¿Qué dice la ciencia sobre el consumo de alcohol?

Por el Dr. Joseph Mercola, 14 de septiembre de 2023

globalresearch.ca

El consumo de alcohol, incluso a niveles bajos, puede afectar negativamente a la estructura cerebral, reduciendo el volumen total del cerebro y afectando a la integridad de la materia gris y blanca.
El etanol de las bebidas alcohólicas se convierte en acetaldehído, una sustancia tóxica que daña las células de forma indiscriminada, lo que provoca diversos problemas de salud, incluido un mayor riesgo de cáncer.
El alcohol altera la salud intestinal al eliminar las bacterias beneficiosas, lo que puede provocar el síndrome del intestino permeable y desencadenar respuestas inflamatorias que afectan al hígado y al cerebro.
El consumo regular de alcohol puede alterar el equilibrio hormonal, aumentando los niveles de estrógeno y el riesgo de cáncer, especialmente de mama.
Aunque los suplementos de N-acetilcisteína (NAC) pueden ayudar a mitigar algunos efectos nocivos del alcohol, la abstinencia total es la opción más segura para una salud óptima.

[…]
Aunque no recomiendo beber alcohol, históricamente los seres humanos lo han consumido durante miles de años, incluso con fines recreativos y medicinales. El primer caso de destilación de alcohol se remonta a China en el siglo I,1 mientras que el alcohol ha servido para diversos fines a lo largo de la historia:

1. Nutricional – Algunas culturas creían, y algunas todavía lo hacen, que el alcohol proporciona valiosas calorías, aunque en realidad son «calorías vacías.»

2. Medicinal – La capacidad del alcohol para matar bacterias lo hizo útil con fines médicos. Sin embargo, también destruye las bacterias intestinales beneficiosas, lo que puede provocar problemas como el síndrome del intestino permeable.

2. Recreativo – La razón principal del consumo de alcohol ha sido alterar el estado mental. Muchas personas buscan la sensación de embriaguez, a pesar de los efectos negativos posteriores, como la disminución de la felicidad, la motivación y el aumento del estrés.

¿Son malas para el cerebro las pequeñas cantidades de alcohol?

A menudo se sugiere que, aunque el consumo excesivo de alcohol es perjudicial, cantidades pequeñas o moderadas pueden aportar algunos beneficios. Sin embargo, las pruebas sugieren que el consumo de alcohol, incluso a niveles bajos, puede conllevar más riesgos que beneficios para la salud en general.
Según un estudio del Biobanco del Reino Unido en el que se examinaron los escáneres cerebrales de 36.678 adultos de mediana edad y mayores,2 incluso sólo una o dos bebidas alcohólicas al día se asocian a cambios negativos en la estructura cerebral, incluida la reducción del volumen total del cerebro y de la integridad de la materia gris y blanca.
El cerebro está formado por dos tipos principales de tejido: la materia gris y la materia blanca. La materia gris comprende los cuerpos celulares de las neuronas, que contienen el material genético de las células. La materia blanca, por su parte, está formada por axones, largas fibras que se extienden desde las neuronas. Estos axones están recubiertos de una sustancia grasa llamada mielina, que da a la sustancia blanca su aspecto característico.
Esta vaina de mielina permite una comunicación rápida entre las células nerviosas, facilitando una transferencia eficaz de la información por todo el cerebro.
El estudio demuestra que los efectos negativos sobre la estructura cerebral no se limitan a los bebedores empedernidos, sino que son observables incluso con niveles bajos de ingesta de alcohol. A medida que aumenta el consumo, también lo hace la gravedad de estos cambios estructurales. Esta investigación aporta pruebas convincentes de que puede no haber un nivel «seguro» de consumo de alcohol cuando se trata de la salud del cerebro.
Una revisión publicada en Frontiers in Neuroscience también abordó la compleja interacción entre el consumo de alcohol y la salud cerebral.

El alcohol se convierte en el tóxico acetaldehído

El etanol, el tipo de alcohol que contienen las bebidas, es hidrosoluble y liposoluble. Esto le permite pasar fácilmente a todas las células y tejidos del cuerpo. Cuando se ingiere, el etanol se convierte en acetaldehído, que es un conocido veneno que daña y mata indiscriminadamente las células. A continuación, el organismo convierte el acetaldehído en acetato, que puede utilizarse como combustible. Sin embargo, este proceso es metabólicamente costoso y no aporta ningún valor nutritivo real.
Cuando se consume alcohol, entra en el estómago y el hígado empieza a convertir el etanol en acetaldehído y luego en acetato. Algunos de estos subproductos llegan al cerebro atravesando la barrera hematoencefálica (BHE).
La barrera hematoencefálica es un mecanismo protector que impide que la mayoría de las sustancias entren en el cerebro. Sin embargo, el alcohol es una excepción debido a su propiedad única de ser hidrosoluble y liposoluble. Esta característica permite que el alcohol atraviese fácilmente la BHE y penetre en el tejido cerebral.
Una vez dentro, el alcohol interactúa y afecta al medio interno del cerebro, que está compuesto principalmente por dos tipos principales de células: las neuronas (células nerviosas) y las células gliales (que se encuentran entre las neuronas). La presencia de alcohol en el cerebro altera el funcionamiento normal de los circuitos neuronales, lo que provoca los diversos efectos asociados a la intoxicación.
Entre los efectos del alcohol se encuentra la supresión de la actividad en el córtex prefrontal, una zona del cerebro implicada en el control de los impulsos y la toma de decisiones. A medida que el alcohol suprime la actividad del córtex prefrontal, las personas se vuelven más impulsivas y menos inhibidas.

