Por Steven M. Druker, 3 de septiembre de 2017
Terry Simpson, un médico con amplios conocimientos en los alimentos modificados genéticamente, ha escrito lo que pretende ser una revisión de mi libro, intentando desacreditarlo, y su crítica está siendo muy difundida por los defensores de la Biotecnología como prueba de que no es sólido. Pero al tratar de desacreditar mi libro, lo único que consigue es desacreditarse a sí mismo. Sus afirmaciones sobre el libro son inexactas, y en varios casos, tan absurdas, que revela que lo debió de leer de una forma muy a la ligera, o que bien deliberadamente tergiversó muchas de las cosas que leyó. En cualquier caso, su supuesta revisión es falsa, y ha empañado injustamente la imagen del libro a los ojos de muchas personas.
Por otro lado, lejos de demostrar las debilidades de mi libro, las inexactitudes e incoherencias, las acusaciones de Simpson atestiguan su solidez, porque si realmente estuviera lleno de falacias, podría haberlo hecho sin recurrir al engaño. Por lo tanto, ha reforzado involuntariamente uno de los temas principales del libro: que los defensores de los alimentos transgénicos han sido incapaces de defenderlos sin emplear tergiversaciones de manera sistemática.
Los siguientes párrafos exponen las falsedades de sus principales alegaciones.
Afirmaciones infundadas sobre las debilidades del libro
Simpson proclama que el libro está «lleno de falacias lógicas» y «errores de hecho». Pero a pesar de su atrevida afirmación, no demuestra ningún caso específico de falacias o falsedades y, como se verá, los únicos errores que expone son los suyos.
Además, esta proclamación en sí misma suscita dudas razonables de que haya leído a fondo el libro, que sin embargo varios expertos competentes han elogiado. Por ejemplo, David Schubert, profesor y director de laboratorio del prestigioso Instituto de Estudios Biológicos Salk, ha ensalzado el libro como «incisivo, perspicaz y verdaderamente sobresaliente» y como «bien razonado y científicamente sólido» Joe Cummins, profesor emérito de genética en la Universidad de Western Ontario, lo ha llamado «un hito» que «debe ser leído obligatoriamente en todos los cursos universitarios de Biología«. Belinda Martineau, una bióloga molecular que co-desarrolló el primer alimento comercializado mediante Ingeniería Genética, lo ha descrito como «completo, lógico y estimulante para el pensamiento» y declaró que “lo recomienda encarecidamente”. John Ikerd, profesor emérito de Economía Agrícola y Aplicada de la Universidad de Missouri, lo ha calificado como un «gran libro» y ha declarado: «Las evidencias son exhaustivas e irrefutables; el razonamiento es claro y convincente» y Philip Regal, profesor emérito de biología en la Universidad de Minnesota, lo ha elogiado como «excepcionalmente bien documentado y bien escrito» y ha declarado: «Estoy muy impresionado». El análisis posterior de sus alegaciones específicas confirma que lo ha hecho sin considerar muchas secciones importantes, o al caracterizar erróneamente su contenido.
Una flagrante tergiversación de la investigación de Pusztai sobre las patatas transgénicas y mis alegaciones al respecto
Simpson tiene la tendencia a ignorar las pruebas que presenta el libro mientras recicla argumentos que ya han sido refutados, y esta propensión es evidente en su crítica de mi análisis de la investigación sobre las patatas transgénicas realizada en el Instituto Rowettt del Reino Unido bajo la dirección del renombrado experto en seguridad alimentaria Arpad Pusztai. Debido a que esta investigación no sólo detectó un daño significativo a las ratas que se alimentaban con las patatas transgénicas, sino que indicó el daño derivado de algún aspecto básico del propio proceso de transgénesis (sin relación con las características específicas de la proteína extraña que se generó intencionalmente), los defensores de la Biotecnología se han esforzado por desacreditarlo. Mi libro aborda sus principales argumentos y los refuta con hechos sólidos. Sin embargo, aunque Simpson me reprende por haber tratado la investigación de Pusztai con respeto, no reconoce los detalles de mis refutaciones de los críticos de Pusztai, ni intenta refutarlos. En vez de eso, me brinda algunas de las afirmaciones que he desacreditado como si nunca las hubiera escrito.
