Por Malek Al-Sarnamy, junio de 2025

Nuevas rutas de la seda
Junio de 2025
En el desierto egipcio, a unos cincuenta kilómetros al este de El Cairo, surge una nueva ciudad, no a través de una colonización gradual o un crecimiento incremental, sino como resultado de una profunda apuesta especulativa por parte del Estado. La Nueva Capital Administrativa (NAC) de Egipto funciona menos como una ciudad y más como un mito materializado, una visión construida a partir de una apuesta calculada sobre la arena, la seguridad, la soberanía y los imaginarios futuros. En este entramado de finanzas especulativas y fabricaciones ideológicas, la infraestructura ya no es simplemente hormigón o cable de fibra óptica, sino un complejo mecanismo a través del cual el Estado-nación intenta estabilizar su soberanía en medio de la inestabilidad geopolítica.
Este gigantesco proyecto de desarrollo urbano, que abarca aproximadamente 270 millas cuadradas (más o menos el tamaño de Singapur), no solo representa un intento de aliviar la congestión en la capital histórica de Egipto, sino también una profunda reconfiguración de la relación entre el Estado, el territorio y la población en el Egipto contemporáneo.1 La NAC encarna lo que Keller Easterling identifica como la dimensión performativa de la infraestructura: su capacidad de funcionar como «forma activa» en lugar de como telón de fondo pasivo.2 Más allá de su utilidad material, el NAC funciona como una declaración espacial de legitimidad política, un instrumento financiero para la acumulación de capital y una plataforma tecnológica para la vigilancia y el control. Sin embargo, también es fundamentalmente una creación mitico-ideológica: una proyección de poder y modernidad que busca remodelar no solo el espacio urbano, sino la propia concepción de la identidad egipcia y su lugar en los órdenes regional y global.

El NAC es una apuesta monumental por el futuro de Egipto, una apuesta no solo por el desarrollo urbano, sino por una visión particular de la formación del Estado, la organización económica y el orden social. Opera simultáneamente en múltiples registros —material, ideológico, financiero y geopolítico— revelando los complejos entrelazamientos entre infraestructura, finanzas y soberanía en el siglo XXI. El NAC es una tecnología geopolítica, una manifestación material del intento de Egipto de navegar por las complejas dinámicas de poder regionales y globales, al tiempo que afirma su propia visión de la modernidad y la estabilidad, incluso cuando esta misma afirmación socava potencialmente la soberanía que pretende proyectar.
La infraestructura como legitimación política
Los proyectos de infraestructura han servido durante mucho tiempo como articulación espacial de la legitimidad política. En la historia de Egipto posterior a la revolución de 1952, los desarrollos a gran escala fueron fundamentales para el proyecto del Estado militar de establecer una cosmología nacional coherente: su destino colectivo imaginado, sus alianzas geopolíticas y su cohesión interna. Sin embargo, las infraestructuras evolucionan gradualmente desde necesidades prácticas hasta convertirse en símbolos ideológicos, alejándose de su utilidad inmediata para servir a fines abstractos de creación de mitos nacionales.3 Una vez establecida, esta creación de mitos se perpetúa a sí misma, dando prioridad a la coherencia ideológica sobre la realidad material y convirtiendo el espacio infraestructural en infraestructura-como-historia.
La presa de Asuán, terminada en 1970, es un ejemplo de ello. Más allá de su función técnica de controlar las inundaciones del Nilo y generar electricidad, la presa funcionó como un poderoso símbolo de la soberanía y la modernización de Egipto. Su construcción, que tuvo lugar en medio de las tensiones geopolíticas de la Guerra Fría, posicionó a Egipto como un actor independiente capaz de llevar a cabo proyectos de desarrollo a gran escala con el apoyo de la Unión Soviética, tras la retirada de la financiación por parte de las potencias occidentales.4 Sin embargo, en un plano más fundamental, la presa representaba un proyecto para forjar una nueva identidad poscolonial para Egipto, una reivindicación empoderadora para una nación liberada que buscaba definirse más allá de la sombra del control imperial. El presidente Gamal Abdel Nasser transformó la presa en lo que él denominó un «sueño nacional», por el que merecía la pena movilizar todas las energías y recursos para lograrlo.5 La finalización de la presa coincidió con el apogeo del socialismo árabe nasserista, que encarnaba una visión del desarrollo impulsado por el Estado y el liderazgo regional que cambió radicalmente la cosmología nacional de Egipto hacia una nueva vocación y destino.