Sin embargo, lo que se sabe menos es que los cambios inducidos por el alcohol en los circuitos neuronales pueden persistir a largo plazo, aunque no se beba en exceso. Las pautas de consumo, como tomar una o dos copas por noche o beber sólo los fines de semana, por ejemplo, pueden provocar cambios en los circuitos cerebrales del comportamiento habitual e impulsivo. Estos cambios pueden continuar incluso cuando no se bebe, lo que puede hacer que las personas sean más impulsivas en su vida diaria.
Afortunadamente, estos cambios no son permanentes en la mayoría de los casos. Un periodo de abstinencia, normalmente de dos a seis meses, puede permitir que estos circuitos neuronales vuelvan a su estado normal. La excepción son los casos de consumo crónico e intenso de alcohol durante muchos años, en los que los cambios pueden ser más persistentes.
También es importante distinguir entre estar «borracho como una cuba» y desmayarse. Durante un desmayo, una persona puede seguir activa y consciente, pero su hipocampo -una región del cerebro crucial para la formación de la memoria- está temporalmente dañado. Esto provoca una incapacidad para formar nuevos recuerdos, lo que hace que al día siguiente no se recuerden los acontecimientos, a pesar de que la persona haya estado despierta y funcional durante ese tiempo.

El alcohol daña la salud intestinal

El alcohol afecta negativamente al microbioma intestinal y al eje intestino-hígado-cerebro, una red de comunicación bidireccional que une estos tres sistemas cruciales del organismo. Las propiedades antimicrobianas del alcohol, que lo hacen eficaz para la esterilización, también matan indiscriminadamente las bacterias intestinales beneficiosas.
Por ejemplo, el consumo de alcohol puede disminuir la Akkermansia muciniphila, una especie bacteriana beneficiosa que se encuentra de forma natural en el intestino humano.4 Esto, a su vez, se asocia con «la desregulación de la producción de metabolitos microbianos, la alteración de la permeabilidad intestinal, la inducción de la inflamación crónica y la producción de citoquinas».5
El metabolismo del alcohol en el hígado también desencadena una respuesta proinflamatoria, liberando citoquinas como la IL-6 y el factor de necrosis tumoral alfa. Esta reacción inflamatoria, combinada con la alteración de las bacterias intestinales, puede provocar un estado conocido como «intestino permeable». En este estado, las bacterias nocivas de los alimentos parcialmente digeridos pueden escapar del intestino y entrar en el torrente sanguíneo.
La presencia simultánea de bacterias buenas que mueren y bacterias malas que se infiltran crea un modelo de «dos golpes», en el que los efectos combinados son más graves que cada problema por separado. Estas alteraciones intestinales y hepáticas tienen consecuencias de largo alcance, explica Huberman, sobre todo en el cerebro.
A través de la señalización neuroinmune, las moléculas inflamatorias pueden atravesar la barrera hematoencefálica y alterar los circuitos neuronales que regulan el consumo de alcohol. Paradójicamente, esta alteración suele provocar un aumento del consumo de alcohol, creando un círculo vicioso de alteración del microbioma intestinal, inflamación hepática y alteración de la función cerebral.
Este proceso que se autoperpetúa explica por qué los bebedores habituales, incluso los que no consumen grandes cantidades, pueden verse atrapados en un patrón de aumento del consumo de alcohol y empeoramiento de la inflamación sistémica.6
Mientras tanto, las bacterias patógenas tolerantes al oxígeno segregan una forma muy virulenta de endotoxina, también conocida como lipopolisacáridos (LPS), que pueden causar inflamación si se translocan a través de la barrera intestinal comprometida a la circulación sistémica.
Incluso un episodio de borrachera provoca un aumento de los niveles de endotoxinas, «probablemente debido a la translocación de productos bacterianos intestinales y a la alteración de las respuestas inmunitarias innatas que pueden contribuir a los efectos nocivos del consumo excesivo de alcohol», escribieron los investigadores en PLOS One.7
Un estudio publicado en Scientific Reports también descubrió que los bebedores excesivos presentaban un aumento de los niveles de LPS,8 mientras que, entre los adultos dependientes del alcohol, evitar el alcohol durante 19 días provocó reducciones significativas de la permeabilidad intestinal.9

