Por Media Lens, 18 de noviembre de 2016
Introducción
Cuando tales personajes como Saddam Hussein, Muamar el Gadafi, Bashar al-Assad, y ahora Donald Trump, se han calificado como los “Nuevos Hitler”, la verdad es que nos dice muy poco, excepto que se convirtieron en enemigos del Establishment. Significa que se ha dado al botón de “encendido” en la máquina de propaganda para su demonización, sin dejar ningún margen para la duda. Esto conduce inevitablemente a comparaciones con Hitler y los nazis.
La razón fundamental ha sido muy bien comprendida por la comunidad de relaciones públicas. Phil Lesley, autor de un manual sobre relaciones públicas y comunicaciones, explicó la estrategia de gran éxito que se emplea para obstaculizar, por ejemplo, las actuaciones en los temas ambientales:
“La gente, en general, no se ve movida a actuar cuando ante una situación no alarmante hay argumentos a favor y en contra y por tanto se genera una duda… Alentar la duda pública es una forma de hacer frente a los grupos de oposición…” (Lesly, “Cómo hacer frente a los grupos de oposición”, Public Relations Review 18, 1992, p.331). |
Al contrario, cuando lo que se busca es una actuación, entonces la cuestión se presenta unilateralmente, sin dudas, blanco sobre negro.
Esto no quiere decir que Saddam Hussein no fuese un tirano, ni quiere decir que Trump no sea una grave amenaza para la civilización. Lo que significa es que los enemigos del Establishment los describen como “Nuevos Hitler” por razones que tienen poco o nada que vez con las amenazas que puedan suponer.
En el caso de Trump, la gente no fue apaciguada sobre las invasiones, bombardeos y asesinatos, aunque sus oponentes liberales bromearan muy a menudo, con una total falta de sentido irónico, sobre su agresión o asesinato.
Declaraciones en Las Vegas Review-Journal
La idea de que el periodismo debiera ofrecer un espectro neutral de los diferentes puntos de vista es algo que ha sido olvidado durante las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Hillary Clinton era la favorita de los 500 más importantes periódicos y revistas de los Estados Unidos; Trump solamente de los 20 medios de comunicación más minoritarios, siendo el más significativo el denominado Las Vegas Review-Journal, que alcanza unos 100.000 lectores.
Del mismo modo que con Jeremy Corbyn, desde el momento en el que Trump se convirtió en una serio aspirante, fue rápidamente ahogado en vitriolo por prácticamente toda la prensa corporativa de los Estados Unidos, o en aquel caso, del Reino Unido. La campaña de difamaciones se resumen fundamentalmente en lo dicho por Ian Fleming: que Trump estaba en connivencia con otra gran Bestia Negra del Establishment, Putin, convirtiéndose en una pareja perfecta de propaganda del mal puro y duro.
Irónicamente, Trump puede resultar ser el clavo final en el ataúd de los intentos humanos de hacerse verdaderamente civilizados. Como ha dicho un destacado científico del clima, Michael Mann, la postura de Trump sobre el cambio climático puede significar el fin del juego para todos nosotros.
Pero los medios corporativos no se opusieron a Trump por sus opiniones sobre el cambio climático, un tema que pasó de puntillas durante los debates presidencial, como ha observado Noam Chomsky, y el problema no fue de interés para los periodistas. Por otra parte, como ha dicho Edwan Herman, la falta de entusiasmo declarado hacia los conflictos en el exterior, especialmente con Rusia, puede ayudar a explicar la enorme hostilidad de los medios contra Trump.
