Por Naomi Klein, 23 de abril de 2017
Cuando publiqué “La doctrina del shock”, de eso hace ya una década, algunas personas me dijeron que faltaba un capítulo esencial en la evolución de las tácticas de las que hablaba en el libro. Esa táctica a la que hacían referencia implica la imposición de una agenda radical en favor de las Corporaciones en las épocas de crisis. Y esa historia no habría empezado en los Estados Unidos con Reagan en los años 1980, sino en Nueva York a mediados de los años 1970. Fue entonces cuando se recurrió a la excusa de la quiebra económica de la ciudad para remodelar de manera brutal la metrópoli. Se impuso entonces una feroz austeridad, pero tratando con suavidad a los ricos, y favoreciendo las privatizaciones. En el clásico estilo de La Doctrina del Shock, bajo la excusa de la crisis, Nueva York pasó de ser un lugar con algunos de los mejores servicios de todo el país, que estuvo en la vanguardia de la integración racial y económica, a pasar a ser el templo del comercio y de la gentrificación, que todos conocemos y todavía queremos hoy.
La crisis de la deuda de la ciudad de Nueva York es un capítulo muy importante y poco comprendido en la evolución de lo que el economista Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel, llama fundamentalismo de mercado, un proceso que la Administración Trump quiere acelerar, razón por la cual me sentía muy feliz de poder leer el nuevo libro de Kim Phillips-Fein, “Ciudad del Miedo”. En el libro, se documenta meticulosamente cómo la nueva ciudad de Nueva York en los años 1970 fue un preludio de lo que posteriormente se convertiría en un tsunami ideológico mundial, que ha dejado al mundo cruelmente divido entre el 1% de la población y el resto. Nos ayuda a comprender muchas de las fuerzas que Trump aprovechó para ganar la Casa Blanca, desde la inseguridad económica hasta la destrucción de las infraestructuras públicas, y el miedo a la delincuencia negra, todo ello en medio de una riqueza inimaginable de unos pocos.
Pero una de las cosas que más destaco del libro es lo que descubre sobre la esencia del mismo Trump. “Ciudad del Miedo” cuenta la historia de cómo un astuto promotor de inmuebles de 29 años aprovechó las desgracias de la ciudad para aumentar su propia fortuna, empleando técnicas depredadoras en una comunidad en crisis.
Al leer esto me quedé impresionada de ver cómo el ascenso de Trump ha estado moldeado por la explotación de la crisis. Y eso es algo de interés para saber lo que podemos esperar de su Administración en los próximos meses o años. Así que estoy muy contenta de estar acompañada por Kim Phillips-Fein, un destacado historiador, en la sede de The Intercept.
Naomi Klein (NK): Antes de empezar a hablar de Trump y de lo que estaba haciendo en la década de 1970, ¿puede usted hacernos un retrato de la crisis de deuda de Nueva York en ese período? ¿Cómo se veía? ¿Qué sucedía en la ciudad?
Kim Philips-Fein (KPF): En el contexto de la crisis financiera, y la aparición de Trump, creo que lo primero que debemos entender es que la ciudad de Nueva York en los años de la posguerra fue algo atípico en términos de lo que el gobierno de la ciudad hizo y trató de proporcionar a sus ciudadanos. Nueva York asume los elementos del liberalismo del New Deal y llega más lejos de lo que se ha llegado en cualquier otro lugar del país. En su apogeo, la ciudad tuvo más de 20 hospitales municipales, gran cantidad de centros de atención primaria y centros infantiles. Tuvo numerosas bibliotecas y un sistema universitario público gratuito, que creció durante los años de la posguerra.
Además los servicios públicos estuvieron mucho más desarrollados en Nueva York, como el transporte público, que en cualquier otra ciudad estadounidense. Esta red de servicios públicos, en cierto modo, todavía se hace más ambiciosa en la década de los años 1960, durante la Guerra contra la Pobreza, momento en el que elevadas sumas de dinero se emplean para expandir los servicios sociales de diferentes maneras. A principios de los años 1970, todo el sector público entra en una fase de crisis debido a un menor incremento en el dinero proveniente de los gobiernos estatal y federal, y debido a la recesión de principios de 1970. La economía de la ciudad entra en una espiral recesionista.
Y el resultado es una brecha cada vez mayor entre los ingresos y los gastos, por lo que la ciudad no consigue los suficientes medios económicos para pagar estos servicios públicos.
