Por Chris Busby, 19 de julio de 2015
Con motivo del 70 aniversario de los bombardeos con armas nucleares de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, se están publicados numerosos artículos para hablar de la historia, la filosofía, la ciencia, la salud pública y el significado social de este suceso ( a punto he estado de escribir crimen de guerra).
Las consecuencias se pueden extrapolar a lo que posteriormente ocurrió con la lluvia radiactiva producida por la pruebas nucleares, del accidente de Chernobyl, o la más reciente contaminación en Japón después del accidente de la central nuclear de Fukushima.
Hoy en día, el análisis de los riesgos para la salud como consecuencia de las explosiones nucleares en Japón está siendo hábilmente manipulado para seguir con el desarrollo de nuevas armas nucleares y la energía nuclear.
Así que Hiroshima y Nagasaki sólo formarían parte de un cuadro histórico sobre el que derramar lágrimas de cocodrilo o para discutir sobre fenómenos sociohistóricos.
Siempre están aquí, presentes como fantasmas, participando en todas las manipulaciones y en los tortuosos cálculos realizados por las Agencias Internacionales sobre los riesgos de la radiación y los científicos de la Industria Nuclear, que dan invariablemente el resultado de que se puede continuar lanzando al medio ambiente las mismas sustancias mortales que por primera vez se arrojaron en 1945.
Abusando de Hiroshima para negar los daños en la salud causados por la bomba nuclear
Actualmente estoy trabajando en un caso a favor de los veteranos que participaron en las pruebas atómicas realizadas por Gran Bretaña ante la Corte de Justicia de Londres. El caso gira en torno a un modelo defectuoso sobre los efectos en la salud de la radiación, que se ha construido en base a la esperanza de vida de los japoneses supervivientes de las deflagraciones nucleares.
Este modelo, de la Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICRP), es utilizado por el Ministerio de Defensa en los tribunales para negar la responsabilidad de los cánceres producidos a raíz de la pruebas nucleares, y de las enfermedades congénitas transmitidas a sus hijos y nietos.
Sin embargo, el modelo de Hiroshima también predice que las personas expuestas a la radiación sufren daño genético que se extiende durante varias generaciones. Por lo tanto, los doctores Strangelove y los Generales pueden argumentar que se puede ganar una guerra nuclear y de que no se produce un aumento en los casos de cáncer y no tiene efectos genéticos por exponer a las personas al uranio empobrecido, como ocurrió en Irak.
El falso análisis de los efectos en la salud de la explosión de Hiroshima expone al mundo a un importante problema de salud pública. En un intento por refutar las pruebas de dicho montaje, el modelo ICRP fue relanzado por The Lancet, coincidiendo con el aniversario de Hiroshima.
Han aparecido una serie de artículos sobre las consecuencias sanitarias de Hiroshima, Chernobyl y Fukushima, escritos por aquellos que sostienen las riendas del carro de la ICPR. La cuestión clave se expresa con precisión al inicio:
“Los vínculos entre Hiroshima, Nagasaki y Fukushima no son más que simbólicos, existiendo formas en las prácticas actuales de gestión de la salud, y de las instituciones que las dirigen, para dar respuesta a estos eventos”.
Sin embargo, estas prácticas actuales de gestión de la salud caen en un tremendo error.
Guerra nuclear
Todo el mundo ha visto las fotos de Hiroshima. La bomba de uranio-235, Little Boy, que cayó sobre Hiroshima con una potencia explosiva de 13 kilotones (13.000 toneladas de TNT, explosivo químico convencional) arrasó la ciudad y mató a unas 80.000 personas, de las cuales unas 45.000 murieron el primer día. En los cuatro meses posteriores, el número de muertos alcazaba la cifra de alrededor de 140.000. Tres días después de haber lanzado la bomba sobre Hiroshima, una bomba de plutonio de 20 kilotones, Fat man, fue lanzada sobre Nagasaki ( ¿Por qué? ¿Acaso Estados Unidos pensó que la bomba de Hiroshima podría pasarse por alto?). Ambas bombas fueron construidas principalmente a partir de uranio.
Y tenga en cuenta, que los estudios realizados sobre los sobrevivientes a partir de 1950 por Estados Unidos, con la Comisión de Víctimas de la Bomba Atómica (ABCC) y más tarde la Fundación para la Investigación de los Efectos de la Radiación) establecieron una relación entre la dosis de radiación y el cáncer.
De paso, hay que recordar el poder explosivo de 13 kilotones. Cualquier persona que quiera tener pesadillas no tiene más que leer la obra de referencia: Los efectos de las armas nucleares, de Samuel Glasstone, el fisicoquímico. Las versiones más recientes de este libro tienen una pequeña calculadora en la parte posterior, con la que puede conocer el radio de la explosión, la dosis de radiación, la capacidad de destrucción, etc., para cualquier potencia de bomba.
