Durante décadas, las empresas estadounidenses inundaron Nigeria con productos avícolas baratos y de baja calidad, lo que devastó la agricultura del país. Pero los agricultores nigerianos están contraatacando.
- Ahmadu Abubakar, 27 de noviembre de 2025

En 2003, Nigeria prohibió la importación de aves de corral congeladas para mitigar sus efectos negativos en la economía. La decisión no se tomó debido a una enfermedad o a un riesgo repentino para la salud, sino para evitar que Nigeria se convirtiera en destino de los excedentes de pollo estadounidenses, una práctica que estaba devastando a los granjeros locales. Durante décadas, los productores estadounidenses estuvieron exportando millones de toneladas de carne oscura, cortes a menudo no deseados en el mercado estadounidense, a precios que hacían imposible competir a los granjeros locales de cría en libertad. Incluso después de la prohibición de 2003, este excedente seguía introduciéndose de contrabando en Nigeria. Por lo tanto, la prohibición se reforzó en 2015 con la «Operación Hawk Descend», una campaña contra el contrabando a través de Benín. La prohibición sigue en vigor hoy en día, y ha sido reafirmada recientemente por el ministro de Desarrollo Ganadero, Idi Mukhtar Maiha.
Esta silenciosa guerra alimentaria antiimperialista, probablemente desconocida para la mayoría de los estadounidenses, es un importante caso de estudio sobre cómo funcionan hoy en día el poder y las finanzas globales. Si se estudia detenidamente, revelará un sistema que devalúa tanto a los animales como a los seres humanos del Sur Global como si fueran desechables. Las empresas agrícolas de Estados Unidos y sus representantes comerciales crean una percepción de «proteína barata» para apoyar sus prácticas de exportación, pero no tienen en cuenta las jaulas en las que han vivido esos pollos, los trabajadores que los han sacrificado y las generaciones de agricultores locales cuyo trabajo de toda una vida se considera «ineficiente». En este sistema, solo cuentan los resultados económicos de las megacorporaciones internacionales.
Pero aquí está la parte esperanzadora: los nigerianos se están rebelando contra esto. Las luchas de estos agricultores se han convertido ahora en la lucha colectiva de todos los nigerianos. Los nigerianos están luchando ahora contra el dogma económico global depredador que considera que el valor de la humanidad, la dignidad de la población rural y el bienestar de los ecosistemas son secundarios frente a la búsqueda de la riqueza y el lucro del comercio depredador, y están ganando.
La máquina de dumping y su coste humano
Para comprender cómo Nigeria se convirtió en un vertedero de pollos estadounidenses, hay que remontarse a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, cuando el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) aconsejaron a Nigeria que abriera su mercado como parte de los programas de ajuste estructural (PAE) diseñados para promover el desarrollo económico. La razón era que, si se eliminaban las medidas de protección para las empresas nacionales, se abrían los mercados a la competencia extranjera y se permitía la libre entrada de mercancías en Nigeria, la economía prosperaría, o al menos eso argumentaba el FMI.
En cierto modo, sí prosperó. El PIB de Nigeria creció un 7,33 % en 1988 y un 11,78 % en 1990. Sin embargo, se ignoró un aspecto clave del plan: los productores locales quedaron indefensos. En aquel momento, las granjas avícolas del país eran en su mayoría pequeñas explotaciones familiares y no podían competir con el abrumador volumen de pollo de bajo coste que se importaba al país, procedente principalmente de Estados Unidos y la Unión Europea. A principios de la década de 2000, los productores nacionales nigerianos suministraban menos del 50 % de la demanda nacional de pollo. Anualmente, Nigeria producía aproximadamente 300 000 toneladas métricas de productos avícolas, lo que dejaba un amplio déficit de más de 1,5 millones de toneladas métricas. Tras la prohibición de las importaciones de aves de corral en 2003, el pollo de contrabando representaba 1,2 millones de toneladas métricas, lo que provocó el colapso de la industria avícola nacional.
