por Binoy Kampmark, 21 de junio de 2025

La farsa es una característica habitual de las relaciones internacionales. Puede ser llamativa y espeluznante, disfrazada de mil maneras. Puede adoptar un rostro absurdo que convierte al sujeto en cómico y carente de credibilidad. Ese sujeto es la Unión Europea, ese curioso colectivo de Estados nacionales improvisados y a veces erráticos que pretende tener una política exterior, insinúa tener una política de seguridad y anhela un enemigo coherente.
Con su ataque preventivo contra las instalaciones nucleares de Irán y gran parte de su infraestructura civil, Israel está siendo tratado como un asunto delicado. La condena de sus ataques como una violación del artículo 2(4) de la Carta de las Naciones Unidas, que prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza contra Estados independientes y soberanos, debería haber sido una formalidad. Lo mismo ocurre con la violación de los diversos protocolos relativos a la protección de la infraestructura civil y las instalaciones nucleares.
En lugar de castigar a Israel por cometer un crimen contra la paz, se reprendió a Irán por ejercer un derecho de represalia que surgió en el momento en que las armas israelíes comenzaron a atacar objetivos en todo el país el 12 de junio. Se había identificado a un villano, pero no era Israel.
Con esta valoración sesgada y absurda de la legítima defensa, en particular por parte de los europeos y los Estados Unidos, el presidente francés Emmanuel Macron solo pudo declarar débilmente que era «esencial poner fin urgentemente a estas operaciones militares, ya que suponen graves amenazas para la seguridad regional». El 18 de junio, encomendó a su ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Nöel Barrott, la tarea de poner en marcha una «iniciativa, con los socios europeos más cercanos, para proponer una […] solución negociada, destinada a poner fin al conflicto». La iniciativa, que comenzaría con conversaciones el 20 de junio en Ginebra, contaría con la participación de los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Alemania, junto con el propio Abbas Araghchi, de Irán, y funcionarios pertinentes de la Unión Europea.
No se han dado muchos detalles sobre esa reunión, aunque Macron se mostró confiado, tras mantener conversaciones telefónicas con el presidente iraní Masoud Pezeshkian, en que se encontraría una «vía» para «poner fin a la guerra y evitar peligros aún mayores». Para alcanzar ese objetivo, «aceleraremos las negociaciones lideradas por Francia y sus socios europeos con Irán».
Se ha informado de que los países del E3 (Francia, Alemania y el Reino Unido) consideraban que Israel se negaría a aceptar un alto el fuego en la situación actual, mientras que la reanudación de las negociaciones entre Teherán y Washington parecía poco probable. Teniendo en cuenta estos factores, la propuesta de Macron consistía en llevar a cabo un proceso paralelo de negociaciones que, una vez más, por fuerza de la costumbre, se centraría en la conducta de Irán y no en la agresión israelí. Irán tendría que someterse a inspecciones más intrusivas, no solo en relación con su programa nuclear, sino también con su arsenal de misiles balísticos, aunque se le permitiría a Teherán mantener cierta capacidad de enriquecimiento de uranio.
En resumen, estaba claro quién iba a llevar el sombrero de burro. Como reiteró Macron, Teherán nunca podría adquirir armas nucleares. «Corresponde a Irán ofrecer garantías plenas de que sus intenciones son pacíficas».
Un alto funcionario iraní, en declaraciones a Reuters bajo condición de anonimato, no se mostró muy impresionado. «Las discusiones y propuestas presentadas por los europeos en Ginebra eran poco realistas. Insistir en estas posiciones no acercará a Irán y Europa a un acuerdo». Tras dar un jarro de agua fría a las propuestas, el funcionario admitió, no obstante, que «Irán revisará las propuestas europeas en Teherán y presentará sus respuestas en la próxima reunión».
Las propuestas europeas eran más que poco realistas. No hacían nada para obligar a Israel a detener su campaña, lo que en la práctica obligaba a los iraníes a rendirse y volver a las negociaciones, incluso cuando su Estado se está desestabilizando. Mientras su estructura de mando y su establishment científico nuclear se enfrentan a la liquidación, y su infraestructura civil a la destrucción deliberada, ellos deben ser los estoicos del espectáculo, poniendo la otra mejilla.
Con ello, Israel puede operar al margen de los marcos normativos de no proliferación nuclear, siendo un Estado con armas nucleares no declaradas que además se niega a someterse a las inspecciones del Organismo Internacional de Energía Atómica.
La propuesta europea tampoco haría nada para detener lo que, en la práctica, son crímenes de guerra que se están cometiendo y planificando en tiempo real. Los Estados de la UE han restado importancia a los peligros asociados al ataque de Israel contra instalaciones nucleares, algo que no dudaron en hacer cuando Rusia se apoderó de la central de Zaporiyia, en Ucrania, en marzo de 2022. Durante la captura, la central fue bombardeada, mientras que el conflicto en curso sigue poniendo en peligro la seguridad de la instalación.
El Comité Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN) también ha llamado la atención sobre los riesgos críticos asociados a los ataques contra instalaciones nucleares. «El uso de la fuerza contra instalaciones nucleares», afirmó en un comunicado de prensa, «viola el derecho internacional y pone en riesgo la contaminación radiactiva con consecuencias a largo plazo para la salud humana y el medio ambiente». El director general del OIEA, Rafael Marino Grossi, ha señalado lo mismo. «La escalada militar», declaró Grossi el 16 de junio, «amenaza vidas, aumenta la posibilidad de una fuga radiactiva con graves consecuencias para las personas y el medio ambiente, y retrasa el trabajo indispensable para alcanzar una solución diplomática que garantice a largo plazo que Irán no adquiera armas nucleares».
La propia valoración del presidente estadounidense Donald Trump sobre la débil intervención de la UE fue interesada, pero acertada. «No, no han ayudado». A los iraníes no les importaban mucho los europeos. «Quieren hablar con nosotros. Europa no va a poder ayudar en este asunto». De hecho, el esfuerzo europeo, liderado de forma poco convincente por Macron, parece de lo más inútil.
Binoy Kampmark fue becario de la Commonwealth en el Selwyn College de Cambridge. Es profesor en la Universidad RMIT de Melbourne.
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