No producen buenas manzanas los árboles de un sistema político y económico basado en la acumulación

Apple está siendo alabado por defender la privacidad de sus usuarios. Sin embargo,

su principal preocupación es el resultado final.

Por Michal Rozworski, 11 de marzo de 2016

jacobinmag.com

Imagen: thelabmedia.es/
Imagen: thelabmedia.es/

 Apple ha ocupado los primeros lugares en los medios de comunicación no por el lanzamiento de un nuevo aparato, sino por su supuesta defensa de las libertades civiles. El mes pasado, un Tribunal de California ordenó a Apple que ayudase al FBI a desbloquear el iPhone de Syed Farook, uno de los participantes en la masacre de San Bernardino, mediante el desarrollo de un software que posibilitase saltarse los sistemas de seguridad instalados, lo que permitiría al FBI introducirse en estos dispositivos con más facilidad. Apple se ha negado, argumentando que contraviene las libertades recogidas en la Primera Enmienda, que socava la privacidad y traiciona la confianza de los usuarios.

Esta falta de cooperación les ha ganado muchos elogios en los medios de comunicación, en muchas empresas de Silicon Valley e incluso del propio Edward Snowden. Esta intransigencia de Apple es bienvenida, pero también genera una dosis de escepticismo: Apple puede tener motivos para obstaculizar la labor del FBI, pero su defensa de las libertades civiles, en la que ha sido su trayectoria, ya no está tan clara.

Hace dos años, el propio Snowden reveló que Apple había ayudado a la NSA a desarrollar las mismas puertas traseras que ahora dice rechazar. Antes de que la privacidad y la seguridad se convirtiesen en temas públicos candentes, Apple estuvo dispuesto, como otros muchos gigantes de Silicon Valley, a cumplir con las exigencias de las Agencias de espionaje del Gobierno.

La nueva postura de la compañía también puede formar parte de una maniobra de marketing destinada a aquellas personas preocupadas por la privacidad y que pueden ser potenciales compradores, o podría estar motivada por algo completamente distinto. La conclusión es que Apple está más preocupada por sus ganancias y que su defensa de la privacidad y de las libertades civiles debe ser interpretada con aquel objetivo básico en mente.

Por ejemplo, el enfoque que hace de la privacidad en China muestra que su ética es muy elástica. Apple ha permitido al Gobierno realizar auditorias de seguridad en los dispositivos y de datos de los usuarios chinos en los servidores operados por China Telecom. Ambas prácticas tienen graves implicaciones de seguridad para los usuarios de Apple en este país.

¿Por qué permite esta intromisión del Gobierno chino? El crecimiento de las ventas en Estados Unidos se ha estancado, y China es el mayor mercado exterior de Apple. Así que si el gigante de la Tecnología camina en una cuerda floja, necesita equilibrar su compromiso con la privacidad y con la presión para que coopere con los Gobiernos de los mercados clave.

De hecho, el mismo afán de lucro que estimula a Apple a defender la privacidad, también ha estimulado a la Empresa… a volver a ensamblar sus productos en una de las cadenas de suministro más despiadadas del mundo. Dentro de sus instalaciones situadas en Asia Oriental, donde se fabrican muchos de los componentes de los dispositivos de Apple, la Compañía emplea las políticas de bajos salarios y merma en las condiciones de trabajo.

Otra de las claves del éxito de Apple es la rápida rotación de sus productos y un inventario muy escaso. Cook ha comparado a los productos de alta tecnología con los productos lácteos: como la leche, el iPhone no puede estar demasiado tiempo en la estantería de un almacén o tienda antes de que se estropee. Así que mientras los consumidores obtienen un producto ultrafresco, un inventario escaso significa cambios de vértigo en la producción que afecta a los trabajadores que proveen a Apple.

