Resistencia a la autoridad

por Marieta Manso
Aunque no hacen falta aclaraciones, porque da igual si uno es arrogante, desconfiado, cordial o rematadamente estúpido, explicaré que Dame, el protagonista de este relato, es tímido.
La fuerza extrema rozaba casi la humillación, y volvimos a girar la cabeza, enmascarando nuestra cobardía hacia estos actos tan injustos con un sentimiento, también verdadero, de vergüenza y desasosiego. El chaval intentaba explicarse en un idioma que ninguno entendíamos.

Ocurrió el domingo pasado. Estaba vendiendo, en la calle, con la manta, películas.

Llegó la policía, no les vio a tiempo, ya no podía correr.

La documentación. No tiene.

Entrégame todas las películas. Y se las da recogidas en la manta.

Siéntate ahí. Y se sienta.

Agacha la cabeza entre las piernas hasta que toque el suelo. Y pide que le repitan la frase porque no entiende bien qué quieren que haga.

Que agaches la cabeza hasta que toque el suelo. Y Dame dice que no pone la cabeza en el suelo, le parece humillante.

Un policía le agarra de la cabeza y la empuja guiándola camino al suelo. La cabeza de Dame se escapa de las manos que la fuerzan a moverse.

Dos policías le agarran, le retuercen. Ahora su cabeza, junto con el resto de su cuerpo, están tendidos sobre el asfalto.

Hay personas que gritan a los policías que no pueden tratar así a nadie. Dame lo escucha desde el suelo, inmovilizado.

Lo levantan y lo llevan a comisaría. Estás acusado de resistencia a la autoridad, le dicen cuando llega.

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