Por ejemplo, afirma:»Pusztai no utilizó un grupo de control apropiado en su experimento. La patata de control que usó tuvo una trayectoria diferente a la de las patatas transgénicas”. … … Continúa diciendo que Pusztai «no entendía» que como las patatas transgénicas pasaron por un proceso de cultivo tisular que implicaba «una fase de callo» mientras que los controles no lo hicieron, proceso que implica «cambios pronunciados en la estructura y la expresión de los genes«, de modo que cualquier diferencia entre los dos grupos era «probable» que resultara en esa diferencia crucial en su trayectoria.
Pero esta acusación es totalmente falsa. Además, debería haberse dado cuenta de su falsedad, porque ya había sido empleada previamente por otro científico que defiende ardientemente los alimentos transgénicos (Nina Fedoroff) en un intento de desacreditar a Pusztai, y yo lo había refutado completamente. Aquí está el pasaje clave de mi refutación:
«En realidad, Pusztai era muy consciente de que la obtención de plantas mediante la formación de una masa amorfa de células conocida como callo tiende a inducir alteraciones sustanciales, diseñó el experimento para evitarlo. Esa es una de las razones por las que eligió las patatas, porque pueden propagarse naturalmente de manera asexual y no requieren de la forma extrema de cultivo tisular inducida por callos que normalmente debe emplearse para regenerar una planta entera a partir de una sola célula. Por lo tanto, a diferencia de la mayoría de las plantas modificadas genéticamente, las patatas que desarrolló no habían pasado por este proceso. Además, había tomado medidas adicionales para minimizar cualquier diferencia que pudiera haber surgido durante el cultivo. Por lo tanto, las preocupantes diferencias entre sus patatas transgénicas y las de control se debieron probablemente a algún aspecto de la Bioingeniería que no fuera el cultivo de tejidos. Además, incluso si fueran atribuibles al cultivo de tejidos, eso no justificaría el proceso de Ingeniería Genética, porque el cultivo de tejidos es uno de sus componentes esenciales (pp. 293-294). Por lo tanto, el hecho de que Simpson se basara en ese argumento ya refutado implica que no se había molestado en leer mi análisis completo de la investigación de Pusztai y erróneamente creyó que podía denigrarlo basándose en la afirmación aparentemente autorizada de Fedoroff. De lo contrario, engañaría deliberadamente a sus lectores afirmando falsamente que Pusztai era ingenuo sobre los efectos del cultivo de tejidos y no había tomado medidas para minimizarlos y dando la impresión de que yo no había abordado este tema».
El resto de lo que Simpson ha escrito sobre la investigación de Pusztai también está en gran parte en desacuerdo con los hechos. En su exposición dice que después de que Pusztai anunciara los resultados de su investigación en un programa de televisión, su estudio fue publicado en una revista (The Lancet) a través de un proceso tan cuestionable que provocó una revisión por parte de la Royal Society que determinó que el estudio era «inútil». Sin embargo, las cosas no sucedieron así.
