o cómo las grandes Empresas petroleras están respondiendo a la batalla por reducir las emisiones de carbono
Por Michael T. Klare, 8 de enero de 2014
En todo el mundo se está arremetiendo contra los combustibles que emiten dióxido de carbono. Las presiones económicas cada vez más acuciantes, la creciente resistencia popular y los esfuerzos de las Agencias de Regulación de los Gobiernos, todo ello ha conmocionado a la Industria Energética. La caída de los precios del petróleo, con los colegios y universidades deshaciéndose de sus acciones en esta Industria, poniéndose límites a la fractura hidráulica y las resoluciones de la reciente Conferencia que sobre el clima se ha celebrado en Perú, donde se acordó que antes de finales de año se deben imponer restricciones sustanciales a las emisiones globales de carbono, todo esto podría verse como una agresión moral al acto mismo de extracción de los combustibles fósiles almacenados en el suelo, de modo que las principales empresas de extracción de petróleo, gas y carbón pueden considerarse como enemigas de la humanidad.
Bajo estas presiones, se podría pensar que las Grandes Empresas energéticas reaccionarían a la defensiva, en un intento de disculparse por su papel en el cambio climático, y cuya posición resulta fundamental para planificar una transición hacia una economía postcarbono. Pero tal pensamiento es errado: lejos de arredrarse, las principales empresas han pasado a la ofensiva, ensalzando sus contribuciones al progreso humano y minimizando el potencial de las energías renovables para sustituir a los combustibles fósiles.
No resulta sorprendente que estas Grandes Empresas quieran perpetuar su posición privilegiada en el mercado económico global. Después de todo, el petróleo es de momento el bien más valioso en el ámbito comercial y las principales empresas productoras, como ExxonMobil, Chevron y Shell, ocupan los primeros lugares entre las empresas más rentables del mundo. Sin embargo, estas Empresas están empleando no sólo tácticas legales convencionales para proteger su posición, sino que pretenden dar lecciones morales diciendo que los combustibles fósiles son un factor esencial para la erradicación de la pobreza y para el desarrollo de una vida digna en el planeta.
Si a usted le parece increíble que se puedan hacer tales declaraciones, éstas están siendo repetidas por responsables políticos de todo el mundo, generalmente de países productores de combustibles fósiles, como Rusia y Arabia Saudí, o por los representantes de los Estados productores de energía, como Texas y Kentucky. Considere una cosa: estos entusiastas de los combustibles fósiles van a intentar que cualquier vía hacia un futuro libre de emisiones de carbono sea largo y arduo. Y tienen sus defensores en el Congreso estadounidense, remodelado en 2014, ya que muchos de los representantes republicanos apoyan a esta Industria y los Estados productores de combustibles fósiles alaban su producción por su contribución a la prosperidad local, mientras se embolsan las contribuciones de las Grandes Empresas petroleras y de otros combustibles.
Al no ser impugnada directamente, esta ofensiva procarbono, apoyada por abundante publicidad de las Grandes Empresas, es probable que atraiga a tantos como asquee a aquellos que se muestren en contra de las emisiones de carbono. Sobre este punto, hay que decir que los argumentos morales contra las emisiones de carbono están bien asentados. Las Empresas de petróleo, gas y carbón están obteniendo enormes ganancias a costa de propiciar un calentamiento global, de destruir el medio, e hipotecando el futuro de hijos y nietos, e incluso la imposibilidad de cualquier forma razonable de vida para la humanidad en su conjunto. “Básicamente, las Grandes Empresas están destruyendo el planeta, de modo que no nos importa lo que digan; creemos que podemos y estamos dispuestos a detenerlas”, dijo el activista de la organización 350.org Bill McKibben en una reciente entrevista. Estas mismas consideraciones son las que movilizaron a unas 400.000 personas durante las manifestaciones que se produjeron en Nueva York el pasado mes de septiembre.
La Industria de los combustibles fósiles también se presenta a menudo como el núcleo de la creación de riqueza, pero también como un poder en contra de la Democracia y que perpetúa enormes desigualdades en todo el mundo. “Los combustibles fósiles han creado una Economía hiperestratificada. Supone una concentración de los recursos, necesitándose de una enorme infraestructura para extraerlos y transportarlos. Y eso da lugar a grandes ganancias y, por tanto, son lo suficientemente poderosos como para comprar a los políticos”, escribía Naomi Klein, autora de Esto lo cambio todo: Capitalismo contra el clima.
