Por todo el mundo hay productores de semillas que se resisten al control de las Corporaciones del suministro de alimentos poniendo a disposición de los agricultores las semillas que necesitan.
Por Rachel Čerňanský, 12 de diciembre de 2016
Frank Morton lleva cultivando lechugas desde la década de 1980. Su empresa ofrece 114 variedades distintas, entre ellas la variedad Outredgeous, que el año pasado se convirtió en la primera planta que los astronautas de la NASA cultivaron y comieron en el espacio. Durante casi 20 años, el trabajo de Morton ha estado únicamente limitado por su imaginación y por los diferentes tipos de lechugas que caían en sus manos. Pero a principios del año 2000 empezó a notar que cada vez había una mayor cantidad de lechugas patentadas, lo cual significa que no se pueden utilizar de nuevo para su cultivo. Las patentes no solamente se extendían a diferentes tipos de lechugas, sino a rasgos específicos tales como la resistencia a una determinada enfermedad, un matiz particular de color, o el rizado de la hoja. Estas patentes han seguido aumentado en los años posteriores y han alcanzado una creciente gama de cultivos, desde el maíz hasta las zanahorias, tendencia que ha empezado a preocupar a productores de plantas, ecologistas y expertos en seguridad alimentaria preocupados por el futuro de la producción de alimentos.
Decidido partidario de la mejora de las plantas, Morton sigue cultivando lechugas, sólo que ahora le lleva más tiempo, dadas las restricciones que hacen que su trabajo sea más difícil.
“Se trata sólo de una piedra en el río mientras yo floto en torno a ella. Eso es básicamente lo que tenemos que hacer, pero rompe la tradición del cultivo. Creo que las patentes de la lechuga son exageradas y nadie puede desarrollar una nueva lechuga porque todas los rasgos parecen estar patentados”, dice Morton. Así que continúa trabajando con lo que dispone, el desarrollo de los rasgos que desea evitando cualquier material sujeto a los derechos de propiedad intelectual. Se ha unido a un creciente movimiento de los Estados Unidos y de todo el mundo: las semillas de código abierto.
Si el término suena más al mundo de la tecnología que de la mejora de las plantas, no es por accidente. La iniciativa de semillas de código abierto está inspirada en el “movimiento de software libre y de código abierto, que se presenta como una alternativa al software propietario”, y fue creada para asegurar que algunas variedades de plantas y genes estén libres de los derechos de propiedad intelectual y disponibles para los agricultores a perpetuidad. Como parte de la iniciativa, generalmente conocida como OSSI (Open Source Seed Initiative), los agricultores estadounidenses tienen que comprometerse a compartir las semillas que produzcan y que estén disponibles para su cultivo en el futuro.
Eso no significa que no se puedan vender. A lo que se comprometen es a que los agricultores que adquieran semillas de un productor de semillas de código abierto puedan cruzar este material con otro para desarrollar nuevas variedades y guardarlas para futuras cosechas, dos cosas que muchas patentes prohíben. Decenas de agricultores y compañías de semillas se han comprometido con lo establecido por la OSSI desde su inicio en el año 2014.
Un futuro comprometido
Para el profesor emérito de la Universidad de Winconsin-Madison y el miembro del Consejo de la OSSI, Jack Kloppenburg, el control de las semillas y la capacidad de desarrollar nuevos cultivos son cuestiones tanto de seguridad alimentaria como de protección del medio ambiente. Las semillas juegan un papel muy importante en cuestiones más amplias, como la biodiversidad, los derechos de los agricultores, el control del sistema alimentario y el uso de productos químicos agrícolas, que muchos productores independientes tratan de evitar o reducir mediante el desarrollo de rasgos naturales de resistencia en los cultivos mismos.
