El negocio sin reglas de la genética directa al consumidor plantea conflictos éticos y nuevas discriminaciones. Diversos estudios y expertos denuncian su dudosa base científica
Michele Catanzaro / Barcelona, m artes 4 de enero de 2011. Número 140 Número 141
Sería fantástico regalarle a mi novio algo como un test genético de su ADN y el mío”. “Claro, sería fantástico” […]. “Ok, le quitaré de alguna manera una muestra de saliva, os la enviaré y le haréis el test, ¿verdad?”. “Desde luego”. Éste es el contenido de una grabación secreta, publicada en julio por la Oficina de Responsabilidad del Gobierno estadounidense (GOA).
La entidad investigó las empresas que venden pruebas genéticas directamente a los usuarios, grabando conversaciones entre clientes ficticios y representantes de estas compañías. Otras charlas son menos alegres: “Si mi riesgo es alto [según el test], ¿es seguro que voy a tener un cáncer de mama?”, pregunta la posible cliente. “Tienes un riesgo muy alto de, bueno, tenerlo de verdad”.
Los expertos consultados por la GOA calificaron las respuestas de las empresas de “mentiras absolutas”, “peligrosas”, “irresponsables”, “desconcertantes”, “horrorosas” y “sin base científica”. Éste es el cuadro presentado por la pujante industria de la genética directa al consumidor. Se trata de un negocio basado en vender test genéticos a los usuarios, sin regulación ni prescripción médica, muchos de ellos accesibles en todo el mundo a través de internet, a menudo disfrazados de “experimentos científicos recreativos”.
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