Otro estudio sobre alimentación a largo plazo plantea dudas sobre la seguridad del maíz transgénico

Por Claire Robinson y Michael Antoniou, 20 de septiembre de 2025

gmwatch.org

Recientemente se ha publicado en la revista Food and Chemical Toxicology un estudio de alimentación a largo plazo con una duración de 7 años en el que se han comprobado los efectos del consumo de maíz transgénico en dos generaciones de macacos cynomolgus, un tipo de mono. El maíz transgénico probado contiene dos toxinas insecticidas Bt y un gen que confiere tolerancia al herbicida glifosato. Los autores concluyeron que no hay efectos adversos en los animales de prueba ni en sus crías, aunque algunos de sus hallazgos plantean serias dudas sobre su seguridad.

En una línea igualmente tranquilizadora, un reciente artículo en European Scientist del cirujano Guy-André Pelouze anuncia el estudio como «Un análisis de 7 años para poner fin a la era emocional sobre los transgénicos». El artículo critica el «miedo» que rodeó a los alimentos transgénicos en los años 90, en particular señalando la publicidad que rodeó la publicación del estudio Séralini, que descubrió enfermedades hepáticas y renales en ratas alimentadas con un maíz transgénico comercializado tolerante a los herbicidas durante un periodo prolongado de 2 años.

Pelouze considera que el estudio Séralini está «mal controlado» y afirma que no pueden extraerse conclusiones sobre las tasas de cáncer y mortalidad. Sin embargo, estos juicios se basan en la presunción errónea de que se trataba de un estudio de carcinogenicidad mal diseñado, cuando en realidad, como afirman claramente los autores, fue diseñado como un estudio de toxicidad. Los estudios de toxicidad requieren un diseño diferente, con el que se ajusta el estudio de Séralini.

En contraste con su juicio sobre el estudio Séralini, Pelouze afirma que el estudio de los macacos es «brillante» y «debería cambiar el debate sobre los transgénicos», aunque lamenta el «silencio ensordecedor» que ha acogido su publicación. Evidentemente, con su artículo pretende poner remedio a eso y despertar la atención pública que, en su opinión, merece el estudio.

Pero, ¿es realmente tan tranquilizador el estudio de los macacos sobre la seguridad de los transgénicos? Un análisis más detallado sugiere que no. La dieta a base de maíz transgénico provocó algunos cambios adversos y potencialmente adversos en la salud de los macacos que requieren más investigación. Entre ellos se incluyen indicios de anemia, trastornos renales y tiroideos y una alteración del microbioma intestinal.

Puntos fuertes del estudio

Como señala Pelouze, el estudio tiene importantes puntos fuertes:

* El modelo animal es ampliamente considerado por los científicos como altamente relevante para los humanos, en el sentido de que se espera que los efectos sobre la salud observados en los monos se trasladen a los humanos.

* El estudio siguió a dos generaciones, denominadas F0 y F1, durante 7 años, lo que es poco habitual en los estudios sobre alimentos transgénicos.

* Se alimentó a tres grupos de forma diferente: CK (pienso estándar), Maíz (70% de maíz no transgénico) y Tg (70% de maíz transgénico). Esto permitió la comparación entre las dietas de maíz modificado genéticamente y las dietas estándar y de maíz no modificado genéticamente.

* El maíz transgénico y el no transgénico se cultivaron al mismo tiempo y en las mismas condiciones, lo que significa que cualquier diferencia observada en los grupos alimentados con maíz transgénico y no transgénico se debe a la modificación genética y no a las diferentes condiciones ambientales de cultivo.

* Se realizaron análisis moleculares de composición detallados utilizando métodos actualizados: metagenómica (sobre la microbiota intestinal) y metabolómica (sobre los metabolitos fecales). Además, se midieron componentes importantes de la sangre (incluidos los niveles hormonales) y la orina.

