La vergüenza de Europa

La Unión Europea ha dicho no a los refugiados, porque está estructurada para atender a las necesidades del Capital por encima de todo

Por Cinzia Arruzza, 15 de abril de 0216

jacobinmag.com

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Un refugiado sirio sostiene en el regazo a su hijo, en un campamento al norte de Irak. Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido.

Si tuviéramos que describir la respuesta de la Unión Europea a la actual crisis de refugiados con una sola palabra, esa palabra sería “caos”. Y la segunda palabra que definiría su actuación, sería “vergüenza”. Eso es lo que debieran sentir los líderes y tecnócratas de la Unión Europea al escuchar la declaración de la organización Médicos sin Fronteras (MSF) del pasado 22 de marzo, anunciando que la organización humanitaria cesaría todas las actividades en el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, donde se llevan a cabo los registros y la toma de las huellas digitales antes de ser trasladados o deportados.

Como dijo Marie Elisabeth Ingres, coordinadora general de MSF en Grecia:

Tomamos la difícil decisión de terminar con nuestras actividades en Moria debido a que de continuar trabajando en dicho campo, nos haríamos cómplices de un sistema que consideramos injusto e inhumano.

No vamos a permitir que nuestra ayuda sea instrumentalizada en una operación de expulsiones masivas, negándonos a forma parte de un sistema que no tiene en cuenta las necesidades humanitarias y de protección de los solicitantes de asilo y los migrantes”.

Ese mismo día, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) hizo público un comunicado anunciando su intención de reducir sus actividades en los puntos calientes de las islas griegas, como respuesta al nuevo acuerdo entre la UE y Turquía:

ACNUR ha estado hasta ahora apoyando a las autoridades en los llamados puntos calientes de las islas griegas, donde eran recibidos los refugiados y migrantes, aportando ayuda y realizando el registro. Según las nuevas disposiciones, estos sitios se han convertido en centros de detención. En consecuencia, y de acuerdo con nuestra política de oposición a las detenciones obligatorias, hemos suspendido algunas de nuestras actividades en todos los centros de las islas”.

Externalización de las fronteras de Europa

El nuevo acuerdo aprobado el 18 de marzo de 2016 tendrá un coste de 6.000 millones de euros para la UE, sirviendo para financiar las instalaciones para los refugiados en Turquía. Tres son las disposiciones clave:

1.- Todas los emigrantes y refugiados que crucen ilegalmente desde Turquía a Grecia serán devueltos a Turquía.

2.- Por cada refugiado sirio deportado a Turquía, otro refugiado sirio será enviado desde Turquía a un país europeo.

3.- Turquía evitará el paso ilegal tanto por mar como por tierra.

Activistas y funcionarios de la ONU han denunciado la ilegalidad de este acuerdo, que no tiene en cuenta los derechos individuales de los solicitantes de asilo, no pudiendo recibir protección en el país al que son deportados.

Por un lado, ACNUR ha advertido que los centros de acogida en las islas griegas están sobrecargados, con unos 52.000 refugiados y emigrantes, que ahora están detenidos en unas condiciones inseguras e inhumanas, y que el sistema de registros de solicitantes de asilo es incapaz de atender todas las solicitudes.

Por otra parte, Turquía confiere sólo el estatus de refugiado a las personas que huyen de Siria, y no, por ejemplo, a los solicitantes de asilo de Afganistán o Irak. Las deportaciones en masa de todos los refugiados no sirios y migrantes viola la ley europea e internacional que regula el derecho de asilo.

Para empeorar las cosas, según Amnistía Internacional, Turquía está enviando ilegalmente miles de refugiados sirios a Siria. Es decir, que Europa, a través del acuerdo con Turquía, está a punto de enviar a miles de refugiados al matadero.

Aunque una puede estar tentada de interpretar esta terrible situación como el resultado de un estrategia coherente y unívoca de la UE, de hecho, no existe tal estrategia. En su lugar se trataría de múltiples estrategias alternativas y contradictorias, cada una de ellas sustentada por diferentes intereses políticos y económicos, y por una visión diferente de lo que debe ser la UE.

El acuerdo con Turquía forma parte de una estrategia principal adoptada hasta ahora por las Instituciones de la UE y que consiste en un intento de exteriorizar las fronteras europeas a través de acuerdos bilaterales de apoyo a la creación de centros de detención fuera de las fronteras políticas de la UE, la creación de puntos calientes en Grecia e Italia, la militarización de las fronteras exteriores, la redefinición de las funciones y competencias de Frontex, y la intención de crear una Guardia de Fronteras europea.

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Esta estrategia, sin embargo, se encuentra actualmente en un callejón sin salida: a pesar de que no han podido mantener bajo control el flujo de migrantes y refugiados, se ha generado un caos humanitario, con lo que ha aumentado aún más el descrédito de las Instituciones de la UE.

