuar, especialmente las mujeres jóvenes. Si tuviera que dar una estimación aproximada, yo diría que sólo uno de cada tres manifestantes continuaron la marcha y quizás los dos restantes que se dieron la vuelta tomaron la decisión correcta. Porque lo que nos estaba esperando en la Plaza de la Liberación era una dosis de gases y balas de goma fabricados en Norteamérica. Las fuerzas de seguridad tenían algunas que otras armas exóticas antidisturbios de fabricación estadounidense para el control de las masas. Vi las lesiones que producían las pequeñas bolitas que eran disparadas en forma de racimo, no letales, pero creo que la mayor parte de ellas se las reservaron a los manifestantes que se acercaron a la universidad Americana o que se encontraban en la carretera que conduce a la embajada estadounidense. La policía no se limitó al uso de arma no letales. Treinta personas murieron en todo el país a causa de la utilización de munición real.

Los matones de Mubarak esperaban un motín, y se encontraron con decenas de miles de manifestantes pacíficos, pero aún así decidió tratarlos como alborotadores, ya que tenían amplias reservas de armas antidisturbios made in USA para hacer retroceder a la multitud. El Gobierno también tuvo la precaución de interrumpir los servicios de Internet y los teléfonos móviles, que o funcionaron en todo el país.

Los manifestantes llegaron a la plaza Tahrir es una actitud un tanto ingenua. Pocos de ellos eran activistas experimentados. Llegaron sin preparación, sin cebollas, sin vinagre, ni siquiera agua. Sabían menos del gas lacrimógeno que yo. Pero una vez que llegamos a la plaza, la mayoría decidió quedarse y acampar durante la noche y fue entonces cuando la policía antimotines intensificó sus ataques. Los matones de Mubarak estaban dispuestos a recuperar la plaza.

La cantidad de gases lacrimógenos lanzados fue abrumadora y muchos optaron por escurrirse por las calles laterales para evitar estos gases nocivos. Pero allí nos recibieron con más disparos de la policía antidisturbios, más gases lacrimógenos y balas de goma. Algunas personas se desmayaron y un joven que me veía toser me cogió del brazo y me llevó hasta un oscuro vestíbulo de un edificio residencial. Al igual que el resto de jóvenes egipcios, me llamaba tío. Subimos cinco pisos y nos unimos a otras personas que se encontraban en un apartamento con vistas a la Plaza y la Universidad Americana. A partir de ahí vimos la acción desde el balcón: un juego del gato y el ratón entre la policía antidisturbios y los jóvenes manifestantes, que comenzaron a recoger los gases lacrimógenos y devolvérselos a las fuerzas de seguridad.

Las cosas empezaban a ponerse algo feas y tenía el presentimiento de lo que podía ocurrir después. Bajé los cinco pisos, hice el camino de regreso hacia la plaza, caminé hacia la Plaza de Ramsés. Fue un poco antes de la medianoche cuando salí de la plaza: decenas de tanques y camiones del ejército comenzaron a llegar. La gente joven se emocionó al verlos. Hacían la señal de victoria y gritaban: “El ejército y el pueblo unidos” y “ La policía nos golpea, pero el ejército nos protege”. Francamente, no sabía qué pensar. Mientras que el ejército egipcio es la institución más respetada del país, un golpe militar no es precisamente una lección de democracia. Después de soportar horas de agresiones por parte de la policía, tal vez la gente se alegró al ver que alguien no disparaba balas de goma, ni gases lacrimógenos. Así que lo que empezó como una manifestación pacífica se convirtió en un motín policial que hizo necesaria la intervención del ejército egipcio.

La próxima vez que oiga a Hillary o Obama dar cera acerca de su apoyo a la “estabilidad” y “reformas” en Egipto, pregúntenles por qué en un país donde hay tan escasas manifestaciones las brigadas antidisturbios tienen un vasto arsenal americano de balas de goma y gases lacrimógenos. Tal vez sea porque comparten la opinión con Mubarak de que cualquier manifestación en Egipto es un motín. Ahórranos las tontas moralistas y pásanos las cebollas.

Ahmed Amr es ex editor de NileMedia y autor de Las ovejas y los guardianes – Diary of a SEC Sanctioned Swindle. Se pueden poner en contacto con él en: Montraj@aol.com

http://dissidentvoice.org/2011/02/any-egyptian-demonstration-must-be-a-riot/