Estados Unidos ha gastado una enorme cantidad de dinero y tiempo realizando pruebas nucleares en Nevadas y en el Pacífico para obtener estos datos. Las modernas ojivas termonucleares, de las cuales hay actualmente unas 15.000, tienen 800 kilotones de potencia, cada una. Sólo una de estas realizando su trabajo acabaría con la mayor parte de Nueva York, Teherán o Jerusalén.
Me imagino a algún pobre jefe de la Defensa Civil sentado en su refugio situado en algún lugar manejando desesperadamente ese bonito artefacto, el Programa sobre los Efectos de una Bomba Nuclear ( desarrollado por el Instituto de Investigación de Lovelace en Alburquerque, Nuevo México) a la espera de que la tierra desaparezca.
Una guerra nuclear ya no es algo impensable
El problema que tenemos en el mundo en 2015 es que el sistema económico y las relaciones de poder entre los países alienta a aquellos que toman la decisiones más importantes a pensar en términos de estrategias geopolíticas, incluyendo el uso de armas nucleares.
Hay guerras por el control de los recursos potenciales; problemas en las producción de alimentos debido a los cambios en los patrones climáticos globales; cambios tecnológicos en los países que históricamente han sido más manipulables. Las armas nucleares están ahora en manos de nueve países, tres de ellos que no han firmado el Tratado de no Proliferación Nuclear (¿por qué debieran hacerlo?): India, Pakistán y Corea del Norte.
Las negociaciones con Irán se califican como de gran importancia en una región en la que Israel tiene el suficiente potencial nuclear como para acabar con todos los estados árabes de una sola vez. Los rusos tienen una enorme capacidad nuclear, y están sometidos a una enorme presión por la presencia de fuerzas de la OTAN en Ucrania y en los países que controla la OTAN.
Esta agitación se ha trasladado a los Estados bálticos. Yo vivo en Letonia, y esta pasada primavera vi un tanque ondeando la bandera de Letonia en el centro de Ropazi, un pequeño pueblo situado a 40 kilómetros al oeste de Riga, muy cerca de donde yo vivo. En el cielo se ven grandes helicópteros y aviones de transporte, donados a los letones por Estados Unidos. ¿Por qué?
Los Estados bálticos y Polonia están reforzando sus ejércitos contra la invasión de los rusos ¿Qué está pasando? Lo que siembran vientos recogen tempestades, como diría mi abuela. Esperemos que no.
El encubrimiento sistemático de los peligros nucleares
El pensamiento estratégico de alto nivel está asociado con este belicismo nuclear, el número de muertes y las consecuencias de un ataque están calculadas de acuerdo con el modelo de riesgos de la ICRP. Pero este modelo Hiroshima es una construcción quimérica, fabricado durante la Guerra Fría para seguir realizando las pruebas nucleares.
Los efectos observables ( aumento de la mortalidad infantil, la epidemia de cáncer de 1980) fueron considerados, después del acuerdo firmado en 1959 entre la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y la Organización Mundial de la Salud, por la OIEA, por los físicos nucleares, los fabricantes de las bombas, los que niegan los efectos de Chernobyl y Fukushima. En manos de todos ellos ha quedado la investigación de los efectos sobre la salud.
Y así sigue siendo hasta hoy en día, y podemos leer ese artículo publicado en The Lancet, Los efectos a largo plazo en la salud por la exposición a la radiación, coescrito por el físico de partículas Richard Wakeford, exjefe de investigación de la British Nuclear Fuels en Sellafield, representante de la Industria Nuclear en el Comité CERRIE del Reino Unido, miembro de la ICRP, asesor de los japoneses en Fukushima y así sucesivamente.
Las evidencias de los estudios realizados en los descendientes de los veteranos que participaron en los ensayos nucleares, y los soldados expuestos al uranio empobrecido, es que una guerra nuclear sería el fin de la vida en la Tierra tal y como la conocemos.
Los veteranos que participaron en los ensayos nucleares tienen 10 veces más probabilidades de tener hijos con defectos de nacimientos, y de 9 veces más en sus nietos. Aunque millones de personas se verán afectadas muy de lejos, el resultado real sería es de esterilidad, cáncer y malformaciones. Lo que hemos visto en Mad Max o algo peor: Hollywood lo ha retratado muy bien.
Las evidencias y los errores en los estudios sobre la esperanza de vida de Hiroshima
Si usted encuentra que se ha duplicado la tasa de cánceres de mama y de leucemia infantil en las personas que viven a sotavento de una central nuclear y reciben una dosis estimada menor que la radiación de fondo, el modelo ICRP dice que el efecto no puede ser debido a las emisiones de la central nuclear porque la dosis recibida es muy baja.
