Por Noam Chomsky, 13 de junio de 2016
En enero de 2015, el Boletín de Científicos Atómicos adelantó el famoso Reloj del Juicio Final a tres minutos antes de las 12, un nivel tal de amenaza que no se había alcanzado en los últimos 30 años. Los científicos explicaban las razones del adelanto de las manillas del reloj porque nos encontrábamos más cerca de una catástrofe debido a las dos principales amenazas a nuestra supervivencia: el cambio climático sin control y las armas nucleares. Esta advertencia se dirigía directamente a los líderes mundial, que han fracasado “para actuar con rapidez o a la escala que se requería para proteger a los ciudadanos de una potencial catástrofe, poniendo en peligro a cada persona de la Tierra por no cumplir con su deber más importante: garantizar y preservar la salud y la vitalidad de la civilización humana”.
Desde entonces ha habido buenas razones para acercar aún más las agujas del reloj a las 12.
A finales de 2015, los líderes mundiales se reunieron en París para tratar el grave problema del “cambio climático incontrolado”. No pasa un día en el que no se haga más evidente la gravedad de esta crisis. Por citar al azar: poco antes de la apertura de la Conferencia de París, el Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA publicó un estudio que sorprendió a los científicos y alarmó a los que están estudiando el hielo del Ártico. En este estudio se mostraba que el enorme glaciar de Groenlandia, Zachariae Isstrom, “se había desprendido desde una posición glaciológica estable en 2012 y había entrado en una fase de rápido retroceso”, un acontecimiento inesperado y amenazador. Este glaciar “tiene la suficiente cantidad de agua como para elevar el nivel del mar en 18 pulgadas (46 centímetros) si llegara a fundirse por completo. Y ahora está en una dieta rigurosa de adelgazamiento, perdiendo 5 mil millones de toneladas de su masa al año. Todo ese hielo va a parar el Océano Atlántico Norte”.
Sin embargo, había pocas esperanzas de que los líderes mundiales reunidos en París “actuasen con la velocidad o a la escala requerida para proteger a los ciudadanos de una potencial catástrofe”. Incluso si por un milagro hubiesen tomado algunas medidas, éstas tendrían un alcance muy limitado, por unas razones que son motivo de gran preocupación.
Cuando se aprobó el acuerdo de París, el Ministro de Asuntos Exteriores Laurent Fabius, anfitrión de las conversaciones, anunció que los acuerdos eran “legalmente vinculantes”. Podía ser una esperanza, pero hay algunos obstáculos que son dignos de tener en cuenta.
En la amplia cobertura por parte de los medios de comunicación de la Conferencia de París, tal vez las frases más importantes se encontrasen al final del largo análisis realizado por The New York Times: “Tradicionalmente, los negociadores han intentado aprobar un tratado legalmente vinculante mediante su ratificación por parte de los Gobiernos de los países participantes, para que así tuviese validez. Pero no hay manera de conseguirlo en este caso, debido a Estados Unidos. El tratado ya estaría muerto a su llegada al Congreso sin la requerida aprobación por parte de los dos tercios de los votos en el Senado, que está controlado por los Republicanos. De modo que lo que pudo ser obligatorio, se ha convertido en voluntario”. Y lo que es voluntario parece condenado al fracaso.
“Debido a Estados Unidos”. De manera más concreta, al Partido Republicano, que se ha convertido en un peligro real para la supervivencia humana en unas condiciones aceptables.
Las conclusiones son destacadas en otro artículo de Times sobre los acuerdos de París. Al final del largo artículo que ensalza los logros, se dice que los acuerdos de la Conferencia “dependen en gran medida de los puntos de vista de los futuros líderes mundiales para llevar a cabo dichas políticas. En Estados Unidos, todos los candidatos republicanos a la presidencia en 2016 han cuestionado públicamente los planes de cambio climático de Obama. En el Senado, Mitch McConnell, líder republicano, que ha cargado contra la agenda del cambio climático de Obama, dijo: Antes de que sus socios internacionales aplaudan las decisiones, se debe tener en cuenta que se trata de un acuerdo inalcanzable sobre la base de un plan nacional de energía que probablemente sea ilegal, con la mitad de los Estados que ya han presentado demandas para su paralización, y que el Congreso ya ha votado su rechazo”.