NK: No sólo es que Nueva York estuviese gastando demasiado, quiero decir que se traba de una crisis global de deuda. Y en este sentido, leyendo su libro, parece que se quería dar una lección a la ciudad de Nueva York, y dar ejemplo. Pero si se está dispuesto a dejar que quiebre la mayor ciudad de los Estados Unidos, entonces se está realmente dispuesto a hacer cualquier cosa. Aquí tenemos el famoso titular en el Daily News, haciendo referencia al Presidente Ford: “Ford a la ciudad: Se muere”. ¿Podemos hablar en este sentido de dar un ejemplo?
KPF: La crisis tenía un componente real y otro ideológico, y había diferentes maneras de haberla abordado. Un ejemplo que expongo en el libro es de los gastos de Medicaid. Nueva York gastaba la cuarta parte de su presupuesto en Medicaid, la mayor cantidad que en cualquier otra ciudad. Esto se debe a la forma en que el Estado de Nueva York dividía el gasto en Medicaid, en las medidas de bienestar y la Ayuda a las Familias con Niños Dependientes. Si se hubiese modificado este reparto, el panorama financiero de la ciudad habría sido muy diferente. Había diferentes maneras de abordar la crisis financiera de la ciudad.
Sin embargo, el Presidente Gerald Ford, contó entre sus asesores con personas como Alan Greenspan, el Presidente de su Consejo de Asesores Económicos, y William Simon, Secretario del Tesoro, que salió del mundillo del comercio de títulos municipales de la ciudad de Nueva York. Estas personas se opusieron a proporcionar cualquier tipo de ayuda por parte del Gobierno federal, algo que hubiera permitido a la ciudad salir de la crisis y volver a levantarse.
NK: En este período, Alan Greenspan estaba obsesionado con las teorías de Ayn Rand.
KPF: Sí, y era el momento en el que empezaba a conocerse públicamente. Obviamente, era el período anterior a su entrada en la Reserva Federal. Acababa de salir de su círculo íntimo para desempeñar un papel público más destacado.
Y sí, se opuso durante mucho tiempo al sector público que había desarrollado la ciudad de Nueva York. Decían que no había nada positivo en ello, nada que admirar en lo que la ciudad trataba de hacer.
NK: ¿Les preocupaba que este modelo se extendiera más allá de la ciudad?
KPF: No estoy seguro de que estuvieran preocupados por eso en ese momento, pero consideraban que este tipo de sistema era el problema al que se enfrentaba todo el mundo Occidental, un sector público más amplio y una especie de economía mixta. Consideraban que Nueva York era una amenaza para la libertad y la prosperidad en todo el mundo.
Independientemente de que estuvieran preocupados por su difusión a otras ciudades, creo que pensaban que el planteamiento era erróneo. No estaban sorprendidos de que Nueva York estuviera en crisis, y pensaban que la única solución era forzar una serie de recortes. Y eso impediría que cualquier otra ciudad siguiese el mismo camino que Nueva York.
NK: Pero en el último momento, Nueva York no entra en bancarrota. La forma en que se levanta esta estructura me recuerda a la gestión de emergencia que en los últimos años se ha impuesto en Flint y Detroit, donde el poder local y la democracia quedan seriamente resentidos. ¿Nos puede hablar de esa estructura?
KPF: De acuerdo. La ciudad, en última instancia, no va a la quiebra porque los bancos y los sindicatos, los sindicatos de la ciudad eran muy importantes en aquel momento, estaban dispuestos a comprar suficiente deuda de la ciudad para que no entrase en quiebra. Y el Gobierno federal también concedió finalmente un conjunto de préstamos a corto plazo. A cambio, crearon una agencia llamada Junta de Control Financiero de Emergencia, que creo es el tipo de agencia que vemos en muchas ciudades de hoy en día, incluso en Puerto Rico. La Junta de Control Financiero de Emergencia era una agencia estatal que tenía el control del presupuesto de la ciudad.
Y esto era importante porque por un lado la Junta de Control Financiero de Emergencia llegó a cancelar algunos contratos que consideraba demasiado generosos, y por otro lado, y en este caso hay que pensar en Trump, era una manera de decirle al alcalde que no había más remedio que realizar dichos recortes porque la Junta de Control Financiero de Emergencia estaba aplicando un plan que ordenaba los recortes. Y la ayuda del Gobierno Federal estaba supeditada a que la ciudad llevara a cabo una serie de recortes en un determinado período de tiempo, para así alcanzar un presupuesto equilibrado en un plazo de tres años.
NK: Así que estamos en el año 1976. Donald Trump tiene sólo 29 años. Este no es el Trump que conocemos del programa de televisión “The Apprentice”. Ni siquiera el Trump de los años 80 cuando ocupaba las noticias de los tabloides con su telenovela de Ivana Trump contra Marla Maples. ¿Cómo se le puede retratar en esta etapa de su carrera?
