Por Lisa Dobson, 23 de marzo de 2011
Bea, gerente de una cadena de grandes almacenes en Maine, prefiere mantener un ambiente profesional en la tienda. Pero con unos empleados que luchan por sobrevivir con sueldos en torno a 6-8 dólares la hora, las cosas a veces se ponen feas. Cuando un empleado no puede permitirse el comprar un vestido de fiesta para su hija, Bea no puede evitar la sensación de que se está produciendo una injusticia. “Digamos… que hemos cometido algunos errores en los pedimos que hicimos de vestidos de fiesta el año pasado… Se pidieron muchos, otros fueron devueltos. La cosa está muy confusa.” ¿Y Edy? “Los dejó sin aliento”, en la fiesta de graduación.
Andrew, un gerente de un negocio de comidas en el Medio Oeste, me habló sobre el dilema moral de las personas que a pesar de trabajar duramente no pueden mantener a sus familias. Esto no es algo que se pueda decir que esté bien. Entonces llegó a tomar la decisión de “hacer lo que esté en su mano”, aunque corre el riesgo de ser acusado de robo. “Les doy en un cheque un suplemento porque no pueden vivir del trabajo. Se ven y se las desean cuando tienen que acudir al médico o cuidar de alguien… les doy comida para que se la lleven a casa…”. Describe cómo ha cambiado su trabajo, y al supervisar pudo comprobar que los empleados no podían sobrevivir con lo que les pagaba.
Ned, que trabaja en un supermercado de una cadena, desvió algunos de los “productos” que no se podían poner a la venta, como latas abolladas, productos no exactamente frescos, a sus empleados con los salarios más bajos. “Quizás crea que sacamos el máximo provecho de todo esto. Lo aprovechamos al máximo, pero no lo veo como una estafa, No es para mí, es para ellos… A fin de mes… es todo lo que tienen”.
Desigualdades en el pago
Hoy en día, uno de cada cuatro trabajadores de Estados Unidos gana menos de 9 dólares a la hora, unos 19.000 dólares al año. El 39% de los niños de todo el país viven en hogares de bajos ingresos. Los afro-americanos y las familias latinas tienen más probabilidades de ser pobres y tener bajos ingresos, y tampoco disponen de activos ni capital en propiedad para compensar los bajos salarios.
Entre 2001 y 2008, estuve hablando con cientos de personas que tenían bajos o medianos ingresos sobre economía, trabajo, educación, atención a la salud, mostrando lo que acontecía a su alrededor. Cuando comencé esta investigación, que se centra en las familias con bajos salarios, y aún siendo pobres, intentaban mantener una cuenta para sus hijos. Pero todo eso cambió cuando hablé con Jonathan, un directivo de mediana edad en una cadena de tiendas de comestibles en el Medio Oeste. Le preguntaba acerca de las tensiones que se producen en la gestión de una empresa que tiene muchos empleados que son padres de familia con bajos salarios. Reconoció que había muchas. Ya se terminaba la entrevista, cuando se detuvo y me dijo: ¿No quieres saber lo que todo esto me produce a mi también?
Al principio pensé que me iba a hablar de sus problemas financieros. Pero no, quería hablar de alguien que tiene lo suficiente para llevar una vida “bastante cómoda”, mientras que tiene autoridad sobre los padres de familia que tienen grandes dificultades. Hablaba de los padres a los que conocía bastante bien, que iban a casa cada semana con una cantidad insuficiente como para alimentar a sus familias. Dijo “Sí, es el salario de mercado, que no cubre el costo de mercado de las necesidades humanas básicas”. Con esto no estaba de acuerdo Jonathan. Describió como había cambiado su trabajo, al supervisar que sus empleados no podían sobrevivir con lo que les pagaba.
En la tradición de resistencia pasiva que marca la historia nacional, la gente modesta, pero moralmente clarividente, rechaza, cada día, participar en la explotación económica de las personas.