Principales puntos débiles del estudio

A pesar de sus puntos fuertes, el estudio tiene deficiencias cruciales:

1) El maíz transgénico no fue rociado con herbicida glifosato durante el cultivo, lo que significa que no refleja las condiciones de la vida real – y los efectos reales del consumo de maíz transgénico que ha sido rociado podrían haber sido peores de lo que se desprende de estos resultados. En otro estudio se ha demostrado que la pulverización con herbicida glifosato cambia la composición de un maíz transgénico tolerante a herbicidas, lo que podría alterar su perfil de seguridad.

2) El número de animales (3 grupos de 12 animales, 36 en total) era pequeño, lo que significa que un efecto encontrado sólo en uno o unos pocos animales podría deberse al azar; y a la inversa, un efecto real de la alimentación con maíz modificado genéticamente podría pasar desapercibido porque el número de animales es demasiado escaso para mostrarlo con fiabilidad. En resumen, este estudio es débil desde el punto de vista estadístico.

3) El proceso de selección está en entredicho. Es justo preguntarse cómo exactamente los 52 animales de la generación F1 se redujeron a 30 para el resto del experimento. Por un lado, se necesita un proceso de selección porque los monos habrían parido crías en momentos diferentes y tendrían pesos iniciales distintos. No es posible dirigir un experimento escalonado en el tiempo -sería ineficaz y añadiría otra variable-, todos los grupos deben dirigirse en paralelo al mismo tiempo. Así que los investigadores tienen que seleccionar para emparejar a los animales por edad y estado de gestación, como afirman. Aunque no mencionan emparejarlos por peso, los pesos iniciales tienen que estar dentro de un rango limitado.

Sin embargo, la pregunta importante es si se produjo alguna selección por motivos de salud, como nacimientos prematuros o crías con bajo peso o poco saludables. En caso afirmativo, necesitamos conocer las tasas de éstos en los diferentes grupos, por ejemplo, ¿fueron mayores o menores en el grupo transgénico en comparación con el grupo no transgénico? Si no hubo factores relacionados con la salud, los autores deberían decirlo, y a la inversa, si tuvieron que seleccionar a algún animal por motivos relacionados con la salud, deberían decirlo.

4) Se ignoró cualquier diferencia relacionada con el sexo. Los autores no mencionan cuántos machos frente a hembras había en los diferentes grupos de generaciones F0 o F1. Y, lo que es más importante, no distinguen entre machos y hembras en las mediciones, lo que significa que cualquier cambio dependiente del sexo derivado del pienso transgénico quedó oculto y, además, el ruido de fondo de los «factores de confusión» creado por cualquier diferencia de sexo en respuesta al pienso transgénico minimizaría aún más las posibilidades de ver cualquier efecto relacionado con el pienso transgénico que dependa del sexo.

Aunque los autores no lo afirman, la generación F0 habría sido predominantemente femenina, ya que empezaron con 6 machos y 30 hembras para el apareamiento. Sin embargo, para la generación F1, este desequilibrio de sexos no se aplica, ya que cabría esperar que nacieran aproximadamente un 50% de machos y un 50% de hembras. Así que no hay excusa para que los autores no proporcionen detalles sobre el equilibrio de sexos en sus grupos experimentales F1.

A pesar de estos puntos débiles, que hacen más difícil ver cualquier cambio relacionado con la dieta transgénica, aún se encontraron efectos preocupantes en los macacos que fueron alimentados con la dieta de maíz transgénico, como se describe a continuación.

* Posibles problemas de tiroides

Los resultados de las pruebas hormonales demostraron que tres animales del grupo alimentado con maíz transgénico tenían concentraciones de T3 (una hormona tiroidea crucial que regula el metabolismo, el crecimiento, el desarrollo, la temperatura corporal y la frecuencia cardiaca) superiores a la media. Sin embargo, los autores no encontraron niveles anormales en otras hormonas tiroideas (TSH, T4, FT3 y FT4), por lo que descartan este resultado.

Lo que los autores no dicen es que unos niveles elevados de T3 con niveles normales de T4 pueden indicar un tipo de hipertiroidismo denominado toxicosis T3 .

