Cómo una red de dinero oscuro se está haciendo con el poder
a ambos lados del Atlántico
Por George Monbiot, 3 de febrero de 2017
A esos Estados Unidos de las Corporaciones le ha costado un poco entrar en juego con la llegada de Donald Trump. Algunas de sus posiciones, sobre todo en lo que se refiere al comercio, puso los pelos de punta a los Empresarios. Muchos de ellos apoyaron a Ted Cruz o a Scott Walker. Pero una vez conseguido el nombramiento, los grandes negocios saben que tienen una oportunidad sin precedentes.
Trump está preparado no solamente para beneficiar las posiciones de las Corporaciones en el Gobierno, sino incluso para convertir el Gobierno en una especie de Corporación, dotada de personal y dirigida por Ejecutivos y grupos de presión. Su incoherencia no es un impedimento, sino una oportunidad: la agenda puede ser modificada. Y la red de dinero oscuro que ya habían desarrollado algunas Corporaciones estadounidenses está ahora tomando posiciones para darle una mayor cabida.
Por dinero oscuro se entiende aquel dinero que financiando organizaciones que participan en las maniobras políticas no se revela su procedencia. Pocas personas considerarían fiable que una empresa tabacalera financiase la salud pública, o que una empresa de carbón fuese neutral sobre el cambio climático. Para promover sus intereses políticos, tales empresas pagan a otros para que hablen en su nombre.
Poco después de la Segunda Guerra Mundial, algunas de las personas más ricas de los Estados Unidos comenzaron a establecer una red de foros (thinktanks) para promover sus intereses. Decían dar opiniones desinteresadas sobre asuntos públicos, pero en realidad se parecían mucho a los grupos de presión de las Corporaciones, que trabajan en nombre de quienes los fundan y financian. Estas son las organizaciones que ahora ha cooptado gran parte de la Administración Trump.
No tenemos ninguna esperanza en llegar a saber cómo funciona la red de dinero oscuro. La destacada historia de un miembro del Parlamento británico proporciona una visión única de esta red, a ambos lados del Atlántico. Su nombre es Liam Fox. Hace 6 años su carrera política parecía haber terminado.
El escándalo que se había desencadenado al mezclar sus intereses privados y públicos puso en serias dificultades al Gobierno de David Cameron, y se vio obligado a dimitir como Secretario de Estado de Defensa. Pero hoy en día ha vuelto a lo más alto, con una cartera de interés crucial: Secretario de Estado para el Comercio Internacional.
En 1997, el año en que los conservadores perdieron en favor de Tony Blair, Liam Fox, que forma parte de la derecha más dura del Partido Conservador, fundó una organización llamada The Atlantic Bridge (Puente Atlántico). Su patrona, Margaret Thatcher. En su consejo consultivo estaban los futuros ministros del gabinete: Michael Gove, George Osborne, William Hague y Chris Grayling. Fox, que fue un destacado partidario del Brexit, describió el cometido de Puente Atlántico como “una reunión de personas que tienen intereses comunes”. Defendería estos intereses frente a los “integracionistas europeos que quieren alejar a Gran Bretaña de su relación con los Estados Unidos”.
Puente Atlántico fue registrada posteriormente como una organización benéfica. Formaba parte de la propia red de dinero oscuro del Reino Unido: sólo después de desmoronarse pudimos descubrir la historia completa de quién la había estado financiando.
Su principal mecenas era el inmensamente rico Michael Hintze, que trabajó en Goldman Sachs antes de crear sus propios fondos de alto riesgo (fondos de cobertura). Hintze es uno de los mayores donantes del Partido Conservador. En 2012, se descubrió que estaba financiando la Fundación de Políticas del Calentamiento Global, que pone en duda el cambio climático. Además de hacer préstamos en efectivo a Puente Atlántico, le prestó a Liam Fox su jet privado para que hiciese los viajes de ida y vuelta a Washington.
Otro de los financiadores fue la Empresa Farmacéutica Pfizer. Pagó a una investigadora de Puente Atlántico llamada Gabby Bertin, que pasó a ser Secretaria de Prensa de David Cameron, y ahora se sienta en la Cámara de los Lores. Cameron le concedió un título nobiliario durante el acto de renuncia.
En 2007, el grupo llamado American Legislative Exchange Council (ALEC) creó una organización hermana, Proyecto Puente Atlántico, el brazo estadounidense de la iniciativa de Fox. ALEC es quizás el más polémico de los foros corporativos de los Estados Unidos. Está especializado en reunir a diversos grupos de presión con los legisladores estatales y federales para el desarrollo de “proyectos modelo”. Los legisladores y sus familias disfrutan de la generosa hospitalidad del grupo, luego se llevan los proyectos modelo para promoverlos como si fueran iniciativas propias.