En realidad, y según lo relatado en mi libro, la revisión de la Royal Society tuvo lugar sustancialmente antes de la publicación del estudio en The Lancet, y fue muy irregular y con muchos defectos, hasta el punto de que los revisores ni siquiera observaron el paquete completo de datos. Además, ninguno de los revisores poseía la experiencia necesaria para revisar un estudio de alimentación nutricional, y varios de sus comentarios revelan su falta de los conocimientos necesarios. Por ejemplo, como revela mi libro:«Uno de los revisores afirmó que había muy pocas ratas en cada grupo para obtener resultados fiables, ignorando que el número era suficiente, que Pusztai había realizado previamente más de 40 estudios nutricionales en los que se empleaba este número, y que todos esos estudios se publicaron en revistas respetadas que habían satisfecho a los revisores debidamente cualificados» (pág. 289). Mi libro también señala que, como Pusztai señaló, no sólo otro crítico demostró gran ignorancia sobre la investigación nutricional en general, sino que lamentablemente ignoró los detalles del estudio de Pusztai porque cada hecho que mencionaba en sus comentarios era errado.
Tan irresponsable fue el comportamiento de la Royal Society que el editor de The Lancet (una prestigiosa revista) lo denominó «un gesto de impertinencia impresionante» y, además, lo tildó de «decisión imprudente» contrario «a los principios establecidos del proceso«. Además, en contraste con el desastroso proceso de la Royal Society, la posterior revisión de la investigación realizada por The Lancet analizó un conjunto más completo de datos que el realizado por el panel de la Sociedad, no violando las normas científicas y consideró que el estudio merecía ser publicado.
Por lo tanto, en su esfuerzo por proteger la imagen de los alimentos transgénicos, y dañar la imagen de mi libro, Simpson presenta una imagen distorsionada, y es tal que llega a decir que la revisión de The Lancet es tan defectuosa que la Royal Society debe intervenir y restaurar las normas científicas apropiadas cuando, en realidad, la revisión de la Royal Society no sólo fue la primera, sino que dañó las normas, y no se produjo una revisión legítima hasta que The Lancet llevó a cabo una. Para ahondar en la distorsión, Simpson hace varias afirmaciones más que (basadas en las evidencias de mi libro) él también debería haber sabido que son falsas, como la afirmación de que «muy pocos animales fueron usados para obtener algún resultado estadístico significativo«.
El desprecio de Simpson por lo que he escrito se hace también evidente en su afirmación de que ignoré el hecho de que la investigación de Pusztai no ha sido posible reproducirla. Sin embargo, no sólo he explicado claramente este hecho, sino que he señalado que la investigación no podía reproducirse porque, después de que se revelaran los preocupantes resultados, el Gobierno británico destruyó todas las patatas transgénicas producidas para el estudio. Eso excluyó cualquier intento válido de reproducir esos resultados, porque cada inserción de ADN recombinante es un evento único que afecta de manera distinta según la ubicación dentro del genoma e induce un conjunto singular de perturbaciones locales y generalizadas, lo que implica que a menos que uno tenga patatas de las mismas líneas genéticamente modificadas que Pusztai utilizó, uno no puede replicar apropiadamente su experimento.
Obviamente, la única manera legítima para Simpson de haber desacreditado mi análisis de la investigación de Pusztai habría sido refutando mis argumentaciones, que se han vuelto en su contra, no simplemente reemplazando algunos de esos argumentos como si nunca los hubiera confrontado. Y el hecho de que fuera empujado a hacerlo indica la debilidad de su posición.
Tratando de manera capciosa el desastre tóxico del triptófano
Simpson tampoco afronta los hechos más relevantes del desastre causado por el primer producto de consumo de la Ingeniería Genética, y vuelve a tergiversar lo que escribí. Esa catástrofe fue una epidemia provocada por una enfermedad inusual (llamada EMS) relacionada con un suplemento del aminoácido esencial L-triptófano que se había producido con bacterias modificadas genéticamente. La epidemia estalló en 1989, y antes de que se controlara, provocó la muerte a docenas de estadounidenses y afectó gravemente a la salud de entre cinco a diez mil personas.
El capítulo 3 cuenta la historia de este trágico incidente, y su principal objetivo es documentar cómo los hechos han sido sistemáticamente manipulados y distorsionados por los defensores de la Biotecnología para crear la ilusión de que la Ingeniería Genética no fue la causante de la epidemia cuando, en realidad, podría haber sido así. En consecuencia, el capítulo se titula: «Un desastre inexistente: cómo los hechos sobre una epidemia mortal causada por un alimento transgénico han sido ocultados«.