El gobierno de los Estados Unidos facilitó activamente este proceso. Las enormes subvenciones que reciben los avicultores estadounidenses les permiten exportar de forma rentable el excedente de carne de menor valor (oscura), no deseada en el mercado estadounidense, a otras partes del mundo a precios muy inferiores a los que cuestan en el mercado nacional. Como declaró en 2018 el expresidente del Consejo de Exportación de Aves y Huevos de los Estados Unidos, James Sumner: «Nuestros principales mercados se encuentran en países subdesarrollados y en vías de desarrollo, porque nuestros cuartos traseros de pollo son la proteína cárnica más barata que existe». Se trata de una operación muy estructurada. Un estudio de 2010 reveló que solo en 2002 Benín, que tenía una producción avícola limitada para satisfacer el consumo local, envió 52 000 toneladas métricas de aves de corral congeladas a Nigeria, lo que representaba el 60 % de todas las importaciones avícolas de Nigeria ese mismo año.
En opinión del Gobierno nigeriano, se trata simplemente de dumping disfrazado de comercio. La Organización Mundial del Comercio (OMC) define el «dumping» como la introducción de un producto en el comercio de otro país y su venta a un precio inferior a su valor normal. Según la definición de la OMC, el «valor normal» puede definirse como la venta por debajo del coste de producción o por debajo del precio que se cobra en el país de origen del exportador. Así pues, según esta definición, los procesadores de pollo estadounidenses están realizando dumping de aves de corral excedentes en Nigeria y llamando a esta acción comercio.
El resultado ha sido el colapso de los mercados locales. En su momento álgido, las importaciones representaban casi la mitad de todas las aves de corral consumidas en Nigeria. Los agricultores nigerianos, que criaban las aves en libertad y con cereales nutritivos, veían impotentes cómo sus negocios se hundían por culpa de las patas de pollo congeladas que se vendían a un precio con el que no podían competir. Los pequeños agricultores (especialmente las mujeres) desaparecieron de la escena económica. Muchos se vieron obligados a vender sus productos en la calle, mientras que otros emigraron a los centros urbanos en busca de empleos que nunca se materializaron. Las comunidades rurales, que antes se sustentaban con la producción local de alimentos, pasaron a depender de los productos importados y de los distribuidores urbanos de alimentos.
Mientras tanto, el sueño de proporcionar «proteínas baratas» resultó ser una ilusión. El argumento nutricional en contra del pollo importado se ve reforzado por varios factores. A muchos pollos importados se les inyecta solución salina para aumentar su peso, lo que diluye su contenido proteico y aumenta el contenido de sodio. Se trata de un asunto extremadamente grave, ya que la Sociedad de Nutrición de Nigeria (NSN) afirma que el consumo medio de sodio de los nigerianos es superior a las cantidades recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto ha contribuido a lo que se ha convertido en una crisis nacional: la hipertensión, que afecta aproximadamente al 30 % de todos los adultos de Nigeria.
También se ha descubierto que algunos envíos contienen productos en mal estado o etiquetas que falsean el contenido, lo que plantea más dudas sobre la seguridad y la calidad del pollo importado. Por ejemplo, en 2015, las aduanas nigerianas confiscaron cajas de aves de corral en mal estado en el puerto de Lagos. En otro caso, los funcionarios del Servicio de Aduanas de Nigeria incautaron 24 273 cajas de productos avícolas congelados importados con un valor de 256 millones de nairas en concepto de derechos de aduana. Posteriormente, el contralor Haruna Mamudu declaró que «estos productos avícolas se conservan con productos químicos que también se utilizan para conservar cadáveres».