Las luchas contra la fractura hidráulica, contra el transporte del petróleo obtenido de las arenas de alquitrán a través del oleoducto Keystone XL en Estados Unidos, y en contra del envío de carbón a los puertos situados en el Pacífico Noroeste, se suceden por todo el país. Estas personas también buscan la connivencia de colegios y Universidades y otras instituciones para que se dejen de apoyar el uso de combustibles fósiles, algo que ha ganado impulso durante los últimos meses, gracias a las decisiones de la Universidad de Stanford de deshacerse de sus acciones en las Empresas de combustibles fósiles y de los Hermanos Rockefeller, que también lo han hecho y han invertido en energías alternativas.
Las Gigantes Energéticos como Exxon han tratado de desviar los ataques negando el cambio climático o el papel antrópico en el mismo, o al menos el de crear incertidumbre sobre las investigaciones científicas que afirman lo inexorable del cambio climático. También financian a científicos sin escrúpulos para poner en duda el calentamiento global. Mientras que la negación del cambio climático todavía figura en los planes de algunas Empresas, sin embargo otras han decidido utilizar otra estrategia: ensalzar los beneficios de los combustibles fósiles y poner de relieve su contribución al progreso y bienestar humanos.
Este contraataque de las Industrias de los combustibles fósiles es claro y está plenamente articulado en los discursos de los gestores de esta Industria y en sus diversas publicaciones corporativas. Una de las más recientes es una de ExxonMobil, Perspectivas de la Energía: un vistazo al 2040, que fue publicada el pasado diciembre. Se describe como una guía de planificación para el futuro de las inversiones empresariales y para la toma de decisiones. En Perspectivas se combina un análisis de las tendencias mundiales de la energía con un resumen de las consideraciones a favor de estos combustibles por parte de la compañía, y así hacen un alegato a favor de las Grandes Empresas de Energía en su contraataque al movimiento sobre el cambio climático.
Si un movimiento para frenar el cambio climático pretende desafiar el poder de las Grandes Empresas de Energía de una manera efectiva, es crucial que entiendan la visión de estas empresas, ya que tienen la intención de emplear grandes recursos, y que en muchas partes intentarán seguirán negando el calentamiento global. Por otro lado, nos ofrecerán paisajes de ensueño que brillan en un futuro glorioso, aunque sean pesadillas lo que nos acuda a la mente.
He aquí, pues, en pocas palabras, los argumentos de las Grandes Empresas de Energía con los que van a sembrar todos los rincones de este planeta dentro de nada. Prepárense.
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No hay crecimiento sin nosotros
La piedra angular del Informe de Exxon señala que se necesita un aumento en el suministro de energía para sostener el crecimiento económico y asegurar el bienestar humano, y que sólo los combustibles fósiles ( a precios asequibles) pueden satisfacer la creciente demanda internacional: “Se pueden pronosticar las tendencias energéticas a largo plazo, mediante un simple hecho: la gente necesita energía. En las próximas décadas el aumento de los ingresos de la población, una expansión sin precedentes de la clase media, se espera que creen nuevas demandas de energía”.
Parte de esta energía extra reconoce Exxon que provendrá de la energía nuclear y de las fuentes renovables. No obstante, el mayor crecimiento se producirá a partir de combustibles fósiles. Las estimaciones de Perspectivas dicen que el mundo necesitará un 35% más de energía en el año 2040 que en la actualidad. Eso significaría sumar otros 191 trillones de unidades térmicas británicas (BTU) a los suministros mundiales a los 526 trillones de BTU que se consumían en 2010. De esos 191 trillones, sólo el 12% corresponderían a las energías renovables, y la mayor parte, un 67% según Exxon, corresponderían a los combustibles fósiles.
Sin combustibles fósiles no puede haber crecimiento económico, como dice el Director General de Exxon Rex Tillerson: “La energía es fundamental para el crecimiento económico, y el petróleo fundamental porque hasta hoy en día no hemos encontrado tecnologías o medios, u otro combustible, que puedan sustituir el importante papel que juega el petróleo en el transporte, no sólo de pasajeros, sino en el transporte comercial, combustible para la aviación, la marina, es decir, el petróleo que usamos como combustible para mover a la gentes y las cosas en este planeta”.
