¿Qué pasa en el ámbito académico?

David Edwards y David Cromwell

Media Lens, 15 de diciembre de 2010

¿Qué pasa en el ámbito académico? En 2008, Terry Eagleton, que fue profesor de Literatura inglesa en la Universidad de Marchester, escribió:

En términos generales, las instituciones académicas se han transformado de ser los instigadores contra el capitalismo corporativo a ser sus cómplices. Son intelectuales de empresa, un material conocido como graduados, unos auténticos verduleros”. (1)

Y también dijo:

La lógica del mercantilismo ha penetrado en la esfera de las necesidades humanas y la alimentación, engendrando varios síntomas patológicos. En las Universidades, como en las multinacionales, una fuerza de trabajo descontenta se enfrenta a una elite directiva que está obsesionada por las finanzas”.

Hemos quedado  un tanto aturdidos por el silencio de la Universidad. ¿ Cómo se comprende esto en una sociedad aparentemente libre? ¿ Cuáles son los mecanismos hacia la honestidad y la apertura? El recientemente fallecido historiador Howard Zinn describió cómo el deseo bien intencionado de trabajar por un cambio progresista “se enreda en una madeja de viejos tópicos, que hasta para los estudiosos y la mayor parte de activistas resulta difícil desenredar sin trabas. Estos tópicos y creencias se expresan en la frase “beca desinteresada”, “aprendizaje desapasionado”, “estudio objetivo””método científico”… (2)

Llamó nuestra atención el pasado 12 de octubre cuando uno de nuestros lectores nos envió un enlace a un artículo del sitio web Journalism.co.uk, que recogía las conclusiones sobre un nuevo estudio sobre los medios. El artículo citaba al principal investigador, Piers Robinson, de la Universidad de Manchester:

El Reino Unido se beneficia de una admirable cobertura del denominado periodismo de guerra, según un nuevo estudio de las Universidades de Manchester, Liverpool y Leeds”.

La investigación, que aparece en un libro de la editorial Universitaria de Manchester, titulado Focos de Resistencia, dice que los medios de comunicación del Reino Unido proporcionaron una cobertura equilibrada en la información sobre la invasión de Iraq, y que incluso se nota un matiz fuertemente pacifista”.

Escribimos a Piers Robinson ese mismo día. Nos contestó de forma cordial y le enviamos varias preguntas por correo electrónico, también de forma cortés, desafiando las conclusiones del estudio. Como suele ocurrir muy a menudo, le tocamos su fibra sensible. Robinson nos contestó el 15 de octubre:

Le puedo comprender, pero me molestó su tono…

Lo que encuentro más frustrante sobre este asunto, como miembro de la Universidad, es que tengo mucho más trabajo de lo que usted pueda imaginar”.

Como no pertenecemos al ámbito académico, también estamos muy ocupados y le compadecemos. Robinson hizo una lista de sus obligaciones académicas:

Y si usted observa mi registro de publicaciones, podrá ver que me encuentro en un campo muy distinto cuando realizamos un análisis de los medios dominantes. Y encima he tenido que gastar mi tiempo en defenderme contra usted”.

¿Qué esperan lograr con todo esto?”

La pregunta de Robinson en bastante razonable. La gente nos pregunta con frecuencia por qué desafiamos a la gente bien intencionada. En los comienzos de Media Lens, en 2001, éramos a menudo criticados por concentrarnos mucho en The Guardian, antes que hacerlo contra The Times o The Telegraph. ¿ Por qué atacábamos a la gente bien intencionada que hace todo lo posible, quedando expuestos a aparecer como unos cínicos? ¡Algunos lectores especulaban que éramos parte de un plan del señor Murdoch para minar los medios liberales y de izquierdas! Esta crítica se basaba en tres supuestos erróneos:

En primer lugar, esto suponía que tendría que haber una especie de consenso entre quién es y quién no es en el terreno del análisis político. Pero ese acuerdo no existe, y tampoco se podría imponer su existencia. También supondría la existencia de un sólo campo. Pero esto es una fantasía: admiramos la mayor parte del trabajo de Robert Fisk y sus comentarios, pero discrepamos por su desprecio hacia el activismo en Internet. Tenemos un enorme respeto hacia los análisis políticos de Noam Chomsky, pero no compartimos su indiferencia hacia las cuestiones espirituales.

En segundo lugar, el argumento supone una especie de destrucción de la izquierda, lo que sería por lo tanto incorrecto, al poner en evidencia los argumentos de personas que comparten visiones políticas similares. ¿Pero dónde está la prueba de todo esto? ¿No se podría decir también que se camina a una destrucción por no exponer de forma franca y abierta las diferencias?