El epidemiólogo Martin Tondel descubrió en 2004 que existía un mayor riesgo de cáncer en el norte de Suecia después del accidente de Chernobyl. Se le dijo que se callara, porque tal cosa era imposible: en otras palabras, la dosis era demasiado baja.
Lo mismo se observó en Bielorrusia y Ucrania, donde mi colega Alexey Yablokov ha recopilado numerosas evidencias de los efectos terribles de la radiación, estudio que ha sido revisado por pares [Informe Yablokov]. Más recientemente, hemos visto negar el aumento de casos de cánceres de tiroides en la prefectura de Fukushima, basándose en el modelo Hiroshima (ver más abajo).
El grupo de estudio de la Comisión de Víctimas de la Bomba Atómica (ABCC) se reunió en 1950. Por lo tanto, tuvo cinco años para observar que las personas más afectadas por la radiación podían morir. Sin embargo, el estudio se centró en el grupo de logró sobrevivir, algo que la difunta Dra. Alice Stewart demostró.
Pero esa no es la peor acusación. En el estudio participaron unos 109.000 individuos, incluyendo seis grupos que habían recibido una dosis de 0 a 200 rad (0-2 +Gy) y dos grupos No en la Ciudad (NIC [es decir, que no se encontraba en la ciudad en el momento del bombardeo ]), de 4.607 participantes tempranos (NIC-EE) y 21.915 participantes tardíos (NIC-LE).
Estos grupos NIC debieran de haber servido como grupos de control, pero no fue así. Si nos fijamos en los informes, veremos que se renunció a su estudio por encontrarlos demasiado saludables. Los grupos finales de exposición fueron definidos por la distancia a la que se encontraban en el momento de la detonación.
Pero todos los grupos estuvieron expuestos a la radiactividad residual de las bombas. Estados Unidos y la ABCC lo negaron y aún lo niegan. Hubo exposición de todos los grupos cualquiera que fuera la dosis como consecuencia de la detonación.
El uranio: un veneno para el ADN
Se produjo una lluvia negra que contenía uranio-235, uranio-238 y en particular uranio-234, que es la exposición que falta, y que probablemente fuera la responsable de la mayor parte de la aparición de cánceres en los sobrevivientes. Sabemos que el uranio estaba allí porque fue medido por los científicos japoneses en 1983.
En un documento estadounidense recientemente desclasificado se contabiliza el enorme contenido de uranio-234 del uranio enriquecido utilizado en las bombas, con el nombre en clave de Oralloy. Las nanopartículas de uranio presentes en la lluvia negra de Hiroshima (y Nagasaki) fueron inhaladas por todos los grupos expuestos y que se encontraban entre los escombros de Hiroshima durante años después de la explosión de la bomba.
Todas las bombas fueron fabricadas con uranio, con cerca de 1 tonelada por Megatón de potencia. En todos los ensayos realizados en Nevada, las Islas Marshall, Kazajstán, la Isla de Navidad, los resultados fueron los mismos: la aparición de nanopartículas que fueron inhaladas tanto por los que se encontraban cerca como a mayor distancia.
¿Por qué esto es importante? Una nueva investigación ha sido realizada con el uranio, descubriéndose que el uranio se dirige hacia el ADN, debido a su afinidad química. Esto causa un daño genético y terribles anomalías, independientemente de una dosis mayor o menor, no como señala la ICRP. Otros componentes presentes en el polvillo radiactivo se unen químicamente al ADN, por ejemplo el estroncio-90 y el bario-140.
Los grupos expuestos: los mineros de la minas de uranio, los veteranos del Golfo, los veteranos participantes en los ensayos nucleares, los civiles, los trabajadores que manejan el uranio empobrecido, los que viven a sotavento de las centrales nucleares. Todos ellos están expuestos a sufrir daño cromosómico, cáncer, leucemia, enfermedades cardíacas, … Todo esto está publicado, como resultado de estudios de laboratorio y estudios teóricos que muestran los mecanismos de acción. Pero en la revista The Lancet, nada de esto.
S.L. Simon y A. Bouville que han escrito un artículo sobre los efectos en la salud de las pruebas nucleares ni siquiera mencionan el uranio, ni en su estudio de la exposición a la radiación en las Islas Marshall. Los datos recogidos en los ensayos nucleares realizados en Nevada que utilizaron para sus cálculos, lo ignoran totalmente.
En el año 2012 hice una presentación para los habitantes de las islas Marshall en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, atacando el análisis de Simon at al. En su artículo publicado en The Lancet, Simon y Bouville hablan de los efectos del yodo. Así que echemos un vistazo.
