El Forest Stewardship Council (Consejo de Administración Forestal) fue concebido como un sistema internacional de certificación de la madera procedente de una explotación sostenible de los bosques. Pero los críticos dicen que ha tenido un impacto mínimo en evitar la deforestación tropical y que a veces ha servido para ocultar el tráfico ilegal de madera.
Por Richard Conniff, 20 de febrero de 2018
Cuando el Consejo de Administración Forestal (FSC por sus siglas en inglés) comenzó a funcionar en 1993, aquello pareció un triunfo para regular el mercado y una forma rigurosa de gestión y control. Los participantes en la Cumbre de la Tierra de Río de 1992 no habían logrado llegar a un acuerdo sobre la intervención de los gobiernos para controlar la desenfrenada deforestación de los bosques tropicales. En cambio, las organizaciones ecologistas, los movimientos sociales y la Industria se unieron para establecer un sistema voluntario para manejar las prácticas de la Industria de la madera y certificar aquella obtenida mediante prácticas sostenibles.
El Consejo de Administración Forestal estableció con prontitud unos estándares que parecieron atractivos para los movimientos ecologistas y sociales, preservando la conservación y la restauración de los bosques, los derechos de los indígenas y el bienestar económico y social de los trabajadores, entre otros criterios. Para la Industria, la certificación FSC prometía no sólo una buena forma de hacer negocios, sino también unos precios más altos para la madera que llevara la certificación FSC, un distintivo de respeto del medio ambiente.
25 años más tarde, surge la frustración, ya que dicen que no ha funcionado como se planeó en un principio, excepto quizás en los precios más altos que se han alcanzado: la madera de los bosques tropicales que lleva la etiqueta de certificación FSC obtiene unos precios entre un 15% y un 25% más altos. Pero los críticos de los medios ambientalistas y algunos investigadores dicen que el FSC ha tenido poco o ningún efecto en evitar la deforestación de los bosques tropicales. Además, una serie de recientes escándalos en la Industria maderera sugieren que la certificación FSC a veces ha servido simplemente como un lavado de imagen para el tráfico ilegal de madera.
– En un informe de 2014, Greenpeace, miembro del FSC, criticó a la organización por mantenerse al margen mientras que empresas madereras certificadas por el FSC asolaban la taiga rusa, particularmente el Bosque Dvinsky, a más de 700 millas al norte de Moscú. Greenpeace acusó a las empresas madereras de acabar con sumideros naturales de carbono, como recurso no renovable, y de deforestar “áreas que estaban programadas para su protección legal o supuestamente protegidas como parte de la certificación del FSC”.
– En 2015, la empresa estadounidense de parquet Lumber Liquidators se declaró culpable del contrabando ilegal de madera procedente del último hábitat del tigre siberiano en la zona Oriental de Rusia. Su principal proveedor de parquet de roble macizo era una empresa china llamada Xingjia, que poseía la certificación FSC en la “cadena de custodia”, lo que significa que tenía licencia para comercializar la madera certificad por el FSC. Según un investigador del caso, otra empresa china que comercializaba con los Estados Unidos se ofreció para poner una etiqueta FSC en los suelos de madera ilegal a cambio de un aumento del precio en un 10%.
– En Perú, los investigadores comprobaron que en 2016 más del 90% de la madera de dos recientes cargamentos procedentes de la Amazonia y con destino a México y los Estados Unidos, era de origen ilegal. En lo que se calificó como una “acción sin precedentes”, la Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos prohibió en octubre del año pasado toda actividad al principal exportador de esos cargamentos al mercado estadounidense. Esta empresa, Inversiones La Oroza, todavía se jacta en su sitio web de que “cumple con los principios y criterios del FSC” a pesar de que este organismo suspendió su certificación en 2017.
– En 2015, una investigación implicó a una empresa austriaca, certificada por el FSC, Holzindustrie Scheighofer, en la tala ilegal de árboles en Rumanía, incluso dentro de parques nacionales y otras áreas protegidas. Un panel de expertos recomendó al FSC que se desvinculara de Holzindustrie Schweighofer debido a la existencia de pruebas claras y convincentes de la actuación ilegal de este empresa. FSC optó en un principio por la suspensión temporal, pero la protesta de las organizaciones ecologistas hizo que se desvinculara finalmente de dicha empresa, pero el FSC ya está trabajando en una “hoja de ruta” para que Schweighofer vuelva a obtener la certificación.