Inevitablemente, nuestra atención se dirigió inmediatamente hacia la impresionante parcialidad de los medios, y por ello se nos ha acusado de apologistas de las declaraciones de extrema derecha de Trump, que promueve el racismo, la misoginia y niega el cambio climático. Cuando preguntamos a la comentarista de The Guardian Hadley Freeman por qué esa diferencia de trato entre Trump y Clinton, al mencionar el escándalo de los correos electrónicos y no sus crímenes de guerra, ella lo interpretó como un apoyo a las tesis trumpistas:
“Tiene razón: un misógino racista, partidario de la guerra, que ha sido acusado múltiples veces de agresión sexual, era la mejor opción de las dos. Gracias por aclararme esta cuestión”. |
La columnista de The Telegraph Helena Horton, desestimó discutir sobre las guerras devastadoras apoyadas por la Sra. Clinton, diciendo que eran falacias:
“Su actitud parace quitar importancia al hecho de que hay un racista misógino de extrema derecha en la Casa Blanca”. Y añadió: “Sólo unos idiotas pueden haber aupado a un fascistas al poder, sólo porque Hillary Clinton no fuese todo lo perfecta que se esperaba…¡Qué asquerosos son todos ellos!”. |
El famoso cómico Robert Webb, que presenta el Peep Show, nos ha descrito como “capullos”.
Una vez más, hay mucha ironía en unos destacados antifascistas que insisten en que un pequeño sitio web debería callarse y dejar que los Grandes Medios moldearan a su candidato a la Casa Blanca.
Para ser justos con nuestros críticos, es cierto que realizar una crítica a Clinton es algo arriesgado, aunque sea en grado microscópico en nuestro caso, y parece dar munición a la causa de Trump. Pero en realidad Trump sólo forma parte del problema. Chomsky comenta la postura del Partido Republicano sobre el cambio climático:
“Y no se trata sólo de Trump: el 100% de los candidatos republicanos tienen esencialmente la misma posición. Están diciendo lo mismo. Es todo una broma, una broma pesada”. Y Chomsky habla de la inminente ruptura de la estabilidad del clima: “Es difícil encontrar palabras para señalar el hecho de que los seres humanos se enfrentan a uno de los mayores dilemas de su historia: si la vida humana organizada sobrevivirá en la forma en que la conocemos actualmente, y al que está respondiendo con una carrera hacia el desastre… No es menos fácil encontrar palabras para señalar el hecho asombroso de que en toda la cobertura de la campaña electoral nada de esto recibe la más leve atención pasajera. Al menos me produce confusión y no logro encontrar las palabras apropiadas”. |
Queda reflejado claramente: el problema no comienza y termina con Trump. Las raíces del fiasco Clinton-Trump se encuentra en las décadas de rechazo de los medios liberales a desafiar la creciente indiferencia hacia esta cuestión, cuando supuestamente se encuentran en el extremo racional del espectro político. Prácticamente toda la comunidad periodística liberal vio grandes esperanzas en Bill Clinton, Tony Blair, Barack Obama y Hillary Clinton, mientras que comentaristas políticos honestos como Chomsky, Edward Herman, John Pilger, Howard Zinn, Harold Pinter, Chris Hedges, Jonathan Cook, y muchos otros, se han comportado como quijotes que sólo se han mencionado de pasada, quizás con algún momento más destacados, pero por lo general ignorados.
Como observa Slavoj Zizek:
“La verdadera catástrofe es el status quo”. |
Cuando el periodismo liberal se cierra ante argumentos razonados , otras puertas se abren para dar paso a personajes como Trump.
La excusa dada por los medios corporativos para no hablar de “nuestros” crímenes es que los políticos elegidos lo han sido por la gente, y sería tarea del periodismo apoyar, no subvertir, la Democracia. Pero desgraciadamente la Democracia queda profundamente subvertida al no ofrecer la información con honestidad los medios de comunicación. La distorsión mostrada por los medios de comunicación es tan honda que a pesar de bombardear siete países, Barack Obama se sigue presentando y es percibido como un personaje casi santo.
Por eso era importante desafiar esa idea de que Hillary Clinton es algo bueno para la Democracia, la Justicia y el Clima antes de que alcanzarse el poder. Después de todo, como Secretaria de Estado, estuvo ocupando uno de los cargos más importantes dentro del régimen estadounidense.
Los medios de comunicación están o deberían estar obligados a comparar honestamente las palabras y los hechos de los principales candidatos, sin que ello supusiera un riesgo de apoyar a Trump. En otras palabras, a pesar de lo atroz que es Donald Trump, hubo una estrategia para evitar destacar ciertos aspectos de la gestión de Clinton, como la ruina en que se ha convertido a Libia, un crimen de guerra que se conoce en Washington como la “guerra de Hillary”, o de alimentar la terrible guerra de Siria, o de apoyar el golpe de Estado en Honduras, y así sucesivamente.
