La transformación de los seres humanos en insectos

Revisado por Caty R.

«Casi todos los seres humanos viven en una serena desesperación»

Henry Thoreau, Walden.

Como en la obra La Metamorfosis de Kafka, a los seres humanos nos están convirtiendo en cucarachas. Los poderosos no tienen sentimientos, viven para ellos y sus extensiones narcisistas (familias y amigos que les sirvan), pero el resto ¡que reviente! Solo necesitan unos pocos lacayos que los sirvan y el resto puede morir. Basta leer las noticias que se filtran de las «humanistas» reuniones del club Bildelberg para sospechar que Susan George tiene la capacidad de hacer premoniciones tal como se refleja en su libro Informe Lugano. El libro no es para entretenerse, tampoco para pasarla bien, la socióloga estadounidense emigrada a Francia relata en clave de ficción lo que unos especialistas recomiendan a los líderes mundiales para deshacerse de la sobrepoblación y prevenir su reincidencia, lo interesante es que parte de datos reales que ya están ocurriendo como: guerras localizadas, pandemias, catástrofes climáticas… En fin, Susan George está muy bien informada y tiene una gran capacidad para la prospectiva.

Por otro lado, ya en 1996 Jeremy Rifkin en su libro El Fin del Trabajo, demostró que el trabajo se está acabando. La causa: el adelanto tecnológico y los enormes avances en la inteligencia artificial. Poco a poco las industrias y los servicios se irán automatizando y los trabajadores serán descartados pues el capital ya no los necesitará. En los muchos artículos que leo y disfruto habitualmente noto que nos estamos olvidando de considerar el tema aunque tuvimos tiempo de estudiarlo. Lo que sí puede rescatarse es el trabajo pionero de la Red Renta Básica [1], que es una sección oficial de la organización internacional Basic Income Earth Network (BIEN). Lo más sucinto y claro sobre ese tema lo escribió Ignacio Ramonet en un artículo aparecido en Le Monde diplomatique bajo el título «La Aurora» [2] que expresa en uno de sus párrafos:

    «Es preciso establecer un ingreso básico incondicional para todos, que se le otorga a cada individuo desde que nace, sin ninguna condición de status familiar o profesional. El principio, revolucionario, es que cada cual tiene derecho a ese ingreso básico porque existe, y no para existir. La instauración de este ingreso se funda en la idea de que la capacidad productiva de una sociedad es el resultado de todo el saber científico y técnico acumulado por las generaciones anteriores. Los frutos de ese patrimonio común deben beneficiar al conjunto de los individuos bajo la forma de un ingreso básico incondicional. Que podría extenderse a toda la humanidad, porque de ahora en más el producto mundial equitativamente distribuido bastaría para garantizar una vida confortable al conjunto de los habitantes del planeta».

Pero eso aún no es universal. En España figura en la constitución del país Vasco. Brasil lo aprobó pero sin fecha cierta de aplicación.

Pero volvamos a lo que actualmente está ocurriendo.

Además de la espantosa costumbre de los capitalistas de explotar a sus congéneres, como el trabajo se termina, llevará a que existan trabajadores explotados y simples desocupados cuya supervivencia no está garantizada como la de los pájaros del cielo.

La explotación aparece acuciada por la vuelta al capitalismo salvaje con el advenimiento del neoliberalismo, introducido por las graciosas manos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, copiado u obligado a ser copiado por todos los países del mundo.

La desocupación (paro) en aumento facilita la existencia de la perversa precarización laboral preconizada por el neoliberalismo y eufemísticamente llamada «flexibilización laboral». En resumen hoy los trabajadores o están desocupados (parados) o, los más privilegiados, son portadores de contratos chatarra.

Yo mismo soy uno de esos privilegiados, mi contrato laboral especifica que no tengo relación de dependencia, aunque deba cumplir horario y soportar a un jefe, me pueden despedir cuando quieran sin indemnización, no tengo derecho a vacaciones, ni aguinaldo y menos aún a beneficios sociales. Me siento, analizándolo fríamente, un insecto descartable. Cada mañana cuando me levanto me examino minuciosamente para ver si sigo siendo humano.

Me encantaría ver a los explotadores no en la cárcel sino en el zoológico donde deberían ganarse sus galletitas haciendo monerías.

Notas:

[1] http://www.redrentabasica.org/

[2] Le Monde Diplomatique. Edición Cono Sur. Número 7. Enero 2000.

http://www.insumisos.com/diplo/NODE/2230.HTM

Guillermo F. Parodi es escritor, profesor universitario, miembro del Observatorio Internacional de la Deuda y de los colectivos Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística.


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=105945