Los casos de China, Perú y Rumanía fueron descubiertas gracias a la investigación de la Agencia de Investigación Ambiental, una ONG con sede en Washington. Todas ellas fueron investigaciones encubiertas. “No queríamos ir tras el FSC. El FSC seguía apareciendo en los mismos lugares donde se realizaban las talas ilegales”, dice David Gehl, coordinador de los programas de Eurasia de su ONG. Muchas empresas madereras obtienen por parte del FSC la certificación correspondiente para la tala de bosques, que luego utilizan esas certificaci0ones en sus negocios con la madera de otros bosques, con poco respeto para la sostenibilidad e incluso fuera de la legalidad.
Kim Carstensen, Director General de FSC International, con sede en Bonn, Alemania, dice que su organización ha actuado adecuadamente en esos casos. “Yo diría que, en general, nuestros sistemas de control son sólidos y en continuo desarrollo”, añade. “Nada es perfecto, y por supuesto que hay problemas con los certificados del FSC. Pero hay partes implicadas que nos ponen sobre aviso y nos hacen actuar en consecuencia. Realizamos constantemente acciones de corrección, y creo que se trata de un sistema riguroso”.
Simon Counsell, Director ejecutivo de Rainforest Foundation UK y uno de los primeros en defender la idea de la certificación forestal, argumenta que más bien lo opuesto es cierto. Su desengaño con la actuación del FSC lo llevó a cofundar el sitio FSC-Watch.com, “donde se pueden consultar muchos ejemplos a lo largo de la vida del FSC, y todos los tipos de bosques y plantaciones gestionados por esta organización, que sugieren que todavía hay muchos problemas sistémicos y serios en el FSC. Uno de ellos es que la secretaría del FSC no puede, y posiblemente no quiera, controlar a los organismos certificadores que son responsables de emitir certificaciones en nombre del FSC”.
Estas agencias certificadoras a menudo muestran una absoluta falta de experiencia en la visitas que realizan durante las operaciones de tala, dice Counsell, junto con “la minimización sistemática de los problemas y una atención inadecuada del fraude y la información errónea”. Esta tolerancia puede venir de los pagos directos de las empresas a las que deben auditar. Las empresas de certificación “emiten certificados incluso a empresas que violan de manera flagrante la ley, sin ninguna repercusión importante por parte del FSC”, dice. Carstensen responde que el FSC toma las decisiones en base a las auditorías independientes de sus empresas de certificación, y la forma de realizar el pago no es muy diferente del de una corporación que paga a una empresa contable para que audite sus cuentas.
La cuestión del dinero es algo que también perjudica al FSC, según sus críticos. La estructura de toma de decisiones de la organización consiste en grupos que tratan las cuestiones ambientales, sociales y económicas (o industriales), cada uno con el mismo valor en la votación. Sin embargo, muchos temas se dilatan en el tiempo, lo que puede llevar años hasta alcanzar un consenso. Y la realidad, dice Counsell, es que los grupos ecologistas y sociales generalmente no pueden igualarse en recursos y tiempo a las empresas madereras con intereses financieros en juego. Carstensen dice que los grupos ecologistas y sociales se mantienen firmes, en parte, gracias a su capacidad para llamar la atención de los medios sobre el mal comportamiento de aquellas empresas.
Cuando finalmente se presenta una moción en las asambleas generales del FSC, que se celebran cada tres años, cada grupo tiene el derecho a veto, es decir, el poder de bloquear cualquier iniciativa que vaya en contra de sus intereses. Pero en la asamblea general de 2017, “el grupo de los temas económicos votó en bloque en contra para bloquear todas las mociones”, dijo Grant Rosomon de Greenpeace, lo que se conoció como “el mar rojo” de los votantes de la Industria con sus tarjetas con un “no” al unísono. “Es algo preocupante, sobre todo cuando los asuntos de mayor prioridad para los grupos sociales y ambientales fueron rechazados con los votos en contra sin una explicación, justificación o participación previa en el proceso de preparación de la moción entre los grupos”. Lo llamó un punto de inflexión en la forma de actuar del FSC.
