Por Simon Black, 17 de junio de 2011
Londres
Antes de salir de Nueva York, iba tranquilamente caminando por Upper West Side. Al llegar al centro Lincoln, casi haciendo esquina con la calle Broadway y W52, me encuentro con el siguiente cuadro: no menos de diez policías de las tropas de asalto patrullaban por la acera con uniforme de combate: casco de kevlar, chaleco antibalas, pistolas semiautomática de 9mm y un Colt modelo 933… Algunos llevaban incluso lanzagranadas.
¿Y a que se debía tal despliegue policial con tanta potencia de fuego? ¿Una invasión de las hordas canadienses? ¿Terroristas que andan sueltos? No. Sólo se trataba de un político… un individuo que se cree lo suficientemente importante como para merecer todo un escuadrón de la muerte que va intimidando allí por donde pasa.
Es la naturaleza misma del sistema. La policía está armada hasta los dientes… y mientras que su eslogan oficial de marketing es “protegemos a la gente”, su función real es la de proteger a la clase política, a la vez que mantienen a raya a los demás, porque estos tienen que saber quién es el que manda.
Durante esta semana hemos recibido muchos comentarios de los lectores que rechazaban la idea de buscar pastos más verdes en el extranjero, y han optado por “quedarse y luchar”.
Un lector que responde al nombre de Jay K, por ejemplo, escribió que “tarde o temprano vamos a tener que luchar y que lo mejor es estar en tu propia casa, en tu ciudad, en tu barrio, en tu país”.
Esto de quedarse y luchar responde a una mentalidad muy noble. Nos recuerda a las imágenes de Paul Revere y otros patriotas firmes en la batalla contra las fuerzas británicas. Por desgracia, el mundo no funciona de esta manera.
No hay un verdadero enemigo a combatir… ninguna fuerza claramente opuesta, convenientemente vestido de un color distinto al nuestro, como el equipo de fútbol del rival. Esta es una batalla de ideas.
En su forma más simple, el conflicto se reduce entre los que creen que el Gobierno es el problema y los que creen que el Gobierno es la solución. La mayoría de las personas son estatistas, tras un contundente lavado de cerebro, y esta idea se convierte incuestionablemente en su ethos.
Y luego están las personas sin rostro del propio Gobierno… los políticos, burócratas, funcionarios, los organismos reguladores, etc. No hablamos de una sola persona, sino de toda una institución.
De nuevo volvemos a la cuestión de “quedarse y pelear”, pero ¿contra quién hay que luchar? Y sobre todo. ¿cómo?
De los cientos de comentarios recibidos de las personas que dicen que van a quedarse y luchar, todavía estoy por ver una… sólo un comentario… de alguien que diga cómo se ha planteado hacerlo.
¿Van a ir a las urnas y echar a los maleantes de ahora? Adelante. Si usted es capaz de convencer a una mayoría de votantes ( la mayor parte de los cuales no comparten su ideología), entonces lo que puede ocurrir es que se vote a otro grupo de maleantes.
Los políticos son políticos ya sea porque se sienten atraídos por el poder o creen que el Gobierno es la solución y no el problema. Sustituir a unos por otros no nos parece una solución convincente al problema.
¿Un conflicto armado en la calle? No entiendo esta fantasía. ¿Es que la gente va a liarse a tiros, al modo del viejo oeste, contra la policía… y así se va a reconstruir un nuevo modelo que defienda un Gobierno limitado?
Esto suena a película… y encima pensando que se tiene la posibilidad de obtener una victoria al estilo revolucionario contra un Estado policial y militar que tiene tácticas superiores, que tiene las armas. Un combate de tal calibre es poco realista.
La inestabilidad que se ve en Occidente está sólo en sus comienzos. De momento el conflicto está candente en Grecia y España. Luego se extendió a Italia, Bélgica, Reino Unido, etc, y finalmente a los Estados Unidos.
La gente ya ha podido ver de primera mano que la policía no tiene ningún problema es usar la violencia.. y el Estado policial se hace más fuerte cada día. A decir verdad, no hay forma de luchar contra un enemigo sin rostro. El Gobierno en definitiva no es otra cosa que algo parecido a una compañía de tarjetas de crédito, es decir, una colección de departamentos y de trámites burocráticos.
¿Qué hace usted cuando su compañía le eleva las tarifas de su tarjeta de crédito, le cobra por lo que no debiera y encima le ofrece un mal servicio? ¿No intenta cambiar de compañía? ¿No trata de convencer a otros titulares de que se debe cambiar la administración de la compañía? ¿Se dirige a la oficina de servicio al cliente? No, claro que no, sólo solicita otra tarjeta.
Esto es en última instancia lo que estoy defendiendo, y les digo que hay un montón de grandes tarjetas en todo el mundo.
Si usted reconoce que la situación empeora cada vez más, por lo menos debiera tener un plan para protegerse a sí mismo, a su familia, su vida y lo que posee… algo que sea distinto a votar a los maleantes o la solución mítica de la lucha en las calles.
Es hora de rechazar las fantasías grandilocuentes y poner los pies en el suelo. Hay que hacer una evaluación fundamentada de la situación, y si decide quedarse, pues muy bien. Pero asegúrese de que el lugar en el que vive le ofrece garantías, con un plan que se pueda ejecutar en caso necesario y, sobre todo, una idea clara del punto de ruptura.
Después de todo, la rana hirviendo sólo sobrevive cuando detecta el peligro y salta a la vista.
http://www.sovereignman.com/expat/stay-and-fight-is-this-realistic