por Eric Walberg / 10 de febrero 2011
El remanso de paz para el turismo en Túnez, propiciado por sus gobernantes desde la independencia – Bourghiba Habib (1956-1987) y, a continuación, Zein Al-Abidine Bin Ali (1987-2011)- fue algo muy apreciado por los Estados Unidos. Sin embargo, desde que Bin Ali huyó a Arabia Saudí el pasado mes de enero, los líderes de Estados Unidos pidieron enseguida que la policía, entrenada por los Estados Unidos, reprimiese a los que la desafiaban, utilizando gases lacrimógenos y armas de fuego, produciéndose la muerte de 100 personas.
Dos semanas más tarde, después de que se produjesen acontecimientos casi idénticos en Egipto, Estados Unidos casi repite la misma situación, alabando las manifestaciones a las que acudieron millones de personas, produciéndose por lo menos 300 muertos de momento, aunque sin llegar a derrocar al presidente de Egipto, Hosni Mubarak (1981-2011), para así seguir los pasos de su colega, temiendo un colapso en el orden establecido en Oriente Medio.
Ahora los expertos de Estados Unidos elaboran estrategias sobre la mejor manera de conformar el nuevo campo de juego político que satisfaga sus necesidades. En New York Times, Mark Landler se muestra preocupado sobre la “peligrosa dirección que puede tomar” para los Estados Unidos. El nuevo enviado del presidente Obama a Túnez, Jeffrey Feltman, expresó la necesidad de “apoyar a las fuerzas que luchan en favor de la democracia”, aunque Daniel Shapiro advierte contra la idea de “un molde ideal como forma de acercarse a la situación”. Y Aaron Miller dice a Landler que deben encontrar un punto de equilibrio “que sitúe a Estados Unidos como ligado a estos cambios” (léase: seguir apoyando al Gobierno) y al mismo tiempo “no crear un caldo de cultivo favorable a las protestas” (léase: el control de los activistas en favor de la Democracia).
Martin Indyk, consejero del enviado de Obama para Oriente Medio, George Mitchell y ex embajador en Israel, fijó de forma definitiva la situación de Egipto, en una entrevista a la CNN el pasado 30 de enero, en la que dijo que Mubarak es “un muerto caminando”, e indicando “que tenemos que situarnos en el lugar correcto que marque la Historia”. En otras palabras, si no puedes vencerlos, únete a ellos.
Incluso sin un “molde”, es evidente en El Cairo que Landlers e Indyks asesoran a Washington sobre la política que han de desarrollar en los países árabes, siguiendo una receta bien definida de no apoyar la democracia en estos países, preservando los intereses de Israel, así como una política en zigzag.
El apoyo incondicional de Bin Ali en la guerra de Estados Unidos contra el Islam (perdón, quise decir terrorismo), puede ser una importante razón para que los tunecinos arriesguen su vida para derrocarlo, pero parece no entrar en los objetivos de Estados Unidos. La voluntad de Bin Ali para perseguir a su pueblo sirviendo a los intereses de Estados Unidos en Oriente Medio, y por otro lado su falta de escrúpulos para robar las riquezas y haciendo caso omiso de las necesidades básicas de la población.
Igual ocurre en Egipto. Shapiro insiste en que ningún molde es adecuado a la complejidad de Oriente Medio, cosa desmentida por la uniformidad de las políticas de Estados Unidos con sus aliados árabes y por la rápida sucesión de protestas casi idénticas. Los últimos 30 años han sido testigos de la aplicación de los mismos moldes, la del apoyo a un gobierno laico que persigue a los islamistas y abre las puertas a los estragos del neoliberalismo y el turismo, a través de una elite educada en los Estados Unidos y que ha amasado una gran fortuna. No es de extrañar que finalmente los desposeídos estallen con rabia.
Hay diferencias: Egipto tiene un numeroso campesinado, que es, por definición, conservador. Pero también tiene recuerdos del socialismo: una reforma agraria y la relativa igualdad durante el gobierno de Gamal Abdel-Nasser. Además, Egipto tiene una larga trayectoria de pluralidad política. Alentados por los movimientos de masas Kefaya (Basta), Asociación Nacional Al-Baradei para el Cambio, y el Movimiento de la Juventud 6 de abril, la venerable Wafd (Delegación) Party, la Hermandad Musulmana y varios partidos laicos recientes, tales como Al-Ghad (Mañana) y Tagammu (Alianza), entraron en la escena política cuando el polvo empieza a despejarse después del levantamiento popular de Egipto.
