La Biología como ideología: la doctrina del ADN

Autor del libro: Richard Lewontin

Revisión de: Jonathan Latham (The Bioscience Resource Project)

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Los biólogos saben que los rasgos complejos están asociados típicamente con la variación genética entre los individuos. Sin embargo, si escuchamos en las noticias que la obesidad, el comportamiento antisocial o algún trastorno tienen un elevado componente genético, es probable que demos una excesiva importancia a este hecho. Seremos menos propensos a atribuir a factores sociales como la causa y es más probable que aceptemos una solución tecnológica o farmacéutica como remedio. El trastorno también puede adquirir una credibilidad y una sensación de inevitabilidad de la que antes carecía. El razonamiento que lleva a estas conclusiones no carece de una cierta lógica, después de todo se investigan las causas en la búsqueda de soluciones. No obstante, debemos tener cuidado de que nuestros pensamientos estén bien fundamentados.

En los seis cortos capítulos del libro La Biología como Ideología, Richard Lewontin, un reconocido genetista, tratar de aclarar la relación entre los genes, la sociedad y la genética. En particular, analiza la importancia que ha adquirido el determinismo genético como un mecanismo de causalidad.

Los rasgos biológicos, argumenta, son el resultado de los genes, el azar y el medio ambiente, y otros elementos que se encuentran entrelazados de manera irreductible. Por ejemplo, no es cierto (como muchos afirman) que un % de la altura de un individuo o su coeficiente de inteligencia o cualquier otra característica esté determinada genéticamente y el resto sea el resultado del medio ambiente. Tampoco es cierto en sentido estadístico si se considera a una población en su conjunto. Que esto es una falacia se puede demostrar considerando la altura. Si se alimenta a un grupo de individuos con una misma dieta y se mide la variabilidad de altura entre ellos, cualquier variabilidad se atribuirá factores genéticos, junto a otras variaciones fortuitas que se den durante el desarrollo. Nada de esto se atribuirá al medio ambiente, al menos que, por supuesto, otros factores además de la dieta tengan una influencia ambiental. La heredabilidad de la altura será, en tales circunstancias, muy alta. Pero si alimentamos a cada individuo de un grupo con una dieta diferente, sobre todo dietas que varíen mucho en cantidad y en calidad, la heredabilidad de la altura parecerá muy baja. Por lo tanto, la heredabilidad no es un valor absoluto, sino que depende de hecho del medio ambiente. Como valor medible, por lo tanto, no es algo que se pueda generalizar. Sólo sería cierto para una población específica bajo determinadas circunstancias.

Esto no quiere decir que los genes no sean importantes. Más bien, que la trampa en la que cae el determinismo genético es la trampa del reduccionismo. Es una mentalidad que olvida otras causas de la obesidad, del comportamiento antisocial, la esquizofrenia y otras muchas enfermedades. Muchos biólogos, al menos formalmente, desautorizan dicho reduccionismo e insisten en que los genes no determinan la obesidad o cualquier otro rasgo, pero sin embargo escriben, publican y publicitan lo contrario para obtener subvenciones como si realmente sí lo fueran. Es como si aquella desautorización de alguna manera se perdiese.

La Biología como Ideología se ganó en 1993 el título del libro más subversivo del año. ¿Cómo es posible que este libro, o cualquier otro libro de ciencia, pueda ganar este título? La razón principal es que Lewontin reconoce lo que pocos científicos reconocen: que la respetabilidad que se da al determinismo biológico, y particularmente al genético, no es simplemente un error de juicio científico. Se trata más bien de esa tendencia en que las interacciones entre los científicos y aquellos que ostentan el poden son mutuamente complacientes.

Esta tendencia se observa más claramente en Sociobiología, que mediante una serie de falacias lógicas llega a una teoría de la naturaleza humana que permite a sus seguidores argumentar que la xenofobia, las estructuras jerárquicas son el el estado “natural” de las sociedades humanas. Por lo tanto, de manera implícita, si la desigualdad y la violencia son algo “natural” de la naturaleza humana, entonces la culpa no radica en nuestros acuerdos e instituciones sociales, sino en nuestros genes. Pero la Sociobiología, como demuestra Lewontin, no está bien fundada científicamente. Es sólo una ilusión con cierto brillo científico. En esto, La Biología como Ideología muestra que cada vez un mayor número de filósofos y sociólogos han llegado, aunque con menos claridad y estilo, que los científicos no sólo ( o incluso nunca) desarrollan sus teorías basándose únicamente en las consideraciones objetivas de las evidencias. Sus creencias, valores y perspectivas financieras también pueden influir en ellos para ignorar los hechos que consideran inconvenientes, sin importar lo evidentes que sean.

La Biología como Ideología es uno de los mejores libros que se haya escrito como genética. Aclara el tema de manera directa y accesible y continúa con la tradición del escepticismo científico que tanto se admire fuera del ámbito científico. Sin embargo, al hacerlo, demuestra que el escepticismo en la ciencia no se distribuye por igual y algunas áreas de la ciencia no reciben sistemáticamente la dosis completa.

ISBN: 0140232192 Editorial: Penguin books (1991)

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En la página de recursos del proyecto hay importantes actualizaciones científicas sobre los recientes fracasos de la genómica humana y el determinismo genético, muchos de los cuales ya fueron predichos por Richard Lewontin: Predisposiciones genéticas humanas: la política oculta de la ciencia genómica.

 

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