Nuestro hombre en Bilderberg: seis días para perder la inocencia


Entrega 8

Uno de los hombres que me detuvieron en Vouliagmeni. Sería agradable encontrarse con él otra vez en Atenas. Fotografía: Charlie Skelton/Guardian

Gracias a mi ya han colocado un váter en el departamento de seguridad del gobierno, y por fin he descubierto lo que estaba sucediendo: mi mundo se ha convertido en 16 sombras que giran en torno a mí desde que caí en este loco, feo y peligroso mundo de Bilderberg. MI historia ha terminado. Sí, así es como termina…

* * *
La reunión no ha dado sus frutos. Lo de siempre, cómo sabe que son policías y eso de si tiene usted la matrícula de las motos. Menosprecian mi palabra y mi inteligencia.
Les explico de nuevo: El detective de la comisaría de Omonioa me dijo que los dos hombres que iban detrás de mí, los dos hombres con los que forcejeé en la estación del metro, eran oficiales de policía. Y me dice: “ Abro su cuaderno de notas, que encontramos por casualidad en la calle y dice: son de la policía y hacen su trabajo, nada más”. Estos hombres eran los que daban órdenes a los uniformados. ¿Puede decirme qué está pasando?

“No tenemos información”. Me dirijo a un colega del capitán, que pone la misma cara. “No sabemos nada acerca del incidente del que habla” ¿Que no saben nada acerca del incidente?. Y les pregunto directamente: ¿Cómo es que saben que no saben nada?

“Porque somos del departamento que… vigila el estado, el gobierno”.

“¿Ustedes protegen a los políticos y los edificios del gobierno?”

«Exactamente. Como un departamento que nos interesa sobre todo con el anarquismo y las personas que hacen acciones ilegales. Pero, por supuesto, no sabemos todos los anarquistas …»

“¿Entonces por qué me han enviado aquí? ¿Por qué a este departamento en particular? ¿Por qué a la Asfalias Kratikis Ypodieftinsi? Le pregunto otra vez: “ ¿Cuál es mi situación en Grecia, qué pasa cuando miran mi nombre, soy un criminal?” La respuesta:”Sólo si comete un delito estará fichado. Si usted no ha cometido crímenes en Grecia o en su país no estará fichado. Es ilegal mantener información de los ciudadanos europeos”. Me siento ya reconfortado.

Vuelvo a preguntar por qué soy seguido. Le pregunto lo que piensa de que me haya sentido tan amenazado que tuve que coger un taxi para ir a la embajada de mi país.

_ No, no creo que usted tenga un problema, pero quieren ver dónde se dirige usted. No quieren hacerle daño”. Sus palabras, están escritas en mi cuaderno.

“ Ellos le siguen de comisaría en comisaría. Ya saben que usted ha informado a la policía de los que le amenazan. Tendrán más cuidado a partir de ahora”. Me alegra que pueda ver tan claramente en la mente de los hombres (que no son policías, or supuesto) que me han estado persiguiendo como moscas alrededor.

Le enseño la foto del hombre con el que tuvo el incidente en el metro. El que me empujó olvidando que era un oficial de policía y dirigiéndose a la oficina de la policía del metro gritando: ¡Venga aquí! ¡Venga aquí!. “Reconoce a este hombre?. “No”.

Le enseño otra foto de un hombre que vi salir de este edificio ayer, cuando venía a una reunión. Fue uno de los que me detuvieron por segundo vez en Vouliagmeni, porque decía que había tomado una foto de las ruedas de un coche. Nos hemos reconocido mutuamente y nos sonreímos al cruzarnos. Le hice una fotografía. Le enseñé la foto a los policías. No dejaban de sonreír. Me alegro que se tomen estas cosas con tan buen humor. “¿Así que los reconocen?”. Se ponen serios: “Me recuerda a alguien que conozco pero… no… no lo conozco”. Esto es un guión de una mala película.

Por este camino no voy a ninguna parte. Consigo la dirección de otra comisaría, de otro jefe de la policía, para pedir consejo. Podría intentarlo. “ Aquí en Grecia tenemos un dicho, metemos en saco pequeño todo lo que oímos y todo lo que vemos. No tenemos expectativas para resolver su situación”.