Las políticas de «infitah» del presidente Anwar Sadat en la década de 1970 alteraron esta visión del desarrollo, haciendo hincapié en la inversión privada y la integración global por encima de la industrialización impulsada por el Estado. Este periodo vio el inicio de planes de desarrollo del desierto destinados a aliviar la presión sobre el valle del Nilo, con la aparición de nuevas ciudades satélite alrededor de El Cairo. Estos acontecimientos reflejaron una reorientación hacia las potencias occidentales y los Estados del Golfo tras la guerra de 1973 y el posterior proceso de paz con Israel, lo que incorporó los reajustes geopolíticos a los patrones de desarrollo espacial.6 Los proyectos de infraestructura de esta época comenzaron a pasar de ser símbolos de la autosuficiencia nacional a mecanismos de integración económica mundial, aunque conservaron elementos del espíritu de construcción nacional establecido bajo Nasser.
La revolución de 2011 fue un momento en el que las narrativas políticas establecidas no lograron mantener su coherencia y caracterizó una ruptura en la cosmología nacional de Egipto. Puso de manifiesto la vulnerabilidad de la gobernanza centralizada frente a la lógica descentralizada y distribuida de las redes de información globales. Este momento revolucionario desmanteló brevemente las concepciones territoriales e ideológicas tradicionales del Estado-nación, amenazando su estructura fundamental a través de los medios digitales y las infraestructuras de información transnacionales. Anunciada en 2015 tras el golpe militar de 2013, la Nueva Capital Administrativa de Egipto fue la colosal reacción del Estado para contrarrestar esta fuerza desestabilizadora. Representa tanto la continuidad de las estrategias de legitimación basadas en las infraestructuras anteriores a 2011 como una escalada significativa en su escala y ambición, lo que refleja el enfoque particular del régimen actual para consolidar la autoridad a través del desarrollo monumental. Sin embargo, a diferencia de proyectos anteriores que buscaban establecer la soberanía a través de la autosuficiencia industrial, la NAC opera principalmente a través de las finanzas especulativas y el espectáculo infraestructural, revelando una transformación fundamental en el funcionamiento de las infraestructuras como mecanismo de formación del Estado: no a través de la tecnología avanzada en sí misma, sino como aparato estratégico para la consolidación y el control ideológicos.

Realidad financiera y política especulativa
Concebida inicialmente como una ciudad financiada con fondos privados y con una importante inversión del Golfo, la nueva capital administrativa de Egipto se convirtió rápidamente en un complejo acuerdo financiero en el que participan múltiples partes interesadas. Aunque el presidente Abdel Fattah al-Sisi afirmó en un principio que el Estado egipcio «no pagaría ni un centavo», la realidad ha sido muy diferente. La financiación del proyecto incluye ahora recursos públicos, inversión privada nacional e internacional y una importante financiación china. Cabe destacar que la participación de China incluía inicialmente importantes proyectos ferroviarios y un compromiso de 20 000 millones de dólares por parte de China Fortune Land Development (CFLD) para desarrollar y gestionar grandes zonas de la ciudad.7 Esta intrincada estructura financiera refleja la naturaleza híbrida del proyecto: ni totalmente privado ni totalmente público, se trata de un conjunto especulativo que difumina las fronteras tradicionales entre el Estado y el mercado.
