La central nuclear burgalesa de Garoña chupa 25.000 litros por segundo del río Ebro para enfriar su reactor y luego los devuelve a la corriente ligeramente recalentados. Es el mismo sistema de tuberías que emplea Fukushima y que desbarató el tsunami, disparando el mayor accidente nuclear desde Chernóbil. Ayer se supo que el Ministerio de Medio Ambiente ve «riesgo» en ese sistema de Garoña, pero no por la posibilidad de que una ola gigante arrase el valle de Tobalina, sino por lo contrario: por la falta de agua.
La Confederación Hidrográfica del Ebro cree que con las tremendas necesidades de agua del actual sistema de refrigeración, Garoña «se enfrenta al riesgo de carecer de garantías ante épocas de sequía», según un nota informativa firmada el 1 de julio de 2009 y desvelada ayer por Greenpeace. La concesión de aguas a la central se remonta al 17 de septiembre de 1971. El documento recomienda «una modificación del actual sistema de refrigeración» y pone de ejemplo «la solución llevada a cabo en su día por la central nuclear de Ascó», en Tarragona, que construyó una torre de refrigeración en la década de 1990. La refrigeración, como ha demostrado el desastre de Fukushima, es clave para enfriar el núcleo del reactor y evitar una fusión, en el caso más extremo.
Nuclenor, la empresa propietaria de Garoña, asegura que nadie ha cuestionado jamás la refrigeración de la central. «Nunca hemos recibido un documento oficial pidiendo un cambio del sistema de refrigeración», critica Antonio Cornadó, portavoz de Nuclenor, dividida entre Endesa e Iberdrola.
Otras fuentes del sector atómico ven en esta nota «una maniobra para justificar el cierre de Garoña». La nota está fechada el 1 de julio de 2009, tres semanas después de que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) aconsejara prorrogar hasta 2019 el funcionamiento de la central. El Gobierno anunció el 2 de julio de 2009 la prórroga sólo por cuatro años más, hasta 2013, y no por diez años como pedían los dueños y respaldaba el CSN.
Otro documento, esta vez elaborado por la secretaría de Estado de Cambio Climático, alerta de que «el agua es un elemento crítico para la seguridad de la planta» y recuerda que Garoña «ya ha experimentado dificultades para garantizar el caudal y la temperatura del agua necesarios para refrigerar sin riesgos». El 25 de julio de 2006 el reactor burgalés tuvo que parar su producción de electricidad porque no podía asegurar la refrigeración.
Peligro «incrementado»
Tanto esta memoria de la secretaría de Estado como la nota de la Confederación se encuentran en poder de los magistrados de la Audiencia Nacional, donde Nuclenor re-currió la orden de cierre en 2013. Ambos papeles están fechados el 1 de julio de 2009, un día antes de la decisión del Gobierno sobre el cierre de Garoña. Greenpeace ha tenido acceso a ambos documentos porque se personó en el recurso, según explicó ayer en rueda de prensa el portavoz de su campaña antinuclear, Carlos Bravo.
La secretaría de Estado de Cambio Climático, dirigida por Teresa Ribera, llega a la conclusión de que con la legislación actual de gestión de los ríos, derivada de la Directiva Marco del Agua de la UE, el Gobierno «hubiera denegado o condicionado de modo mucho más severo» las condiciones con las que Garoña toma y devuelve agua al Ebro.
«Es probable que el número de episodios de riesgo se vea notablemente incrementado en los próximos años», asegura la memoria, que prevé recortes en el caudal del Ebro de hasta el 18% en el periodo 2011-2040 por el efecto del cambio climático.
La central burgalesa toma el agua para refrigerar del cercano embalse del Sobrón, cuyo volumen depende a su vez del embalse del Ebro en Reinosa (Cantabria). El mayor uso del agua en todo el valle del Ebro ha hecho que el embalse «sufra cada vez más los efectos de las sequías», según Medio Ambiente. Entre 1961 y 1985, el embalse se llenó a rebosar en 12 ocasiones. Desde entonces hasta 2009 sólo se ha llenado tres veces.
El Ministerio también explica que en el momento de otorgar la concesión a Garoña en 1971, la Confederación Hidrográfica ya señaló «la imposibilidad de garantizar ese caudal [25.000 litros por segundo] durante cien días al año». La central se comprometió a refrigerar mediante un circuito cerrado, «pero nunca se hizo, porque implicaba construir una costosa torre de refrigeración como en Ascó», apunta Bravo. Los 25.000 litros por segundo equivalen a 67 hectómetros cúbicos al mes. Medio Ambiente subraya que desde 1950 ha habido muchos años en los que la media de caudales en el mes de septiembre ha sido inferior a 60 hectómetros cúbicos o incluso a 50.
Greenpeace pide el cierre inmediato de la central. La ONG presentó ayer un informe sobre la temperatura del Ebro a la altura de Garoña elaborado por empresas homologadas por la Administración. El análisis muestra temperaturas de hasta 21 grados, cuando lo esperable sería menos de diez grados. Según Greenpeace, esta contaminación térmica se transmitiría incluso aguas arriba de la central.
Nuclenor rechazó ayer estas acusaciones. Según sus informes técnicos, elaborados por la consultora URS, «los incrementos de temperatura son muy bajos y carecen de significación ecológica». La Confederación Hidrográfica del Ebro no mide la temperatura del río cerca de Garoña porque considera que los realizados por Nuclenor son «suficientes».
Menos opacidad gracias al Supremo
1. Autorregulación vigilada
La denuncia de Greenpeace de que la central de Santa María de Garoña devuelve el agua al Ebro con una temperatura excesiva e ilegal ha puesto de manifiesto la falta de controles. Es la empresa que gestiona la central, Nuclenor, propiedad de Endesa e Iberdrola, la que encarga las mediciones a consultoras independientes. La Confederación Hidrográfica del Ebro no toma muestras por su cuenta, se fía de la central.
2. Secretismo
El temor del Ministerio de Medio Ambiente a los riesgos del sistema de refrigeración de Garoña se ha conocido gracias a la organización ecologista Greenpeace. La ONG ha tenido acceso al expediente completo para prorrogar Garoña más allá de 2013 gracias a que se personó en el recurso de Nuclenor contra el cierre en la Audiencia Nacional. La industria atómica, tradicionalmente escondida tras un muro de secretismo, se ha ido transparentando en España gracias a las denuncias en los tribunales de las ONG ecologistas. El Supremo obligó en 2004 al Consejo de Seguridad Nuclear a hacer públicas todas sus actas de inspección de las centrales atómicas españolas. Ahora se sabe incluso si una central ha notificado que un andamio está mal colocado.
3. Mentiras
Nuclenor niega haber falseado las mediciones de la temperatura del río Ebro a su paso por Garoña, como denunció ayer Greenpeace. La ONG recuerda que Tepco, gestora de Fukushima, falseó en unas 200 ocasiones sus informes durante 25 años.
http://www.publico.es/ciencias/369991/medio-ambiente-ve-riesgo-en-la-refrigeracion-de-garona