Las pequeñas granjas ofrecen mayor seguridad alimentaria y favorecen la biodiversidad

Por David Suzuki , 14 de junio de 2011

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A menudo asumimos que la única manera de alimentar a la creciente población mundial es mediante la extensión a gran escala de la agricultura industrial. También muchos aseguran que la modificación genética es necesaria para producir cantidades suficientes de alimentos en áreas más pequeñas y así poder alimentar a todas las personas.

Sin embargo, recientes investigaciones científicas contradicen estas afirmaciones. Los enfoques globales sobre la agricultura son fundamentales. Para empezar, hay que señalar que cerca de mil millones de personas están desnutridas y muchos tienen dificultades para alimentar a sus familias, sobre todo cuando los precios de los alimentos suben. ¿Pero es la Agricultura Industrial la respuesta a estos retos?

Las grandes granjas industriales consumen gran cantidad de energía, utilizando grandes cantidades de combustibles fósiles para la maquinaria, el procesamiento y el transporte. La quema de combustibles fósiles contribuye al cambio climático y el aumento del precio del petróleo también se está convirtiendo en uno de los factores que hace que los precios de los alimentos suban. La deforestación y el arado (por el uso de la maquinaria) de las tierras también libera toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera, contribuyendo una vez más al cambio climático. Además, las granjas industriales requieren del uso de mayor cantidad de productos químicos, tales como pesticidas y fertilizantes.

La agricultura también afecta a la variedad de especies vegetales y animales en el mundo. De acuerdo con la revisión de la literatura científica realizada por Michael Chappell Jahi y Liliana Lavalle, publicado en la revista Agricultura y Valores Humanos, el desarrollo agrícola es un factor importante en la rápida disminución de la biodiversidad mundial.

En su estudio “Seguridad alimentaria y biodiversidad: ¿son ambas excluyentes?”, los autores señalan que la agricultura, que ocupa alrededor del 40% de la superficie terrestre del mundo (excluyendo la Antártida), “representa quizás el mayor desafío a la diversidad”, debido a la destrucción del hábitat natural y debido al impacto ambiental del uso de plaguicidas y fertilizantes, y la emisión de gases de efecto invernadero por el uso de combustibles fósiles.

La Agricultura a gran escala también utiliza grandes cantidades de agua, contribuye a la erosión y degradación del suelo, siendo una de las causas de la falta de oxígeno en los océanos y de la aparición de “zonas muertas” por exceso de nitrógeno; los residuos, transportados por los arroyos y ríos terminan en los océanos.

Además de todo esto, a pesar de la increíble expansión de las prácticas de la Agricultura Industrial, el número de personas que pasan hambre en el mundo sigue creciendo.

La preocupación por la Agricultura Industrial como una solución al problema del hambre en el mundo no es algo nuevo. El agricultor ecológico y escritor Eliot Coleman señala en el artículo de Grist.org, que ya en el siglo XIX la agricultura estaba desplazando a los pequeños labradores, lo que fue forjando la idea “basada en una premisa errónea, de que Agricultura Industrial debe reemplazar a una naturaleza insuficiente. En virtud de ese error, la Agricultura Industrial tiene que estar creando nuevas soluciones a los problemas que va generando ( aumento en la cantidad de productos químicos, pesticidas más potentes, fungicidas, acaricidas, nematicidas, esterilización del suelo, etc.)”.

La investigación muestra con claridad que la agricultura a pequeña escala, especialmente si se utilizan métodos ecológicos, tiene mucho menor impacto ambiental y favorece la biodiversidad. ¿Pero se puede alimentar de este modo a 7 mil millones de personas?

Chappell y Lavalle señalan que “las pequeñas explotaciones agrícolas utilizando las técnicas energéticas alternativas pueden ser de dos a cuatro veces más eficientes que las grandes fincas convencionales”. Tal vez lo más interesante de este estudio es que demuestra “que las pequeñas explotaciones tienen un mayor rendimiento que las fincas más grandes”. Uno de los estudios concluye que “los métodos alternativos pueden producir alimentos suficientes en todo el mundo para sostener la población humana actual, y potencialmente a una población aún mayor, sin aumentar la cantidad de suelo agrícola”.

Así que esto de la escasez mundial de alimentos es un mito. El hecho de que vivamos en un mundo donde el hambre y la obesidad son una epidemia, muestra que el problema es más bien una cuestión de equidad y distribución, que de escasez. Con un mercado globalizado de alimentos y la agricultura a gran escala, los que tienen mayor poder adquisitivo acaparan la mayor parte de los alimentos.

Este es un tema crucial que requiere más estudio, y supone un reto enfrentarse a la Agricultura Industrial, pero es difícil estar en desacuerdo con las conclusiones de Chappell y Lavalle: “Sí es posible que la agricultura alternativa proporcione los rendimientos suficientes, mantenga un alto nivel de biodiversidad y se evite una mayor presión sobre el suelo para ampliar las tierras agrícolas, lo que sería la mejor solución para la seguridad alimentaria y los problemas de biodiversidad, suponiendo una conversión masiva a las prácticas alternativas”.

Hay que cultivar los alimentos de forma que la alimentación de las personas tenga mayor prioridad que la simple generación de beneficios para las grandes empresas agrícolas.

 

Escrito en colaboración con la Fundación David Suzuki y el especialista en comunicaciones Ian Hanington. Obtenga más información en http://www.davidsuzuki.org

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