EFSA y IARC: ¿naranjas y manzanas?
healthandenvironmentonline.com, 15 de marzo de 2016
Hace un mes especulábamos acerca de los estudios adicionales a los que había tenido acceso la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), pero no la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y si esos estudios realmente marcaban la diferencia de opinión de una y otra organización. Pensábamos que era poco probable.
Desde entonces:
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La IARC ha cancelado un reunión para aclarar las cosas, porque están descontentos con la forma en que la EFSA ha estado presentando la revisión de la IARC sobre la carcinogenicidad del glifosato ( ver la carta del 12 de febrero de 2016).
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Un estudio alemán ha encontrado que la exposición humana al glifosato no sólo es algo omnipresente, sino que a menudo los niveles están por encima de los permitidos en el agua.
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La reaprobación del glifosato para su comercialización en la UE se ha retrasado, ya que varios Estados miembros de la UE se han rebelado contra la Comisión Europea, que tenía previsto renovar la licencia de este compuesto.
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Un grupo de investigadores ha publicado una crítica detallada al enfoque de la EFSA para evaluar la carcinogenicidad del glifosato y también han lanzado críticas al enfoque realizado por la IARC.
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Otro grupo diferente de investigadores han publicado una declaración de consenso, expresando su preocupación sobre “el uso de herbicidas a base de glifosato y los riesgos asociados con la exposición”.
Se trata de una situación muy incómoda. La dependencia de la agricultura europea hacia el glifosato hace muy difícil que se pueda prohibir, pero si es cancerígeno, las leyes sobre plaguicidas de la UE exigen que al menos su uso esté fuertemente restringido.
Esto supone una enorme presión sobre cualquier organismo científico que tenga que evaluar los riesgos para la salud planteados por un determinado producto químico, por lo que es bastante probable que cualquier revisión de este tipo esté fuertemente politizada.
Y el resultado es que dos organismos con autoridad en esta materia han entrado en disputa sobre la carcinogenicidad del herbicida más utilizado del mundo.
Otros ( incluyendo los que ya se mencionaron más arriba) han comentado la relativa transparencia y la solidez científica de los procesos respectivos de los dos organismos y la vulnerabilidad de la EFSA a una opinión científica politizada a este respecto.
Aquí vamos a considerar brevemente otra cuestión: la elección específica por parte de la EFSA de determinados estudios para evaluar la carcinogenicidad del glifosato.
La diferencia se encuentra en lo que se pregunte, no en los datos.
Como decíamos, ya el mes pasado expresábamos nuestro escepticismo sobre la afirmación de la EFSA de que la diferencia de opinión entre las dos agencias sobre la carcinogenicidad del glifosato se debía a que la EFSA había analizado unos estudios confidenciales a los que la IARC no tuvo acceso.
Quizás en esta afirmación que hicimos dimos demasiado espacio a un argumento mal planteado. Sin embargo, las agencias científicas están obligadas a rendir cuentas sobre el uso de la investigación científica, y resultaría instructivo para mejorar nuestra comprensión de cómo en los análisis y las síntesis de investigación en la evaluación de riesgos se tiene en cuenta el peso de las evidencias ( es decir, que si usted tiene una serie de evidencias en un sentido, eso sugiere con cierta seguridad una determinada cosa; entonces, si un escaso número de estudios van a cambiar aquella percepción anterior, eso quiere decir que tienen que tener una enorme seguridad en sus conclusiones).
Llegamos a la conclusión de que los pocos estudios adicionales a los que tuvo acceso la EFSA no debían ser tan importantes, en todo caso irrelevantes para explicar por qué esta Agencia llegó a una conclusión diferente de la IARC, y que por tanto debía haber una explicación más plausible.
Una de las explicaciones fue señalada por Bernard Url, Director Ejecutivo de la EFSA, en una carta dirigida al Dr. Christopher Wild, Director de la IARC. En esta carta, dice Url que la EFSA opera “en un determinado contexto normativo y que el alcance y los objetivos de las evaluación de seguridad de la EFSA y la IARC son diferentes, y, por lo tanto, no directamente comparables”.
Url está diciendo en esencia que cuando se está evaluando la carcinogenicidad del glifosato, la EFSA trabaja en un proyecto cualitativamente diferente a cuando realiza la evaluación la IARC, de tal manera que los resultados no pueden ser comparados y que cualquier desacuerdo en este sentido es algo meramente anecdótico y la discusión se inicia por tener unos objetivos opuestos.
Para decirlo de otra manera: que a pesar de las aparentes contradicciones, mientras que la IARC se ha ocupado de las manzanas, la EFSA lo ha hecho de las naranjas.
Parece una coartada un tanto extraña. Hasta donde llegamos, todo el mundo tiene la impresión de que la IARC está convencida de que el glifosato es cancerígeno por los estudios realizados en animales y la EFSA está convencida de que no es así. Pero ahora se nos pide que comulguemos con la idea de que tanto la EFSA como la IARC están en lo cierto, al mismo tiempo, porque están hablando de cosas diferentes.
Por descabellado que pueda parecer, puede ser que estén en lo cierto. La EFSA tiene distintas definiciones para probar la carcinogenicidad de una sustancia, utiliza diferentes métodos estadísticos y pone un énfasis diferente en los datos históricos. Lo más significativo es que también han considerado una sustancia diferente: la formulación pura de glifosato en lugar de la formulación comercial que la IARC consideró en su evaluación.
Así que tal vez se pueda argumentar de manera legítima que la EFSA y la IARC están tratando dos proyectos que no son comparables. La pregunta que hay que hacerse entonces es la siguiente: ¿cuál de los dos enfoques es adecuado para el propósito que se pretende? Y esta pregunta plantea unas respuestas algo incómodas:
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Si el enfoque de la EFSA sobre el riesgo de cáncer se realiza teniendo en cuenta únicamente el ingrediente activo (el glifosato) en lugar de las formulaciones que se comercializan del herbicida ( incluyendo, por ejemplo, los adyuvantes para que el glifosato sea más eficaz), resulta en un fracaso para abordar las preocupaciones existentes en el mundo real acerca de su uso, entonces, ¿qué utilidad social tiene esta revisión?
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En relación con lo anterior, ¿qué valor puede tener una evaluación científica que a pocos de los participantes en el proceso les interesa lo que están haciendo?
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Si la EFSA, en su evaluación del glifosato, está inmersa en un proceso que tiene un enfoque completamente distinto al de la IARC para la identificación de sustancias cancerígenas, ¿por qué no lo ha dicho claramente desde el principio en lugar de decir que su enfoque es más convincente que el de la IARC o que sus resultados contradicen los de la IARC?
Si el enfoque de la EFSA realmente no se puede comparar con el de la IARC, todo este alboroto sobre cuál es el mejor método lo único que ha hecho es sembrar confusión ha socavado potencialmente la autoridad de otra Agencia científica sobre un tema que es, en principio, irrelevante en este debate.
Y si no hay nada más, al menos todo esto ha servido para hacer hincapié en la importancia de hacer la pregunta correcta antes de embarcarse en un análisis de las evidencias científicas.
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Procedencia del artículo:
http://healthandenvironmentonline.com
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