“El debilitamiento de la democracia funcional es una de las contribuciones del asalto neoliberal en la última generación”. |
Ambos Partidos se han corrido hacia la derecha durante el período Neoliberal de la última generación. Los Demócratas de ahora es lo que antes se llamaban los “republicanos moderados”. Mientras tanto, el Partido Republicano se ha desplazado en gran medida fuera del espectro, convirtiéndose en lo que los respetados analistas políticos conservadores Thomas Mann y Norman Ornstein llaman “insurgencia radical”, que prácticamente ha abandonado la normalidad de la política parlamentaria. Con este giro a la derecha, con el empeño del Partido Republicano en primar la riqueza y los privilegios, se ha vuelto tan extremo que sus políticas reales no pueden atraer a los votantes, por lo que ha tenido que buscar una nueva base popular, movilizada por otros motivos: cristianos evangélicos que esperan una Segunda Venida, nativistas que temen que los “otros” se hagan con el control del país, racistas no reformados, personas con quejas razonables pero que confunden de manera errónea las causas, y otros que son presa fácil de los demagogos y que pueden caer en las redes de esta insurgencia radical.
En los últimos años, el Establishment Republicano había conseguido reprimir las voces de las bases que había conseguido movilizar. Pero ya no. A finales de 2015, el Establishment expresaba su consternación y desesperación por su incapacidad para hacerlo, ya que las bases Republicanas y sus opciones están fuera de control.
Los representantes Republicanos elegidos y los contendientes en las próximas elecciones presidenciales, han expresado un abierto desprecio por los acuerdos de París, incluso negándose a considerar los procedimientos. Los tres candidatos que según las encuestas tenían mayores posibilidades en ese momento, Donald Trump, Ted Cruz y Ben Carson, comulgaban con la ideología de las bases Evangélicas: los seres humanos no tienen ningún impacto sobre el calentamiento global, si es que se está produciendo.
Los otros candidatos rechazaron las medidas gubernamentales para tratar el asunto. Inmediatamente después de que Obama diese su discurso en París, prometiendo que Estados Unidos estaría a la cabeza en busca de soluciones globales, el Congreso, dominado por los Republicanos, rechazó con su voto las recientes directrices de la Agencia de Protección Ambiental para reducir las emisiones de carbono. Según ha dicho la prensa, se trataba de “un mensaje de provocación dirigido a los más de 100 líderes mundiales [] de que el Presidente de Estados Unidos no tiene el apoyo de su Gobierno sobre la política climática”, subestimando un poco. Mientras tanto, Lamar Smith, Republicano que forma parte de la Comisión de la Cámara sobre Ciencia, Espacio y Tecnología, sigue adelante con su yihad contra los científicos del Gobierno que se atreven a denunciar los hechos.
Es un mensaje claro. Los ciudadanos norteamericanos se enfrentan a una gran responsabilidad en su propio casa.
Otro artículo publicado en The New York Times informaba que “dos tercios de los estadounidenses apoyan que Estados Unidos firme un acuerdo internacional vinculante para frenar el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero”. Y por un margen de 5 a 3, los estadounidenses consideran que las cuestiones relacionadas con el clima son más importantes que la Economía. Pero eso no importa. La opinión pública no se tiene en cuenta. Se está enviando un claro mensaje a los estadounidenses: es tarea suya la de enmendar un sistema político disfuncional, en el que la opinión pública es un factor marginal. La disparidad entre la opinión pública y la política tiene en este caso significativas implicaciones para el destino del mundo.
Debemos congratularnos de una pasada Edad de Oro. Sin embargo, lo que acabamos de decir suponen cambios significativos. El debilitamiento de la Democracia funcional es una de las contribuciones del asalto neoliberal en la última generación. Y esto no está sucediendo únicamente en Estados Unidos, en Europa las cosas pueden ser incluso peor.
El Cisne Negro que nunca podemos ver
Pasemos a la otra (y ya tradicional) preocupación de los científicos atómicos que ponen en hora el Reloj del Juicio Final: las armas nucleares. La actual amenaza de una guerra nuclear justifica su decisión de enero de 2015 de hacer avanzar el reloj hasta dos minutos antes de la medianoche. Lo que está sucediendo revela una amenaza creciente, un asunto que parece no suscitar, en mi opinión, demasiada preocupación.