Además, los autores descubrieron que los niveles de FT3 -la cantidad de T3 no unida a las proteínas transportadoras- eran más elevados en un subconjunto separado de animales alimentados con maíz transgénico (datos suplementarios, Fig. S2) en comparación con los animales no alimentados con OGM. Sin embargo, estos animales no mostraron anomalías en otras mediciones de hormonas tiroideas, por lo que, de nuevo, los autores desestimaron el hallazgo. Eso es un problema, porque unos niveles elevados de FT3 con niveles normales de FT4 pueden ser otro indicador de hipertiroidismo.

En los dos casos anteriores, una sola medición que esté por encima de lo normal puede ser un indicador de enfermedad grave. Tales hallazgos no deben descartarse, sino señalarse como posibles problemas de seguridad.

* Indicios de anemia

Los análisis bioquímicos de la sangre mostraron que en las generaciones F0 y F1, el grupo alimentado con maíz transgénico presentaba una disminución significativa de la concentración media de hemoglobina corpuscular (MCHC) y del recuento de plaquetas (PLT) en comparación con los grupos alimentados con maíz no transgénico y dieta estándar.

La MCHC refleja la concentración de hemoglobina dentro de los glóbulos rojos, y su disminución se asocia típicamente con la anemia hipocrómica, una afección en la que los glóbulos rojos son más pálidos de lo normal. Sin embargo, en este estudio, los autores afirman que la disminución de la MCHC en el grupo alimentado con maíz transgénico sólo se produjo en la generación F1, con una disminución relativamente pequeña en comparación con los grupos alimentados con maíz no transgénico y dieta estándar.

Es difícil creer que los científicos puedan descartar un efecto adverso estadísticamente significativo, por «pequeño» que parezca. Como nos dijo una vez el renombrado investigador de la seguridad alimentaria de los productos transgénicos , el Dr. Arpad Pusztai, «pequeño» no tiene ningún significado en términos científicos. Un efecto es estadísticamente significativo o no lo es, y su tamaño no es razón para descartarlo.

Igualmente difícil de tragar es la insinuación de los autores de que sólo porque un efecto adverso sólo se observó en la segunda generación (F1) de macacos alimentados con transgénicos, puede descartarse. Por analogía, ya que nos animan a ver este estudio como relevante para los humanos, ¿estaríamos tranquilos si una enfermedad causada por nuestra dieta afectara «sólo» a nuestros hijos?

En cuanto a la disminución del PLT, los autores reconocen que esto puede aumentar el riesgo de hemorragia. Lo que no dicen es que puede ser una señal de alarma de enfermedades graves, como la anemia aplásica, las enfermedades autoinmunes o los cánceres de la sangre.

No obstante, los autores se tranquilizan sobre la disminución de PLT en el grupo alimentado con maíz transgénico, diciendo que, al igual que con la disminución de MCHC, se observó «sólo» en la generación F1, y no se detectaron anomalías en otros indicadores relacionados con las plaquetas.

Sin embargo, admiten de boquilla la posibilidad de que este hallazgo pueda indicar que el maíz transgénico puede ser tóxico, concediendo: «Si la disminución de PLT es atribuible a la toxicidad del maíz transgénico requiere más investigación». Podríamos preguntarles en este punto qué otra cosa podría haberlo causado, ya que controlaron otros factores – y los controles establecidos en este estudio son uno de los puntos fuertes que alaba Pelouze.

* Daños y disfunciones renales

En los análisis de orina, el grupo alimentado con maíz transgénico de la generación F0 presentaba unos niveles de nitrógeno ureico en sangre (BLD) espectacularmente elevados, casi el doble que el grupo alimentado con maíz no transgénico. Esto puede indicar disfunción o enfermedad renal.

Un animal alimentado con maíz transgénico de la generación F1 presentaba un nivel de proteínas en la orina superior al de los animales de todos los demás grupos. Esta condición, conocida como proteinuria, indica que los riñones no están filtrando la sangre correctamente y suele ser un signo de daño renal. Sin embargo, debido al escaso número de animales del estudio y al único animal afectado, este hallazgo podría deberse al azar.

