Por Abby Zimet, 19 de diciembre de 2014
Para que se sepa: Esas baratijas de la Navidad, que se dice traen alegría al mundo, las guirnaldas, las brillantes estrellas, los arbolitos y otras maravillas que adornan las casas, probablemente estén fabricados en Yiwu, también conocido como El pueblo chino de la Navidad, donde miles de trabajadores mal pagados, sudan y se las ven con pinturas y pegamentos en las 600 fábricas de la ciudad. Son en su mayoría trabajadores emigrantes que respiran un ambiente lleno de vapores tóxicos, y que no sueñan con una Navidad Blanca, de la que muchos no saben nada, sino que lo que quieren en hacer el suficiente dinero para salir de aquel infierno y volver a su casa de las provincias.
La Gran Máquina de fabricación de adornos de Navidad de Yiwu, situada al sur de Shanghai, forma parte de una región con 750 empresas que obtienen enormes beneficios por su venta en el Comercio Internacional de Yiwu, con cinco distritos, y más de 62000 puestos para el consumo mundial, y que la ONU ha declarado “el mayor mercado mayorista mundial de pequeñas mercancías”. En el Distrito 2 se fabrican más de 400.000 alegrías de Navidad, lo que supone más del 60% de todos los adornos navideños del mundo: pasillos interminables bordeados por montañas de muñecos de poliestireno, árboles de plástico, cuernos de reno, luces, ovejas de peluche, sombreros…Son talleres donde se explota a los trabajadores, inmersos en una atmósfera tóxica de pinturas y colas, de modo que necesitan hasta 10 mascarillas diarias para evitar respirarlos.
Trabajan 12 horas al día, seis días a la semana, y obtienen, en nombre de la buena nueva que traen a los hombres, de 200 a 300 dólares al mes. Un documental sueco, Santa’s Workshop, muestra las brutales condiciones laborales. El fruto de su trabajo va a parar en su mayoría a la exportación, pero también hay un creciente mercado en China, donde, como es de esperar, la estrella del espectáculo es Santa Claus, y no Jesús. Tanto allí como aquí, la Máquina rechina. Para no alimentar a la Bestia, si usted no quiere engrasarla aún más, y expandir su codicia y sus tóxicos vapores, compre, en todo caso, productos locales (O déjese de fruslerías).
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