Kloppenburg hace hincapié en que el movimiento de código abierto no se dirige únicamente contra los organismos modificados genéticamente. Las patentes pueden afectar a todos los cultivos, sean transgénicos o convencionales, ecológicos o no. “El control de las semillas es lo que está en el núcleo de la sostenibilidad ambiental, hacia lo que estamos trabajando”, dice, señalando al mayor conglomerado de la Agroindustria a nivel mundial, la fusiones entre ChemChina y Syngenta en agosto de 2016, y Monsanto y Bayer en el mes de septiembre. “Si usted va a un mercado agrícola y quiere comprar buenas verduras, locales, producidas de manera sostenible, también necesitará entender que la mayoría de las verduras se producen mediante un proceso que se encuentra en peligro. No dispondremos de soberanía alimentaria hasta que no tengamos soberanía sobre las semillas”.
Los partidarios de la OSSI argumentan que a medida que el material de siembra presenta cada vez más restricciones por los derechos de propiedad intelectual, el futuro del suministro de alimentos está comprometido porque el material genético al que se puede acceder es cada vez más escaso. La directora ejecutiva de la OSSI, Claire Luby, escribió una tesis centrada en la variación genética y su disponibilidad en las zanahorias, encontrando que alrededor de un tercio de todo el material genético de la zanahoria está protegido por los derechos de propiedad intelectual, lo que hace que sea muy difícil utilizar este material para la mejora de la planta. Todavía no existen estimaciones similares para otros cultivos, pero expertos como Luby señalan que otros importantes cultivos básicos, como el maíz, estarían aún más afectados por los derechos de propiedad intelectual que la lechuga y las zanahorias.
Una cuestión de perspectiva
Los agricultores reproducen las plantas para expresar de manera selectiva aquellas rasgos que desean, desde una mejora en el sabor o el color de la planta, hasta aquellos que ayudan a que las plantas prosperen en ciertos ambientes, resistiendo amenazas tales como las plagas o las enfermedades. Los que se oponen a las patentes de los rasgos de los cultivos dicen que el aumento de patentes está reduciendo el catálogo del material vegetal disponible para los que desarrollan nuevas variedades de plantas, en un momento en que la necesidad de diversidad genética es mayor que nunca, debido a las condiciones menos previsibles provocadas por el cambio climático.
En un correo electrónico, Carly Scaduto, portavoz de Monsanto, reconoció la importancia de la diversidad genética, afirmando que es crucial para el negocio de la compañía y que Monsanto trabaja para preservar la diversidad a través de sus cuatro bancos genéticos y colaborando con instituciones de todo el mundo. Pero no está de acuerdo con la idea de que la propiedad intelectual impide otros esfuerzos de producción. “Las patentes y la protección de las variedades vegetales inspiran la innovación. Básicamente, la patente crea un mapa para permitir que cualquier otra persona haga lo mismo una vez que expire la patente. A menudo, puede ser otro el camino para obtener los mismos resultados. Por lo tanto, en lugar de impedir la innovación, esa protección facilita el poner a disposición del dominio público más material y más conocimientos”.
Morton, sin embargo, sostiene que una espera de 20 años para que una patente expire no es una forma de fomentar la innovación, y una espera de tanto tiempo para desarrollar cultivos que puedan adaptarse a las cambiantes condiciones climáticas puede convertirse en una batalla perdida. Incluso eso se convierte en la crítica principal de Morton: los recursos genéticos siempre ha pertenecido al procomún y deben de ser siendo de dominio público. “Los desarrolladores independientes de nuevas plantas no tienen ni tiempo ni dinero para tales formalidades, y los incentivos monetarios no es lo que les mueve. Queremos mejorar la agricultura para los agricultores. Tiene otra motivación, no la de impedir el libre uso de los mejores y más recientes recursos genéticos”.
Además, Morton, cuestiona la idea misma de patentar un rasgo vegetal: “En realidad no ha sido creado. Fue la planta la que creo ese rasgo, y el que desarrolla nuevas plantas no tiene ni idea de cómo la planta ha podido hacerlo. Es la naturaleza en acción”.
Para Carol Deppe, que desarrolla nuevas plantas en Oregón y es miembro del Consejo de la OSSI, hay otro componente en el desarrollo de plantas que es importante: “Cuando se desarrolla una variedad, se desarrollan los propios valores en esa variedad. Si usted defiende las grandes extensiones de monocultivos que utilizan grandes cantidades de herbicidas, entonces usted reproduce el concepto de lo que debe ser la agricultura en esa variedad. Yo hago exactamente lo contrario”.
