por William Manson, 18 de marzo de 2014
Uno puede, sin exagerar, hablar de compulsividad tecnológica, una condición en la que la sociedad se somete dócilmente a cada nueva demanda tecnológica y utiliza, sin cuestiornarlo, cada nuevo producto… – Lewis Mumford (1970)
Durante varias décadas no he dejado de consultar mis desgastadas y maltrechas copias de los dos libros de Lewis Mumford de El mito de la máquina (dos volúmenes: 1967, 1970). Y una de estas noches, atormendado por las pesadillas que ahora nos vemos obligados a vivir, quedé fascinado por la visión trágica de este delirio tecnológico de los Sistemas de Poder de nuestra civilización.
¿En qué se diferencia Mumford de otros críticos de la tecnología? Hay que decir, en primer lugar, que era un humanista, haciendo hincapié en que la función última de las estructuras sociales (es decir, la sociedad) es la libertad humana y el apoyo mutuo entre las personas. En resumen: una comunidad amplia, en la que los individuos disfrutan de una considerable libertad para la realización de sus capacidades y aptitudes. Si las condiciones sociales fueran favorables para un crecimiento en libertad, los individuos podrían desarrollar sus múltiples capacidades (cognitivas, estéticas, morales, de empatía, etc). Los medios técnicos, si se limitasen a estos propósitos y a los valores humanos, aumentarían el bienestar social. (Incluso Marx y Engels recalcaron también esta visión: “El desarrollo de cada uno en libertad es la condición necesaria para el libre desarrollo de todos”).
Sin embargo, en su brillante análisis histórico-comparativo, Mumford demostró que la centralización de los Sistemas de Poder, ya fuera en el Antiguo Egipto o en la Alemania nazi, utilizaron los medios técnicos para movilizar y controlar mediante un sistema burocrático-militar a inmensas poblaciones humanas ( la Megamáquina). (En cuanto a este último ejemplo, véase el reciente estudio de Edwin Black IBM y el Holocausto). En pleno siglo XX, la automatización y la alta tecnología habían truncado drásticamente la libertad del individuo, que queda con frecuencia reducido a un mero apéndice de los sistemas técnicos. Modernidad significaría centralización, estandarización, eficiencia, y reducción del individuo a un sujeto calculable (Foucault).
¿Qué preveía Mumford para el siglo XXI? El atribulado individuo sería reducido a algo inerte y al que se le impone una pasiva vigilancia técnica, un accesorio trivial de la máquina. Sometido a una recolección de datos por el ojo que todo lo ve (Panóptico), supervisaría a cada individuo del planeta. Al mismo tiempo, las personas perderían la confianza en sus propias capacidades, pasando a depender psicológicamente de una serie de dispositivos ubicuos, de instrumentos y computadoras. Enteramente adoctrinados por un determinismo tecnológico, esos adictos a las máquinas se entregarían a cada novedad de manera incondicional, sólo porque se les ofrece, sin tener en cuenta las consecuencias humanas de su uso. (Véase el nuevo libro de Simon Head, Absurdo: cómo máquinas muy inteligentes están creando seres humanos muy tontos). En última instancia, la tecnocracia totalitaria del siglo XXI, centraliza y aumenta el complejo del poder, haciendo caso omiso de las necesidades y los valores de la vida humana, generando un mundo en que sólo las máquinas tienen lugar para vivir.
Este breve artículo apenas hace justicia de la amplitud y el alcance de la crítica de Mumford a la historia de la tecnología, sus pretensión de control social, y finalmente su reemplazo de los seres humanos ( o un eficiente exterminio) por aquellas que en un principio estaban destinadas a servirle.
En última instancia, Mumford abogó por una rebelión negativa, una resistencia y una retirada, mediante la cual las personas podrían recobrar su autonomía, y que sus deseos y decisiones fueran humanos. Se podría llamar a esto “esquivando el Megasistema”: salir de la megalópolis, impulsadas por el mercado, que abarca el ethos estético del panteísmo extático, y revitalizar las facetas erótico-sensuales de la vida corporal. (Canto al cuerpo eléctrico -Walt Whitman). O diciéndolo con palabras más sencillas: rechazar la tecnolatría, esa religión fallida que ha matado y negado las necesidades y aspiraciones humanas reales, y que ya está perdiendo acólitos y seguidores.
Nota: para ahondar en este asunto, puede leer mis anteriores artículos: “Twilight of Technolatry,” “Deadly Folly of Busy-ness,” y “Spontaneity or Robopathy?”
William Manson es autor de Psicodinámica de la Cultura (Greenwood Press).
Procedencia: http://dissidentvoice.org/2014/03/prophet-of-techno-servitude/