A medida que Apple perfecciona los ajustes de tiempo, este tipo de régimen de trabajo acelerado se está convirtiendo en la norma. Los empleados de una cadena de montaje de iPhone deben poner una placa base cada 3,75 segundos, y si un compañero de la línea de la línea de trabajo se detiene, se ven obligados a trabajar aún más rápido. Existen las cuotas por horas, lo que obliga a aumentar el ritmo para cumplir las exigencias de la Empresa. El trágico resultado de estas prácticas salió a la luz en 2010, cuando catorce trabajadores de Foxconn, uno de los principales proveedores de Apple, se suicidaron.

Estas muertes obligaron a la Empresa de Tecnología a tomar medidas de mayor supervisión y aprobar normas tales como una jornada semanal como máximo de 60 horas y prohibir el trabajo infantil. Sin embargo, las investigaciones que se han realizado desde las muertes de los trabajadores, han descubierto lesiones graves, incumplimiento de las normas, exceso de trabajo, salarios no pagados, trabajo infantil, viviendas infrahumanas para los trabajadores.

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 En un Informe de 2015, Human China Labour se decía que más de la mitad de los trabajadores de Pegatron ( un competidor de Foxconn que incluso paga salarios más bajos) trabajaban más de sesenta horas a la semana, y un turno adicional de noventa horas extras al mes.

Incluso el tiempo libre tiende a ser también tiempo de la Empresa, como escribía un periodista de la BBC:

Incluso cuando tenía que regresar a los dormitorios, no me apetecía moverme; si tenía hambre, no me apetecía levantarme para ir a comer. Sólo quería acostarme y descansar. No he podido dormir en toda la noche debido a la tensión”.

Rascando un poco en la superficie enseguida descubrimos que el proceso de producción de Apple maltrata a los trabajadores; por debajo de los brillantes Informes de la Empresa se esconde el objetivo primordial del afán lucrativo. Mientras que la Empresa toma alguna ventaja estratégica con algunas credencial verdes de bajo coste, su preocupación por la tierra termina cuando el coste sobrepasa los beneficios obtenidos en el medio ambiente.

Suena muy bien esas historias sobre cómo Apple ahora emplea en Estados Unidos energías 100% renovables. Es un buen paso, pero también hay que saber que la energías renovables reciben grandes subsidios por parte del Gobierno, lo que ayuda a hacer un buen negocio a Apple.

Pero la base de operaciones de Apple representa sólo el 1% de sus emisiones totales de gases de efecto invernadero, mientras que la fabricación y el transporte deja una huella que sigue aumentando. La política de un pequeño inventario y el modelo de producción a tiempo preciso de Apple, hacen necesario que un número significativo de productos sean transportados de un lugar a otro, aumentando las emisiones a la atmósfera. La degradación del medio ambiente y de las condiciones de trabajo se entrelazan en Apple.

Más allá de la producción y el transporte, los productos de Apple representan uno de los mejores ejemplos de la obsolescencia programada ( limitación intencional en la vida del producto para que las personas se vean forzadas a cambiar con frecuencia y reemplazarlos). Los dispositivos de Apple son muy difíciles o imposible repararlos, ya que contienen componentes no sustituibles ( sobre todo las baterías), y sólo funcionan con sus componentes personalizados, con un cambio constante de accesorios. Además, los productos se actualizan de manera constante, lo que significa un mayor empleo de metales, tierras raras y más emisiones en el transporte.

Debemos dar la bienvenida a los avances tecnológicos, pero el enfoque de Apple apuesta claramente en contra de la sostenibilidad: ninguna de estas estrategias suponen mejoras tecnológicas.

Mientras que los trabajadores del Sur pagan su precio para aumentar las ganancias de Apple y siga con sus éxitos de marketing, en el Norte actúan de otra manera: del mismo modo que otras empresas, Apple es experta en la evasión de impuestos.