Las evidencias científicas de Fukushima: gran aumento de los cánceres de tiroides
En la prefectura de Fukushima, las encuestas han confirmado la aparición de 103 cánceres de tiroides en una población de 380.000 jóvenes de 18 años de edad ( y otros 25 están siendo verificados). En el artículo de The Lancet escrito por Wakeford et al. se dice que el riesgo relativo, extraído de los estudios de Hiroshima, aparece con una exposición de 0,6 Sievert (Fig. 2, pág. 473). En la misma publicación, se informa de que se ha medido una dosis máxima en el tiroides de 18 mSv, con una dosis media de 0.67 mSv.
Así que en los dos años considerados, si todo el mundo recibiese la dosis máxima en el tiroides de 18 mSv, sería de esperar un aumento de 0,018 x 0,6= 0,011, un aumento del 1,1% en la tasa de fondo. Esta tasa de fondo es de aproximadamente 1 caso por cada 100.000 habitantes, al año, lo que da 7,6 casos en dos años en una población de 380.000 jóvenes. La radiación debiera aumentar esta cifra a 7,7 casos ( es decir, un caso adicional cada 10 años).
Si se han detectado 103 casos, lo que indica que hay 95 casos más de lo esperado, un error en el modelo de la ICRP de 95/0,14=678 veces. Es decir, 678 veces más cánceres de tiroides que las predicciones del modelo basado en Hiroshima.
Este cálculo se basa en lo escrito en The Lancet, pero nadie se molestó en realizar el cálculo. Esto por sí solo debiera mostrar a las autoridades ( y a la gente) que el juego ha terminado. Pero en lugar de hacer un cálculo tan simple, otro artículo de la revista The Lancet, escrito por Geoff Watts, alaba el trabajo realizado en la Universidad Médica de Fukushima, que insiste en que el aumento en los casos de cáncer de tiroides no se deben a la radiación.
En otras palabras, se cree antes en las predicciones de Hiroshima que en las evidencias que están delante de los ojos. Es una especie de hipnosis masiva ( o tal vez no).
Finalmente, alguien está tratando de llegar al fondo de la cuestión
En el caso de que usted piense que todas estas cosas son un poco locas, parece ser que alguien está mostrando un cierto grado de preocupación sobre los efectos de la radiación, aunque nadie lo mencione en los artículos de The Lancet. La organización para la investigación de la radiación de la Unión Europea MELODI ha pasado finalmente a la acción, bajo los auspicios de la Agencia de Protección Radiológica de Francia, el IRSN.
Esta cuestión la planteé yo mismo en la conferencia inaugural de MELODI en París en el año 2011, pero nada pareció moverse. Les dije que probablemente hubiese problemas de estimación de la dosis asociada con la exposición interna a nucleidos que se unen al ADN, y en particular el uranio, lo que potencialmente pudo falsificar el modelo de riesgos que surgió de Hiroshima.
Se ha propuesto un proyecto europeo de investigación enormemente caro, CURE: Acción Concertada Europea sobre el Uranio. En el informe de presentación de este proyecto en marzo de 2015, los autores escribieron: Se propone un proyecto de colaboración integrada a gran escala para mejorar la caracterización de los efectos biológicos y en la salud asociados con la contaminación interna por Uranio en Europa.
En un futuro, cabe considerar la posibilidad de ampliar la colaboración con otros países de la Unión Europea, para aplicar el enfoque propuesto a otros emisores internos y otras situaciones de exposición a la contaminación interna, y para abrir reflexiones a otras disciplinas interesadas en los efectos de la contaminación interna por radionucleidos.
En el futuro, Hiroshima no debería ser recordaba sólo por la terrible destrucción, sino también por haberse convertido en un modelo epidemiológico que encubre un gran escándalo de salud pública, quizás de los mayores de la historia humana, cuyas víctimas se pueden cifrar en varios cientos de millones: cáncer, abortos involuntarios, muertes infantiles, pérdida de fertilidad y la introducción de una inestabilidad genómica en todas las criaturas que pueblan la Tierra.
Recemos para que no se produzca un final nuclear, y que sea errónea la predicción de tal evento.
Este artículo se publicó originalmente en RT.
El Dr. Chris Busby es el Secretario Científico de la Comisión Europea sobre Riesgos de la Radiación y autor de Uranio y salud: los efectos de la exposición al uranio y Uranio en el armamento nuclear (Documentos del ECRR 2010 Nº 2, Bruselas, 2010). Para más información véase: chrisbusbyexposed.org. Y sobre su trabajo ver greenaudit.org, llrc.org y nuclearjustice.org.
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Procedencia del artículo:
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