Se han observado lubinas en grandes cantidades en las costas de las Islas Canarias
Por Roberta Kwok, 7 de septiembre de 2016
En el muelle de Buenaventura, Colombia, un pescador no logra identificar el pez que ha capturado: “No tengo ni idea de qué se trata”, dice mientras sostiene un pez de color café, grisáceo, de unos 50 centímetros de longitud. Gustavo Castellanos-Galindo, un ecologista, recuerda esta conversación que se produjo el pasado mes de octubre, y le dijo: “Se trata de una cobia y no debiera de estar aquí”.
Una cobia juvenil que probablemente se haya escapado de alguna explotación acuícola de la costa de Ecuador, que empezó a funcionar a principios de 2015, dijeron Castellanos-Galindo y sus compañeros del Fondo Mundial para la Naturaleza, de Cali, Colombia, en BioInvasions Records. Probablemente algunos intrusos hayan cortado la red con la intención de pescar y luego vender las capturas Se escaparon unas 1500 cobias, según la empresa de acuicultura Granja Oceánica, de Manta, Ecuador, que gestiona la explotación. La cobia es un depredador que nada con rapidez y que puede emigrar largas distancias y llegar a alcanzar hasta 2 metros de longitud. Es una especie nativa del Pacífico Oriental, pero desde que se escaparon se han visto individuos desde Panamá a Perú.
Acuicultura oceánica, en toneladas métricas. Como se puede observar, Asia es el mayor productor mundial de pescado criado en granjas oceánicas. Alrededor de un tercio de los peces, moluscos, crustáceos y otras especies acuáticas, son criados en piscifactorías situadas en zonas marinas y costeras, principalmente en Asia. Las jaulas marinas deben soportar tormentas, ataques de los depredadores y otras amenazas. |
La presencia de la cobia no es un incidente aislado. La acuicultura, cría de peces y otras especias acuáticas, se está expandiendo con rapidez, tanto en las zonas marinas como en las continentales, de tal modo que está superando a la captura de especies salvajes. Los peces de piscifactorías de todo el mundo, como la lubina, el salmón, el besugo y otras especies, son criados en grandes jaulas marinas que deben soportar las tormentas, los depredadores, los peces que mordisquean las redes, errores de los empleados y los ladrones. Las cifras globales de peces que logran escapar es difícil de conocer, pero en un estudio realizado en seis países europeos durante tres años se encontró que casi 9 millones de peces se habrían escapado de las jaulas marinas, según un Informe publicado en Aquaculture en 2015.
Los investigadores están preocupados porque estas fugas podrían dañar la vida silvestre, pero no disponen de la suficiente cantidad de datos para establecer los efectos a largo plazo.
Hay muchas preguntas sin responder. Un estudio realizado en Noruega y publicado en el mes de julio sugiere que algunos de estos peces huidos se han apareado con la especie silvestre, algo que podría debilitar esta población. Los científicos también están investigando si los peces huidos podrían desplazar o convertirse en depredadores de los peces nativos.
El peor escenario: Que los peces que se fugan de las jaulas se propaguen por una área extensa y causen estragos en otras especies. Desde los sapos venenosos que han invadido Australia y Madagascar (Science News, 22 de febrero de 2016) a las hormigas rojas de fuego importadas a los Estados Unidos, las especies invasoras son una de las mayores amenazas contra la biodiversidad, y acarrean unos daños y gastos de gestión por importe de miles de miles de dólares. No todas las especies introducidas tienen tales efectos catastróficos, pero las especies invasores pueden resultar difíciles de eliminar.
Mientras que los investigadores tratan de evaluar el impacto de los fugas de las explotaciones acuícolas, los encargados de tales explotaciones están trabajando en mejores sistemas de contención y la reducción del impacto ecológico de los individuos que se escapan. Los investigadores proponen estrategias que van desde los nuevos diseños de estas explotaciones hasta la modificación genética. Dado que la acuicultura se está convirtiendo en un medio generalizado para alimentar a la gente, se presta cada vez mayor atención a los efectos ecológicos.
Si al escapar debilitan la vida silvestre nativa, “entonces estamos resolviendo el problema de la alimentación mundial creando otro problema”, dijo el genetista de poblaciones Kevin Glover, del Instituto de Investigación Marina de Noruega, en Bergen. Noruega, un gran productor de peces de piscifactoría, ha realizado la mayor parte de las investigaciones sobre el impacto de los peces que escapan de las granjas marinas.
No nacido para ser salvaje
La piscicultura es un gran negocio. En 2014, la Industria produjo 73,8 millones de toneladas de especies acuáticas por un valor de unos 160 mil millones de dólares, según un informe publicado en julio por la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO).