La quiebra de la industria avícola local no fue simplemente el resultado de circunstancias desafortunadas, sino una consecuencia previsible de la política gubernamental. Cuando adoptó los programas de ajuste estructural del FMI, la eliminación de los aranceles protectores por parte del Gobierno nigeriano dio lugar a una libre circulación de aves de corral baratas en Nigeria. Esta fatídica decisión, combinada con el continuo excedente de aves de corral de contrabando alimentado por las subvenciones agrícolas estadounidenses, provocó finalmente el colapso de la industria avícola local. De este modo, el comercio agrícola mundial crea una ventaja para los grandes fabricantes de alimentos con sede en Norteamérica y Europa, pero no aborda adecuadamente las necesidades o preocupaciones de las familias nigerianas, los trabajadores o el bienestar animal, que no son más que daños colaterales.
Este conflicto económico continúa aún hoy en día. En 2025, Estados Unidos impuso un arancel del 14 % a las exportaciones nigerianas, en represalia por lo que el presidente Donald Trump denominó «prácticas comerciales desleales» de Nigeria, entre ellas la prohibición de importar aves de corral congeladas y otros productos agrícolas. Una vez más, Nigeria, en lugar de tomar represalias contra las importaciones estadounidenses, optó por recurrir a la Organización Mundial del Comercio. La industria agrícola nigeriana comenzó a utilizar la expresión «colonialismo avícola» para describir el dominio de las aves de corral extranjeras sobre los mercados locales.
El mito de la «proteína barata» y el paternalismo de la ayuda exterior
Este sistema se justifica con un mito poderoso y paternalista. Durante décadas, las principales empresas agroindustriales estadounidenses y sus organizaciones representativas comerciales han presentado el dumping de pollo en el Sur Global como un servicio muy necesario para los países en desarrollo y subdesarrollados. James Sumner resumió bien el argumento: el pollo estadounidense es la fuente de proteína más barata para ustedes. Sin embargo, esta «baratura» es una ilusión, basada en una divergencia fundamental en el bienestar animal.
En el sistema industrial estadounidense, los pollos son seleccionados genéticamente para un crecimiento rápido, lo que a menudo provoca trastornos esqueléticos y fallo orgánico. Los pollos viven en grandes entornos cerrados sin ventanas. En estos sistemas, se suelen administrar antibióticos a los pollos para ayudarles a soportar las malas condiciones de vida.
Por el contrario, los granjeros nigerianos, que cada vez crían más pollos Noiler, proporcionan a las aves la oportunidad de comportarse de forma natural. El Noiler es un pollo autóctono fuerte que crece a un ritmo mucho más lento, pero saludable, que las razas comerciales. Por lo general, a los pollos Noiler se les permite estar al aire libre (campeo), donde pueden moverse, comer del suelo y seguir sus comportamientos naturales, lo que aumenta su inmunidad contra las enfermedades y reduce en gran medida la cantidad de antibióticos necesarios para mantenerlos vivos. Estos pollos no son baratos, sino que se valoran porque representan la tierra, el trabajo y la comunidad.
La narrativa de la «proteína barata» también da por sentado que las personas del Sur Global carecen de capacidad de acción, que los nigerianos en particular son meros receptores del exceso occidental, en lugar de productores independientes con sus propios sistemas de conocimientos y prácticas. Por el contrario, un pollo Noiler representa la independencia, no la dependencia.
La prohibición y la reacción
Antes de la prohibición de 2003, que se reforzó en 2015 durante la administración del expresidente Muhammadu Buhari, los funcionarios comerciales estadounidenses se quejaron repetidamente de las restricciones impuestas por el Gobierno de Nigeria, que durante muchos años dificultaron el acceso a los mercados nigerianos.
Sin embargo, los funcionarios comerciales que representaban al Gobierno de los Estados Unidos se indignaron cuando el Gobierno Federal de Nigeria reforzó la prohibición total de todas las importaciones de aves de corral al país. En una declaración publicada en su plataforma de redes sociales en abril de 2025, la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR) afirmó que la restricción, que afecta a los productos agrícolas, farmacéuticos, bebidas y bienes de consumo, crea «importantes barreras comerciales» y provoca «pérdidas de ingresos para las empresas estadounidenses».
