Tras el gatillo molecular que roba un año de vida al ADN de las personas pobres
Hablamos con dos de las investigadoras que buscan el vínculo entre la adversidad social y envejecimiento acelerado.
Por Raúl F. Millares, 26 de enero de 2018
Se sabe desde hace años que la clase social está asociada a la esperanza de vida: a menor estatus socioeconómico, menos años de vida. Y sabemos también que algunos problemas de salud relacionados con la edad aparecen antes en personas de clases sociales más depauperadas. Pertenecer a una clase social excluida es tan perjudicial que, cuando un enorme equipo científico analizó los datos de 1,7 millones de personas, encontraron que ese factor –la precariedad social–, aislado de otros hábitos y condicionantes, predecía la muerte prematura —dos años menos de vida— con la misma puntería que el tabaquismo, el sedentarismo, la obesidad, el alcoholismo o la hipertensión.
Una explicación recurrente es que las personas pobres tienen peores hábitos de salud por diversas influencias sociales o culturales externas —ya hemos hablado de esto—. Sin embargo, parece que los condicionantes ambientales no bastan para explicar todo el efecto del estatus socioeconómico en la salud y algunos equipos académicos buscan el mecanismo biológico que explique cómo y por qué las personas pobres muestran antes de tiempo los achaques de la edad. Este es el objeto de estudio del proyecto europeo Lifepath. El Salto ha hablado con dos de las científicas que participan en el programa: Silvia Polidoro, bióloga molecular del Instituto Italiano de Medicina Genómica, y Michelle Kelly-Irving, epidemióloga en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia.
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