por David Macaray, 12 de octubre de 2012
Vamos a echar un rápido vistazo hasta donde hemos llegado en el desarrollo cultural y lo mucho que hemos progresado.
Hace un siglo, más o menos, estábamos estancados en la forma en que se veía el sexo y cómo funcionábamos sexualmente. Ya se usara maquillaje, polvos o tintes para el pelo y pelucas para ofrecer mejor apariencia, estábamos más o menos destinados a hacer las cosas tal y como la madre naturaleza estableció en este asunto.
Por consiguiente, antes de la invención de la Viagra, si los hombres no podían ya funcionar sexualmente, pues mala suerte. No guste o no, la madre naturaleza no tenía la intención de que a los 80 años se fuese por ahí con una erección. También es verdad que la madre naturaleza tampoco tenía la intención que a los 80 años los viejos siguiesen dando vueltas, pero el advenimiento de la medicina moderna y la educación sanitaria cambió todo ese panorama.
También tenemos la cirugía estética, por ejemplo. Este procedimiento ha abierto muchas posibilidades. Si bien al principio se realizaba de forma poco frecuente, ahora es algo común, omnipresente, sobre todo entre las celebridades. Leí en alguna parte que en la última década, más o menos, la rinoplastia (cirugía de la nariz) se había convertido en el regalo de la graduación de secundaria, con el modelo a elegir. Es cierto. El regalo anterior de la graduación era un automóvil. Hoy en día es una cara nueva.
Aun cuando los resultados de la cirugía estética son decepcionantes o perturbadores ( por ejemplo, Steve Wynn, Kenny Rodgers, Bruce Jenner), las celebridades siguen buscando cambios mediante esta cirugía. Después de todo, si tenemos en cuenta el panorama general, es una decisión sobre todo racional. Si no está satisfecho con su cuerpo, ¿por qué no modificarlo?
Si tuviera dinero de sobra, me cortaría las napias y las pondría a la medida de mis orejas, y no es porque no esté particularmente satisfecho con mi apariencia. Más bien es el encanto de saber que hay alternativas, que la realidad se puede reinventar.
Y hablando sobre el tema de los atributos físicos, consideremos dentro de la anatomía al pene. A pesar de las protestas en sentido contrario, es preciso decir que el tamaño sí que importa. Cuanto más grande, mejor. No, usted no necesita un miembro de 23 centímetros para complacer a su pareja, pero sin duda hacen falta más de 8 centímetros para hacer el trabajo correctamente.
Esto nos lleva a una predicción tecnológica. En el futuro, los hombres menos dotados van a pagar por hacerse un trasplante de pene. Millonarios de cuarenta años, a los que la naturaleza ha equipado cruelmente con barras de 8 centímetros, pagarán a los leñadores noruegos de 80 años de edad 500.000 dólares para intercambiarse los penes. Obviamente, los noruegos de 80 años de edad aceptarán la oferta, porque a su edad tiene poco uso un pene de gran tamaño. ¿Qué iban a hacer con él?
Por otra parte, al igual que los violines, los penes de 80 años de edad trabajan tan bien como los más nuevos. El único problema con un pene de tanta antigüedad es que está unido a un cuerpo de 80 años de edad que ya no es capaz de usarlo. Seamos realistas: incluso con la ayuda del farmacéutico, ¿va a tener relaciones sexuales un ex leñador de 80 años de edad?
Es el trato comercial ideal. El hombre de negocios rico de Asia se dará una vuelta sabiendo que se llevará un poco más de peso dentro del embalaje; y el caballero noruego, antes bien dotado, se queda bien apañado con los 500.000 dólares, aunque la tenga más pequeña, pero es más manejable que el pene que cambió. Todo el mundo gana.
David Macaray es dramaturgo y autor de Los Ángeles ( (It’s Never Been Easy: Essays on Modern Labor). Fue representante sindical. Puede contactar con él en: dmacaray@earthlink.net. Otros artículos de David.
Procedencia: http://dissidentvoice.org/2012/10/milestones-in-science/