Sin embargo, por lo que escribe Simpson, no tendríamos ni idea de esto, y aunque el capítulo presenta pruebas exhaustivas e irrefutables que demuestran que los hechos han sido sistemáticamente tergiversados hasta el punto de que la mayoría de los periodistas, profesionales de la salud e incluso la mayoría de los biólogos se han confundido profundamente, nunca se reconoce un solo ejemplo de tal manipulación. En su lugar, alega (utilizando una pobre gramática):»Druker’s [sic] teoriza que la causa del EMS proviene de un metabolito desconocido de esta bacteria manipulada» y argumenta que la ingestión «excesiva» de L-triptófano en sí misma causó la epidemia, sin intervención de la Ingeniería Genética”.
Estas acusaciones son falsas.
Primero, no declaro de manera inequívoca que un «metabolito desconocido» fuese la causa del EMS, ni propongo mi propia teoría alternativa. Más bien, explico cómo, en opinión de varios expertos, el proceso de Ingeniería Genética pudo haber causado la enfermedad al inducir la producción de un metabolito tóxico involuntario. Entre estos expertos se encuentran un profesor de Stanford que es una autoridad destacada en síntesis de L-triptófano (y galardonado con una Medalla Nacional de Ciencia) y un científico que ocupó la plaza de profesor de Bioquímica y Farmacología en la prestigiosa Clínica Mayo y dirigió un equipo de investigación que estudió a fondo los diversos hechos relacionados con la epidemia de SME.
En segundo lugar, la especulación de Simpson sobre cómo el consumo excesivo de L-triptófano (LT) podría haber provocado la aparición de EMS en algunos casos, no establece que en realidad fuese la causa de esa epidemia particular de EMS, ni prueba que la Ingeniería Genética no fuera la causa. De hecho, mi capítulo cita a acreditados expertos que, basándose en un análisis detallado de las pruebas, han afirmado que la epidemia no fue causada por el LT en sí mismo, sino claramente causada por un contaminante (o contaminantes) tóxico. Entre estos expertos se encuentran un epidemiólogo del Centro para el Control de Enfermedades y un médico que colaboró con el Dr. Naylor, que también fue profesor en la Clínica Mayo. Como señalé, los expertos hicieron hincapié en que si el LT mismo hubiera causado la epidemia, los suplementos de LT de todos los fabricantes habrían sido nocivos, mientras que sólo los del fabricante que usó bacterias transgénicas se asociaron con la epidemia.
Además, el capítulo cita un informe del coordinador de biotecnología de la Food and Drug Administration de los Estados Unidos (FDA) que afirma que el proceso de Ingeniería Genética no puede descartarse como causa.
Sin embargo, Simpson no menciona ninguna de estas informaciones y trata de describirme como un extravagante atípico que hace circular sus extrañas teorías.
Con ese fin, también afirma (1) que yo «no puedo creer» que el L-triptófano sea dañino en grandes dosis y (2) que yo he afirmado tal cosa. Estas afirmaciones no sólo carecen de fundamento, sino que son contradictorias. En realidad, reconozco que la LT puede ser dañina a niveles anormales, mi capítulo dice que lo es (por ejemplo, en la p. 70), y nunca he dicho lo contrario.
Por último, y lo que es más notable, Simpson o bien olvida, o bien oculta a propósito, una de las partes más cruciales del capítulo: una sección cercana al final que introduce nuevas pruebas que refuerzan sustancialmente el argumento a favor del papel causal de la Ingeniería Genética. Esta evidencia fue proporcionada por la investigación en la Clínica Mayo para determinar la estructura química del único contaminante dentro del L-triptófano derivado de modificación genética que fue asociado con la epidemia de SME en un nivel estadísticamente significativo. Y los líderes del equipo de investigación, los Dres. Stephen Naylor y Gerald Gleich, me dieron permiso para que fuese el primero en informar sobre él como obra inédita.