Casi dos tercios de estas especies proviene de las explotaciones situadas en las aguas dulces del interior, en estanques, una forma de cría muy utilizada en Asia desde hace miles de años. El resto se cría en granjas marinas y costeras, donde se desarrollan los peces en estanques, lagunas salobres o jaulas situadas en el mar.
Auge de la acuicultura La acuicultura está en crecimiento, mientras que la captura de especies salvajes se ha estancado. En 2014, la producción de especies mediante acuicultura ya constituía el 44% de la producción de especies acuáticas de todo el mundo y más de la mitad de la producción destinada a la alimentación humana. |
Los peces de agua dulce pueden escapar de los estanques de las piscifactorías durante las inundaciones, por ejemplo. Algunas especies fugitivas, como la tilapia, han perjudicado a las especies nativas al competir por las especies que consumen. Pero la acuicultura marina tiene sus propios problemas. El entorno físico presenta mayores inconvenientes, como el viento, el oleaje, la presencia de barcos y el ataque de depredadores.
El salmón es uno de los peces que más frecuentemente se cría en acuicultura. En algunas áreas, el número de salmones de piscifactoría es mucho mayor que el de las poblaciones silvestres. En las explotaciones acuícolas de Noruega hay unos 380 millones de salmones del Atlántico, mientras que en los ríos del país se han contabilizado unos 500.000 salmones del Atlántico que desovan en esos ríos.
En las cuatro décadas de cría del salmón del Atlántico, las cepas utilizadas en acuicultura han surgido de sus primos salvajes. Cuando ambos se crían en las mismas condiciones estándar, el salmón de piscifactoría puede crecer alrededor de tres a cinco veces más que el salmón salvaje durante el primer año de vida.
Los salmones criados en las piscifactorías tienen un comportamiento distinto frente a sus parientes salvajes: por ejemplo, si han visto un depredador, salen antes de sus escondites que la especie silvestre. Este comportamiento puede haber aparecido porque los peces criados en piscifactorías no se han enfrentado a las situaciones en condiciones naturales. “La idea es que en un criadero todos los individuos lleguen a sobrevivir”, dice Philip McGinnity, ecologista molecular de la Universidad de Cork, Irlanda. Los peces de piscifactoría no tienen mejor sabor.
Noruega: Número de salmones criados en piscifactorías, 380 millones; número de salmones del Atlántico que desovan en los ríos noruegos, 500 mil. |
Estas diferencias no son buenas noticias para los descendientes híbridos y los peces silvestres. En los primeros experimentos llevados a cabo, la descendencia híbrida entre el salmón de piscifactoría y el salvaje tiende a ser más deficiente en su comportamiento en libertad. En la década de 1990, McGinnity estudió el éxito de estos peces en los ríos de desove y en el océano. En comparación con el salmón salvaje, la descendencia híbrida tuvo una tasa de éxito de un cuarto a la mitad que la especie salvaje. Casi al mismo tiempo, un equipo de Noruega encontró que cuando los peces silvestres nadaban junto a los peces de piscifactoría, el número de crías de aquellos que sobrevivían el tiempo suficiente para dejar el río y dirigirse al océano era aproximadamente un tercio menos de lo esperado, tal vez debido al rápido crecimiento de la descendencia de los peces de piscifactoría, devorando una gran cantidad de alimento y ocupando los mismos hábitats.
“No teníamos motivos para estar preocupados”, dice Ian Fleming, ecólogo evolutivo de la Universidad de Terranova, St. John, Canadá, que formó parte del equipo de investigación de Noruega.
Un reciente estudio apoya la idea de que los peces de piscifactoría pueden desplazar a los peces silvestres al ocupar su territorio en un río. En un estudio publicado el año pasado en la revista Journal of Fish Biology, los investigadores encontraron que la tasa de supervivencia del salmón salvaje joven disminuía del 74% al 54% cuando los peces eran criados en los mismos canales de agua que los salmones de piscifactoría, en lugar de vivir en libertad y alimentarse por su cuenta. Cuando estos canales disponían de una salida, los peces salvajes tenían más tendencia en dirigirse a las corrientes cuando eran criados con los salmones de piscifactoría que cuando su existencia dependencia de ellos mismos.
“Son peces que renuncian a su territorio y salen a otros lugares”, dice el coautor del estudio, Kjetil Hindar, un biólogo de los salmones del Instituto Noruego para la Investigación de la Naturaleza, en Trondheim.
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Un interesante vídeo sobre la cría del salmón en las piscifactorías, emitido en la 2 de TVE:
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