¿Por qué hacer las cosas sencillas cuando se pueden complicar?

por Ilyes Bellagha, 19 de noviembre de 2025

legrandsoir.info

Los académicos, los medios de comunicación, los médicos, todas las instituciones utilizan la jerga para dominar. Al igual que los proxenetas con sus prostitutas, crean una dependencia lingüística. Si no entiende su lenguaje, queda fuera. Eso es exactamente lo que quieren.

Introducción

Los académicos, las IA, los medios de comunicación, los médicos, todos los organismos confundidos y fundidos en su molde-recipiente se protegen e identifican utilizando una jerga. Ah, me he olvidado de los proxenetas cuando hablan con sus prostitutas. Pero mezclar a los académicos con los proxenetas es políticamente incorrecto, aunque cada uno predique bajo su propio campanario. Estos cuerpos, aunque infectados y vacíos, matan la ciudadanía.

I. El proxeneta y su lenguaje

El proxeneta no habla normalmente con su prostituta. Utiliza un lenguaje cifrado: «hacer la calle», «la pasta», «la zona», «el chulo». ¿Por qué? No para que le entiendan. Para crear una dependencia lingüística. Ella entra en su mundo, adopta su vocabulario, piensa con sus palabras. Está atrapada.

Es puro dominio. El lenguaje no está ahí para comunicar. Está ahí para identificar quién está dentro y quién está fuera, quién domina los códigos y quién los sufre.

II. Los académicos hacen exactamente lo mismo

¿Por qué el académico escribe «paradigma epistemológico» en lugar de «forma de pensar»? ¿Por qué el médico dice «dispepsia» en lugar de «dolor de estómago»? ¿Por qué la IA habla de «deep learning» en lugar de «el ordenador aprende»?

El mismo mecanismo que el proxeneta.

La jerga crea una frontera. Dice: «Si no lo entiende, no es uno de los nuestros». Protege el territorio. Justifica la existencia del cuerpo constituido. Si todo el mundo lo entendiera, ¿para qué servirían?

El académico, el médico, el tecnócrata, el proxeneta: todos matan la ciudadanía matando la lengua común.

III. Bourdieu invertido: el habitus coplanificado

Bourdieu habla del habitus como reproducción social inconsciente. El obrero reproduce los gestos de su padre, el intelectual reproduce las posturas de su clase. Es innato, interiorizado.

Falso. O más bien: incompleto.

El habitus no se reproduce simplemente. Es coplanificado por todas las instituciones. El Estado, la universidad, el hospital, la empresa, los medios de comunicación: todos fabrican el habitus que necesitan. Producen el tipo de ser humano que los perpetúa.

El académico produce estudiantes que hablan como él. El médico produce pacientes que no entienden nada pero que obedecen. El proxeneta produce prostitutas que piensan con su vocabulario.

No se trata de reproducción. Se trata de fabricación.

IV. La pareja orgullo-mediocridad como proyecto institucional

Y este es el proyecto: toda institución fabrica un habitus en el que el orgullo se une a la mediocridad.

  • El académico está orgulloso de su jerga, es mediocre en su pensamiento
  • El médico está orgulloso de su conocimiento, es mediocre en su escucha
  • El tecnócrata se siente orgulloso de su posición, mediocre en su actuación
  • El proxeneta se siente orgulloso de su control, mediocre en su humanidad

Orgullo + mediocridad = la fórmula perfecta para matar la ciudadanía.

El ciudadano, por su parte, no tiene ni orgullo (no se cree superior) ni mediocridad (piensa por sí mismo). Por eso todas las instituciones le combaten.

V. Brel: la pobreza occidental

Brel no es un filósofo, gracias a Dios. Es digestivo para después de una comida procedente de la sociedad. Pero Brel ha comprendido lo que los académicos nunca han entendido: Occidente ha creado una nueva forma de pobreza.

«Los que se creen más de lo que son»: esos son los pobres de Occidente. No pobres de dinero. Pobres de existencia. Lo tienen todo y no son nada.

El orgullo les dice que son superiores. La mediocridad les impide ser nada. Viven en la jerga, en el código, en la institución. No viven.

Conclusión

¿Por qué hacer las cosas sencillas cuando se pueden complicar?

Porque si fueran sencillas, lo entenderían. Y si lo entendieran, verían que están desnudos. El académico sin su jerga, el médico sin su latín, el tecnócrata sin sus acrónimos, el proxeneta sin su argot: todos se vuelven visibles en su mediocridad.

Por eso lo complican. No para pensar mejor. Para que usted no piense en absoluto.

La jerga no es una herramienta de comunicación. Es un arma de dominación. Y mientras no hable su idioma, usted está fuera. Eso es exactamente lo que ellos quieren.

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