La Industria también está ganando influencia sobre el FSC debido a la competencia de las organizaciones rivales de certificación forestal, especialmente el Programa para la Aprobación de la Certificación Forestal (PEFC). David Gehl, de la Agencia de Investigación Ambiental, dice del PEFC que es “básicamente la certificación de la Industria para la Industria”, menos los grupos ecologistas y sociales. Los compradores a menudo tienen problemas para distinguir lo que Greenpeace llama “certificación forestal falsa” de las válidas. El resultado es que es más difícil para FSC imponer estándares rigurosos a las empresas madereras. Pero el peligro es que unos estándares más laxos también podrían convertir al FSC en un organismo que extienda “falsas certificaciones”.
David Gehl, de la Agencia de Investigación Ambiental, dice del PEFC que es “básicamente la certificación de la Industria para la Industria”… Los compradores a menudo tienen problemas para distinguir lo que Greenpeace llama “certificación forestal falsa” de la válida.
El dinero también provoca un sesgo contra la certificación efectiva de otra importante manera. Aunque el propósito principal del FSC es frenar la deforestación de los bosques tropicales, en buena medida ha estado ausente de estos lugares. Casi el 85% de las aproximadamente 200 millones de hectáreas de bosques que ha certificado se encuentran en América del Norte y en Europa. “Es como si alguien se preparara para embarcarse hacia los trópicos y en su lugar tomara rumbo hacia el norte”.
El cambio de dirección no ha sido deliberado. Obtener la certificación puede ser algo costoso, debido a la necesidad de dejar un 10% del bosque para su conservación, y el coste que también supone la mano de obra y de tala. Las empresas madereras de los países desarrollados están generalmente mejor situadas que las empresas de los trópicos para hacer frente a esos cambios, o ya han realizado esos cambios para cumplir con las leyes locales. El resultado, dice Counsell, es que el FSC “esencialmente recompensa la silvicultura que ya funciona bien porque ya hay un régimen regulador forestal. No ocurre lo mismo en los países tropicales, en el sur, donde no hay un buen régimen forestal, lo que indica que, como medida voluntaria, no es adecuado cambiar las prácticas. Y eso, por supuesto, es motivo de preocupación”.
Un metaanálisis de estudios científicos realizado en 2016 encontró que la certificación FSC en los trópicos ha reducido la degradación ambiental y mejorado las condiciones laborales y ambientales en los bosques afectados, lo cual no es un pequeño logro. Pero otros estudios rigurosos que han analizado la deforestación general, indican que el FSC ha tenido poco impacto o ninguno. Puede ser otra cuestión de dinero, dice Allen Blackman, economista de Resources for the Future y autor principal de un estudio de 2015 sobre la certificación FSC en México. Las operaciones de tala a pequeña escala y de bajo rendimiento son comunes en los trópicos, y probablemente son talas que no se certificarán. El FSC también puede haber tenido poco efecto sobre la deforestación, por la simple razón de que “gran parte de la deforestación en los países en desarrollo no está relacionada con operaciones forestales”, dice Blackman. En cambio, el factor determinante es el cambio ilegal del uso de la tierra, lo que significa la conversión de los bosques naturales en plantaciones de aceite de palma, para la agricultura industrial y la ganadería. La aparente ineficacia de la certificación, dice Blackman y coautores, debería “hacer pensar a los políticos” y que pensasen en la certificación como herramienta para evitar la deforestación.
Junto a las flagrantes evidencias de ilegalidad por parte de las empresas certificadas por el FSC, también debería producirse una reflexión por parte de los consumidores que han puesto su fe en la etiqueta FSC. También debería reflexionar la Industria de productos de la madera, que se ha beneficiado hasta ahora haciendo la vista gorda sobre esas ilegalidades. Tarde o temprano, la Industria tendrá que hacer frente a la dolorosa realidad de que necesita un esquema de certificación forestal mucho más riguroso, junto con la regulación gubernamental, por ejemplo, para detener esas conversiones de tierra, si quiere que haya bosques disponibles para seguir comerciando con la madera.
Richard Conniff es un reconocido escrito que ha obtenido el premio National Magazine, cuyos artículos han aparecido en The New York Times, Smithsonian, National Geographic y otras publicaciones. Su último libro es “La casa de los mundos perdidos: dinosaurios, dinastías y la historia de la vida en la tierra”.
Artículos relacionados:
Polonia ha talado de forma ilegal uno de los últimos bosques vírgenes de Europa
————————————