ALEC ha afirmado que más de 100 proyectos de ley de los presentados por los legisladores cada año, de los cuales uno de cada cinco es aprobado en forma de ley. Ha sido financiado por Empresas Tabacaleras, la petrolera Exxon, Empresas Farmacéuticas y por Charles y David Koch: los multimillonarios que fundaron las primeras organizaciones del Tea Party. Pfizer, que financió el puesto de Gabby Bertin en Puente Atlántico, forma parte de la junta directiva de ALEC. Algunas de las leyes más polémicas de los últimos años, tales como las leyes estatales que reducen el salario mínimo, las leyes que otorgan inmunidad a las Corporaciones , y las leyes mordaza del sector agropecuario (ag-gag), fueron desarrolladas por ALEC.
Para dirigir el brazo estadounidense de Puente Atlántico, ALEC presentó a su Directora de Relaciones Internacionales, Catherine Bray. Británica, que anteriormente había trabajado para Richard Ashworth, miembro conservador del Parlamento Europeo, y para el miembro del UKIP Roger Helmer. Trabajó posteriormente con Daniel Hannan, el hombre del Brexit. En 2015 se casó con Wells Griffith, que se convirtió en el director de la campaña presidencial de Donald Trump.
Entre los miembros del Consejo Asesor de Puente Atlántico en los Estados Unidos, estaban los senadores ultraconservadores James Inhofe, Joh Kyl y Jim DeMint. James Inhofe dijo haber recibido más de 2 millones de dólares en financiación, dinero procedente de empresas del carbón y el petróleo. Tanto Industrias Koch como ExxonMobil han sido importantes donantes. No es una coincidencia que haya dicho que eso del calentamiento global provocado por el hombre es “el mayor engaño jamás perpetrado al pueblo estadounidense”.
Joh Kyle, ahora jubilado, ahora actúa como el sherpa que guía el nombramiento del senador Jeff Sessions como el Procurador General de Trump.
Jim DeMint renunció a su puesto en el Senado para convertirse en el Presidente de la Fundación Heritage, que probablemente sea, después del ALEC, el segundo foro más polémico de los Estados Unidos. Fue fundado gracias a una generosa donación de Joseph Coors, heredero del imperio cervecero Coors, que luego creció gracias al dinero del multimillonario, banquero y petrolero Richard Mellon Scaife. Del mismo modo que ALEC, ha sido financiada también por los Hermanos Koch. Heritage, bajo la presidencia de DeMint, fue uno de los promotores para que el Congreso no aprobase los presupuestos federales, manteniendo en vilo al Gobierno. El ex asesor especial de Fox en el Ministerio de Defensa, un estadounidense llamado Luke Coffey, ahora trabaja para la fundación.
La Fundación Heritage está ahora metida de lleno en la Administración Trump. Sus miembros, becarios y el personal forman parte de su equipo de transición. Entre ellos están Rebekah Mercer, que forma parte del Comité Ejecutivo de Trump, Steve Groves y Jim Carafano ( del Departamento de Estado), Curtis Dubay (del Tesoro) y Ed Meese, Paul Winfree, Russ Vought y John Gray (Gestión y Presupuesto). La CCN informó que “ninguna otra institución de Washington tiene tanto relieve en esta etapa de transición”.
El plan extraordinario de Trump para recortar los gastos federales en 10,5 billones de dólares fue elaborado por la Fundación Heritage, que lo calificó como el “Plan para una nueva administración”. Russ Vought y John Gray, que de la Fundación Heritage pasaron al equipo de Trump, ahora están tratando de reconvertir este proyecto en el presupuesto principal.
De aprobarse, supondrá unos recortes devastadores en la asistencia sanitaria, la seguridad social, la asistencia jurídica, la regulación financiera y las protecciones ambientales, se eliminarán los programas para prevenir la violencia contra las mujeres, la defensa de los derechos civiles, la financiación de actos culturales y supondrá la privatización de la Corporación para la Radiodifusión Pública. Trump, al apoyar estas medidas, se parece menos a un Presidente y más a un Intermediario: la de aplicar la agenda que le han preparado.
