por John A. Gronbeck-Tedesco, 5 de mayo de 2012
A principios del otoño de 1937, el poeta afro-americano Langston Hughes llegó a Barcelona a raíz del ataque aéreo sobre la ciudad que mató a varias decenas de personas. El verano de ese año, Hughes se reunió con un grupo de escritores y artistas del todo el mundo en España durante el Segundo Congreso Internacional de Escritores por la Defensa de la Cultura. Al igual que otros literatos de su misma época, Hughes estaba fascinado por la Guerra Civil española, debido a las implicaciones que conllevaba de ataque a la democracia y la profundización de la injusticia racial en todo el mundo.
Además de informar sobre las Brigadas Internacionales que luchaban contra el fascismo y el franquismo, entre las que se encontraba la Brigada Lincoln de los Estados Unidos, se fijó sobre todos en los soldados procedentes de Marruecos, que lucharon tanto en el bando republicano como en el nacional. Él y el poeta afrocubano Nicolás Guillén, viajaron a Barcelona para admirar lo que quedaba del modernismo, lamentando la destrucción causada por la guerra. El segundo día de su viaje, Hughes y Guillén fueron testigos de una incursión aérea, que hizo que Hughes se levantase apresuradamente de la cama para bajar al vestíbulo del hotel y se encontrase allí con Guillén. Hughes quedó tan impresionado por las escenas de muerte traumática y violencia inhumana que las registraría en varios artículos, ensayos y poemas. Todas estas escenas macabras sobre la guerra influyeron en él a nivel político y artístico. No mucho después de su estancia en Barcelona escribió estos versos:
Barcelona: ataque aéreo (1938)
Un sonoro humo negro
Se riza contra el cielo de medianoche
Más estridente que un silbido,
más fuerte que los gritos,
peor que los gritos
confundidos con los lamentos,
es el sonido
de la sirena de los ataques aéreos.
El poeta afroamericano Langston Hughes
“Barcelona:Ataque aéreo” es un testimonio poético contra los bombardeos fascistas durante la Guerra Civil española y un himno a las víctimas. El uso de la frase corta, el staccato, provoca la idea de confusión y ansiedad, como si el lector se encontrase en el centro de aquel caos aterrador. La acentuación yámbica del verso, acelerando lentamente, es una anticipación del caos que está por venir:
¡Llamas y bombas y
Muerte en el oído!
La sirena anuncia
La cercanía de los aviones.
De los dormitorios bajan
Vacilantes mujeres en camisón
Hombres, a medio vestir,
Descienden apresurados con niños en los brazos.
En las veredas del cielo
Contra las Estrellas
Revolotean aves de la muerte
Alas que son planchas de acero
Embotando el cielo con su rugido
Se lanzan en picado un avión,
dos aviones,
tres aviones,
cinco aviones,
incluso más.
Ladran los cañones antiaéreos.
Los reflectores hieren
la oscura cara de la noche.
Los versos se leen como el registro de una crónica periodística que relata los sucesos en forma lírica. “Barcelona: ataque aéreo”, parece literalmente un titular, por lo que la representación que Hughes hace de la guerra tiene un valor documental y por lo tanto entra por los sentidos y como algo cercano al lector.
Vivimos en una época en la que el horror descrito por Hughes puede ser revivido en un contexto diferente, por ejemplo cuando las autoridades de Washington defienden el uso de aviones no tripulados en su “Guerra contra el Terror”. En contraste con la presencia bien visible de los aviones alemanes e italianos durante los bombardeos, un ensayo de lo que ocurriría después durante la Segunda Guerra Mundial, hoy en día permanecemos a una distancia segura de los escenarios donde se desarrolla la “Guerra contra el Terror”. Se realizan ataques en Pakistán, Yemen y Somalia, planteándose un dilema moral distinto para los observadores occidentales, porque parece que no haya testigos y pocos de los presentes son “inocentes”. Las bajas civiles son en términos generales ocultadas, en favor de de una aseveración que señala que la moderna tecnología hace una guerra limpia, de modo que sólo los culpables son las víctimas y por tanto se preserva la legalidad. Las administraciones locales y las agencias internacionales de información acallan las voces de los afectados por estos ataques quirúrgicos. Estos ataques son puestos en práctica con el consentimiento ( incluso la incitación) de los Gobiernos extranjeros, para promover la estabilidad regional e internacional, aunque eso suponga una mayor inestabilidad doméstica. Los líderes pagan un precio por permitir y animar estas acciones de los estadounidenses.