La entrevista ha terminado, sin éxito, nada se confirma, nada es cierto. El manto bilderbergariano de la oscuridad lo envuelve todo. Me iré a la Acrópolis y nada de groserías. Pero soy un anarquista. Pero primero iré al baño. El jefe de policía comete el primer error, me deja ir. Y todo cambia.

Yo me dirijo por el pasillo del sexto piso camino del váter. Y allí, de pie, frente a mí, uno de los hombres que ha estado merodeando a mi alrededor. El que hacía cola detrás de mí. El que me vio parado en el parque del museo. Me saludó alegremente cuando me volvió a ver. Esta es la prueba. Todo lo que habían negado hasta ahora, y que achacaban a mi paranoia, se cae ante la evidencia.

Estaba sorprendido de verme. No sabía qué hacer y se fue, saliendo por una oficina. Corrí detrás de él gritando: “ ¡Aquí, uno de los hombres!¿Uno de los que me seguía!” Grité al jefe de policía: “¡Aquí, aquí, se fue por aquí!”.

Los detectives entraron en el pasillo y me llevaron de vuelta a la sala. Yo echaba humo. Temblaba. Nunca en mi vida he estado tan furioso. Todo lo que decían es mentira. He sido acosado y me han engañado. Y todo por haber tomado una taza de café de más en el desayuno.

El jefe de policía : “Espere aquí, que ahora resolvemos este asunto” Murmullos al lado. Un minuto más tarde me introducen en el despacho del jefe. Las sillas más rechonchas, pantalla de televisión con el logotipo de Eurovisión, y él tipo más gordo. “Siéntese”. Yo ya estaba sentado.

_ ¿Cuál es el problema?

_ Ustedes ya conocen mi problema.

_ No hay ningún problema.

_ Vi a un hombre cuando iba hacia el váter. Uno de los hombres que me seguían

Me mira profundamente, deteniéndose.

_ No había ningún hombre. Usted no vio a ningún hombre.

Mi boca se abrió en un espasmo. Le miré con la boca abierta. No dije palabra. Una vez más era una idea en mi mente. Me lo había imaginado todo. Era un fantasma que se puso en fuga.

_ Cierre la boca, es muy grosero estar sentado con la boca abierta.

_ Es de mala educación decir mentiras.

_ No había ningún hombre.

_ Vayamos a buscarle. Estará por los pasillos.

_ Usted se va ahora mismo.

_ ¿Y esto es lo mejor que puede hacer? Esto es una locura.

_ Será una locura para usted, no para mí

Marcó un número de teléfono. La reunión había terminado

_ Tengo trabajo.

_ Yo también tengo un trabajo.

He sido acosado y hostigado por los servicios de seguridad del gobierno griego, me he escondido en las cajas de las escaleras, les he desafiado en la calle, he intentado detenerles. El primer ministro griego, Kostas Karamanlis, presente en la reunión del Club Bilderberg 2009, y el departamento de seguridad del gobierno con sus fuerzas policiales le han estado protegiendo a él de mí. ¿Cuánto costará todo esto? ¿Cuántos miles de euros? Seguro que a los contribuyentes griegos les gustaría conocer este dato.

No he tenido tiempo para reflexionar mucho. Esto lo he escrito en mi cabeza cuando tomaba un café cerca de mi hotel, con mucha gente a mi alrededor. Estoy cansado y desconcertado. Puede que no sepa mucho de lo que pasó en Bilderberg este año, pero sé lo que pasó en el camino y en el centro de la ciudad de Atenas. Vine a infiltrarme en Bilderberg y acabo tomando unos frutos secos en un bar.

No son muy buenos en este trabajo. Si yo fuera el primer ministro griego buscaría mejores fantasmas. ¿Qué fue de Avion? Se sabe que estuvo en Bilderberg, ¿por qué no enseñar su contrato…?

Ahora, todo lo que quiero hacer es volver a casa. Tengo miedo de ir al baño. No me gusta el aspecto de la escalera. Estoy pensado en dar 20 euros al botones para que me vigile mientras hago pipí. Cuando rellené mi informe en la comisaría de Sintagma me equivoqué de impreso, porque no había un recuadro donde dijera el nombre del objeto perdido. Había perdido algo. La inocencia.

guardian.co.uk, Monday 18 May 2009 17.15 BST

Charlie Skelton