En tercer lugar, estos críticos no reconocen cómo su argumento favorece la difusión de la corriente dominante, donde parece que el desacuerdo resulta perjudicial. Sí, escritores como Robert Fisk y George Monbiot hacen un magnifico trabajo de análisis político, pero no escriben sobre el magnífico papel de los medios corporativos en estos acontecimientos. La verdad es que hasta a los mejores comentaristas de los medios dominantes no se les permite la crítica al medio en el que trabajan, ni contra sus anunciantes, ni contra los intereses que controlan esos medios. Incluso una crítica repetida de los medios corporativos sería muy problemático para sus aspiraciones.

El 1 de noviembre, Robinson respondió a un correo electrónico que le habíamos enviado el 22 de octubre. Alternó sus comentarios entre los distintos párrafos del correo electrónico original. Al final hemos reproducido el correo enviado por Piers Robinson mantenido el color rojo original para aclarar cómo responde:

Hola, Piers:

Muchas gracias por su respuesta, lo cual apreciamos mucho. Sentimos haberle podido molestar con nuestras preguntas y comentarios. Eran unas ideas, contraargumentos, no pretendemos poseer la Verdad Absoluta.

Nos parece que la actitud de los medios durante la invasión de Iraq puede ser medida por varias cuestiones clave que tenían el poder de dañar seriamente el Gobierno de EE.UU y el Reino Unido. Se puede examinar el grado de atención ( en los medios de comunicación) en base a las siguientes cuestiones:

1.- La discusión de si la guerra era legal o ilegal bajo el Derecho Internacional, pero en este caso parecía algo claro.

2.- El grado de credibilidad de los informes sobre las Armas de Destrucción Masiva, utilizando fuentes creíbles.

3.- La respuesta triunfal ante la caída de Bagdad el 9 de abril de 2003 ante los tanques estadounidenses.

4.- El verdadero número de bajas iraquíes.

Sobre el primer punto, no vemos ningún análisis en su estudio de la frecuencia con la que los periodistas emplearon la palabra ilegal durante la invasión. ¿No es una buena manera de medir el grado con la que los periodistas desafiaron esta guerra? Difícilmente se podría concebir un mejor ejemplo de una guerra de agresión, una guerra criminal, y sin embargo los medios nunca la definieron en estos términos.

P.R.: Estoy de acuerdo que sería una forma de calibrar la conformidad de los medios de comunicación con la guerra, si midiésemos el número de veces que se ha invocado el termino legal o ilegal, o la justificación de la existencia de Armas de Destrucción Masiva. En relación a esto, encontramos que los periodistas muchas veces expresaron esta presencia y usted puede suponer que esto implicaba declarar la guerra como legal. Nuestros datos vienen a determinar precisamente esto, aunque no nos hayamos detenido en este asunto de una manera particular. Podríamos rebuscar entre las bases de datos, pero nos llevaría demasiado tiempo ( Robinson rehusó más tarde esta petición que le hicimos). Pero al menos las Armas de Destrucción Masiva sirvieron de excusa como justificación de la guerra.

Añadiría, usando como cuestión clave la autonomía de los medios en la fase que analizamos, lo que pondría en una difícil situación a muchos periodistas. Considerando que Blair pidió que el Fiscal General considerase la guerra como legal, y como la información para determinar si lo era o no no estaba totalmente disponible ( y todavía no lo está), no es sorprendente que los periodistas tuvieran pocos elementos para desafiar aquella posición. Después de la guerra, cuando se comprobó que no existían Armas de Destrucción Masiva, la BBC recogió las opiniones de Kelly y del fiscal General, que fueron divulgadas, momento en el que muchos abogados ponían en duda la legalidad, junto con Kofi Anan, entonces ya resulta razonable esperar que los periodistas desafíen la legalidad de tal acción. Sin embargo, como digo en el susodicho párrafo, esto lo recogemos, aunque debiéramos haberlo hecho de una forma más clara: que la existencia de Armas de Destrucción Masiva implicaba una reclamación de la legalidad de aquella guerra.

En el punto 2, ¿por qué no hay ninguna mención al estudio realizado por el ex inspector de amas de la UNSCOM, Scott Ritter?… ( Ofrecimos ejemplos de cómo Ritter había explicado que los inspectores fueron obligados a salir de Iraq en diciembre de 1998. También recogemos pruebas de que Ritter había dicho que Iraq estaba fundamentalmente desarmado, ya en diciembre de 1998, con el 90-95% de sus armas de destrucción masiva eliminadas cuando él y otros inspectores abandonaron el país)

En nuestro análisis de medios, publicamos un detallado análisis del estado probable de las Armas de Destrucción Masiva iraquíes: ántrax, la toxina del botulismo y el agente nervioso VX. Esta información estaba disponible en 2002-2003, que era el motivo principal de los Gobiernos de EE.UU y del Reino Unido para la iniciar la guerra – con el poder de manipular la opinión pública-, mientras que la cuestión de los “residuos” fue casi completamente ignorada por los medios de comunicación. ¿Por qué no se tuvo en cuenta esta cuestión para medir la independencia de los medios?