Como una guerra convencional, el argumento esgrimido por la Administración es que el uso de esos aparatos aéreos no tripulados para la vigilancia y ataque es conforme al Derecho Internacional. Recientemente, John O. Brennan, asesor jefe de contraterrorismo del Presidente Obama , defendió las campañas en las que se utilizaban estos aparatos para la lucha contra los sospechosos de terrorismo, diciendo que eran “legales, éticos y acertados”. Pero es precisamente su legalidad, la ética y lo acertado de su uso lo que está en duda. Al dirigirse contra individuos que no trabajan para el Estado, surgen las preguntas relativas a los Derechos Humanos y la legitimidad de las acciones. Se centran en criterios por lo cuales consideran a algunas personas como “terroristas”, “militantes” o “insurgentes”. Una caterva de altos funcionarios de los servicios de inteligencia actúan como jueces y jurados, decidiendo qué y quiénes suponen una amenaza local o global. En este proceso no se cumplen los estándares democráticos, no existe transparencia en cuanto a las acusaciones que se realizan, y no se rinden cuentas. No siempre sabemos qué crímenes pretendían cometer los sospechosos. En resumen, no hay una forma clara de evaluar la culpabilidad de las personas ni las consecuencias que se derivan para las familias y las comunidades que son víctimas de una guerra llevada a cabo por aviones no tripulados.
En consecuencia, se omiten los registros públicos de los civiles asesinados por los aviones no tripulados tipo Predator y Reaper 260 desde que el Presidente Obama asumió el cargo. Según la New American Foundation, han sido casi unos 300 ataques llevados a cabo en Pakistán desde 2004, con un número de muertes situado entre 1785 y 2771 personas, con una tasa de mortalidad entre los no militares del 17%. Con el uso cada vez mayor de los aviones no tripulados, varían mucho las estimaciones de personas inocentes muertas. En Yemen, donde se incrementan los ataques, unos 50 civiles han muerto en más de dos docenas de operaciones desde 2009. Las cifras varían según las fuentes, pero serían cientos de personas las que han sufrido daños colaterales hasta fecha, muchas de ellas son niños.
Hughes pintó las escenas de bombardeo indiscriminado en un lento crescendo que alcanza su culmen de la misma forma en la que llegan los bombardeos, generando el terrible frenesí de la guerra:
El grito salvaje de la sirena
Es un grito hueco
que resuena como ecos del infierno en una pesadilla.
¡Entonces caen las bombas!
No hay ningún otro ruido
Cuando caen las primeras bombas.
El resto de ruidos suenan sepulcrales
Cuando la sangre salpica en la pared
Y el torbellino del sonido
De la Estrella de Hierro de la Muerte
Desciende raudo hacia nosotros.
Ningún otro ruido se oye
Cuando la vida de un niño
Asciende como un pájaro en la noche.
El rápido ataque de los aviones
Lanza dardos sobre la ciudad,
Caen balas de acero
que cortan en tiras la seda
Estrellada del cielo:
Un bombardero derribado
cae en llamas azules y naranjas,
Y la noche se tiñe de rojo
Como la sangre, demasiada.
La última bomba cae.
Los bombardeos que se realizan hoy en día contra los “insurgentes” como medida para la estabilización regional o nacional plantea el problema adicional de la etiqueta que se les coloca. ¿Cómo podemos distinguir a un civil de un insurgente? También son objetivos las familias, los amigos y comunidades enteras. Los muertos también son los tíos, los padres, los hermanos, los hijos, las esposas, las madres. Estas acciones inflaman el espíritu antiestadounidense y el descontento. El asunto se complica aún más cuando son ciudadanos estadounidenses los que también se convierten en objetivos, como ocurrió con Anwar al-Awlaki y Samir Khan, ambos muertos en Yemen por ser sospechosos de pertenecer a Al Qaeda. Los críticos plantean que haya los debidos procesos y cargos contra los presuntos delincuentes.
Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos están tomando nota de estos sucesos. La ACLU, Human Rights Watch, Amnistía Internacional y otras agencias, están protestando por la utilización por parte de la Administración Obama de aviones no tripulados para realizar bombardeos. Recientemente, se celebró la Cumbre de los Drones en Washington D.C, por CODEPINK, Reprieve y el Centro de Derechos Constitucionales para plantear la legalidad y moralidad de un Estado que auspicia el bombardeo de personas y comunidades. Un conglomerado internacional, que incluye a personas procedentes de Pakistán, en el que se examinó el controvertido despliegue de drones ( aviones no tripulados) y las ramificaciones políticas y sociales que su uso conlleva.