Según el Dr. Naylor, estos nuevos datos revelan que (1) el contaminante es un metabolito novedoso del L-triptófano, (2) es soluble en grasa, en contraste con otros contaminantes que no están tan estrechamente asociados con la epidemia, lo que lo hace más susceptible de haber inducido ese desastre, y (3) existe una alta probabilidad de que se haya generado como resultado del proceso de ingeniería genética y la sobreproducción derivada. Claramente, cualquier revisor que realmente se esforzase en hacer una evaluación justa del capítulo habría observado mi análisis de esta nueva evidencia crucial. Pero Simpson no dice nada al respecto, lo que implica que no lo leyó, además, por dos razones adicionales.
En primer lugar, cuando se refiere a la hipótesis de que un metabolito del proceso de modificación genética causó el EMS utiliza los términos «metabolito desconocido» y «metabolito misterioso». Pero el metabolito en particular que discuto es conocido, y su estructura química ha sido identificada en gran medida. Así que de haber algún misterio, el misterio es cómo Simpson no lo supo.
En segundo lugar, Simpson comienza su pretendida revisión con la afirmación de que mi libro «no aportó nada nuevo», lo que cierra el caso definitivamente. Después de todo, no podría haber conocido los resultados de esa investigación de la Clínica Mayo antes de la publicación de mi libro, así que el hecho de que declare que no contiene nada nuevo prueba que no leyó la sección que describe esos resultados, quedando así desconocedor de algunas de las pruebas más importantes sobre los riesgos de los transgénicos que han aparecido en los últimos 30 años.
La injusta crítica de Simpson de mi capítulo sobre la epidemia de EMS viene a confirmase considerando que Stephen Naylor, quien sabe mucho más sobre lo ocurrido y tiene una actitud mucho más objetiva, lo elogió como «especialmente significativo» y «el relato más completo, equilibrado y preciso que he leído».
Distorsionando la verdadera dimensión de la investigación de Séralini
El enfoque de Simpson de un importante estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores universitarios bajo la dirección de Gilles-Eric Séralini también cuestiona los resultados. Del mismo modo que la epidemia de EMS y la investigación de Pusztai, ese estudio también observaba una grave amenaza por parte de los alimentos modificados genéticamente.
Demostró que una variedad de maíz transgénico aprobado por las Agencias de Regulación causaba un daño significativo a los hígados y riñones de las ratas cuando se probaba a largo plazo (dos años). Estos resultados ponían en duda la mayoría de las investigaciones, ya que ninguna Agencia de Regulación había solicitado pruebas de más de 90 días de duración, y se han comercializado varios cultivos transgénicos sin ningún tipo de prueba toxicológica. Así que cuando el estudio fue publicado en una respetada revista en 2012, los defensores de los cultivos transgénicos intentaron desacreditarlo.
Pero debido a que se trataba de un estudio toxicológico riguroso, centraron su ataque en la sección que presentaba una mayor tasa de desarrollo tumoral en las ratas alimentadas con transgénicos, y argumentaron que se habían utilizado muy pocos animales para cumplir con los estándares para un estudio de carcinogenicidad. Sin embargo, ignoraron el hecho de que la investigación no fue diseñada para cumplir con los estándares de un estudio de carcinogenicidad, sino que cumplía con los estándares de un estudio toxicológico y que los preocupantes resultados toxicológicos eran fidedignos. También pasaron por alto el hecho de que se supone que los tumores deben notificarse cuando se detectan durante un ensayo toxicológico.