La última vez que el Reloj del Juicio Final llegó a estar situado a tres minutos antes de las doce fue en 1983, durante las maniobras Arquero Capaz del Gobierno de Reagan. Estas maniobras simularon ataques contra la Unión Soviética para poner a pruebas sus sistemas de defensa. Los archivos rusos recientemente publicados revelan que los rusos estuvieron muy preocupados por estas maniobras y se prepararon para responder, lo que habría significado simplemente El Fin.
Hemos sabido más acerca de estas maniobras precipitadas e imprudentes, y lo cerca que estuvimos del desastre, por el analista militar y de la inteligencia estadounidense Melvin Goodman, que fuera Jefe de la División de la CIA y analista en la Oficina de Asuntos de la Unión Soviética en ese momento: “Además de las maniobras Arquero Capaz que alarmaron al Kremlin, la Administración Reagan autorizó unas maniobras militares inusualmente agresivas cerca de la frontera soviética, violando en algunos casos la soberanía nacional soviética. Las arriesgadas medidas llevadas a cabo por el Pentágono incluyeron el envío de bombarderos estratégicos de Estados Unidos sobre el Polo Norte para poner a prueba los radares soviéticos, y buques de guerra estadounidenses que entraron en zonas donde nunca lo habían hecho. Operaciones secretas adicionales simularon ataques navales sorpresa contra objetivos soviéticos”.
Ahora sabemos que el mundo se salvó de una probable destrucción nuclear en esos espantosos días por la decisión del oficial ruso Stanislav Petrov de no transmitir a las autoridades superiores el Informe de los sistemas de detección automática de que la URSS estaba siendo atacada con misiles. En consecuencia, Petrov tomó una decisión parecida a la del comandante de un submarino ruso, Vasili Arkhipov, que un momento de máxima tensión por los misiles cubanos de 1962, se negó a autorizar el lanzamiento de misiles nucleares cuando los submarinos fueron atacados por los destructores estadounidenses para cumplir con la cuarentena.
Otros ejemplos conocidos recientemente vienen a sumarse a los ya registrados. El experto en seguridad nuclear Bruce Blair informó que “Lo más cerca que ha estado Estados Unidos de proceder a un ataque estratégico por parte de un Presidente fue en 1979, cuando una alerta temprana de los sistemas del Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial (NORAD) detectaron un ataque estratégico soviético a gran escala que de manera inadvertida discurría por el propio sistema de alerta temprana. El Asesor de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski recibió dos llamadas esa noche, indicándole que Estados Unidos estaba siendo atacado, diciendo que sólo cogería el teléfono para avisar al Presidente Carter y autorizase una respuesta a gran escala de forma inmediata. En una tercera llamada le comunicaron que se trataba de una falsa alarma”.
Este ejemplo recientemente conocido me trae a las mientas otro incidente crítico del año 1995, cuando un cohete noruego-estadounidense que llevaba un equipo científico parecía tener la trayectoria de un misil nuclear. Esto suscitó enseguida preocupaciones por parte de los rusos, que se pusieron rápidamente en contacto con el Presidente Boris Yeltsin, que tenía que decidir si lanzar el ataque nuclear o no.
Blair suma otros ejemplos de su experiencia política. Fue durante la guerra de 1967 en Oriente Medio: “Se envió una orden de ataque real a un avión con armas nucleares en lugar de unas maniobras de entrenamiento de carácter nuclear”. Unos años más tarde, en la década de 1970, el Comando Aéreo Estratégico de Omaha “volvió a transmitir una orden de ataque real en lugar de ser en unas maniobras militares”. En ambos casos fallaron los códigos de control. Sólo la intervención humana impidió los ataques. “Pero viendo la deriva de los acontecimientos, no es raro que este tipo de sucesos se vuelvan a repetir”, añadió Blair.
Blair hizo estos comentarios en respuesta a un informe del piloto John Bordne, que recientemente ha sido desclasificado por la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Bordne servía en la base militar estadounidense de Okinawa, en octubre de 1962, en el momento de la crisis de los misiles y un momento también de fuertes tensiones en Asia. El sistema de alerta nuclear de Estados Unidos había elevado el nivel a DEFCON 2, un nivel por debajo de DEFCON 1, que es cuando los misiles nucleares pueden ser lanzados de manera inmediata. En el momento de mayor tensión de la crisis, el 28 de octubre, un equipo de misiles recibió la autorización de lanzar sus misiles nucleares, de manera errónea. Decidieron no hacerlo, evitando así una guerra nuclear y unirse de este modo a Petrov y Arkhipov en el panteón de hombres que decidieron desobedecer los protocolos y de ese modo salvar al mundo.
