Cómo protegernos de la violencia del Estado

‘La violencia es el modus operandi del Estado. Para construir una sociedad libre, tendremos que usar medios diferentes.’

 por Stephanie Van Hook, 17 de febrero de 2012

 

 El 4 de abril de 1967, exactamente un año antes de que Martin Luther King Jr fuera asesinado, pronunció un sermón en la Iglesia Riverside en Nueva York sobre la guerra de Vietnam. Hablaba sobre la hipocresía de una Democracia que se muestra a través del napalm y de una supuesta hermandad a través de la guerra y la muerte, e hizo una atrevida confesión: “ Nunca más podría elevar mi voz contra la violencia que se ejerce contra los oprimidos de los ghettos si primero no expusiese claramente quién ejerce la mayor violencia en el mundo hoy: se trata de mi propio Gobierno”.

El movimiento social más importante de los Estados Unidos en los próximos meses será el movimiento Occupy, ya que regresa de nuevo a las calles. A medida que este movimiento se va polarizando a raíz de las actividades que va a desarrollar la próxima primavera, no estaría de menos reflexionar sobre la violenta declaración del Dr. King. Contrariamente a lo que han afirmado tanto Peter Gelderloos y otros, es la violencia y la inmovilización de un sistema disfuncional de opresión lo que protege el Estado, no la no violencia. ¿Cómo protege el Estado la violencia? Si hacemos unas búsquedas generales en Internet sobre el movimiento Occupy veremos imágenes que narran visualmente lo acontecido ( por no hablar de cómo ha sido tratado este movimiento en los conflictos con la policía).

Del examen de estas imágenes, pasado ya un tiempo, podríamos preguntarnos cómo empezó este enfrentamiento civil con la policía. Este examen puede darnos algunas pistas acerca de la confusión entre la población en general sobre lo que el movimiento Occupy quiere, y la preferencia de los ciudadanos de Estados Unidos hacia los candidatos políticos que no generan violencia en las calles, pero que si son finalmente elegidos mantienen sistemas de mayor violencia en nuestra sociedad, tanto en esta como en otras naciones. Si la elección se reparte entre manifestantes indisciplinados y las elecciones, Occupy corre el riesgo de que se recurra a la política de costumbre.

Paradójicamente, mientras que la gente esté anonadada por los enfrentamientos entre la policía y Occupy, y mientras los medios de comunicación se burlen de la falta de activistas con carácter y la fuerza suficiente para aceptar la violencia como una estrategia efectiva, sólo se conseguirá una mayor violencia por parte del Estado perpetrado en nombre de la Seguridad Nacional. Quizás nos veamos envueltos en una nueva guerra con Irán, ¿ qué mejor manera de reprimir un movimiento? Deslegitimando (por medio de la violencia), hay que unirse contra un enemigo común.

La violencia contra el Estado libera a éste y a los ciudadanos de cualquier culpa por una respuesta brutal contra los manifestantes y esto vuelve a centrar la cuestión nominal de la violencia de los manifestantes. Por lo tanto, cualquier tipo de violencia sirve al Estado (sólo basta con preguntar a cualquier empleado del Gobierno que ha sido contratado como agente provocador). Se trata de un arma de distracción masiva. Deje de preocuparse por el aumento de las ejecuciones hipotecarias, los soldados muertos que llegan desde Afganistán, y el aumento del presupuesto del Pentágono, y mire a esos violentos de Occupy que nos amenazan a todos.

Hace apenas unas semanas hablaba con un funcionario del Pentágono encargado de la adquisición de equipos. En la evaluación final (la conversación giró en torno a la Ley de Defensa Nacional y del Metta Center sobre alternativas a los asesinatos) nuestra organización proponía una política no violenta como nueva política estadounidense de reconciliación para combatir el terrorismo. “Créete culpable y no te sentirás bien”. En otras palabras, reprime la culpa y podremos seguir matando a la gente.

Cada vez mayor número de soldados estadounidenses se suicidan, lo cual quiere decir que no estemos exentos de ese sentimiento de culpa. Este modo de pensar, de negación de la culpa, por parte de un funcionario del Pentágono, nuestra forma de hacer la guerra, se basa en una creencia que dice que los unos estamos separados de los otros, en otras palabras, que debemos matar al otro sin remordimiento, la mayor superstición de los sistemas violentos. Si volvemos al movimiento Occupy, podríamos establecer un principio: los daños producidos por los activistas a las fuerzas públicas perjudican al propio movimiento. Cuanto mayor sea el enfrentamiento con la policía, más nos verán como cercanos a las tácticas violentas, más fuerte se hace el sistema que se quiere cambiar, más resistencia al cambio. Cuanto más se use la violencia, o incluso crear ocasiones en que esta pueda estallar, se justifica el uso de más violencia. ¿Por qué? Porque como dijo Max Weber, la definición de Estado implica “el mantenimiento como monopolio del uso legítimo de la fuerza física como ejecución de una orden”. La violencia es el modus operandi del Estado. Para construir una sociedad libre, tendremos que utilizar otros medios diferentes.

La no violencia no implica sólo la protesta, no sólo consiste en ocupar un espacio y no se trata sólo de una confrontaciones entre antagonista, sino una muestra de humanidad. Erica Chenoweth y María Stephan han expuesto de forma brillante el poder de la resistencia civil cuando se utiliza la no violencia como medio para cambiar un régimen. Debemos leer su trabajo, y no debemos tener miedo de cuánto se profundice en este sentido, porque más que cambiar un determinado régimen, tenemos que transformar una cultura.

En resumen, con el fin de deslegitimar a un sistema violento, tenemos que desestimar el uso de la violencia. Este cambio nos obliga a adoptar un principio como seres humanos de dignidad humana: no vamos a utilizar la violencia contra los demás, porque queremos crear una cultura viva, generosa, porque como seres humanos tenemos el potencial para cultivar estas cualidades dentro de nosotros y con los demás. No vamos a degradar la dignidad humana, ya que no es digno como seres humanos. Éste debe ser nuestro comportamiento y nuestra forma de lucha a largo plazo. El poder de un Estado violento tiene menos soportes contra un movimiento comprometido con estas ideas no violentas y de unidad.

Stephanie van Hook es codirectora del Centro Metta para la No Violencia, en Petaluma, California. Está comprometida con los principios de la no violencia y medita sobre la filosofía de Candhi. Forma parte de la Mesa de la Paz y de la Asociación de Estudios Jurídicos para cuestiones relativas a las mujeres. Ha enseñado, escrito y dado conferencias sobre la no violencia, la violencia doméstica y la reconciliación. Email: Stephanie (a) mettacenter.org

http://www.commondreams.org/view/2012/02/17-1