Sin embargo, a pesar de la improcedencia de su ataque, la presión incesante que ejercieron en la revista durante más de un año finalmente dio lugar a la retractación del artículo. Sin embargo, el redactor jefe no sólo reconoció la idoneidad de los hallazgos toxicológicos, sino que la razón por la que propuso rechazar los resultados relacionados con el tumor fue que eran «poco concluyentes», lo cual no es una razón válida para la retractación. Además, de acuerdo con las directrices estándar, incluso si hubiera habido buenos motivos para retractarse de esa parte del estudio, la pertinente sección toxicológica debiera haberse mantenido.
Pero, aunque se retiró el estudio de la revista, no permaneció inédito por mucho tiempo. Debido a que había pasado dos veces el proceso de revisión por pares (una vez que obtuvo la publicación inicial y una segunda vez cuando la revista realizó una revisión especial que confirmó que no había nada «incorrecto» en los resultados), otra revista científica lo volvió a publicar en 2014. Mi libro aclara los hechos anteriores, pero Simpson menosprecia la investigación (y me culpa por presentarla como de importancia) mientras ignora la mayoría de ellos, y presenta una imagen sustancialmente distorsionada. No reconoce que la investigación fue un estudio toxicológico sólido, algo que ya había recalcado, y en su lugar se centra en los temas relacionados con el tumor, a pesar de que yo había demostrado la ilegitimidad de criticar la investigación principalmente sobre esa base. Sin embargo, aunque ignora la mayor parte de mi análisis y nunca refuta directamente mis afirmaciones, afirma haber desacreditado mi presentación favorable del estudio al tiempo que crea la falsa impresión de que la presentación carece de pruebas creíbles.
Una serie de falsedades
La falta de fidelidad de Simpson a los hechos se manifiesta a lo largo de su pseudorevisión, y además de las falsas afirmaciones señaladas anteriormente, ha publicado muchas más. A continuación se describen algunas de las más notables.
La asombrosa afirmación de que no aporta nada nuevo
En el primer párrafo de la crítica de Simpson se dice que «página tras página» de mi libro, él no descubrió «ninguna idea nueva» y posteriormente publicó un comentario en su sitio web que decía:»Druker no presenta nada nuevo, nada digno de mención«. Además, en lugar de haber leído página tras página como él dice haber hecho, se saltó numerosas páginas que ofrecen nuevas y significativas revelaciones o se saltó intencionalmente su obligación de honrar la verdad.
Por ejemplo, uno de los capítulos más importantes abre nuevas perspectivas al examinar exhaustivamente la Ingeniería Genética desde la perspectiva de la ingeniería de software; y todos los que me han informado sobre ella, ya sean no científicos, biocientíficos o informáticos, me han dicho que algo han aprendido. Por ejemplo, Thomas J. McCabe, desarrollador de una herramienta analítica clave en programación informática empleada en todo el mundo, ha elogiado el capítulo como «especialmente perspicaz», así que incluso en el improbable caso de que Simpson ya poseyera un conocimiento detallado de la ingeniería de software y comprendiera cómo sus practicantes se enfrentan a los riesgos ineludibles de alterar los sistemas de información que ellos mismos han creado, es prácticamente inconcebible que pudiera haber leído todo el capítulo sin haber encontrado nada nuevo.
La absurda afirmación de Simpson se ve igualmente descubierta por la declaración de la Bióloga Molecular Belinda Martineau de que mi libro «expone los chanchullos utilizados para promover la Ingeniería Genética que sorprenderá incluso a quienes han seguido de cerca a la industria agrobiotecnológica durante años«. En particular, eso supone que debía saber, entre muchos otros hechos sorprendentes, los que se enumeran a continuación.
– La Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) encubrió las advertencias de sus propios científicos sobre los riesgos anormales de los alimentos transgénicos y luego declaró que no tenía conocimiento de ninguna información que mostrara que difirieran de manera significativa de los producidos naturalmente.