Por derecho propio, Egipto es el país que juega el papel más importante en Oriente Medio, pero desde que el presidente Anwar Sadat firmó los acuerdo de Camp David en 1979, Egipto ha estado íntimamente ligado a los Estados Unidos, siendo el único país árabe, junto a Jordania, que ha firmado tratados de paz y reconoce a Israel, y por lo tanto no se le tuvo en cuenta. La revolución de 2011 ha supuesto de nuevo un empujón a Egipto hacia el gran juego de Oriente Medio, como ocurrió con el ascenso de Nasser en 1952 en reacción a la dominación inglesa, convirtiéndose entonces en el jugador clave en esta zona.
Como ya ha hecho durante todo el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, Washington está cuidando sus apuestas políticas. Hasta el último momento, tanto en Egipto como en Túnez, apoyó firmemente al Gobierno a pesar de que suponía un aumento de la represión y la corrupción en ambos países, al mismo tiempo que apoyaba y financiaba a los detractores del régimen, principalmente a través de las actividades de Freedom House y la Fundación para la Democracia (NED), reconociendo que el fin debe llegar en algún momento.
De acuerdo con una filtración de Wikileaks, con fecha del 6 de diciembre de 2007, publicado por la Aftenposten de Noruega, la USAID tuvo un presupuesto de 65.000.000 de dólares en 2008 y de 75 millones de dólares en 2009 para los programas de promoción de Egipto y “el buen gobierno democrático”. El presidente Mubarak es muy escéptico respecto del papel en la promoción de la democracia de los Estados Unidos, dice otro de los cables de la embajada de Estados Unidos en el Cairo, con fecha de 9 de octubre de 2007. “Sin embargo, ( del Gobierno de los Estados Unidos) los programas están ayudando a establecer instituciones democráticas y fortaleciendo las protestas para el cambio en Egipto”.
Prácticamente es un complemento de la CIA, la NED canaliza fondos para todos los países de la región. En el año 2009 dieron becas a más de una docena de grupos de la oposición, incluyendo al Foro Al-Jahedh, la Fundación Árabe de Apoyo a la Sociedad Civil, la Sociedad Árabe de Derechos Humanos, la Unión de la Juventud Liberal de Egipto, el Proyecto para la Democracia en Oriente Medio y el Foro de la Juventud. La lista completa se puede consultar aquí ( http://ned.org/where-we-work/middle-east-and-northern-africa/Egypt)
Bajo los auspicios de Freedom House’s New Generation se creó un programa de becarios que visitaban a muchachos de los Estados Unidos para su formación, en el año 2008, incluyendo reuniones con la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y con el asesor de Seguridad Nacional, Stephen Hadley. En mayo de 2009, la secretaria de Estado Hillary Clinton, se entrevistó con una delegación de disidentes de Egipto, poco antes de la visita de Obama a Egipto. Dieciséis activistas se reunieron con Clinton y el secretario adjunto de Estado para Asuntos del Cercano Oriente, Jeffrey Feltman, como parte de una beca de dos meses de duración.
Sin embargo, justo en el momento en el que el gobernante Partido Nacional Democrático falla, Estados Unidos está precavido, luchando por recuperar el control del proceso político, aunque le preocupa que sus protegidos democráticos no eran tal vez los más fiables ( en el control), de modo que el movimiento de protestas podría culminar en un nuevo gobierno que revirtiese la política pro-occidental de Egipto.
No hay que recordar que la única superpotencia mundial no quiere que un jugador tan importante como Egipto siga su propio camino. Pero deben recordar que el término “blowback” ( tiro por la culata) fue acuñado por la propia CIA, y su importancia aumenta con el tiempo. Sí, cualquier nuevo gobierno en Egipto estará en contra de Israel. Sí, tendrá una fuerte presencia de la Hermandad Musulmana.
Pero, irónicamente, esta nueva situación para Egipto es la que cualquier presidente de los Estados Unidos debe adoptar, y no sólo cínicamente, como señala Indyk. Se obligará a Israel a negociar finalmente una paz razonable con Palestina, dando la espalda a otros gobiernos árabes y -más importante- menos importantes que los Indyks. Será el mejor aliado del presidente de los Estados Unidos a largo plazo.
Una mejor gestión por parte de la Hermandad Musulmana contribuirá a resolver la tremenda pobreza de Egipto y la degradación social, dando a los musulmanes una nueva confianza y orgullo. Los problemas sectarios, también, irónicamente, se desvanecerán cuando los musulmanes tomen el control de sus vidas, después de décadas de humillación neocolonial.
Eric Walberg es un periodista que trabajaba en Uzbekistán y ahora está escribiendo para Al-Ahram en El Cairo. Lea otros artículos de Eric , o visite el sitio web de Eric .