Como observa Blair, este tipo de incidentes no son infrecuentes. Un estudio reciente descubrió docenas de falsas alarmas cada año en el período revisado, 1977-1983. El estudio concluyó que al año se darían entre 43 a 255 falsas alarmas. El autor del estudio, Seth Baum, lo resume con las palabras adecuadas: “La guerra nuclear es el cisne negro que nunca podemos ver, excepto en ese breve momento en el que nos acierta la muerte. Retrasamos los riesgos por nuestra cuenta y riesgo. Ahora es el momento de hacer frente a esta amenaza, porque todavía estamos vivos”.
Estos Informes, como los recogidos en el libro Comando y Control de Eric Schlosser, se deben en su mayoría a los sistemas de Estados Unidos. Sin duda los sistema rusos son mucho más propensos a errores. Y esto sin mencionar el gran peligro que suponen los sistemas de los demás, sobre todo los de Pakistán.
“Una guerra ya no es algo impensable”
A veces la amenaza no se ha producido por un accidente, sino por una falta de responsabilidad, como en el caso de las maniobras Arquero Capaz. El caso más extremo fue el de la crisis de los misiles del año 1962, cuando la amenaza de un desastre fue muy cercana. La forma en que aquella crisis se manejó fue sorprendente; pero también lo es la forma es que generalmente se ha interpretado.
Con este triste récord en mente, es útil examinar los debates sobre estrategia y planificación. Un caso escalofriante fue el de la era Clinton, recogido en el estudio de 1995 del STRATCOM (Centro de Excelencia de Comunicaciones Estratégicas) “Fundamentos de disuasión en la etapa post-Guerra Fría”. El estudio hace un llamamiento para mantener el derecho de atacar primero, incluso contra Estados sin armas nucleares. En él se explica que las armas nucleares se utilizan constantemente, en el sentido de que “proyectan una sombra sobre cualquier crisis o conflicto”. También insta a la creación de una personalidad nacional irracional y de venganza para intimidar al resto del mundo.
Las doctrinas actuales se analizan en un artículo publicado en la revista Seguridad Internacional, una de las más autorizadas en el dominio de las doctrinas estratégicas. Los autores explican que Estados Unidos se ha comprometido en la “primacía geoestratégica”, es decir, el aislamiento de los ataques de represalia. Esta es la lógica de la “nueva tríada” de Obama (submarinos y misiles situados en tierra, y el apoyo de los bombarderos), junto con la defensa antimisiles para contrarrestar un ataque de represalia. El problema planteado por los autores es que las pretensiones de Estados Unidos de una primacía estratégica podrían inducir a China a responder abandonando su política de no hacer “un primer uso” y mediante la ampliación de su capacidad de disuasión limitada. Los autores piensan que no lo harán, pero la perspectiva sigue siendo incierta. Es evidente que tales doctrinas aumentan los peligros en una región tensa y conflictiva.
Lo mismo puede decirse de la expansión de la OTAN hacia el Este, una clara violación de las promesas verbales hechas a Mikhail Gorbachov cuando la URSS comenzó a desmoronarse y estuvo de acuerdo en la unificación de Alemania para formar parte de la OTAN – una concesión significativa si se piensa en la historia del siglo pasado. La expansión hacia la Alemania Oriental se realizó rápidamente. En los años posteriores, la OTAN se amplió a las fronteras de Rusia. Ahora incluso se habla de la incorporación de Ucrania, en el mismo centro geoestratégico ruso. Uno se puede imaginar cómo reaccionaría Estados Unidos si el Pacto de Varsovia todavía estuviese activo, con la mayor parte de Latinoamérica unida a dicho pacto, y ahora México y Canadá fuesen candidatos a la adhesión.
Por otro lado, Rusia entiende, así como China ( y los mismos estrategas) que los sistemas de defensa de misiles de Estados Unidos situados cerca de las fronteras de Rusia son, en efecto, un arma para realizar el primer ataque, con el objetivo de establecer la primacía estratégica – inmunidad contra las represalias. Tal vez su misión sea totalmente inviable, como sostienen algunos especialistas. No se puede estar seguro de alcanzar los objetivos. Y las reacciones militares de Rusia pueden ser interpretadas por la OTAN como una amenaza para Occidente.
