Testimonio de Ross Caputi: fui unos de los atacantes de la ciudad de Faluya, Irak

Por Ross Caputi, 26 de diciembre de 2011

Ross Caputi (Fotografiado por Mac)

 Han pasado siete años desde el asedio y asalto a la ciudad iraquí de Faluya, que se saldó con la ruina de la ciudad, la muerte de miles de civiles, el desplazamiento de cientos de miles de personas, el envenenamiento de toda una generación, sufriendo la gente que vive allí diferentes tipos de cáncer y viendo nacer a sus hijos con defectos de nacimiento.

Han pasado siete años y las mentiras que justificaron el asalto y se siguen perpetuando las falsas creencias de lo que allí hicimos. Los veteranos de esta guerra todavía no entienden en contra de quién lucharon y por qué estaban luchando.

Eso lo sé porque yo soy uno de los veteranos de la guerra estadounidense. A los ojos de muchas personas se sigue creyendo que los combatientes de Faluya son seres deshumanizados y terroristas. Pero a diferencia de la mayoría de mis compañeros, entiendo que yo fui el agresor y que los combatientes de Faluya estaban defendiendo su ciudad.

También es el séptimo aniversario de la muerte de dos de mis amigos, Travis Desiato y Bradly Faircloth, que murieron durante el asedio. Sus muertes no fueron ni heroicas ni gloriosas. Sus muertes fueron trágicas, pero no injustas.

¿Cómo puede odiar a los resistentes de Faluya por matar a mis amigos cuando yo habría hecho lo mismo si estuviera en su lugar? ¿Cómo puedo culparlos cuando fuimos los agresores?

Podría haber muerto yo en lugar de Travis o Brad. Yo llevaba una radio a mis espaldas que señala los objetivos para el lanzamiento de bombas que mató a civiles y dejó Faluya en ruinas. Si yo fuera de Faluya ya habría matado a alguien como yo. No habría tenido otra opción. Habría matado a los invasores extranjeros.

Travis y Brad son tanto víctimas como agresores. Murieron y mataron a otras personas por una agenda política en la que no eran otra cosa que peones. Formaban parte del puño de hierro del Imperio y una pérdida prescindible a ojos de sus líderes.

No veo ninguna contradicción en el sentimiento de simpatía que algunos manifiestan antes los infantes de marina y soldados muertos y al mismo tiempo simpatía por los habitantes de Faluya que cayeron en el asalto. La contradicción estriba en creer que actuaron de liberadores, cuando en realidad estábamos oprimiendo las libertades y los deseos de los ciudadanos de Faluya. La contradicción estriba en creernos héroes, cuando la definición de héroe con tiene relación con nada de lo que hicimos en Faluya.

 

 Lo que hicimos en Faluya ya no se puede deshacer, y no creo que deba atacar a la gente de la unidad a la que pertenecí. Lo que quiero atacar son las mentiras y las falsas creencias. Quiero destruir los prejuicios que nos impiden ponernos en los zapatos del otro y preguntarnos que habríamos hecho si un ejército extranjero invadiese nuestra país y pusiera cerca a una ciudad.

Entiendo que la psicología hace que los agresores culpen a sus víctimas. Entiendo las justificaciones y los mecanismos de defensa. Entiendo de la necesidad emocional de odiar a aquél que mata a un ser querido. Sin embargo, para describir la psicología que mantiene esas falsas creencias no hay que ignorar la verdadera moral objetiva, de que ningún atacante puede culpar a las víctimas de defenderse.

Una moralidad distorsionada es la que se ha utilizado para justificar los ataques contra los nativos norteamericanos, contra los vietnamitas, contra los salvadoreños, contra los afganos. Es la misma historia una y otra vez. Estos pueblos se presentan como deshumanizados, como si no estuviesen legitimados para defenderse, y su resistencia se califica de terrorismo, y los soldados estadounidenses son enviados para matarlos.

La Historia sigue conservando estas mentiras, las normaliza, y las convierte en parte de nuestra cultura, y tanto es así que la legítima defensa contra una agresión no es comprendida por la mayoría, y el que duda es visto como anti-estadounidense, un anti-patriota.

La Historia también ha definido al veterano de guerra como héroe, y al hacerlo se define de forma automática como alguien que lucha contra el mal. Se han invertido los papeles entre agresor y defensor, convirtiendo en moral lo inmoral, y que es lo que en nuestras sociedades actuales se ha dado forma para entender las guerras.

No me puedo imaginar que sin dar un paso hacia la justicia se puedan acabar con las mentiras y se logre un poco de claridad sobre el asunto. No veo mayor problema que el de comprender a distinguir entre agresión y legítima defensa, y el apoyo que hay que dar a las luchas legítimas. No puedo odiar, culpar, a los resistentes de Faluya por luchar contra nosotros. Estoy sinceramente apenado por el papel que jugué en el segundo asedio de Faluya, y espero que algún día no sólo los habitantes de Faluya, sino todos los iraquíes, ganen esta guerra.

Publicado originalmente en Coalición Paremos la Guerra.

Ross Caputi era un infante de Marina de los Estados Unidos que participó en la masacre de 2004 en Faluya, Irak.

 

 

 http://dissidentvoice.org/2011/12/us-marine-i-was-the-aggressor-against-the-resistance-fighters-in-fallujah/#more-40593

 

 

 

 

 

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