Las evocaciones que Hughes hace de la guerra resultan más surrealistas al utilizar metáforas de la naturaleza para transmitir la destrucción causada por la tecnología. El poema termina con la devastación causada por los atacantes:
Los pájaros de la muerte giran hacia el este
Y se guarecen de nuevo en sus nidos
Dejando huevos de hierro
En las calles de España.
Con alas como cubos negros
Contra el lejano amanecer,
El hedor dejado a su paso
Todavía permanece cuando se han ido.
En lo que antaño fue un patio
Un niño llora solitario.
Traducción extraída de: http://palabrasdelaceiba.wordpress.com/tag/langston-hughes/
Uno no puede dejar de sentir tristeza ante las palabras de Hughes al leer los titulares que hablan de los ataques teledirigidos 75 años más tarde. La ampliación en el uso de los drones no sólo significa que se lancen mas “huevos de hierro”, sino que también aumenta la vigilancia sobre los ciudadanos estadounidenses bajo la excusa de la seguridad fronteriza. Pero más allá de esta vigilancia, se encuentra el coste humano que esta guerra inflige, sin ningún control o registro. Al querer instalar la Democracia en las zonas más conflictivas del mundo. Estados Unidos pierde credibilidad y se socava la soberanía en el exterior por recurrir a métodos antidemocráticos para eliminar a los enemigos. Estos acontecimientos deben llamar la atención de Norteamérica y se debe recoger de forma urgente información de lo que está ocurriendo sobre el terreno. Es nuestro derecho saber cuántas vidas han sido sesgadas y de qué manera estas acciones nos llevan hacia un mundo de mayor paz.
John A. Gronbeck-Tedesco es profesor adjunto en la Escuela Salameno de Estudios Americanos & y en el Colegio de Ramapo de Nueva Jersey. Lea otros artículos de John A..
http://dissidentvoice.org/2012/05/air-raid-waziristan/
Waziristán (pashto: وزیرستان urdu: وزیرستان) es una región montañosa del noroeste de Pakistán que linda con Afganistán. Tiene una superficie de 11.585 km². Comprende el área del oeste y suroeste de Peshawar entre los ríos Tochi al norte y Gomal al sur. (Wikipedia)
Langston Hughes
«Hughes ve en España moros utilizados como peones
por los fascistas»
The Afro American, 30 de octubre de 1937
Langston Hughes
Madrid
En un viaje por carretera a través de la campiña catalana, nuestro coche pasa por pueblos tan antiguos como los romanos, y hacia el Mediterráneo, brillante y azul como el cielo de la mañana. Al otro lado, Italia; al norte, Francia; y aquí, España. Las tierras latinas. Italia, fascista. Francia, demócrata. España, desgarrada entre el fascismo y la democracia.
¿A qué he venido a España? A escribir para la prensa de color. Yo sabía que España perteneció alguna vez a los moros, un pueblo de color que abarca desde el oscuro claro al blanco oscuro. Ahora los moros han regresado a España con los ejércitos fascistas como carne de cañón de Franco. Pero en el bando republicano hay mucha gente de color de diversos países dentro de las Brigadas Internacionales. Quiero escribir sobre ambos: los moros y la gente de color.
Yo iba sentado cómodamente en el asiento trasero del coche junto al excelente escritor de color Nicolás Guillén, que ha venido de Cuba enviado por la revista Mediodía, de la cual es editor. Nos dirigíamos al sur, hacia Valencia, desde Barcelona, la noche después de un ataque aéreo, contemplando campos de trigo, olivares y naranjales, así como ciudades que habían sido bombardeadas recientemente desde el aire o desde el mar. Y, a medida que contemplaba el trágico y bello paisaje, empecé a recordar las primeras etapas de mi viaje a España.
Llegué de California tras escribir una ópera con Grant Still. Navegué solo en el Aquitania desde Nueva York, pero una vez a bordo me encontré con algunos conocidos. Entre ellos estaba Mary Church-Terrell, de Washington, que viajaba a Londres para dictar una conferencia sobre «Los avances y problemas de las mujeres de color» en la Asamblea Internacional de la World Fellowship of Faith. Me presentó al obispo J. A. Hamlet y a su esposa, de Kansas City, quienes iban a Oxford para asistir a la conferencia mundial del Universal Christian Council, a la que, dijeron, asistirían otros clérigos de color, como el Dr. Mays de la Universidad de Howard, el Dr. King de Gammon, el obispo Ransom y el obispo Kyles.1
Muchos de Washington
Washington, sin duda, estaba bien representada a bordo. La señora de Lorenzo Turner se dirigía a Londres a reunirse con su esposo, el Dr. Turner del Departamento de Inglés de Fisk. La señora Marie B. Schanks, relacionada con el trabajo juvenil del Departamento de Policía del Distrito de Columbia, se iba de vacaciones a Inglaterra, Francia, Holanda y Bélgica con la señora Kathryn Cameron Brown, profesora de Ciencias en Washington, y la señora E. T. Fields de Chatanooga. La señorita Catherine Grigsby, también de la capital, se dirigía a un curso de verano en la Universidad de París.