En Nigeria, por el contrario, la reacción a la repentina prohibición de las importaciones de aves de corral extranjeras fue muy positiva. Los agricultores se mostraron encantados, ya que la prohibición provocó un aumento instantáneo de la demanda de pollos de producción nacional.
La aplicación de la ley resultó difícil. Los contrabandistas seguían introduciendo pollo congelado por tierra a través de las fronteras de Benín y Camerún. Algunos comerciantes etiquetaban las aves de corral importadas como «locales». Sin embargo, la importancia simbólica de la política fue enorme. Nigeria estaba diciendo que no sería el vertedero de nadie.
Y lo que es más importante, abrió la oportunidad de un nuevo crecimiento más allá de la mera protección comercial. Creó una red de seguridad financiera que hizo posible el crecimiento de un sistema local de soberanía alimentaria. Los sistemas alimentarios quedaron protegidos de los proveedores internacionales de dumping el tiempo suficiente para que los agricultores pudieran poner en común sus recursos, recuperar algunas razas de pollos autóctonas que habían casi desaparecido (como el Noiler) y crear soluciones funcionales que fueran ecológicamente relevantes para su zona y las demandas de los consumidores. Este «nuevo crecimiento» produjo un sistema independiente y autodeterminado basado en las necesidades de las comunidades nigerianas, su salud y su bienestar económico, en lugar de en los intereses de las entidades corporativas globales.
Las herramientas de la soberanía alimentaria
Mientras los políticos debatían sobre la política comercial en Nigeria, los agricultores de los estados de Kaduna y Oyo, profundamente afectados por años de dumping, comenzaron a construir sus propias alternativas. Para poner en práctica estas ideas, los productores locales organizaron la Asociación de Avicultores de Nigeria (PFAN).
La PFAN no es una ONG de gran poder con fondos extranjeros, sino un movimiento de base estructurado en torno a la ayuda mutua y la autosuficiencia económica de hombres y mujeres que crían pollos a pequeña escala en granjas abandonadas debido a años de importaciones baratas. Estos agricultores decidieron pasar a la acción y organizarse, en lugar de rendirse.
Este nuevo sistema es sencillo, práctico y localizado. Supera las complejidades de la economía global garantizando que la producción local de alimentos satisfaga la demanda local, utilizando razas autóctonas adecuadas para los sistemas de alimentación locales y manteniendo todos los aspectos de la cadena de producción alimentaria dentro de la comunidad local. La PFAN no depende de los cambios en los acuerdos comerciales internacionales para poner en práctica su plan. En cambio, construye lo que puede con los recursos disponibles a nivel local. Sus herramientas son básicas, pero eficaces.
En primer lugar, los agricultores nigerianos recuperaron las razas locales originales y sustituyeron la mayoría de los pollos híbridos importados de crecimiento rápido (Cobb, Ross, Arbor Acres), desarrollados originalmente en Estados Unidos y Europa e introducidos en Nigeria a través de grandes empresas agrícolas. En su lugar, el pollo Noiler, desarrollado por Amo Farm Sieberer Hatchery Limited en Nigeria, es el pilar de la estrategia de recuperación de PFAN. Los pollos alcanzan el peso de comercialización en un plazo de 12 a 14 semanas, más lento que los pollos de engorde comunes, pero sin un solo uso de antibióticos. Además, las gallinas ponen huevos, lo que supone una fuente de ingresos adicional para los agricultores.
