‘69 razones para no trabajar demasiado’ es el último libro del periodista José Antonio Pérez, veterano activista en diversos movimientos sociales.
DIAGONAL: ¿Una sociedad que cuenta con un 20% de paro puede escuchar sus 69 lúcidas razones para no trabajar demasiado?
JOSÉ ANTONIO PÉREZ: Es justo ahora cuando más falta hace un discurso alternativo a la vieja religión del trabajo. Hablo del trabajo asalariado, el realizado por cuenta, disciplina y beneficio ajenos. Cuando el “pacto keynesiano” creó el Estado de bienestar, el trabajo era la contrapartida que la clase asalariada aportó al sistema a cambio de condiciones laborales aceptables, pensiones de jubilación y servicios esenciales como sanidad y educación. Pero el mundo de los negocios rompió el pacto y nos ofrece hoy un horizonte sin seguridad en el empleo, ni pensiones futuras, ni servicios públicos de salud. Sólo precariedad y miseria salarial. ¿No deberíamos plantearnos alternativas distintas a la de trabajar enriqueciendo a los de siempre?
D.: Durante casi diez años ha coordinado el Observatorio de la Renta Básica de Madrid. ¿Estamos más cerca de formular el derecho a percibir un ingreso mínimo incondicional y universal?
J.A.P.: Al menos tenemos la ventaja de contar con una definición bastante ajustada de este derecho para cuando la persistencia del desempleo estructural haga imposible a políticos y economistas mantener las falsas expectativas de crear el pleno empleo.
D.: Si el propio sistema no puede garantizar empleo para todos, ¿qué nombre dar a quien sigue aplicando el principio paulino “quien no trabaja no come”?
J.A.P.: Ese principio rige sólo en formas de vida comunitaria, donde, si uno deja de trabajar, perjudica al resto. La regla paulina figuraba en la constitución de la URSS, aunque, eso sí, vinculada a la garantía del Estado de procurar un puesto de trabajo a cada persona. Pero en las sociedades capitalistas, el derecho al trabajo es una falacia. No hay oportunidades de empleo para todos en ese artefacto manejado por los dueños de los medios de producción. Si un trabajador invoca el principio paulino en el seno del modelo no solidario que le explota, está loco. Enloquecido por la propaganda.
D.: Tomás Moro imaginaba para su Utopía una jornada de seis horas; Paul Lafargue, de tres; los expertos de la UE, en cambio, proponen 65 horas semanales, ¿y usted?
J.A.P.: No tengo propuesta horaria concreta. El empleado por cuenta ajena trabaja excesivas horas con el fin de producir beneficio al empleador. Lo que Marx llamó plusvalor. ¿Dónde han ido a parar los beneficios de la productividad y las modernas tecnologías? Es hora de plantar cara a tanta sinvergonzonería reduciendo ese esfuerzo del cual se aprovechan no sólo el patrón directo, a menudo otro ‘pringao’, sino banqueros y especuladores.
D.: Thoreau es un referente nuclear en toda su obra. ¿Puede señalar las razones de este filósofo que usted suscribe en su libro?
J.A.P.: Henry opinaba que si vendiera sus mañanas y sus tardes a la sociedad, como parece hacer la mayoría, no le quedaría nada por lo que mereciera la pena vivir. Otra reflexión suya tiene hoy plena vigencia: “Si un hombre pasea por los bosques, por amor a ellos, la mitad de cada día, corre el riesgo de que le consideren un holgazán, pero si se pasa todo el día especulando, cortando esos bosques y dejando la tierra desnuda antes de tiempo, se le aprecia como ciudadano laborioso y emprendedor. ¡Como si el único interés de una ciudad por sus bosques fuera talarlos!”.
D.: ¿Por qué ha firmado su octavo libro como Ciudadano Pérez?
J.A.P.: En todos mis libros procuro ofrecer al público vías para actuar en defensa de los más elementales derechos de la persona. Según Albert Camus, “la rebelión es el acto del hombre informado que conoce sus derechos”. Cumplo con el oficio de periodista que ofrece información sobre derechos y estrategias para conseguir que éstos se apliquen. Pero no puedo ser neutral en un mundo preñado por la injusticia y tomo partido. Mis propuestas para la acción civil reflejan mi conciencia de ciudadano que llama a movilizarse frente a la desfachatez del neocinismo liberal. ¿No hablan tanto de actuar sin complejos y de la supervivencia del más fuerte? Rompamos su discurso demostrando a estos darwinistas que juntos somos más fuertes.
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