También Tillerson resalta la importancia del gas natural, argumentando que el rápido crecimiento económico precisa de un ingrediente clave en la generación de energía eléctrica. Tampoco el carbón se deja fuera, ya que también jugaría un importante papel en su promoción del crecimiento económico, en gran parte por el suministro de electricidad. A pesar de las preocupaciones sobre la contaminación producida por el carbón y su aportación al cambio climático, Exxon predice que va a seguir siendo “el combustible nº 1 en la generación de energía” en el año 2040.
Otras fuentes de energía también jugarán su papel para satisfacer las necesidades energéticas mundiales, pero nada como los combustibles fósiles, insiste Exxon, ya que sin ellos los pobres y desfavorecidos del mundo seguirían sumergidos en la pobreza.
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Un impulso para la nueva clase media
El nuevo tema central de los nuevos rasgos de comportamiento de Exxon es el de que estamos asistiendo al nacimiento de una nueva clase media con grandes posibilidades y que toda esa masa en expansión, que constituiría la mitad de la población en el año 2040, requerirá de mayores cantidades de petróleo, carbón y gas natural si quiere alcanzar su verdadero potencial.
Citando datos de la Institución Brookings, Exxon señala que el número de personas que tendrán unos ingresos como para ser considerados miembros de la clase medial pasará de los 1,9 mil millones de personas en 2010 a los 4,7 millones de personas en 2030, en función de lo que denomina “el mayor aumento de los niveles de vida de toda la historia”. “China y la India serán los dos países que más individuos aportarán a la nueva clase media, con cientos de millones de ciudadanos que serán nuevos ricos, pero tampoco hay que desdeñar el importante crecimiento de países como Brasil, México, Turquía, Tailandia e Indonesia”.
La aparición de una nueva clase media a escala mundial, lo que representa un mayor consumismo a niveles salvajes, es algo que celebra la Compañía en su nuevo Informe, haciéndose eco de las palabras del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas: “Cuando decenas de países y miles de millones de personas ascienden en la escala de desarrollo, como está ocurriendo hoy en día, eso tiene un impacto directo en la creación de riqueza y mayor progreso humano en todos los países y regiones del mundo”.
Para que estas predicciones se hagan realidad y se produzca ese espectacular aumento de la clase media, se necesitan grandes cantidades adicionales de energía, pero hablamos de las mismas fuentes de energía que emiten grandes cantidades de carbono, para construir nuevos autos, más casas, más negocios, electrodomésticos… cosas todas ellas que anhelan y demandan estos consumidores. Como explica Exxon: “Se requiere una nueva demanda de alimentos, más viajes, más electricidad, más casas, escuelas y hospitales, pero todos estos beneficios dependen de la energía”.
Un aumento de los suministros de energía puede resultar en un beneficio, siempre y cuando hablemos de combustibles que no favorezcan el cambio climático. Pero las energías alternativas, dice Exxon, son más caras de producir, al menos inicialmente, creándose un problema cuando se produzca un aumento de la demanda de aquí al 2040.
De acuerdo con Perspectivas, ese aumento previsto de la demanda mundial de energía no provendrá de los actuales países industrializados, los que podrán darse el lujo de buscar alternativas más costosas al carbón y el gas natural para generar electricidad o el uso del petróleo para el transporte, sino de aquellos países que tradicionalmente buscan energía más barata para favorecer rápidamente su desarrollo. De los 201 trillones de BTU adicionales requeridos por el mundo en desarrollo de aquí a 2040, predice Exxon que 148 trillones, es decir el 74%, serán proporcionados por los combustibles fósiles (Unas perspectivas que nos hielan hasta los huesos si eso lo trasladamos en términos de cambio climático).