El grupo alimentado con maíz transgénico de la generación F0 tenía niveles más altos de glóbulos blancos (GB) en la orina que el grupo alimentado con maíz no transgénico y el grupo alimentado con una dieta estándar. Los niveles del grupo alimentado con maíz transgénico eran casi el doble que los del grupo alimentado con maíz no transgénico. Esta afección, conocida como piuria, suele indicar una infección o inflamación en el tracto urinario. Un nivel elevado de glóbulos blancos también puede ser señal de otras afecciones como cálculos renales.

Es extraño, entonces, que los autores comenten: «Los resultados indican que la alimentación con maíz transgénico no tiene un impacto negativo significativo en los indicadores clínicos».

* Colesterol alto

En los análisis de sangre de la generación F0 de animales, los niveles de colesterol y del llamado colesterol «malo» LDL-C eran significativamente más altos que en los animales alimentados con maíz no transgénico. También se observó un aumento en la generación F1 de animales alimentados con transgénicos en comparación con los animales alimentados con maíz no transgénico, aunque no fue estadísticamente significativo.

Se cree que unos niveles elevados de estos indicadores contribuyen a la aterosclerosis, o endurecimiento de las arterias, lo que aumenta el riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un derrame cerebral.

* Los análisis metabolómicos plantean interrogantes sobre los efectos intestinales

Las vías metabólicas constituyen la bioquímica básica que proporciona a las células la energía y los componentes esenciales necesarios para funcionar, sobrevivir y crecer. Para evaluar los efectos del consumo de maíz transgénico en las vías metabólicas del microbioma intestinal de los macacos, los autores recogieron muestras fecales y analizaron los metabolitos de las heces.

Los resultados revelaron que el consumo de maíz transgénico provocó un aumento significativo de los niveles fecales de determinados metabolitos. Los autores no ofrecen una explicación, pero este hallazgo demuestra como mínimo que el maíz transgénico no es sustancialmente equivalente al maíz parental no modificado genéticamente. Las autorizaciones reglamentarias de los OGM se conceden partiendo del supuesto de que la planta modificada genéticamente es sustancialmente equivalente a su homóloga no modificada genéticamente. Es evidente que esa suposición es falsa.

Además, los macacos alimentados con OGM tenían niveles más altos de vitamina B6 en sus heces. Los autores señalan que esto «puede reflejar una ingesta dietética excesiva de vitamina B6 o una mayor excreción debida a trastornos de absorción». Sin embargo, si el consumo de maíz transgénico puede provocar trastornos de absorción de la vitamina B6 requiere una evaluación más detallada».

Además, en las generaciones F0 y F1, se identificaron cinco metabolitos que desempeñan un papel en el metabolismo del azúcar de las plantas en las heces de los macacos alimentados con la dieta estándar o con el maíz transgénico, pero no se detectaron en las heces de los macacos alimentados con el maíz no transgénico. Los autores comentan: «Los perfiles de metabolitos intestinales observados en el grupo alimentado con maíz transgénico pueden atribuirse a que los componentes transgénicos (como las proteínas exógenas [extrañas] o los metabolitos secundarios) influyen en las comunidades microbianas y en las interacciones huésped-microbio. Estas interacciones podrían alterar las actividades metabólicas microbianas».

Con esta afirmación, los autores parecen indicar que el proceso de modificación genética ha alterado la composición del maíz, una prueba más de que el maíz transgénico y el no transgénico no son sustancialmente equivalentes. Lo que se necesita aquí es una proteómica (perfil de proteínas) y una metabolómica (perfil bioquímico) del maíz transgénico y no transgénico para proporcionar un análisis composicional en profundidad, para ver si los autores están en lo cierto sobre el origen de las diferencias de metabolitos intestinales observadas en el grupo alimentado con transgénicos.

En términos más generales, si el proceso transgénico ha causado cambios composicionales a nivel de proteínas y metabolitos (como se ha observado antes con un maíz transgénico tolerante al glifosato), estos cambios podrían incluir la producción de toxinas que podrían explicar los resultados potencialmente adversos observados en este estudio, por ejemplo, en la función tiroidea y sanguínea.