– Aunque la Sección de Patología de la FDA llegó a la conclusión de que las pruebas sobre el primer alimento modificado genéticamente (el tomate Flavr Savr ™)) no llegaron a establecer su inocuidad, sino que plantearon problemas de seguridad no resueltos, los administradores lo ocultaron y proclamaron falsamente que todos los problemas de seguridad se habían resuelto y que sus científicos habían determinado que el producto era tan seguro como los tomates convencionales.
– Aunque la División de Productos Farmacéuticos Antiinfecciosos de la FDA concluyó decisivamente que supondría «un grave peligro para la salud» si las empresas Biotecnológicas insertaran un gen marcador que confería resistencia a un antibiótico , la agencia alegó que había consenso entre sus expertos sobre la seguridad, y concedió la aprobación formal de introducir el gen marcador y al hacerlo violó el mandato explícito de la ley federal.
Pero Simpson parece ignorar estos inquietantes hechos. No sólo expresa su confianza en que la FDA está comprometida en garantizar la seguridad de los alimentos transgénicos, sino que también me reprende por dudar de la integridad de la Agencia, lo que claramente contradice la suya propia.
Múltiples inexactitudes sobre la normativa vigente
La ignorancia de Simpson acerca de los casos bien documentados de mi libro sobre el mal proceder de la FDA no se limita a los ejemplos anteriores y también se muestra con respecto a los siguientes.
–Simpson dice que «asumo» que la FDA y el resto de Agencias administrativas están corrompidas por determinados intereses pero que no hay «evidencias» que lo apoyen. Sin embargo, mi libro proporciona abundantes evidencias, incluyendo una cita de un artículo publicado en 2001 en el New York Times que dice que durante tres administraciones consecutivas (Reagan, Bush y Clinton), «Lo que Monsanto deseaba de Washington, Monsanto y, por extensión, la industria biotecnológica, lo obtuvo«. También cita un testimonio revelador de Henry I. Miller, quien se ocupó de temas Biotecnológicos en la FDA entre 1974 y 1994 y dirigió la Oficina de Biotecnología durante cinco de esos años, que «las Agencias del gobierno de Estados Unidos han hecho exactamente lo que las grandes agroindustrias les han pedido hacer y les han dicho que hagan«
–Afirma que la FDA somete a los alimentos transgénicos a «un proceso normativo», a pesar de la evidencia irrefutable (incluyendo las propias declaraciones de la FDA presentadas ante un tribunal federal) de que la Agencia no impone ningún requisito normativo sobre estos productos.
-Declara que la FDA y las otras agencias «NO dicen que todo producto transgénico es generalmente reconocido como seguro (GRAS)» a pesar de que mi libro demuestra decisivamente (empleando las propias palabras de la FDA) que ha empleado la presunción generalizada de que los alimentos transgénicos son GRAS y que esta presunción sirve como única justificación de la FDA para permitir estos productos en el mercado sin requerir ninguna prueba. Mi libro también demuestra que, a pesar de las afirmaciones de la FDA, los alimentos transgénicos no satisfacen los criterios para el estatus de GRAS que están delineados por sus propias disposiciones.
Me tilda de teórico de la conspiración
Simpson alega que he tratado de establecer que hay una «vasta conspiración por parte de las Corporaciones, empresas de Biotecnología y el Gobierno para promover alimentos modificados genéticamente», y emplea las palabras «vasta conspiración» cinco veces y el término «conspiración» tres veces más sin ese adjetivo. Y sin embargo, la palabra «conspiración» no aparece en mi libro ni una sola vez ni la palabra «conspirar», aunque sí demuestro que la industria biotecnológica, una gran cantidad de científicos e instituciones científicas y varias agencias gubernamentales de todo el mundo han tergiversado sistemáticamente los hechos para impulsar en la comercialización de los productos transgénicos, sin embargo no intento establecer vínculos conspiratorios entre los diversos actores y entidades. En lo que a mí respecta, establecer que los hechos han sido gravemente tergiversados es primordial y necesario y es mucho menos importante tratar de probar que se ha desarrollado través de una intrincada red conspirativa. Cuando hay evidencias obvias de la influencia de la industria en el Gobierno, lo he mencionado, pero no me he centrado en tratar de exponer la mayor parte de los casos.