Este estancamiento de la estrategia europea se puede evaluar mejor teniendo en cuenta que sólo el año pasado se realizaron dieciocho cumbres urgentes sobre la crisis de los refugiados, abarcando a diversas Instituciones europeas: el Consejo Europeo, El Consejo de la Unión Europea, la Comisión Europea, las Naciones Unidas, e incluso la OTAN.

Los resultados de todas estas cumbres ha sido desalentadores: hasta la fecha, después de interminables discusiones y peleas internas sobre las cuotas de reubicación de refugiados en varios países europeos, sólo 660 refugiados han sido reubicados hasta el momento (18 en España).

Sin embargo, para lograr sus fines, es probable que se necesite el apoyo militar de la OTAN para apuntalar el acuerdo entre la UE y Turquía. En el mes de febrero pasado, la OTAN se implicó directamente en la gestión de la crisis de los refugiados: se enviaron buques de guerra al Mar Egeo para tratar de detener a los migrantes que cruzan desde Turquía a Grecia.

A pesar de que la efectividad de este acuerdo es incierta, una de las primeras consecuencias puede haber sido la del aumento de las llegadas desde Libia a la costa italiana. Libia se supone que es un actor principal en los acuerdos bilaterales con el objetivo de detener a los refugiados fuera de las fronteras políticas de Europa. Sin embargo, actualmente es incapaz de hacerlo, debido a la descomposición del país después de la intervención militar.

El incremento de las llegadas desde Libia a las costas de Sicilia se está produciendo de nuevo, y los puntos calientes previstos en Sicilia, algunos de los cuales nunca se crearon, son insuficientes.

El incremento de las llegadas a través del Mediterráneo también supone un aumento de las muertes en el mar: la Organización Internacional para las Migraciones estima que 531 refugiados y migrantes murieron en el Mediterráneo entre principios de enero y finales de marzo, es decir, un 9% más que el año pasado.

Colapso de Schengen

La estrategia de externalizar las fronteras es un callejón sin salida; varios países miembros de la UE están planteando alternativas y otras estrategias, lo cual está profundizando la crisis del proyecto de la UE. El Gobierno italiano está contraviniendo la estrategia de externalización de fronteras de dos maneras interrelacionadas.

En primee lugar, los buques de Frontex que patrullan en el Mar Mediterráneo se han transformado en centros en los que los refugiados y los inmigrantes rescatados en el mar son previamente identificados y por lo tanto se retrasa su llegada a la costa y las operaciones de rescate se ralentizan. Buques militares italianos, por el contrario, han dado prioridad a las operaciones de rescate antes que las de identificación previa.

En segundo lugar, las autoridades italianas han facilitado el tránsito de migrantes y refugiados a través del país en dirección a las fronteras de Francia y Austria, violando los acuerdos de Dublín.

Esto explica la crisis del verano pasado, cuando Francia suspendió el acuerdo de Schengen en la frontera con Italia, provocando que cientos de refugiados estuvieran a la espera para cruzar la frontera y acampasen en condiciones desesperadas en la estación de trenes de Milán y en las calles de Ventimiglia.

Aunque puede haber algunas consideraciones humanitarias detrás de la estrategia de las autoridades italianas, más bien hay intereses económicos y militares en juego, ya que el Gobierno italiano está utilizando su mala gestión de los refugiados para presionar a la UE, en especial a Alemania, para que haga concesiones en el pacto de estabilidad, en lo que se refiere a la deuda italiana.

Mientras tanto, el acuerdo de Schengen también ha sido suspendido en la frontera entre Francia y el Reino Unido, creando unas condiciones terribles en el lugar que se conoce como la jungla de Calais. En febrero, en respuesta a esta situación, Bélgica suspendió unilateralemente el acuerdo de Schengen en la frontera con Francia, ante el temor de que los refugiados que emigran en masa a Calais utilizasen los puertos belgas como punto de parada para cruzar la frontera hacia el Reino Unido.

Ya el mes anterior, Noruega, Suecia y Dinamarca también habían decidido suspender temporalmente Schengen. Austria se unió a ellos una semana más tarde, en respuesta a la llegada de miles de inmigrantes devueltos desde Alemania y que situaron en la frontera con Austria.

Austria también ha dispuesto controles y restricciones en el tráfico ferroviario y por carretera en la frontera con Hungría. Hungría, por su parte, ha construido vallas en sus fronteras con Serbia (que no pertenece a la UE), así como Croacia con Eslovenia ( que son miembros de la UE, el último de los cuales también ha firmado los acuerdos de Schengen).

Un futuro sombrío para la UE

Mientras que los acuerdos de Schengen se rompen a pedazos, varias opciones hay sobre la mesa. En primer lugar, Schengen podría ser suspendido durante dos años. En diciembre de 2015, los miembros de la UE consideraron esta posibilidad, que complace a la creciente derecha xenófoba y apaciguaría a una opinión pública cada vez más xenófoba.