Todos ellos formaban un amplio grupo representativo de la gente de color. Algunos de ellos viajaban en misiones culturales y cristianas, y otros con fines de estudio o de placer.
Además, otras cuatro personas nos dirigíamos a España: yo mismo, en calidad de escritor; dos muchachos en tercera clase que no informaron de su destino, pero a los cuales encontré más tarde en España —aviadores de una isla del Caribe—; y por último, C. G. Carter, antiguo alumno de la escuela de Medicina de la Universidad de Minnesota.
Este último era la única persona de color entre los miembros de la Novena Unidad Médica de la Agencia Médica Americana de Ayuda a la Democracia Española, que también viajaban en el Aquitania. Los doce miembros de la unidad, con sus elegantes uniformes, resultaron ser un grupo atractivo e interesante.
La Agencia Médica Americana ha enviado a España más de cien médicos y enfermeras, quinientas camas, gran cantidad de material sanitario y más de treinta ambulancias. No se han establecido diferencias de color en la selección de médicos, enfermeras y ayudantes, y al menos una enfermera de color, Salaria Kee, de Harlem, ha venido a España bajo su auspicio. También hay varios conductores de ambulancia que son de color.
Hasta el momento, me parece que no hay médicos de color en España, aunque la Agencia aceptaría gustosa la participación de doctores para trabajar con ellos, según me aseguró el médico encargado de la novena unidad.
Carter, que es natural de Ogden, Utah, llamó bastante la atención en el barco por su uniforme color caqui. Las enfermeras iban ataviadas con unas largas capas de color azul con capuchas. Carter me comentó que le parecía un magnífico grupo y que, a pesar de que una de las enfermeras era del Sur, había demostrado ser una persona espléndida y cordial.
Esta Novena Unidad Médica estaba a cargo del Dr. S. N. Franklin de Milwaukee y compuesta, además del Dr. Franklin, de un radiólogo, un técnico dental, seis enfermeras graduadas, dos conductores de ambulancias y un mecánico. Habían enviado ya cuatro ambulancias, dos camiones y un gran suministro de mantas, sábanas, instrumentos quirúrgicos y alimentos enlatados, así como lavadoras automáticas, secadoras y otros equipos para instalar una lavandería de hospital moderna.
En su unidad participaban dos católicos, así como protestantes y judíos. Iban a España para realizar trabajos humanitarios en el territorio del Gobierno y parecían estar encantados de tener entre ellos a una persona de color como colaboradora. Cuando vi a Carter unas semanas más tarde en España, me contó que había aprendido más en el poco tiempo que había estado en el extranjero que en sus treinta y tantos años en Estados Unidos.
«España es un país magnífico», dijo. «Yo espero que esta gente gane su guerra. Mussolini quiere apoderarse de España igual que hizo con Etiopía, pero tal como es esta gente, no creo que vaya a hacerlo. ¿Quién quiere ser esclavo de Mussolini?».
Aquella mañana soleada, mientras nuestro coche se apresuraba hacia el sur en dirección a Valencia, dejé de recordar el inicio de mi viaje para mirar por la ventanilla y comprendí de pronto, con toda claridad, que el pueblo español no quería ser esclavizado por nadie, nativo ni extranjero.
Saludos de los campesinos
Cuando pasábamos en el coche por los campos de labranza, los campesinos levantaban los puños cerrados con el saludo del Gobierno. En los muros rotos por los bombardeos fascistas había lemas recién pintados aclamando al Ejército Popular. En los pueblos, los hombres jóvenes se instruían, preparándose para ir al frente.
Los bellos paisajes españoles discurrían frente a nosotros mientras el coche circulaba por la carretera. Es la España que desde hace más de un año ha ocupado las portadas de los periódicos del mundo.
La España de las grandes reuniones a las que había asistido en mi país, con colectas de tres o cuatro mil dólares para alimentos y material médico, así como leche para los niños más pequeños.