Un destacado erudito británico-ucraniano plantea lo que él llama “la fatídica paradoja geográfica”: que la OTAN “existe para gestionar los riesgos creados por su propia existencia”.
Las amenazas en este momento están muy presentes. Afortunadamente, el derribo de un avión ruso por la aviación turca en noviembre de 2015 no fue considerado un incidente internacional, sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias. El avión se encontraba en una misión de bombardeo en Siria. Pasó sólo durante 17 segundos por la franja de territorio turco que sobresale hacia Siria, y evidentemente se dirigía a Siria, donde se estrelló. Este derribo parece un acto innecesario, imprudente y provocador, y un acto con consecuencias.
“Se viene reconociendo desde hace décadas que un primer ataque por parte de una potencia mayor puede destruir al atacante, incluso sin ánimo de venganza, simplemente por los efectos del invierno nuclear” |
Como medida de reacción, Rusia anunció que a partir de ahora sus bombarderos irán acompañados por aviones de combate y que está desplegando sofisticados sistemas de misiles antiaéreos en Siria. Rusia también ha ordenado que su crucero Moskva, con su sistema de defensa aérea de largo alcance, se acerque a la costa, por lo que podría estar “listo para destruir cualquier objetivo aéreo que represente un peligro potencial para nuestros aviones”, anunció el Ministro de Defensa, Sergei Shoigu. Todo esto prepara un escenario para una confrontación que podría ser letal.
Las tensiones también son constantes en las fronteras de la OTAN y Rusia, incluyendo las maniobras militares por ambas partes. Poco después de que el Reloj del Juicio Final se acercarse amenazadoramente a las 12, la prensa nacional informaba de que “ vehículos militares de combate estadounidenses desfilarían el miércoles en una ciudad de Estonia que se adentra en Rusia, un acto simbólico que pone de relieve las apuestas por ambas partes para aumentar las peores tensiones entre Occidente y Rusia desde la Guerra Fría”. Un poco antes, un avión ruso de combate estuvo a punto de chocar con una avión civil danés. Ambas partes están movilizando y redistribuyendo fuerzas en la frontera entre Rusia y la OTAN, con gran rapidez, y “ambos creen que una guerra ya no es algo impensable”.
Perspectivas para la supervivencia
De ser así, ambas partes han alcanzado niveles de locura, ya que una guerra de estas proporciones podría destruirlo todo. Se viene reconociendo desde hace décadas que un primer ataque por parte de una potencia mayor puede destruir al atacante, incluso sin ánimo de venganza, simplemente por los efectos del invierno nuclear.
Es el mundo de hoy en día. O no sólo de hoy, sino que es algo que hemos estado viviendo desde hace 70 años. Los razonamientos que se leen aquí y allí son de destacar. La seguridad de la población no suele ser la principal preocupación de los políticos. Esto viene siendo así desde los primeros días de la era nuclear, cuando en los centros de formación no se hacían esfuerzos, ni siquiera expresado en forma de un pensamiento, para eliminar la grave amenaza potencial para Estados Unidos, algo que se veía posible. Y así continúan las cosas hasta el presente, de las que se ha presentado una breve muestra.
“Las perspectivas para una supervivencia con ciertos niveles de vida digna a largo plazo no son nada halagüeños, a menos que se produzca un cambio radical”. |
Es el mundo que hemos estado viviendo, y vivimos en la actualidad. Las armas nucleares son un peligro constante de rápida destrucción, pero al menos sabemos cómo impedir tal matanza, exigiendo una serie de obligaciones a las potencias nucleares que han firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear. La amenaza del calentamiento global no es instantánea, a pesar de su gravedad a largo plazo y que podría dispararse de forma súbita. Que tengamos capacidad para manejar semejante problema no está del todo claro, pero lo que no cabe duda es que no podemos continuar con las demoras, pues cada día que pasa estamos más cerca de la catástrofe.
Las perspectivas de una supervivencia con ciertos niveles de dignidad a largo plazo no son nada halagüeñas, a menos que se produzca un cambio radical. Una gran parte de esa responsabilidad está en nuestras manos, y las oportunidades también.
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Procedencia del artículo:
http://www.commondreams.org/views/2016/06/13/doomsday-clock
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