Cómo dijo Frank Morgan, prácticamente todos el sistema de medios presentó a Clinton como “una líder sin par con los rasgos de una santa, una superabogada, una benefactora para mujeres y niños, una guerrera a favor de la justicia social”.
Y Morgan añade:
“Con los mismos argumentos repetidos una y otra vez, dos o tres veces al día, eliminando todo tipo de matices y de opiniones contrarias, el acto de abrir el periódico parecía que consistía en sintonizar con una emisora de propaganda de la época de la Guerra Fría”. |
Es difícil imaginar que estas palabras apareciesen en un periódico de tirada nacional antes de la votación, y de hecho resulta irónico, ya que fue en The Guardian. Felizmente para el diario británico, que es el principal periódico liberal de izquierdas, The New York Times también incluyó enlaces a este artículo, en lugar de buscar otros ejemplos.
De hecho, el artículo de Morgan en el que realizaba una parodia de los medios de comunicación forma parte de una tendencia que indica que los medios han levantado parcialmente el veto y se observa una mayor honestidad en la información, no ofreciendo la realidad en blanco y negro, en un momento ya no tan crucial.
Don ejemplos nos ayudan a entender este intrigante fenómeno.
Nick Bryant y los Liberales de la Lear Jet
El 8 de noviembre, el corresponsal en Nueva York de la BBC, Nick Bryant, publicó un último comentario sobre las elecciones antes de que comenzara la votación. El 9 de noviembre, a raíz de los resultados, publicó un segundo artículo.
En el primer artículo, antes de las votaciones, escribía a ciegas:
“Las tierras baldías del período posindustrial del cinturón marginal, con el esqueleto de sus restos y sus viejos molinos con la carcasa de acero, apenas ha cambiado en la nueva topografía de Estados como Pennsylvania y Ohio. Pero verlo de nuevo era mirar los semilleros del Trumpismo, escombros esparcidos, pero semilleros al final y al cabo”. |
Después de la votaciones el tono de Bryant ha cambiado:
“Mucha gente con la que hablé durante la campaña, especialmente en las viejas ciudades del Cinturón Oxidado, quería un hombre de negocios en la Casa Blanca en lugar de un político de carrera. Su odio hacia Washington era palpable. Un odio también hacia ella. Un odio visceral. Recuerdo vívidamente que hablando con una mujer de mediana edad en Tennessee, que rezumaba el encanto del Sur, cuyo compartimiento fue totalmente educado, pero que cuando surgió el tema de Hillary Clinton, su comportamiento cambio radicalmente”. |
Un odio visceral hacia Clinton, y que venga además de una mujer es todo un ejemplo. Un hecho a destacar.
Y Bryant continúa:
“Pocas personas personifican el Establishment político como Hillary Clinton. Durante esta campaña, con millones de votantes indignados, se convirtió en el rostro de la política rota de los Estados Unidos”. |
Antes de la votación, Bryant comentaba:
“La regla de oro en estas elecciones, especialmente en los entornos no urbanos, en los lugares más empobrecidos, es que sus habitantes apoyen al multimillonario”. |
Después de la votación:
“Hillary Clinton siempre ha tenido un problema de confianza, el escándalo de los correos electrónicos se extendió rápidamente. También tenía un problema de autenticidad. Era vista como una sacerdotisa de la élite de la costa Este que mira hacia abajo, con desprecio sobre la gente trabajadora. Las inmensas riquezas que los Clinton han acumulado desde que dejaron la Casa Blanca no han ayudado. Se han visto como unos liberales con limusina, pero también como unos liberales de la Lear Jet”. |
Esto es muy duro, muy distinto de cualquier otra cosa que hayamos visto en periodista de la BBC durante las elecciones.
Antes de la votación, como escribían casi todos los periodistas de los medios corporativos, Bryant también condenaba a Trump:
“He tratado de aprender más sobre el trastorno narcisista de la personalidad. Muchos comentaristas de ambos lados creen que tengo un conocimiento básico de esta condición es importante para dar sentido al comportamiento de Donald Trump”. |
También se centró en la idea de que la personalidad de Clinton es siempre intrigante. ¿Por qué lucha, por ejemplo, para transmitir la calidez y espontaneidad en público que muchos de nosotros hemos presenciado en privado?