En segundo lugar, establecieron incubadoras comunitarias. En lugar de comprar pollitos de un día a grandes proveedores corporativos (a menudo a un precio elevado), los miembros de PFAN producían los suyos propios utilizando incubadoras solares de bajo coste. La incubadora solar básica es simplemente una caja de madera aislada con espuma que contiene un panel solar de 50 vatios y también tiene un termostato de frigorífico viejo y un termómetro digital. Puede funcionar con energía solar, electricidad o gas de cocina LPG. Estas unidades cuestan solo unos 300 dólares cada una, tienen capacidad para 500 huevos y funcionan totalmente fuera de la red, lo que las hace perfectas para las zonas rurales. «Cualquier pueblo podría construir una», afirma el ingeniero Abubakar Sani, licenciado en Ingeniería Agrícola. Todos los componentes necesarios para construir una se encuentran en la zona, sin necesidad de tecnología extranjera.
La organización también ha creado cooperativas de piensos, en las que se aconseja a los miembros que eviten comprar piensos comerciales caros. En su lugar, crean sus propios piensos mezclando productos disponibles localmente, como maíz, harina de soja y cáscaras de cacahuete. PFAN suele crear las recetas y comprar los ingredientes a granel para reducir el coste.
Por último, los miembros de PFAN desarrollaron redes de venta directa. Para competir con el pollo congelado importado en los mercados abiertos, sus miembros comenzaron a vender directamente a escuelas, iglesias y cooperativas vecinales. Utilizaban grupos de WhatsApp para recibir los pedidos y motocicletas para las entregas, que llevaban una marca muy sencilla, como bolsas de papel estampadas con el nombre de la granja. Sin intermediarios, sin importadores. En su lugar, los pollos frescos se entregan directamente de la granja al consumidor.
Los agricultores de PFAN también han establecido relaciones estratégicas con los responsables políticos. Asisten regularmente a las audiencias del gobierno local y aprovechan esas oportunidades para presentar solicitudes específicas (por ejemplo, subvenciones para piensos y vacunas) que les proporcionen el apoyo necesario para una producción avícola sostenible. Al proporcionar datos que respaldan el número de puestos de trabajo creados, junto con los ingresos fiscales generados a nivel local, demuestran un conocimiento excepcional de los principios del desarrollo económico que resuenan bien entre los responsables políticos.
Además, reconocieron que las políticas del gobierno federal tienden a avanzar muy lentamente. Por lo tanto, PFAN centró su atención en lograr cambios políticos a nivel estatal. En el estado de Oyo, convencieron a los funcionarios del gobierno para que distribuyeran piensos y vacunas a bajo coste a los miembros de PFAN. En Kaduna, lograron convencer a las escuelas locales para que compraran el 70 % de sus aves de corral a los miembros de PFAN. Estos pequeños éxitos han contribuido colectivamente al éxito general de la organización, ampliando así su red.
Los ingresos netos medios anuales de la PFAN para 104 pequeños agricultores del estado de Oyo son de casi 788 000 nairas; sus homólogos de la capital federal de Nigeria (Abuja) ganan algo más de 397 768 nairas, lo que convierte la avicultura en un método eficaz para sacar a las familias de la pobreza. Al proporcionarles acceso a pollitos de bajo costo, pienso estable y equipos sencillos de baja tecnología (por ejemplo, comederos), los agricultores pueden aumentar sus ingresos, mejorar su capacidad para soportar crisis inesperadas en sus negocios y depender menos de las importaciones baratas de cuartos traseros de pollo. Desarrollar la capacidad local no es un acto caritativo, sino una forma de autodefensa económica.
Las personas que construyen esta infraestructura son las más afectadas por ella. En solo tres años, PFAN ha ayudado a muchos agricultores a volver a la producción avícola, alrededor del 75 % de ellos mujeres. Los ingresos medios de los hogares de los miembros de PFAN han aumentado un 30 %, y quizás lo más importante es que PFAN está empezando a ayudar a las generaciones más jóvenes a ver la agricultura como un medio viable para ganarse la vida.