Sin embargo, está opción sería un desastre económico para el Capitalismo europeo, o por lo menos para una parte significativa del mismo. La objeción: Schengen no sólo permite la libre circulación de ciudadanos de la UE a través de sus fronteras, sino también, y esto es lo más importante desde el punto de vista del Capitalismo europeo, la libre circulación de mercancías.

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Esta es una cuestión clave: las cadenas de valor que operan a través de las fronteras de los Estados-nación. Desde el punto de vista de las cadenas de valor, las fronteras internas pueden ser más relevantes que las fronteras entre los Estados-nación.

Las cadenas de valor, por ejemplo, conectan orgánicamente la producción de mercancías del norte de Italia, con la producción en Austria, Alemania y Francia, en lugar de la producción en el sur de Italia. En pocas palabras, no existe una correspondencia entre las fronteras nacionales y las cadenas de valor del Capital.

Algunas estimaciones son alarmantes en cuanto a la pérdida económica que conllevaría la suspensión de Schengen durante dos o más años, y la Comisión Europea ha advertido que un colapso de Schengen debilitaría el crecimiento económico durante varios años.

En segundo lugar, se podría crear un mini-Schengen. Esta opción es apoyada sobre todo por el Gobierno holandés y podría tener mayor atractivo para Alemania, y se limitaría a Alemania, Austria, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo, aunque también podría incluir a Suecia y Francia.

En cualquiera de estos casos, se estaría excluyendo a Europa del Este, Grecia e Italia; los dos últimos, en particular, están siendo considerados responsables de no cumplir con los acuerdos de Dublín y por no proteger debidamente sus fronteras.

El pasado 1 de abril, en respuesta a una perspectiva de un mini-Schengen, el Parlamento griego aprobó apresuradamente una ley para hacer legal lo que antes no lo era: la deportación masiva de los refugiados y los inmigrantes a Turquía, según lo exigido por el acuerdo UE-Turquía. Se trataría de la última capitulación por parte del Gobierno de Syriza de Grecia ante los burócratas de la UE.

La posibilidad de un mini-Schengen no gusta a algunos países miembros de la UE; no obstante, esta propuesta está en el aire. Además, dado que con bastante seguridad esta opción se reconsidere en los próximos meses, puede ser vista, en perspectiva, como un mal menor frente a la crisis más profunda de la UE, no pudiendo excluirse llegadas masivas de refugiados.

Otra posibilidad no menos viable implicaría una implosión del proyecto de la UE, que puede acelerarse con el Brexit. La disolución de la UE implicaría un retorno a los Estados-nación con plena soberanía nacional, o en su defecto, la creación de un sistema de gobierno transnacional que combinaría los Estados-nación con las Instituciones europeas, apoyando así unas cadenas de valor cada vez más transnacionales.

Aunque el futuro de la UE es incierto, dos hechos, al menos, están claros. El primero: ninguna política de las aplicadas será capaz de detener el flujo de inmigrantes y refugiados a Europa.

La desintegración de Siria ha obligado a que haya cuatro millones de refugiados en Jordania, el Líbano y Turquía, desplazando a más de siete millones de personas en Siria. La inestabilidad de la situación en Afganistán e Irak está dando lugar a la huida de miles de personas de esos países, mientras que los refugiados del cambio climático llegarán por miles del Este y África Subsahariana y del sudeste de Asia.

Las imbricaciones de la guerra, el cambio climático, la pobreza, hace que por otra parte tenga poco sentido distinguir entre refugiados e inmigrantes económicos, tratándose más bien de una cuestión de oportunismo burocrático, y no de fondo.

En segundo lugar, la actual UE ha demostrado que no está preparada para afrontar las transformaciones globales, y las tragedias, pero también tiene una responsabilidad histórica y política. Esta UE carece de cualquier alma política, más allá de la defensa tecnocrática de los intereses del Capitalismo europeo.

A pesar de su supuesta vocación universalista, la UE ha dado muestras de que su única forma de universalismo es el de la circulación de mercancías y de dinero.

En lo que se refiere al resto, sólo queda con el aumento de las desigualdades económicas y la explotación, la destrucción del Estado de Bienestar, el aumento de la derecha xenófoba, y el espectáculo repugnante de un grupo de burócratas europeos que luchan sobre los cuerpos de los muertos y torturados de los inmigrantes y refugiados.

Mientras tanto, miles de refugiados e inmigrantes han comenzando a protestar y mostrar su rebeldía en Grecia: su rebelión es nuestra única esperanza.

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Cinzia Arruzza es profesora adjunta de Filosofía en el New School.

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Procedencia del artículo:

https://www.jacobinmag.com/2016/04/eu-migrants-frontex-msf-syria-schengen/

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