P.R.: Medimos el grado de cumplimiento por parte de los medios con las informaciones aportadas por los Gobiernos en relación con las Armas de Destrucción Masivas, y hay una parte del libro que trata de esto. Recogimos cómo los medios recogían o no los argumentos de Ritter. Como decía antes, si hubiéramos tenido en cuenta los puntos específicos que usted cita, no habrían cambiado nuestras conclusiones, es decir, que los medios del Reino Unido no mostraron independencia respecto de las declaraciones del Gobierno en este asunto. De todos modos, creo que usamos parámeros clave, aquí y en todo el libro, aunque no mencionamos a Ritter de forma expresa. Pero compruebe los puntos de análisis en este sentido.

En términos más generales, estoy de acuerdo que la capacidad de Iraq de agresión por la posesión de Armas de Destrucción Masiva era mínima, si no inexistente. Cualquiera que lea más allá de los titulares lo podría averiguar; pero como usted dice, la corriente principal se vio embaucada por aquellas declaraciones de los Gobiernos, que eran vagas de forma deliberada, por supuesto, y a veces daba la impresión de que allí había reservas de armas, otras veces hablaban de programas y cosas por el estilo.

En el punto 3, revisamos los medios de forma concienzuda el 9 de abril de 2003, cuando Bagdad cayó por el asalto de los tanques estadounidenses. Es un período clave para evaluar la actitud de los medios, que es el momento en el que los medios hablaron de ¡Victoria! ( Citamos muchos ejemplos de medios triunfalistas el 9 de abril de 2009) .

Lejos de dar una visión menos parcial, y mucho menos de ofrecer una visión distinta, los reportajes en todos los medios de difusión lo celebraron como un gran triunfo los días 9 y 10 de abril de 2003. ¿Por qué no se concentró su estudio en este triunfalismo?

P.R.: Recogimos las información de apoyo ( ver páginas 122 a 125), como la caída de la estatua. Tenga en cuenta el fracaso evidente de cualquier crítica sobre este asunto. Tuvimos en cuenta esta información y aunque no entre en detalles, señalamos algunos momentos memorables de mal periodismo. Así lo hemos hecho, ¿no? No creo que este breve periodo de euforia invalide necesariamente cualquier tipo de periodismo de oposición que se produjera antes o después de la caída de la estatua. Si tuviéramos más tiempo y espacio, nos habríamos detenido en este asunto, y en otras muchas cosas, Pero realmente lo reflejamos en los datos y estamos de acuerdo con su análisis de que los periodistas estaban muy lejos de ser imparciales en este asunto.

Según su respuesta ( en un correo más reciente, enviado el 12 de octubre), el punto 4 se encuentra más allá del ámbito de su competencia. Usted escribió:

Se concentra el estudio en la fase de invasión, tal y como los medios lo recogieron. La mayor parte de las cifras de muertos se refieren a este periodo. No podíamos creer que la cobertura informativa en el Reino Unido en la fase de invasión contase a las víctimas como posteriores a la fase de invasión. A la velocidad con la que se producían los acontecimientos, con argumentos menos favorables a la guerra, el estudio habría resultado parcial si invocásemos las víctimas de 2006 a fin de criticar la cobertura realizada en 2003”.

¿Quizás no sea algo que hubo que tener en cuenta para evitar errores? Es curioso que usted se refiera de forma repetida al estudio de Lancet de 2006, pero no al estudio de Lancet de 2004, más reciente (no mencionado en su estudio).

Contabilizar las víctimas del período posterior a la invasión le da una gran oportunidad de evaluar la honestidad de la cobertura informativa durante el período de invasión. Usted podría haber comparado diferentes medios para hacer un informe con el número de víctimas más creíble y completo ( el estudio de Lancet de 2004 estima en casi 100.000 muertos a causa de la invasión, produciéndose el 84% de las muertes violentas por la acción de las fuerzas de la coalición). Podría haber considerado el grado de ocultamiento por parte de los medios de esta matanza que ocurría desde 2003.

[…]

Para leer más (en inglés): http://dissidentvoice.org/2010/12/what-happened-to-academia/

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