Incluso los bebedores moderados pueden correr riesgo de muerte prematura

Una revisión sistemática y un metaanálisis de 107 estudios de cohortes en los que participaron más de 4,8 millones de personas revelaron que beber menos de dos copas al día no se asocia a una reducción del riesgo de mortalidad por todas las causas.10 Además, beber más puede acortar significativamente la esperanza de vida.
El autor principal del estudio, Tim Stockwell, científico del Instituto Canadiense de Investigación sobre el Consumo de Sustancias, declaró al Daily Mail que beber unas dos copas a la semana a lo largo de la vida puede acortar la esperanza de vida entre tres y seis días. Beber siete copas a la semana puede acortar la esperanza de vida en 2,5 meses, mientras que consumir unas 35 copas a la semana puede reducir la esperanza de vida en unos dos años.11
Una de las razones de este efecto perjudicial podría ser la relación del alcohol con el cortisol. El consumo regular de alcohol, incluso a niveles moderados, puede provocar cambios en el eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal (HPA).
Esta alteración del eje HPA puede dar lugar a niveles basales de cortisol más elevados cuando no se bebe. En otras palabras, las personas que beben con regularidad pueden experimentar niveles elevados de cortisol, a menudo denominada la «hormona del estrés», incluso durante periodos en los que no consumen alcohol. Este aumento persistente del cortisol basal puede tener diversas repercusiones negativas en la salud y el bienestar generales.
Esto significa que los bebedores habituales pueden sentirse más estresados y ansiosos cuando no consumen alcohol. Además, aunque el cortisol desempeña un papel vital en la salud, puede provocar graves problemas de salud, como la degradación muscular, la inflamación y el deterioro de la función inmunitaria, cuando se eleva de forma crónica.

El alcohol aumenta los niveles de estrógeno y el riesgo de cáncer

El consumo de alcohol afecta a las hormonas, en particular al equilibrio entre testosterona y estrógeno. El alcohol tiende a aumentar la conversión de testosterona en estrógenos,12 lo que puede tener diversos efectos negativos tanto en hombres como en mujeres. Los estrógenos son uno de los principales factores que contribuyen a aumentar el riesgo de cáncer.
El alcohol también aumenta el riesgo de cáncer a través de la toxicidad del acetaldehído, que puede causar daños en el ADN, inflamación, intestino permeable y debilitamiento de la función inmunitaria. Beber alcohol también interrumpe el sueño, lo que significa que no estás teniendo una noche de sueño reparador cuando bebes. Además, la toxicidad del acetaldehído puede alterar la metilación del ADN y la expresión génica, lo que también aumenta el riesgo de cáncer.

Cómo mitigar algunos de los efectos nocivos del alcohol

No recomiendo beber alcohol, y la mejor forma de evitar sus efectos nocivos es simplemente no beberlo. Sin embargo, si tiene pensado tomar una bebida alcohólica, puede utilizar suplementos de N-acetilcisteína (NAC) como medida preventiva si los toma con antelación. La NAC es un derivado del aminoácido cisteína, que no sólo aumenta los niveles de glutatión, sino que también ayuda a mitigar la toxicidad del acetaldehído, causa principal de los síntomas de la resaca.
Tomar al menos 200 miligramos de NAC unos 30 minutos antes de beber puede ayudar a reducir los efectos tóxicos del alcohol. Se cree que la eficacia de la NAC aumenta cuando se combina con vitamina B1 (tiamina). Además, la vitamina B6 puede ayudar a aliviar los síntomas de la resaca.
Dado que el consumo de alcohol agota las vitaminas B, necesarias para la eliminación del alcohol del organismo, tomar un suplemento de vitamina B antes y después de beber puede ser beneficioso. Sin embargo, es crucial tener en cuenta que este enfoque no protege contra la intoxicación etílica u otros riesgos graves asociados al consumo excesivo de alcohol.
Por lo tanto, es esencial consumir alcohol de forma responsable y con moderación, independientemente de las medidas preventivas que se tomen. No obstante, para gozar de una salud óptima, considere la posibilidad de evitar el alcohol por completo y, en su lugar, explore métodos alternativos de reducción del estrés e interacción social que no impliquen beber.

Notas
1 YouTube, Andrew Huberman, What Alcohol Does to Your Body, Brain & Health 22 de agosto de 2022, 10:52
2 Nature Communications, Volumen 13, Número de artículo: 1175 (2022)
3 Front. Neurosci, 05 de julio de 2019
4, 5 Nutrición molecular e investigación alimentaria
6 YouTube, Andrew Huberman, What Alcohol Does to Your Body, Brain & Health 22 de agosto de 2022, 55:12
7 PLOS One 14 de mayo de 2014
8 Scientific Reports, volumen 7, número de artículo: 4462 (2017)
9 PNAS 6 de octubre de 2014
10 JAMA Network Open 31 de marzo de 2023
11 The Hill 9 de julio de 2024
12 Alcohol noviembre de 2000, volumen 22, número 3, páginas 123-127

—————