KPF: Es el momento en el que sale de la sombra de su padre, que era constructor y propietario en los barrios exteriores. Emerge en medio de una población de raza blanca de clase media baja resentida de la periferia de la ciudad. No es que Trump fuera él mismo de clase media baja. No, no lo era. Pero vivía en los edificios propiedad de su padre, y éstas fueron las personas con las que convivía configuraron su cosmovisión.
Estas son las personas que culpan, aunque no es algo que podamos decir de toda la clase obrera blanca de la ciudad de ese momento, a los afroamericanos y latinos, y especialmente a los puertorriqueños, por arrastrar a la ciudad a la bancarrota. Tenían la sensación de que eran las personas que utilizaban los servicios públicos, y que fueron ellos los que empeoraron las cosas y terminó en esa situación de crisis financiera.
NK: Eso es muy importante para entender la intersección entre el racismo con la política racial, justificando un impuesto sobre el miedo de la gente, algo que estamos viendo cada vez con más asiduidad. Esto es algo clave en ese período. Entonces, ¿cómo aprovecha Trump la situación de desesperación de la ciudad en ese momento? Hábleme del Hotel Commodore.
KPF: Trump es muy ambicioso, quiere salir de los barrios periféricos y entrar en pleno Manhattan. Muchas personas observaron las pretensiones de Trump en ese momento, él ve Manhattan como este espacio de aspiración; está ansioso por dejar su pasado en Brooklyn-Queens y aprovechar la ocasión que considera que se le presenta. Y su idea es reconstruir el Hotel Commodore. Creo que se abrió en el año 1919 en la Calle 42 y la Avenida Lexington. Era propiedad de la Penn Central Railroad. El hotel cae en desgracia después de que su empresa propietaria entrase en quiebra en 1970. Ha dejado de pagar los impuestos sobre la propiedad y desea deshacerse de esta propiedad. Trump ve esto como una oportunidad, al mismo tiempo que el Gobierno de la ciudad lo ve como un potencial desastre. La ciudad está aterrorizada por si el Hotel Commodore entra en quiebra, una plaga que podría extenderse hacia el este y hacia el área alrededor de Grand Central Terminal. El plan que se ve como más favorable es que Trump compre el Hotel Commodore.
Lo que realmente quiere hacer es comprarlo y luego venderlo a una agencia estatal, la Corporación de Desarrollo Urbano (UDC), la cual tiene una interesante historia. Y luego la UDC se lo arrendaría de nuevo a Trump, trabajando con la organización Hyatt. Y creo que también es importante recordar que Trump no actúa solo. En realidad está trabajando con esta cadena de hoteles.
NK: Y esto es mucho antes de que pusiera su nombre en letras de oro en los frontispicio de sus edificios. Pero esta es su primera joya en Manhattan.
KPF: Esta es su primera conquista en Manhattan. La agencia se lo alquiló a Trump y Hyatt. Y este acuerdo, lo cual nos habla de que no son realmente los propietarios del hotel, les permite pagar menos impuestos durante muchos años posteriormente. The New York Times informó que hasta 2016, este acuerdo fiscal con Hyatt había costado a la ciudad de Nueva York unos 360 millones de dólares en impuestos no cobrados en los años transcurridos desde la reforma.
NK: Quiero detenerme un momento en esto, porque Trump y Hyatt sólo pusieron 9,5 millones de dólares por esta enorme propiedad. Viene con este acuerdo ya arreglado, este trato amable, un truco para pagar menos impuestos. Y este desembolso de 9,5 millones de dólares se traduce aproximadamente en 360 millones de ahorro en impuestos y de dinero privado que le es hurtado a la ciudad.
KPF: Fue un negocio muy lucrativo para ellos. Se pueden hacer muchas conjeturas sobre la cantidad de dinero que le genera esta asociación con Hyatt. Pero también es el caso de que buscaron las formas para pagar menos impuestos, que otra forma habrían ido a las arcas de la ciudad y no fueron.
NK: Así que reciben un trato muy amable, pero la ciudad no tiene otra opción. Los mendigos no pueden ser los elegidos; ese es el argumento que se baraja. ¿Es eso cierto? Quiero decir, ¿había que regalarlo en esas condiciones?
KPF: ¿Quién sabe si habría habido un comprador diferente para el Commodore? La empresa de ferrocarriles estaba ansiosa por venderlo. Tal vez se habría hecho de otra forma si hubiera habido disposición. Sólo quiero subrayar que Trump se vio a así mismo como un genio al lograr firmar este acuerdo. Y el Gobierno de la ciudad vio esto como algo positivo e importante, y querían dejar claro que era el camino que podía tomar la comunidad empresarial.