De hecho, Apple es pionera en un esquema de evasión de impuestos conocido como “doble irlandés”. Utilizado de manera asidua por muchos gigantes de Silicon Valley, la táctica permite a Apple canalizar su ingresos fuera de Estados Unidos a través de una compleja red de filiales domiciliadas en lugares como Luxemburgo, los Países Bajos o en paraísos fiscales del Caribe, pero todo centralizado en dos empresas irlandesas.

Hasta hace poco, Irlanda tenía una normativa muy laxa hacía las empresas no registradas pero con sede en otro lugar, con una tasa impositiva muy baja: un 12,5%, en comparación con el 35% en Estados Unidos (Irlanda definitivamente acabó con esta escapatoria el año pasado, pero dio a Apple y otras empresas un período hasta el año 2020 para que se ajustasen a las nuevas reglas).

Los expertos estiman que Apple desembolsa menos del 4% en impuestos sobre sus ingresos en el exterior, que envía a Irlanda; la empresa dice que la tasa efectiva de impuestos se encuentra en torno al 25%, cantidad que sigue siendo menor que si tuviera que pagar impuestos en Estados Unidos. Como era de esperar, los contratos de Apple con sus proveedores también se realizan a través de una red de filiales, en lugar de hacerse desde a matriz estadounidense. Esto ha permitido a la empresa eludir cientos de millones de dólares, que han acabado en paraísos fiscales.

El problema va más allá de si compañías como Apple pagan menos impuesto de los que deberían. Como señala Evgeny Morozov:

La lección que debemos aprender es que la política tecnológica de un país depende directamente de su política económica; no se puede prosperar sin el apoyo activo de la otra. Décadas de un actitud más bien laxa en materia de impuestos, combinado con un estricto apego a una agenda de austeridad, han esquilmado los recursos públicos disponibles para desarrollar modos diferentes de prestación de servicios”.

La evasión de impuestos entra directamente en lo que se considera políticamente posible. No sólo hay menos dinero para prestar servicios sociales básicos, sino que se crea un círculo vicioso de austeridad. Menos dinero aumenta la presión en los Gobiernos, se presentan problemas de liquidez y externalizan servicios básicos a las mismas empresas de tecnología que eluden los impuestos. Con Silicon Valley, esto ha ido en aumento.

La ironía es que, como ha mostrado la economista Marianna Mazzacuto, las principales tecnologías empleadas en el iPhone proceden de investigaciones patrocinadas por el Estado. El sector público asumió los riesgos y ahora Apple cosecha los beneficios.

Si pensamos en Apple y sus comportamientos, no sólo en las últimas semanas, sino de toda su historia institucional, se plantean importantes preguntas sobre el control de la tecnología. Apple y otras corporaciones monopolizan los beneficios de unas innovaciones socializadas. ¿Por qué deben controlar esos bienes tecnológicos comunes, incluso si pagasen la parte de impuestos que justamente les correspondiese? ¿Por qué la gente no tiene una mayor influencia no sólo sobre los beneficios de la innovación tecnológica, sino también en cómo se utiliza y produce dicha tecnología?

En su salida al mercado, cuestiones tales como las características que deben llevar los dispositivos o cómo se transmitirán los datos, responderán en última instancia a lo que es rentable en lugar de lo que es deseable. La protección de los derechos, ya sea el de privacidad, un entorno limpio, o un trabajo no deshumanizante, seguirán siendo cuestiones secundarias frentes a las responsabilidades financieras hacia los accionistas.

Si queremos una mayor supervisión y control sobre la tecnología, no hay que dejar nuestras esperanzas en manos de las Corporaciones, aunque de vez en cuando nos parezca que hacen lo correcto. No se producen buenas manzanas en los árboles de un sistema político y económico basado en la acumulación.

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Michal Rozworski vive en Toronto; es escritor e investigador. Su página web es: Political Eh-conomy

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Procedencia del artículo:

https://www.jacobinmag.com/2016/03/apple-fbi-spying-privacy-sweatshops/

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