La nueva España democrática, cuyas pancartas he visto en las calles principales de ciudades como Denver y Salt Lake City, a las que he ido a dar conferencias. ¡AYUDA PARA LA ESPAÑA REPUBLICANA! ¡LECHE PARA LOS NIÑOS DE LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA! La España para la que Josephine Baker había danzado en una fiesta benéfica en apoyo de los niños refugiados; y para la que Paul Robeson había cantado en Londres.
También una orquesta de color del Moulin Rouge de París había tocado a su regreso a Francia desde Madrid en honor del Segundo Congreso Internacional de Escritores al que han acudido el escritor franco africano René Maran, el poeta franco antillano Leon Damas y el poeta haitiano Jacques Roumain, además de Nicolás Guillén y de mí mismo, cinco escritores de color, cada uno de un lugar distinto del mundo.
En el último año, personas de color de muchos países han enviado hombres, dinero y solidaridad a España en su lucha contra los ejércitos que han violado Etiopía y que claramente no traen nada bueno a ningún pueblo pobre e indefenso. ¡No sólo los artistas y los escritores con nombres conocidos, los Paul Robesons o René Marans, de fama internacional, sino la gente de color normal, como los que conocí en el club cubano de Barcelona y como Carter, el conductor de ambulancias, o la enfermera del Harlem! Esta es la gente que está en España y sobre la que quiero escribir especialmente.
Interés por los moros
Naturalmente, también estoy interesado en los moros y en todo lo que pueda descubrir sobre ellos. Tal como suele suceder con las tropas de color al servicio de los imperialistas blancos, los moros han sido colocados en las primeras líneas de la ofensiva de Franco en España y se les mata como a moscas. Han sido traídos a miles desde el Marruecos español, donde los fascistas se adueñaron del poder en los primeros días del levantamiento.
En primer lugar, vinieron a España las unidades regulares de la caballería y la guardia mora, después los reclutas civiles obligados a ingresar en el ejército o engañados por promesas falsas de botines y salarios altos. Cuando llegaron a España, tal como ya han escrito reputados corresponsales de prensa, les pagaban con marcos alemanes sin valor alguno que les dijeron podrían gastar cuando volvieran a África.
Pero la mayoría de los moros no logró sobrevivir para regresar a África. Ahora, en el segundo año de guerra, ya no son las potentes huestes del ejército de Franco. ¡Muchos de ellos han acabado muertos!
¿Y qué hay de los prejuicios?
Lo que yo debía averiguar en España era el efecto —si acaso había alguno— que podía haber causado la llegada de tropas oscuras a Europa en el pueblo español respecto a sus sentimientos raciales. ¿Se habían creado prejuicios y odios en una tierra que no los había conocido hasta entonces? ¿Cuál había sido el trato hacia los prisioneros moros por parte de los republicanos? ¿Son segregados y maltratados? ¿Hay moros en la facción del Gobierno?
Mientras pensaba en estas cosas, nuestro coche disminuyó la velocidad y me di cuenta de que el tráfico se había hecho más denso. Se iban sumaban burros, camiones y carros tirados por bueyes formando largas hileras de nubes de polvo. Coches Ford y bueyes, ¡lo viejo y lo nuevo! Campesinos a lomos de mulas, soldados en enormes camiones americanos. A ambos lados había naranjales hasta donde alcanzaba la vista. Y a lo lejos las altas torres medievales se mezclaban con las estructuras modernas. Nos acercábamos a una ciudad, a una gran ciudad.
«Valencia», dijo el conductor. Valencia, el antiguo puerto marítimo del Mediterráneo y hoy sede del Gobierno español. Había estado allí hacía doce años cuando era marinero en la época en que había un rey en el trono de España. Ahora, es el pueblo el que está en el poder y prevalece la democracia, a pesar de que los ricos, los generales y los antiguos amigos del rey están tratando de aplastarla y han contratado a Franco para volver a poner cadenas al país.
En su ayuda llamaron a soldados profesionales, italianos, alemanes y moros, para castigar al Gobierno legítimamente elegido. Sólo cuatro regimientos del ejército regular permanecieron con el Gobierno, por lo que éste tuvo que formar su propio ejército, el Ejército Popular, constituido por campesinos y trabajadores.
Han llegado a España hombres de todo el planeta para ayudar al Ejército Popular a luchar contra el fascismo, antes de que obtenga mayores triunfos sobre el mundo. Todos ellos formaron las Brigadas Internacionales. En estas brigadas hay mucha gente de color. Para conocerles y estar cerca de ellos, he venido a España.
http://cvc.cervantes.es/actcult/corresponsales/cronicas/hughes_traduc.htm