En julio del año pasado, poco después de convertirse en Secretario de Comercio, Liam Fox hizo un viaje a Washington. Una de sus primeras paradas fue un lugar que lleva visitando a menudo en los últimos 15 años: las oficinas de la Fundación Heritage, donde habló, entre otros, con Jim DeMint. Una solicitud de acuerdo con la Ley de Libertad de Información (FOIA) reveló que uno de los temas planteados en la reunión fue la prohibición europea al pollo estadounidense lavado con cloro, una prohibición que los productores estadounidenses esperan que levante el Reino Unido de firmarse un nuevo acuerdo comercial. Después, Fox escribió a DeMint, diciendo que esperaba “trabajar con ustedes a medida que el nuevo Gobierno del Reino Unido desarrolle sus prioridades de política comercial, incluso en áreas de singular importancia de las que ya hemos hablado, como la defensa”.
¿Cómo ha llegado Fox a esta posición después del escándalo que llevó a su dimisión hace 6 años? El escándalo mismo nos da una posible pista: una confluencia entre los intereses públicos y privados. El hombre que dirigía la sucursal británica de Puente Atlántico era su amigo Adam Werrity, que actuaba desde el edificio de oficinas de Michael Hintze. El trabajo de Werrity se enmarañó con el cargo oficial de Liam Fox como Secretario de Defensa. Werrity llevaba una tarjeta de visita que lo anunciaba como asesor de Fox, pero nunca fue empleado del Ministerio de Defensa; acompañó al Ministro de Asuntos Exteriores en numeras visitas ministeriales al extranjero, y realizaba frecuentes visitas a la oficina de Fox.
En el momento en el que todos estos detalles empezaron a salir a la luz pública, la Comisión de Caridad investigó a Puente Atlántico y resolvió que su trabajo no parecía tener relación con la caridad. Tenía que devolver los impuestos de los que había sido eximida (Hintze saldó la deuda). En respuesta, los fideicomisarios clausuraron la organización. A medida que las noticias sobre la participación de Adam Werrity en las decisiones gubernamentales empezaron a conocerse más ampliamente, Fox hizo una serie de declaraciones falsas. No tuvo más remedio que renunciar.
Así que cuando Theresa May lo volvió a nombrar para un alto cargo en el Gobierno, le dio una cartera que en principio debería establecer unos límites claros entre los intereses públicos y privados, enviando un evidente mensaje sobre las intenciones de su Gobierno.
Los tratados comerciales que Fox se encarga de desarrollar establecen unos límites a la soberanía. Las normas alimentarias y ambientales estadounidenses tienen a ser más laxas que las nuestras, y aún podrían debilitarse más de seguir Trump por este camino. Cualquier tratado comercial firmado entre el Reino Unido y los Estados Unidos dispondrá de unos estándares tanto para productos como para servicios. La Administración Trump exigirá que los del Reino Unido sean menos estrictos, para que así las Corporaciones estadounidenses puedas introducir sus mercancías sin que tengan que modificar sus prácticas. Todas las cartas, después de la votación en torno al Brexit, están en manos de los Estados Unidos. Si el Reino Unido resiste, no se firmará ningún tratado. Lo que May necesitaba, incluso antes de que Trump se convirtiera en Presidente, era una persona dispuesta a firmar un acuerdo comercial en este sentido.
Como informa el Financial Times, “la elección de Trump ha cambiado la suerte de Liam Fox”. Ahora es “un miembro indispensable en el equipo de primera línea de Theresa May”. La sombra de la misión diplomática que desarrolló en Puente Atlántico lo conecta directamente con la Administración Trump.
Mucho antes de que Trump ganara, la financiación de la campaña presidencial de los Estados Unidos ya había corrompido sistemáticamente el sistema político. Un análisis de los políticos estadounidenses en los últimos 32 años encontró una relación lineal casi perfecta entre el dinero conseguido por los dos partidos para las elecciones al Congreso y el número de votos conseguido. Pero también se han producido cambios en los últimos años: las Corporaciones dominan ahora la financiación de los partidos.
De hacer depender nuestra suerte a la de los Estados Unidos, el Gobierno nos sume en este sistema. Esto forma parte del Brexit: las leyes europeas que protegen el interés público fueron presentadas por los euroescépticos conservadores como intromisiones intolerables en la libertad de las Corporaciones. Desligarse del control de Europa significa una mayor dependencia de los Estados Unidos. La relación especial transatlántica es una relación especial entre el poder político y el poder corporativo.
En abril de 1938, el Presidente Franklin Roosevelt envió al Congreso de los Estados Unidos la siguiente advertencia: “La libertad en una Democracia no está asegurada si el pueblo tolera un mayor poder privado hasta el punto que se vuelve más fuerte que su propio Estado democrático. Eso es, en esencia, el fascismo”. Es una advertencia que haríamos bien en recordar.
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