Sin embargo, en el artículo posterior a la votación le dispensaba estas otras cortesías:
“Hillary Clinton no es una activista natural. Sus discursos suelen ser planos y algo robóticos. Sus palabras parecen mordeduras sonoras, prefabricadas, y para algunos, insinceras”. |
Y consideren como antes de las elecciones numerosos periodistas compararon a Trump con Hitler, Estados Unidos con la Alemania de la década de 1930, y así sucesivamente. A pesar de estas terribles afirmaciones, pocas discusiones presenciamos sobre cuánto poder tendría realmente Trump de triunfar. Algunos análisis llegaron después del votación, el 15 de noviembre, en un artículo de Anthony Zurcher, titulado ¿Puede Trump conseguir lo que quiere?.
Zurcher observa de inmediato que el apoyo popular, de hecho, no es suficiente: Trump requerirá del apoyo de “los poderes de Washington que pueblan el Congreso y que son necesarios para poder llevar con éxito su agenda”.
¿Y qué hay del infame muro que quiere construir Trump entre los Estados Unidos y México? Constaría unos 20 mil millones de dólares, por lo que el Gobierno mexicano no estaría dispuesto a pagar, y en algunas partes sería solamente una valla. Pero en realidad: “las posibilidades de que una monumental Gran Muralla de Trump se convierta en realidad… son escasas”.
¿Y qué hay del chocante plan de Trump de deportar a 11 millones de trabajadores indocumentados en los Estados Unidos?
“Desde entonces ha dado marcha atrás en sus escandalosas declaraciones… Ante la renuncia del Congreso y los obstáculos financieros… será difícil que los números cuadren”. |
¿Y el desmantelamiento de Obamacare?
“Es probable que los Republicanos carezcan de la voluntad política de levantar los impedimentos.. pero al final la reforma parece mucho más atractiva que su revocación”.
Y así habría más ejemplos. Precisos o no, se está observando la existencia de fuertes impedimentos que probablemente eviten la tiranía de Trump. Este tipo de discusión racional surgió ante la necesidad del Establishment de bloquear a Trump, presentándolo como un Saddam o un Gadafi, una amenaza hitleriana. El hecho de que la postura de Trump sobre el clima suponga de hecho una grave amenaza para la humanidad puede llegar a ser una desafortunada coincidencia.
Conclusión
Indiscutiblemente Hillary Clinton era la candidata del Establishment, respaldada por prácticamente toda la presa corporativa de los Estados Unidos y del Reino Unido
Los medios convencionales no sólo apoyaron a Clinton, sino que declararon una guerra de propaganda contra Trump. Como hemos podido ver en esta breve muestra, ni siquiera los periodistas de la BBC pensaron en lo ridículo que era hablar de un “trastorno narcisista de la personalidad” hablando de Trump, un calificativo impensable de un reportero de la BBC para describir a un Obama, un Cameron, o la misma Clinton.
Fue tal el apoyo del Establishment a Clinton, que tal empeño significó la autoimposición de una censura y un filtrado de la información. Como nos dijo el ex director de The Guardian, Alan Rusbridger en una entrevista:
“Todo funciona por una especie de ósmosis. Si preguntas a alguien que trabaja en un periódico, con razón dirán: “Rupert Murdorch, o quien sea, nunca me dice qué tengo que escribir”, lo cual no tiene sentido: saben perfectamente lo que tienen que escribir y no. Se entiende”. |
En el momento en el que ya se realizó la votación, se levantaron las presiones que filtraban la críticas hacia Clinton y se observó una cobertura informativa menos histérica hacia Trump. El resultado es el de que parece que hay un equilibro que permitiría a los medios de comunicación extremos mejorar su inmerecida reputación de “justicia” e “imparcialidad. “.
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Media Lens es un organismo de control de los medios de comunicación del Reino Unido, encabezado por David Edwards y David Cromvell. El segundo libro de Media Lens, Neolengua en el siglo XXI, por David Edwards y David Cromwell, fue publicado en 2009 por Pluto Press. Visite Media Lens’s website.
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