Por Mary Beith
Esta es una investigación realizada por Mary Beith, que ha trabajado en los laboratorios de animales de Gran Bretaña. Cuentas estos hechos tan perturbadores, que acontecieron en el año 1975.
Fumar no es un placer. Más bien se trataría de una más de nuestras miserias.
Pero en la cadena de pruebas del tabaco los perros fumadores tragaban humo sin descanso. A medida que los cigarrillos se iban quemando, se les ponía uno nuevo y rápidamente los ayudantes de laboratorio colocaban unas grotescas máscaras a estos infelices animales.
Algunos de estos perros estaríann fumando durante unos tres años, después se les sacrifica. Todo, claro, en nombre de la investigación. En este caso, se trataría de una investigación sobre un pasatiempo humano: el tabaquismo.
Formaba parte de los ensayos que llevaba a cabo una de las mayores empresas de Gran Bretaña, la Imperial Chemical Industries, para probar su nuevo cigarrillo “seguro”.
Pude observar este escenario cuando participaba en la investigación del Sunday People en la primera visita a los laboratorios de investigación animal.
Se había producido durante aquella época un aumento en la experimentación debido a las estrictas regulaciones que el Comité Dunlop del Gobierno estableció sobre la seguridad de los productos farmacéuticos. Se calcula que unos 10 animales eran utilizados cada minuto en los estudios experimentales con la correspondiente licencia de investigación.
Debido a que los laboratorios de investigación no aceptan las visitas públicas, esta información tuvo que ser recogida haciéndome pasar por ayudante de laboratorio, sin revelar mi verdadera identidad.
Nada de lo que vi fue más espantoso que las cadenas de perros fumadores.
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La ICI, Imperial Chemical Industries, invirtió 13 millones de libras en una nueva fábrica de celulosa para la elaboración de un nuevo papel de fumar, que será utilizado en los cigarrillos para reducir los riesgos para la salud de los fumadores.
En la Unidad Canina de Toxicidad de la ICI, situada en Alderley Park, Cheshire, donde realicé mi trabajo, había 48 perros de la raza Beagle que se utilizaron para comprobar las diferencias con el tabaco convencional y los riesgos en la salud para los fumadores.
12 de ellos estuvieron sometidos al humo del tabaco durante 2 años y consumiendo 30 cigarrillos al día. Otros solamente estuvieron expuestos a 10 cigarrillos al día.
Mi trabajo consistía en asegurar unas eslingas de tela que servían como una especie de camisa de fuerza. Sus cabezas estaban bloqueadas por dos placas situadas a ambos lados, como algunos artilugios que he visto de la Edad Media.
Los perros eran colocados en una especies de carritos y llevados hasta la plataforma de fumar, y se les colocaba las mascarillas, las válvulas y los tubos fijados en sus cabezas. Las válvulas electrónicas controlaban la cantidad de humo y aire puro inhalado por los perros. Vigilábamos las luces parpadeantes de la caja de control que indicaban la respiración y la tolerancias al humo de los perros.
Muchas veces teníamos que volver a colocar las mascarillas de los perros que se libraban de ellas. Uno trató de morder mi mano cuando intentaba colocarle el bozal. Teníamos que darnos prisa en volver a ajustar rápidamente las válvulas de los perros que al quitarse la mascarilla habían dejado de recibir su correspondiente ración, para que así inhalasen más humo y se pusieran al día.
Me recordaban constantemente que llevase a cabo esta labor.
Y cuando ya han sido utilizados en los experimentos, los perros eran sacrificados y enviados al laboratorio de Patología para que se les realizase una autopsia y comprobar la presencia de tumores, enfermedades cardíacas, del hígados, u otras posibles dolencias.
Algunos de los perros mostraban signos de la tos del fumador a juzgar por los ruidos que oía. También se oían quejidos y ahogados chillidos detrás de sus máscaras.
Uno de los perros más rebeldes, Buster, tenía que tener constantemente un asistente a su lado. Vi hasta dos asistentes que le sujetaban, y uno de ellos le golpeó con una regla de plástico cuando se mostraba inquieto.
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Los asistentes llegaban a simpatizar con los perros. Claro, los perros más tranquilos eran sus favoritos. Un perro llamado Rhumbo, nunca participó en los experimentos y se le adoptó como mascota. Una auxiliar me dijo: “No debiera estar aquí, ya que no es utilizado. Lo mantenemos en secreto”.
Cuando no estaban atados a sus carritos, los perros eran confinados en las perreras situadas en fila y apenas hacían ejercicio. Nunca vi a ninguno de ellos salir al aire libre para juguetear un rato. Algunos de los perros que llegaban a la ICI eran cachorros, con apenas nueve meses de edad.
Cuando me presenté a la Unidad del Tabaco el supervisor me dijo: “A algunas personas no les gusta la idea de utilizar perros en experimentos, pero hay millones de libras que se han invertido en este proyecto”.
El encargado de personal también me dijo que no solamente se utilizaban perros, sino también ratas, cobayas y monos eran utilizados por la ICI para probar una serie de productos, incluyendo materiales de decoración.
Un portavoz de la ICI señaló que los experimentos estaban bajo supervisión veterinaria y sujetos a las normas del Ministerio del Interior.
Cuando se le sugirió que los perros estaban siendo utilizados para ensayos relacionados con un placer, en lugar de ser una investigación médica pura, dijo que la ICI reconocía que fumar se trataba de algo muy extendido a nivel nacional, independiente de si a uno le gustase o no, y que estaban tratando de desarrollar una sustancia que redujese los peligros para la salud.
Las evidencias obtenidas por el Sunday People fueron estudiadas por un Comité Especial de la RSPCA (Royal Society de Prevención de Crueldad con los animales) sobre la experimentación animal. El Presidente, el Dr. Kit Pedlar, al observar las fotografías que mostraban a los perros en los ensayos sobre el tabaco, dijo: “Someter a los perros a este tipo de prácticas es innecesario. Estamos preocupados por tantos experimentos que no tienen un beneficio médico directo”.
El investigador oficial de la Comisión, el Sr. David Pennock, evalúa los documentos sobre experimentación y realiza visitar formales a los centros de investigación, “pero no entra en los centros de investigación baja una identidad falsa”, dijo el Dr. Kit Pedlar.
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Extracto del manual de actuación para los ayudantes de laboratorio, obtenido por Mary Beith mientras trabajaba en la Unidad Canina del Tabaco de la ICI:
– “La capacidad de conseguir un correcto comportamiento de los animales sometidos a los experimentos es de suma importancia y en caso de emergencia es esencial actuar con rapidez para evitar la muerte de un perro, que es probable que tenga un valor de varios miles de libras debido a los esfuerzos de investigación…”.
– “El obrero debe cerciorarse con frecuencia de que el perro se sienta cómodo… A veces, en el caso de que el perro atraviese por serias dificultades habrá que tomar medidas de urgencia, como puede ser un masaje cardíaco”.
– “Hay que tener un especial cuidado con el panel de control y la cámara del tabaco, asegurándose de que las válvulas no se obturen. Esto es muy importante, ya que la cantidad de aire que recibe el perro para poder respirar está regulada por esta parte del equipo”.
– “Es esencial que el obrero pueda transmitir un sentimiento de confianza al perro, y por sus acciones mantener un alto grado de confianza con ellos”.
Sunday People, 26 de enero de 1975
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Procedencia del artículo:
http://www.occupyforanimals.net/the-smoking-beagles.html
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