El papel de los combustibles fósiles en la satisfacción de las aspiraciones de la creciente clase media es especialmente evidente en el campo del transporte: “El aumento de la prosperidad impulsará una mayor demanda en el transporte. Una clase media en expansión significa que millones de personas se van a comprar un coche por primera vez”, señala Perspectivas. Entre 2010 y 2040 se espera que la población humana crezca un 29%, pasando de los aproximadamente 7 mil millones de personas hasta los 9 mil millones. El número de automóviles, camionetas y otros vehículos ligeros aumentará más de un 100%, pasando de 825 millones a los 1700 millones. Si bien un número cada vez mayor de estos autos estarán movidos por motores híbridos de gasolina y electricidad, la mayoría seguirán moviéndose con petróleo, empujando un aumento en su consumo y lanzando más dióxido de carbono a la atmósfera.
Esta creciente clase media buscará más productos de consumo, servicios urbanos y más oportunidades para viajar, lo que requerirá una mayor flota de camiones, autobuses, trenes, barcos y aviones. Se producirá un aumento en el número de camiones y barcos para el transporte de mercancías, lo que generará una mayor demanda de combustibles diésel y combustibles pesados, mientras que las compañías aéreas de bajo coste también precisarán de mayores cantidades de combustible.
Y por último, la nueva clase media querrá más ordenadores, televisores, aire acondicionado y otros electrodomésticos, fomentando una creciente demanda de electricidad. Entre los países más avanzados que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), una parte creciente de la energía utilizada para la generación de electricidad provendrá de las energías renovables y del gas natural, mientras que se reducirá de forma drástica el consumo de carbón. En los países que no pertenecen a la OCDE, sin embargo, se producirá un considerable aumento en el consumo de carbón, unos 54 trillones de BTU en 20109, frente a los 82 trillones en 2040. Esto significa que la contribución de los países no OCDE en el calentamiento global va a continuar en ascenso, aunque en este punto Exxon no carga las tintas.
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El humanitarismo de los combustibles fósiles
El Informe de Exxon no olvida a los ciudadanos más pobres del mundo: “El progreso que ha traído la energía no ha llegado a todo el mundo. Una de cada cinco personas no tienen acceso a la electricidad. Aún más carecen de combustibles modernos para cocinar”, dice el Informe Perspectivas.
Esto es lo que ha dado en llamarse “el humanitarismo de los combustibles fósiles”, afirmando que estos combustibles baratos son la mejor respuesta a las necesidades energéticas de los países más pobres ( a pesar de que sabemos de la devastación producida por el cambio climático, sobre todo en las formas de vidas de las gentes más pobres). Esta visión de las Grandes Empresas Energéticas haciéndose pasar por el Buen Samaritano ya fue publicitada por Rex Tillerson en junio de 2013 en el Foro Mundial Asia Society: “Aproximadamente 1,3 mil millones de personas de todo el mundo todavía no tienen acceso a la electricidad para sus necesidades más básicas, como agua limpia, para cocinar, el saneamiento, la luz o para el almacenados de alimentos y medicinas… lo que significa que ampliar el suministro de energía tiene una dimensión humanitaria, lo que debe guiar nuestra política energética”.
Preguntado Tillerson si el cambio climático no representa un enorme desafío para los más pobres del mundo, respondió: “Creo que hay prioridades más apremiantes que hay que tratar. Todavía hay cientos de millones, miles de millones de personas que viven en la pobreza extrema en todo el mundo. Necesitan electricidad, necesitan combustibles fósiles, con lo que aumentaría su calidad de vida, su salud, la de sus hijos y su futuro sería más halagüeño. Se podrían ahorrar millones y millones de vidas si estas personas dispusieran de combustibles fósiles, esas personas que todavía no tienen acceso a ellos”.
De hecho, Exxon predice que la dependencia hacia los combustibles fósiles crecerá más rápidamente en las regiones más pobres, precisamente en las zonas donde más se sufrirán los efectos del cambio climático. África, por ejemplo, se espera aumente en un 103% el consumo neto de energía de aquí a 2040, con un 83% proporcionado por los combustibles fósiles.
- Podemos hacerlo mejor
Finalmente, en este contraataque de la Industria de la Energía, afirman que frente a todos los supuestos beneficios que aportarían las fuentes renovables de energía, como la eólica y la solar, hay que decir que simplemente no están a la altura de proporcionar la suficiente energía como para responder al crecimiento económico e impulsar a esa nueva clase media formada por miles de millones de personas.
