La estupidez como arma de destrucción masiva

por Linh Dinh, 14 de mayo de 2012

Dissident Voice

 

 Borges escribió: “ Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez”. Este destacado intelectual consideró con razón que la mayor riqueza del hombre es su mente, ya que sin su mente un hombre no es nada. Cuanto más opresivo sea un sistema político, mayor será el ataque a la mente de las personas, ya que para un dictador u otro sistema totalitario no es suficiente con oprimir y explotar, sino que debe convertir en idiotas a la gente. Cada injusticia que se cometa viene acompañada de una serie de mentiras, pero estamos ya tan acostumbrados a nuestra dosis diaria de estupidez que ya ni siquiera nos removemos inquietos en nuestros asientos.

Los hombres que mantienen todavía cierta actitud saludable se muestran contrarios al asesinato, al robo y la violación, y mucho menos pretenden asesinar, robar y violar para enriquecer a sus amos, y es por este motivo que se debe asaltar sus mentes tan pronto como sea posible. Nuestros medios de comunicación nos lavan el cerebro desde pequeños, desde la cuna literalmente, y así hasta la tumba. Obsesionados por las imágenes de la televisión; hasta los niños son condicionados para convertirse en idiotas desde la Guardería, comenzando así un proceso permanente para convertirlo en seres dóciles y que griten eslóganes de uno u otro partido.

Sí, los salvajes mataban, al igual que nuestros antepasados, pero trataron de intimidar y recurrir al diálogo para resolver los conflictos. Después de las danzas rituales no se producían muchos asesinatos. No destruían ciudades enteras lanzando bombas desde el cielo, ni lanzaban misiles al otro lado del planeta sentados en su oficina acariciando el mando a distancia. El infierno creado por los aviones no tripulados, bajo la excusa de que vivimos en una esclavitud impuesta por los Bancos y la deuda, más otra serie de idioteces que no paran de lanzar. ¿Y usted esperaba que se suicidasen públicamente? No señor, estos salvajes son unos expertos en la manipulación cuando se trata de genocidios o ecocidios, o cualesquiera otros -icidios que ustedes puedan imaginar. Se trata de salvajismo puro, sin adulterar. […]

Se podría pensar que un Gobierno que posee el control absoluto no se iba a molestar en realizar costosos desfiles u organizar elaborados mítines en los estadios, habituales por otra parte en Corea del Norte, pero necesitan de la propaganda y el control mental. Los países Occidentales van mucho más allá de Kim Jong-Un y de su boato al estilo de Nuremberg, porque con su espectáculo no cesan de bombardear nuestras mentes a través de la televisión, de Internet, en casa, en la oficina o incluso cuando estamos caminando por las calles, de modo que siempre estamos pululando en campos de ventas, en medio de porno duro o blando, o de una supuesta honradez o de trivialidades estúpidas. Podríamos citar en un sólo día miles de ellas: “ que si Silvester Stallone ha descubierto una pintura del siglo XVI”, “que si la hija de Tom Cruise sale en las portadas”… Imaginen a un veterano de la guerra de Irak con un miembro amputado, o una familia que está a punto de ser desahuciada con todas las facturas pendientes de pagar esparcidas por la mesa de la cocina, viendo estas imágenes. Ya soy lo suficientemente maduro como para recordar cuando las cosas no eran así, y que el embrutecimiento se acelera a raíz de la bancarrota, cuando un país se ve acorralado por la crisis económica, volviéndose más cruel con sus ciudadanos y extranjeros a partes iguales.

Pero no están contentos con matar y saquear, hay que hacerlo a un ritmo frenético de un baile orgásmico, con espectáculos subidos de tono y violentos que llenen las arcas de Hollywood, también destinados, como no, a sus propias víctimas. En un artículo publicado en 1997 por Ralph Peters de la Escuela superior de guerra estadounidense, se puede leer que los asaltos culturales y letales entran dentro de una táctica que busca la supremacía global estadounidense. Como controladores de la información, el Imperio estadounidense destruye a sus víctimas por medio de la información. Es más, son víctimas voluntarias, porque son incapaces de resistir la seductora cultura norteamericana.

Define Democracia como “forma hábil de presentar el liberalismo por parte del imperialismo”, y Peters revela cómo la palabra es utilizada todos los días por la clase política, ya sea para hablar de Libia, Siria, Irán u Occidente. Reconociendo que el lumpen de sus propios países son víctimas del Imperio, Peters reconoce con franqueza que “ los trabajadores despedidos y los milicianos Talibanes de Afganistán son hermanos en el sufrimiento”.

Mucho se ha hablado de que Internet permite la Democracia y una forma de protesta, pero cualquiera que sea la utilidad que pueda tener para marginados y rebeldes, la Web es muy útil para nuestros gobernantes. Como recientemente señala en su blog Dmitry Orlov, al decir que Internet es una herramienta de vigilancia de gran alcance para el Estado, pero aún es más, al mantener a las masas distraídas y sumisas. Recordando lo que dijo al Reina Victoria: “Dad al pueblo mucha cerveza, buena y barata, y no habrá ninguna revolución”, Orlov observa que el sexo virtual también frustra las rebeliones. En definitiva, mientras Internet sirva a algunas personas como John Michael Greer , Paul Craig Roberts u Orlov para publicar sus comentarios inquebrantables, también Internet les ahoga con un tsunami sin precedentes de tonterías. En la defensa del Imperio, Ralph Peters también está de acuerdo: “Internet crea la misma ilusión sobre la capacidad de la tecnología que las Naciones Unidas con respecto a los estados marginales: hace creer que se tiene un cierto poder y de que se forma parte de una comunidad”.

Nuestra única esperanza es la de ser expulsados de esta matriz enferma, pero todavía nos aferramos a la ilusión de conocimiento, al amor, al sexo, a formar parte de una comunidad, aunque cometamos errores más adelante. Respirar y una vida con más sensaciones nos resultará algo extraño, algo a lo que tendremos miedo. Unos bichos raros desenchufados, perseguidos y exterminados, y con su desaparición la televisión se alza como advertencia a través del entretenimiento. Habitamos una tierra común de desechos, cada una encerrado en su gueto electrónico privado. Hasta que finalmente el juego se acabe y se muestre tal y como es.

Linh Dinh es autor de dos libros de historias y cinco de poemas, y una novela que acaba de aparecer, Love Like Hate (Amor como el odio). Rastrea nuestro deterioro social en su blog de fotografía, que actualiza con frecuencia: http://linhdinhphotos.blogspot.com/

http://dissidentvoice.org/2012/05/idiocy-as-wmd/