Como Andrew y muchos otros, Jonathan miró más allá del hecho de si era legal en el mercado de trabajo dar salarios por debajo de lo que las familias necesitan para sobrevivir. ¿Hace lo correcto?Sí, por supuesto que es legal y «bueno para los negocios» y apoyado por un Gobierno cada vez más dirigido por los intereses de las empresas y los grupos de presión. ¿Pero es decente cuando usted observa de cerca la situación de las personas que hacen su trabajo y tratar de mantener a sus familias? ¿Es decente? Y si no ¿ hay que ser obediente a unos dictados que empobrecen a los trabajadores y sus familias? Hay personas que dicen que cuando usted no se opone a una injusticia social, usted se hace cómplice ella, cómplice con lo que usted considera inmoral. Y para algunos, esto supuso un cambio de su papel en el mundo y del trabajo que realizaban hasta entonces.
La construcción de una economía solidaria
¿Cómo se puede ayudar a los niños desde pequeños para crear una economía cooperativa basada en el trabajo en equipo, la justicia social y la democracia?
El trabajo es el punto de intersección principal en la vida norteamericana, porque cada día millones de personas están mal pagadas y gente con ingresos medios se relacionan con ellos en el trabajo. A veces llegan a conocerse unos a otros, sus deseos, esperanzas y proyectos. Algunas de las personas entrevistadas me dijeron que no tenían ningún interés por los trabajadores mal pagados, y otros dijeron que los mal pagados tienen la culpa de ser pobres. Pero la mayoría pensaban que todo trabajador tiene que recibir un salario justo, que permita mantener a sus familias y recibir los servicios básicos.
Algunos fueron más allá de esta preocupación. Encontraron una pequeña grieta en el sistema, y la utilizaron para tratar mejor a las personas. Incluso si tuvieran que contravenir alguna regla de la compañía para la que trabajan, estaban decididos a tratar a las personas como si su supervivencia les importase y no sólo la simple rentabilidad de la empresa.
Hablé con muchas personas, que al igual que otros estadounidenses en el pasado, que se han dado cuenta de que se trata a la gente de forma injusta, y peor aún, de que ellas mismas jugaban un importante papel en esa injusticia, actuando contra ella… Andrew,Ned y Bea, fueron algunas de las personas que me enseñaron como una profunda injusticia da lugar a un movimiento moral clandestino, pero que seguramente no estarán solos en este camino.
La conversación sobre la economía es muy diferente ahora de cuando comencé esta investigación, hace unos años. Los efectos malévolos de las reglas de mercado no regulado están exponiéndose de forma descarnada. ya que el daño económico se extiende a millones de familias pobres trabajadoras. Pero encontré que mucho antes de que la prensa y los políticos fueran golpeados por una crisis económica, mucha gente sencilla había estado luchando cuerpo a cuerpo con una economía injusta. Lejos de los debates sobre Wall Street y la Avenida Central, en las calles laterales, desvíos, y esquinas comunes de la nación, donde la mayor parte de los norteamericanos viven, unos han estado invirtiendo en un terreno moral diferente.
Hay una historia que siempre ha surgido en los Estados Unidos, cuando los negocios tienen rienda suelta, libertad para socavar el bien público, y se puede comprar y vender libremente las voluntades políticas. Hoy en día es su versión contemporánea, pero una recuerda la historia de cuando el dominio del mercado justificaba la compra-venta de seres humanos, niños que trabajaban en minas de carbón, negando el derecho de las personas a organizarse, el éxodo de comunidades enteras en busca de un empleo en otro lugar, con personas sin una pensión o una vivienda.
Pero también hay una historia paralela, la de la resistencia. Se trata de un nuevo capítulo de una historia de orgullo, de cómo las personas se niegan a colaborar con el abuso económico. Los héroes por sí solos no cambian la historia. Un cambio profundo sólo se produce cuando la gente normal se da cuenta de lo que está sucediendo, hablando el uno con el otro, e, inevitablemente, algunos de ellos deciden que no pueden aceptar tales injusticias. En ocasiones, mueven a una nación.
Es un artículo adaptado de la revista YES MAGAZINE, (http://www.yesmagazine.org/), una organización no lucrativa que pone acciones en práctica: Movimiento moral clandestino: de como los norteamericanos corrientes derriban una economía injusta, de Lisa Dodson. Lisa es profesora de sociología en el Colegio de Boston y autora de Don’t Call Us Out of Name: The Untold Lives of Women and Girls in Poor America
Copyright © 2009 por Lisa Dodson, publicada por New Press, Inc.
http://foodfreedom.wordpress.com/2011/03/23/the-moral-underground/#more-7026