Así que alegando repetida y falsamente que mi libro intenta probar que hay una «vasta conspiración», Simpson evita reconocer la irrefutable realidad de que efectivamente se ha producido una tergiversación sistemática y desvía la atención de este asunto.
También tergiversa mi responsabilidad. En su exposición, dice que yo acuso a las corporaciones de haber subvertido la ciencia; pero mi libro coloca la principal responsabilidad a los pies de los científicos, y demuestra cómo varias de las tergiversaciones básicas fueron difundidas por investigadores universitarios e instituciones prestigiosas antes de que las grandes Corporaciones multinacionales se involucraran. Además, es difícil no tener en cuenta este punto (si se lee el capítulo correspondiente), ya que la sección está introducida por el título:»Los engaños clave provienen del Establishment Científico, no de la Industria Biotecnológica«.
Falsificación de la historia de la Biología Molecular
Simpson alega que «equivocadamente» creo que cuando se ensayó por primera vez la Ingeniería Genética,»los científicos no entendían la naturaleza de lo que estaban tratando«, pero es un hecho bien establecido que su comprensión del genoma y la dinámica de la expresión génica era excesivamente simplista y en varios aspectos inexacta, y mi libro presenta numerosas evidencias que demuestras cuán deficiente era la interpretación inicial.
Me acusa falsamente de ignorar los argumentos de los otros
Una de las mentiras más deplorables (y absurdas) de Simpson es su acusación de que he «ignorado» publicaciones que son «contrarias» a mi perspectiva. De hecho, mi libro examina repetidamente los argumentos presentados en tales publicaciones y expone sus debilidades, y un número sustancial de páginas (e incluso un capítulo entero) están dedicadas a esto. El examen abarca varios de los principales artículos y libros publicados por los proponentes de los alimentos transgénicos, así como cuatro informes de la Academia Nacional de Ciencias, dos de la Royal Society del Reino Unido, dos de la American Medical Association, uno de la Royal Commission on Genetic Modification de Nueva Zelanda, uno de la American Association for the Advancement of Science, y uno del Institute of Food Technologists, todos ellos adoptan una posición favorable sobre la seguridad y los beneficios de los cultivos transgénicos.
Por lo tanto, al afirmar que he ignorado publicaciones que entran en conflicto con mi perspectiva, Simpson me ha proporcionado una confirmación adicional de que ha ignorado partes de la mía.
Conclusión: Simpson ha difamado de forma fraudulenta mi libro y también ha atacado a la Ciencia.
No he abordado todas las tergiversaciones y confusiones que aparecen en el documento de Simpson, pero a estas alturas debería quedar claro que las declaraciones hechas en los dos primeros párrafos de esta respuesta están bien fundamentadas. Su supuesta revisión de «Altered Genes, Twisted Truth»es fraudulenta y ha difamado injustamente tanto al libro como a mí. Es indiscutible que no pudo leer muchas de las secciones importantes o deliberadamente malinterpretó mucho de lo que leyó. Y al pretender defender la Ciencia, se ha unido a las filas de muchos científicos que defienden los productos transgénicos que también la han subvertido.
Frederick Kirschenmann, un distinguido miembro de la Universidad Estatal de Iowa, ha escrito que si «las numerosas revelaciones» de mi libro se conociesen «los argumentos que se usan para defender los alimentos modificados genéticamente serían indefendibles». Al disuadir falsamente a la gente de leer el libro, y humillar cruelmente su reputación, Simpson está desempeñando un papel importante en prolongar la ocultación de verdades importantes que, cuando finalmente sean conocidas, provocarán el colapso de las Empresas que desarrollan productos transgénicos.
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