Mientras que un puñado de medianas empresas ( que tienen un mercado internacional pero son más pequeñas que Monsanto) tienen patentes, la mayoría de las empresas de semillas más pequeñas son capaces de sobrevivir sin las patentes, o bien se oponen a esta práctica o han decidido que el proceso es demasiado costoso como para que merezca la pena, o ambos.
Morton también sostiene que un sistema de código abierto no sujeto a las leyes de propiedad intelectual fomenta el desarrollo de nuevas variedades: “Me parece que mi iniciativa es más sólida que la de las empresas que patentan. Necesitamos material nuevo de forma constante, sabiendo que mis competidores venderán mis variedades dentro de unos años. Una patente provoca un vacío que dura 20 años frente a la competencia, lo cual crea un panorama demasiado acomodado desde mi perspectiva”.
Una respuesta global
Mientras que los Estados Unidos parecen liderar la creación de un banco de semillas de código abierto, el concepto se está extendiendo por todo el mundo. En la India, el Centro para la Agricultura Sostenible, que se describe como una organización de recursos para los profesionales, también dispone de un programa de semillas de código abierto, trabajando con los agricultores para preservar las semillas de variedades tradicionales de alimentos y para que participen en la obtención de nuevas variedades que satisfagan sus necesidades específicas. La organización también ayuda a los agricultores a que accedan y comercialicen las semillas de código abierto. La organización alemana Agrecol se encuentra en el proceso de aprobación de una licencia de código abierto, que esencialmente se trata de una versión legalmente vinculante y más formal de la OSSI para su utilización por parte de los productores de semillas de la Unión Europea. (Los Reglamentos de producción de semillas varían de un país a otro, por lo que la OSSI no se puede implementar directamente en la Unión Europea o en cualquier otro país). A principios de noviembre, la Comisión Europea, órgano ejecutivo de la UE, declaró que las plantas cultivadas de forma convencional no debieran estar sujetas a patentes, yendo en dirección contraria a la Oficina Europea de Patentes, que permite patentes de cultivos convencionales. Ahora es incumbencia de los Gobiernos europeos presionar a la Oficina de Patentes para que lleve a la práctica la declaración de la Comisión Europea.
En octubre de 2016, la organización holandesa Hivos organizó una conferencia sobre los sistema de código abierto de semillas en Etiopía, que atraiga a los agricultores, a los gestores de bancos de semillas comunitarios y representantes de Gobiernos, organizaciones no gubernamentales y empresas de semillas de todo el este de África para que conozcan este sistema de código abierto y se produzca un cambio en el sistema de patentes.
Willy Douma, que dirige el programa del sistema de semillas de código abierto de Hivos, dice que la organización está en el proceso de construir una alianza global sobre un sistema de código abierto que espera que empiece a funcionar el próximo año. Una coalición de grupos ecologistas y de desarrollo (incluyendo Hivos, USC de Canadá y el Grupo de Acción sobre la Erosión, Tecnología y Concentración) ha compilado una base de datos de semillas y de biodiversidad en todo el mundo y espera publicar un Proyecto de Mapa de Semillas. En un Informe publicado en septiembre, la Alianza Mundial por el futuro de los alimentos, una colaboración de fundaciones filantrópicas, como la Fundación WK Kellogg, la Fundación McKnight y otras, dijo que para garantizar un suministro sólido de alimentos, los agricultores tienen que ser capaces de acceder, intercambiar y mejorar las semillas, y tener voz en la formulación de políticas de semillas. El Informe también hizo hincapié en el papel que desempeñan diversos suministros locales de semillas en los sistemas alimentarios sostenibles, una conexión que Luby de OSSI espera que más gente empiece a conocer pronto.
“El movimiento a favor de la alimentación se ha centrado en dónde se cultiva y cómo se cultiva, y los sistemas de semillas no han formado parte de sus consideraciones. Estamos tratando de decir a la gente: Oiga, todavía hay algo más por debajo de los alimentos que consumes”.
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