Exxon afirma, que el problema con el viento y la energía solar es que son más costosos que la alternativa de los combustibles fósiles y que por tanto no están creciendo con la suficiente rapidez como para satisfacer la creciente demanda mundial. A pesar de que la energía proporcionada por estas fuentes de energía renovables crecerá un 315% de aquí a 2040, todavía representarían una pequeña parte de la matriz energética mundial total, de modo que al final de este período sólo supondrían el 4% en su participación en el consumo total de energía en todo el mundo, en comparación con el 77% aportado por los combustibles fósiles. Las energías renovables también dicen que son problemáticas, ya que son fuentes intermitentes de energía, las noches para la energía solar y la falta de viento para la eólica, de modo que se precisan de refuerzos de otros combustibles para garantizar la producción de energía de forma ininterrumpida.
Afrontando el reto
En su conjunto, todo esto representa la deslumbrante visión del futuro, en el cual más personas disfrutarán de los beneficios de una energía abundante y de crecimiento ilimitado. Así que ya se pueden imaginar la publicidad en televisión, con conmovedores mensajes de propaganda de este tipo: personas que trabajan duro disfrutando del sueño americano a nivel mundial gracias a Exxon y sus compinches. Huelga decir que en esas imágenes nada habrá que estropee el mensaje de prosperidad sin límites, sin sequías terribles, ni supertormentas, o migraciones masivas de personas desesperadas que tratan de huir de las zonas devastadas.
Pero como toda la publicidad contemporánea, se basa en mentiras: una idea cada vez más grotesca de que la humanidad en el siglo XXI puede quemar una parte significativa de sus reservas de combustibles fósiles para que todo siga esencialmente igual, más de lo mismo para todos. En el mundo retratado por Exxon, aparece la imagen tranquilizadora de las corporaciones, de modo que nada parece tener consecuencias ambientales. En ese mundo idílico, la emisión acelerada y sin trabas de más dióxido de carbono no tiene ningún impacto en la vida de las personas. Es un moderno cuento de hadas, pero con un final desastroso.
Algún día veremos cómo mentiras tan sorprendentes quedarán en los registros históricos. Esta es la visión hacia el año 2040, es decir, continuar con la quema de combustibles fósiles extrayendo lo que queda en la tierra, aumentando las emisiones de carbono y generando un calentamiento de las temperaturas más allá de los 2 grados centígrados, algo considerado por los científicos como el máximo que se puede asumir sin efectos climáticos catastróficos.
Estos paisajes de ensueño de las Corporaciones procarbono puedan quedar sustituidos por bosques incendiados, costas inundadas y desiertos en expansión. Olvidémonos de ese aumento de la clase media, de tanto coche y camiones, aviones y estaciones de esquí, olvidémonos de esa vida de ensueño. A medida que se deterioran las condiciones climáticas, las tierras de cultivo pierden la fertilidad, ciudades costeras que pueden quedar erradicadas, infraestructuras devastadas, la clase media más que aumentar se reducirá, y los pobres se enfrentarán aún a mayores privaciones.
La prevención de estas catástrofes implica un esfuerzo continuo por parte de todos aquellos a los que verdaderamente les preocupa el futuro de la humanidad. Requiere educar a la gente sobre los riesgos del cambio climático y el papel que juega la quema de combustibles fósiles en su deterioro. Pero también hay que deconstruir esas fantasías futuristas desplegadas por la Empresas de combustibles fósiles, que quieren perpetuar su dominio. Pero por fraudulentos que sean sus argumentos, tienen el potencial de mitigar la lucha contra el cambio climático, y por tanto debemos repudiarlos de forma enérgica. De no hacerlo, los apóstoles del dióxido de carbono seguirán teniendo la sartén por el mango en este debate y nos llevarán camino del desastre. Esta es la única manera de frustrar sus planes y desacreditar a los que tratan de perpetuar el Reino del Carbono.
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Michael T. Klare es profesor de estudios por la paz y la seguridad mundial en el Hampshire College Es autor de “ The Race for What’s Left: The Global Scramble for the World’s Last Resources” (Metropolitan Books) y en edición de bolsillo (Picador). Otros libros suyos: Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy and Blood and Oil: The Dangers and Consequences of America’s Growing Dependence on Imported Petroleum.
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