Por el Prof. Pierre Cornillot, 13 de abril de 2013
Votre Santé
En el artículo anterior describíamos esa forma curiosa de organización del saber médico en nuestro país, saber que se viene desarrollando desde hace unos cien años desde el nacimiento de las Ciencias Médicas en el siglo XIX, con una casi exclusiva sistematización anatomoclínica en su formulación, en la que la escuela francesa de medicina tuvo una participación destacada. Por otro lado, la medicina anglosajona, sobre todo en América del Norte, ha indo innovando y modernizando el discurso médico, promoviendo el progreso.
Pero toda sistematización tiene sus limitaciones, y la sistematización anatomoclínica y bioclínica no es ninguna excepción. La combinación de un modelo de enfermedades generalmente agudas, a las que habitualmente se da unas causas externas, y manifestaciones clínica y paraclínicas características desde el comienzo, un período de evolución y un estado final ( muerte o curación), no hizo sombra a la patología funcional, situada fuera del campo de sistematización bioclínica. La patología funcional se caracteriza por unos signos clínicos que muestran disfunción, sin un desorden biológico o radiológico concomitante. Ya habíamos hablado de ello en el manual publicado por Instituto Americano de Medicina Funcional de los Estados Unidos ( DS Jones ed.).
También hay otro campo de la Medicina que no tiene la suficiente atención por parte de los especialistas: el envejecimiento. Por una serie de piruetas y generalizaciones apresuradas, los médicos pensaban obtener de la terapéutica de las enfermedades agudas todo un arsenal para el tratamiento de las enfermedades causadas por el envejecimiento. El resultado supera toda esperanza: se somete al anciano a unas condiciones biológicas, radiológicas y medicamentosas que implican elevados gastos con unos resultados muy dudosos, como si los desórdenes producidos por el envejecimiento fuesen equivalente a enfermedades agudas; sin embargo, se trata de otra dimensión de la Medicina, cuyos progresos, aún por venir, condicionarán un mejor conocimiento y una mayor eficacia.
Más allá del estúpido discurso de ampliación de la esperanza de vida de las personas mayores ( lo que he denunciado repetidas veces), para lo único que ha servido es para retrasar mediante este engaño la edad de jubilación. Hay que recordar que las personas mueren a unas edades parecidas a las de tiempos anteriores, con su comitiva de enfermedades y trastornos, lo que refleja cruelmente que nada ha cambiado en el difícil camino de llegar a centenario con buena salud. También hay que recordar que el aumento del número de personas mayores se debe a una reducción significativa de la mortalidad perinatal e infantil, y que el aumento de la esperanza de vida es el resultado del aumento significativo en los siguientes grupos de edad. El hecho de que todas estas personas hayan cotizado para su jubilación muestra con claridad que nuestros expertos en pensiones y en seguros de vida equivocaron y ahora se nos pide que paguemos por este error cometido. La forma de resolver este error ha sido repetido muchas veces, incluso por Jefes de Estado, hablando sin sentido, en contra de las evidencias; se trata de disfrazar las verdaderas intenciones.
Llegamos a la conclusión obvia de que el aumento de personas en edad avanzado no puede ser atribuido a ningún medicamento de éxito ni a la Geriatría. Esto explica el incremento de las enfermedades relacionadas con la edad ( Alzheimer, Parkinson, demencia senil, cáncer, enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades degenerativas), que todas ellas corren en paralelo a la edad. Aún así se nos dice que la Medicina avanza con rapidez en esta rama, aunque todavía no está todo ganado…
Si uno de detiene por un momento en el problema de las enfermedades relacionadas con el envejecimiento, hay que reconocer que a pesar de los adelantos logrados por gerontólogos y geriatras, está el proceso de envejecimiento en sí, y que las condiciones mencionadas no han aumentado ni han disminuido. Por lo tanto, podemos concluir que estamos en presencia de un nuevo campo de la patología, en el que la medicina hipertécnica no tiene el poder de curar, sino solamente de saber.
Es muy interesante observar que esta parte de las patologías, que el saber médico-técnico no resuelve, es una parte importante de la actividad de los médicos de familia ( o de Medicina General). Si a esto se añade la Medicina funcional señalada con anterioridad, no resulta sorprendente que la Medicina de la vejez sólo ocupe una parte de la formación médica centrada en el rendimiento técnico, y que la Psiquiatría sea una especialidad apenas elegida.
El único problema de la Seguridad Social es que la suma de los trastornos funcionales y los relacionados con el envejecimiento, que se tratan como subproductos de la Medicina de los casos agudos, resulta en el empleo de una parte demográficamente muy importante de los recursos, destinados al pago de los medicamentos, y además con ninguna garantía de éxito. Y he aquí el déficit de la Seguridad Social debido en parte a unos elevados costes, y por resultar inadecuada e ineficiente. Queda para otros tiempos los gastos abusivos, antes que los avances en la investigación médica y farmacéutica, por un lado, y la organización social, por otro, nos permita tratar adecuadamente este campo tan vasto y poco estudiado de la Medicina.
Yo sé que estas cuestiones sociales, psicológicas y científicas interesan en período electoral a los candidatos al Tribunal Supremo. Más que discutir de la carne o la nueva tarjeta, mejor que por un segundo se discuta sobre los verdaderos problemas planteados.
Pierre Cornillot
VS150
13 de abril de 2013
—
Fuente: http://www.votresante.org/suite.php?dateedit=1365831154
—-