Un plan global y una nueva solidaridad
La filosofía de PFAN se está replicando a nivel internacional. Desde 2021, la Red Solidaridad y sus socios, gestionada por la Asociación de Avicultores de Ghana, ha formado a más de 450 mujeres y jóvenes en la cría de aves de corral de razas autóctonas. Además, en Kisumu (Kenia) operan cooperativas denominadas «Mkulima Jovial». Grupos como la Asociación de Agricultores y Ganaderos Negros (BFAA) están trabajando en los Estados Unidos para restaurar las aves de corral tradicionales y recuperar la soberanía alimentaria en las comunidades rurales negras.
Tomar medidas concretas para ayudar a los necesitados es la mayor forma de solidaridad. Por ejemplo, los lectores estadounidenses pueden actuar en solidaridad tomando medidas políticas contra el dumping de aves de corral en los Estados Unidos. La Federación Estadounidense de Exportación de Carne, con sede en Denver, Colorado, gasta cada año millones en presionar a favor de la exportación de productos avícolas objeto de dumping a los países en desarrollo. Los lectores pueden llamar a sus representantes electos y preguntarles por qué se utilizan los fondos de los contribuyentes estadounidenses para patrocinar una práctica que destruye los medios de vida en los países en desarrollo.
Cuando coman pollo, háganse estas preguntas fundamentales: ¿De dónde viene este pollo? ¿Quién lo crió? ¿Quién sufrió para que pudiéramos tener carne barata? La próxima vez, no actúe por lástima o por remordimientos; actúe con intencionalidad. Porque la gente de las granjas de Kaduna no está esperando a que llegue la salvación. Están creando una forma completamente nueva de hacer de la comida una fuente de justicia en lugar de caridad. Están invitando a todos los demás a unirse a ellos, no por su dinero, sino por la colaboración.
¿Qué pasaría si los trabajadores agrícolas sindicalizados de los Estados Unidos se asociaran con PFAN para exponer toda la cadena de explotación, desde las plantas de envasado de carne en Arkansas hasta los mercados de Lagos? Del mismo modo, los grupos europeos de defensa de los derechos de los animales deberían ayudar a los africanos en sus esfuerzos contra el dumping de productos cárnicos baratos de Europa en África. Este enfoque permitirá a los africanos resolver sus propios problemas de bienestar y soberanía sin intentar imponerles una solución —como el veganismo— que no aborda la cuestión de la justicia económica.
Los pollos como resistencia
Esta no es simplemente una historia sobre pollos. Es una historia sobre quién toma las decisiones sobre lo que comemos, cómo se produce y quién se beneficia económicamente de esa producción.
Durante décadas, los grandes intereses corporativos y las agencias reguladoras de los países desarrollados (conocidos colectivamente como el «Norte Global») han tomado esas decisiones por ustedes. Pero hoy en día, en las pequeñas aldeas nigerianas, está surgiendo un nuevo futuro con cada pollo que se cría.
Mientras que Estados Unidos ha tratado su excedente de pollos como basura, los nigerianos se niegan a tratar el suyo de esa manera. Los nigerianos analizaron detenidamente los restos de su propia industria avícola y dijeron: la reconstruiremos nosotros mismos. No con pollos importados ni con caridad. Sino con nuestro propio esfuerzo, sudor y lágrimas, nuestros propios pollos y nuestras propias ideas sobre lo que debe ser la alimentación.
La producción avícola local es un acto de resistencia económica y política porque recupera activamente la soberanía alimentaria frente al dumping corporativo, demostrando un rechazo exitoso de la dependencia. Los agricultores nigerianos no están pidiendo ayuda ni rescate. En cambio, ofrecen una hoja de ruta probada para la soberanía alimentaria que prioriza la estrategia comunitaria y la autosuficiencia por encima de la dependencia.
La verdadera solidaridad reconocerá que las luchas por el bienestar animal, la justicia laboral y la soberanía alimentaria están entrelazadas. Las soluciones no vendrán de arriba, sino de aquellos que están sufriendo estas crisis y tomando el control en sus propias manos.
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