Este estudio informa de que los resultados indicaron que el consumo de maíz transgénico «no tuvo efectos adversos en la composición microbiana ni en la estructura de la comunidad, aunque las concentraciones de ciertos metabolitos asociados con el metabolismo de los hidratos de carbono se redujeron significativamente.» Hay un problema obvio con la afirmación de «ningún efecto adverso», ya que los cambios en las poblaciones de la microbiota son difíciles de interpretar. Y, en una afirmación que parece contradecir su afirmación de ausencia de efectos adversos, los autores llegan a la conclusión de que «el consumo de maíz transgénico sí afecta a la microbiota intestinal y a las concentraciones de metabolitos», pero añaden que «si esto supone un riesgo para la salud y la seguridad de los macacos cynomolgus requiere una verificación adicional». Los autores parecen haber abandonado la lógica en un intento de exonerar al maíz transgénico de cualquier sospecha de causar daños.

El hecho de que la alimentación con maíz transgénico produjera cambios significativos tanto en las poblaciones de la microbiota como en la función metabólica (bioquímica) en comparación con el no transgénico demuestra que ambos no son sustancialmente equivalentes. Los autores no analizan sus implicaciones para la salud, porque la ciencia actual carece de los conocimientos que lo permitan. Siguen siendo desconocidas.

Uso inválido de grupos de control

Los autores descartan los cambios en la sangre y la orina de los animales alimentados con maíz transgénico si «sólo un grupo de control presentaba diferencias significativas». Sin embargo, esto no es científicamente válido y parece un ejemplo de inventarse las reglas sobre la marcha, una vez más, para intentar dar carta blanca al maíz transgénico.

El grupo de control más importante en este estudio es el grupo alimentado con maíz no transgénico, porque cualquier diferencia entre este grupo y el alimentado con maíz transgénico se deberá a la ingeniería genética del maíz. Si existen o no diferencias no intencionadas en el maíz transgénico, en comparación con su progenitor no transgénico, debidas al proceso de ingeniería genética es la cuestión crucial de seguridad alimentaria sobre los cultivos transgénicos y la que los reguladores intentan responder al evaluar la seguridad de un alimento transgénico.

Más arriba, hemos hecho el trabajo de los autores por ellos y hemos llamado debidamente la atención sobre los cambios en los animales alimentados con maíz transgénico en comparación con los animales alimentados con maíz no transgénico, ya que éstos revelan efectos resultantes de los procesos de transformación transgénica aplicados al maíz.

La conclusión general falsea los resultados

La conclusión general de los autores es que «aunque hubo algunas diferencias estadísticamente significativas entre los grupos modificados genéticamente y los no modificados genéticamente, estas diferencias no alteraron las funciones biológicas durante el periodo de alimentación».

Teniendo en cuenta el análisis anterior de los hallazgos, esta conclusión no tiene sentido. Las funciones biológicas se vieron claramente alteradas: las mediciones hablan por sí solas. Es cierto que ninguno de los macacos alimentados con alimentos transgénicos se desplomó y murió, pero mostraron indicios de anemia, disfunción tiroidea, disfunción renal, colesterol alto y alteración de la microbiota intestinal y los metabolitos.

Según la lógica de Pelouze, no podemos sentirnos «emocionados» por estos hallazgos ni «temer» a los OGM. Parece creer que debemos dar la bienvenida a un mayor riesgo de ciertas enfermedades en nosotros mismos o en nuestras familias a cambio del privilegio de comer maíz transgénico en un estado de feliz inconsciencia.

Una nota final para los no convencidos

Para quienes este estudio no les haya convencido de que los OGM pueden ser tóxicos, la base de datos de investigación sobre OGM contiene más de 2.500 estudios, encuestas y análisis que sugieren diversos efectos adversos y posibles efectos adversos de los cultivos, alimentos y plaguicidas modificados genéticamente. No se ha actualizado desde hace algún tiempo, por lo que se habrán acumulado más estudios desde entonces. ¿Nos sentimos ya tranquilos?

ACTUALIZACIÓN: Los puntos 3) y 4) del apartado «Principales puntos débiles del estudio» se añadieron a este artículo el 25 de septiembre de 2025. Damos las gracias a quienes llamaron nuestra atención sobre estas cuestiones.

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