Se podría haber rehabilitado el hotel de otra manera, pero no era un ejemplo para una sola vez: el gobierno de la ciudad consideraba un modelo para futuros desarrollos, y como una señal a la comunidad empresarial de que se había producido un cambio en la relación con el gobierno de la ciudad. Trump no está actuando solo. Había un contexto en el que se promueve este tipo de desarrollo y una comunidad que permite que esto suceda.
NK: Así que se prepara el escenario para los hoteles Helmsley, y para que se produzca un cambio en la ciudad.
KPF: Se establece el marco idóneo para una nueva receptividad de la ciudad a ciertos tipos de desarrollismo de negocios de lujo, y las exenciones fiscales para estimular la construcción de propiedades destinadas esencialmente a los muy ricos. Y en general creo que también se ofrecieron subvenciones a las Corporaciones, como las que fueron a Disney en el entorno de Times Square.
NK: Y cuando nos detenemos en la trayectoria de Trump en los años 1980, nos damos cuenta de que está disfrutando de su papel como aquél que salvó a la ciudad. Y aquella enconada batalla con Koch, el alcalde Koch, sobre la pista de patinaje de Central Park. Fue el momento en el que se consolidó su fama. Pero creo que se puede ver esa trayectoria rectilínea, desde el hotel Commodore a la pista de patinaje y su ascenso a la Presidencia… no soy un político… Washington es un lugar corrupto… sé cómo hacer las cosas mejor.
KPF: Creo que eso es muy importante. Es del tipo de personas que transcienden por encima de las presiones demócratas para que haya más servicios públicos, y en última instancia, es de esos empresarios que figuran como los salvadores de una ciudad y del país en su conjunto. Creo que Trump también encarna esto y asimila esa visión del mundo y la celebra y la explora de todas las maneras posibles, pero no es la única persona que tiene semejantes sensibilidades. Y de hecho, muchas de las personas del establishment político de la ciudad comparten esta perspectiva, hasta cierto punto.
Había la sensación de que se había llegado muy lejos en la presión pública, y ahora se debe resistir e ignorar las protestas en respuesta a los recortes, y que ignorar esas protestas era un signo de integridad y coraje. Creo que Trump asume este papel durante la crisis financiera, incluso la retórica sobre los manifestantes pagados después de la inauguración. Creo que los sentimientos reinantes debían mucho a la crisis financiera, y a la consideración de que aunque la gente estaba indignada, lo único que podía hacer cualquier persona con cierto coraje era ignorarlos.
NK: Muy bien. Ha sido un placer hablar con usted. ¿Hay algo más que quiera compartir de lo que aprendió sobre Donald Trump mientras escribía este capítulo de su libro?
KPF: Lo último que quiero decir es que resulta importante comprender la atmósfera de temor que reinaba en Nueva York en ese momento, que había un profundo temor por la bancarrota, y miedo al futuro. Y es ese mismo miedo lo que hace posible que se lleven a cabo los recortes de aquella época, y así nació la sensación de que la ciudad necesitaba, en primer lugar, un salvador. Y sobre esto he pensado mucho en el último mes, o incluso desde noviembre: que el miedo puede hacer que cosas que parecen políticamente imposibles de repente aparezcan como la única alternativa. Es una de las cosas por las que tenemos que luchar en este momento, encontrar la forma de resistir frente a esa sensación de temor y caos, y encontrar formas de solidaridad que puedan contrarrestarlos.
Porque es este tipo de contextos los que causan estragos, los recortes que se llevaron a cabo en Nueva York en los años 1970, y las reestructuraciones que se están produciendo en nuestro país en la actualidad.
NK: Muchas gracias por todo. Creo que es un mensaje muy importante para la gente, porque sabemos que nuestros actuales gerentes lo están haciendo muy mal. Creo que podemos intuir crisis y recesiones en los próximos años, las cuales serán utilizadas como justificación para no cumplir las promesas electorales, tales como la Seguridad Social y otras. Así que tenemos que ser muy cautelosos de la explotación del miedo, de la atmósfera de crisis. Sabemos por su libro que la trayectoria de Donald Trump y su fortuna se forjaron en un momento en el que se explotó la crisis económica.
Sabemos que está rodeado de hombres que han hecho lo mismo, entre ellos Steven Mnuchin, que han utilizado la crisis de 2008 para crear un banco que eche a la gente de sus hogares. Así que gracias por esta pequeña lección de resistencia frente a los golpes.
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Naomi Klein es periodista con varios premios en su haber. Consiguió un best-seller con su libro La doctrina del shock: el camino del capitalismo hacia el desastre, que acaba de editarse en edición de bolsillo. Otro libro suyo que consiguió un enorme éxito fue No logo: el poder de las marcas. Puede visitar su página web: www.naomiklein.org.
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