Los últimos acontecimientos arrojan más luz sobre esta realidad financiera. A partir de 2024, Egipto tiene previsto sacar a bolsa entre el 5 % y el 10 % de las acciones de la Capital Administrativa para el Desarrollo Urbano (ACUD), lo que pone de manifiesto la necesidad crítica de nuevas inyecciones de capital.8 Aunque las estimaciones oficiales sitúan el gasto de la primera fase en 58 000 millones de dólares, la cantidad real sigue sin ser transparente. Factores como la flotación de la libra egipcia, los retrasos provocados por la pandemia de COVID-19 y la inestabilidad económica general sugieren que el gasto real ha superado con creces las previsiones iniciales. A pesar de los formidables retos económicos, el Gobierno egipcio sigue adelante con sus ambiciosos planes de expansión, que duplicarán el tamaño de la NAC, en contra de la petición explícita del Fondo Monetario Internacional (FMI) de que Egipto frene el gasto en infraestructuras. El acuerdo alcanzado en marzo de 2024 por el personal técnico del FMI pedía específicamente «un nuevo marco para frenar el gasto en infraestructuras, incluidos los proyectos que hasta ahora han funcionado al margen de la supervisión presupuestaria ordinaria».9
La presión financiera causada por la NAC (así como la ampliación del Canal de Suez) ha obligado al Gobierno egipcio a emprender importantes ventas de activos para reponer sus agotadas reservas de divisas. La ampliación del Canal de Suez en 2015 redujo considerablemente las reservas de divisas de Egipto, a lo que se sumaron las recientes tensiones militares y las perturbaciones marítimas en el mar Rojo tras la escalada del conflicto y las crisis humanitarias en Gaza. Esto ha afectado gravemente al rendimiento económico del canal, agravando la crisis económica de Egipto y provocando una mayor liquidación de activos estratégicos. Estas transacciones han incluido la venta de participaciones en bancos estatales, fábricas y otros activos económicos, como la reciente venta de terrenos de Ras Al-Hikmah, en la costa del mar Rojo, a los Emiratos Árabes Unidos, como parte de un paquete más amplio de venta de activos. Estas medidas revelan una preocupante tendencia hacia la disolución de activos, el aumento de la dependencia geopolítica y la erosión de la autonomía económica. La grave crisis económica resultante queda claramente ilustrada por la dramática depreciación de la libra egipcia, que ha caído de 8 EGP por dólar estadounidense en 2018 a aproximadamente 50 EGP por dólar en 2025.
Esta situación pone de manifiesto una contradicción fundamental en el mecanismo ideológico de la NAC. Por un lado, el proyecto se legitima invocando un pasado mítico, en particular la grandeza, la permanencia y la certeza simbólica de la antigua civilización egipcia. Este discurso estabiliza la identidad política y ancla el futuro en un retorno cíclico: el renacimiento de un Estado que en otro tiempo fue grande, la reunificación del pueblo y la soberanía. Por otro lado, la lógica financiera de la NAC es fundamentalmente especulativa, impulsada por la incertidumbre, el riesgo y el aplazamiento del valor hacia un futuro inherentemente incierto. Así, todo el proyecto se basa en un futuro abierto del que se puede extraer valor continuamente a través de la especulación. Por lo tanto, la NAC encarna simultáneamente la proyección ideológica del poder del régimen y sus graves vulnerabilidades. A medida que la nueva capital se materializa a través de la financiarización, expone cada vez más al Estado egipcio a las presiones financieras globales y a la influencia geopolítica externa. El reciente compromiso de la Unión Europea de ayudar a Egipto con su creciente deuda subraya la posición del país como «demasiado grande para quebrar», especialmente en el contexto de la actual crisis de refugiados y la creciente inestabilidad regional.10 Esta influencia geopolítica permite a Egipto persistir en ambiciosos proyectos de infraestructura como el NAC, a pesar de las claras advertencias económicas.
Históricamente, proyectos de infraestructura como la presa de Asuán desempeñaron funciones críticas más allá de su utilidad material, funcionando como declaraciones de soberanía nacional en el contexto de la Guerra Fría. Sin embargo, el NAC se aleja fundamentalmente de este precedente histórico. Su enorme escala, sus bases especulativas y su dependencia de los flujos financieros transnacionales introducen influencias que el Estado no puede controlar por completo. Mientras que las iniciativas anteriores de construcción del Estado daban prioridad al control nacional sobre los recursos y las industrias estratégicas, el NAC sigue un modelo neoliberal global ejemplificado por ciudades como Dubái y Singapur, que funcionan principalmente como nodos para la acumulación de capital transnacional y la integración logística global. Con la NAC, la ambición de Egipto de recuperar la soberanía profundiza paradójicamente su enredo en las redes financieras globales y las dependencias externas, lo que complica su búsqueda de una autonomía genuina en el panorama geopolítico contemporáneo. La NAC representa tanto el lugar como el síntoma de la transformación de Egipto en un instrumento financiero especulativo, dependiente de ciclos continuos de inversión y reinversión.

Contexto político y respuesta revolucionaria
El traslado de los ministerios e instituciones gubernamentales a la NAC, que comenzó en marzo de 2023, representa un paso significativo en la centralización del poder que ha tenido lugar en Egipto durante la última década. Se prevé que más de 50 000 empleados públicos trabajen en el Distrito Gubernamental, de 1,5 millones de metros cuadrados, cuando se complete el traslado.11 Sin embargo, este proceso sigue siendo gradual y desigual. La reorganización espacial de la gobernanza no es un mero ajuste logístico, sino una estrategia material de control político. Funciona como una respuesta directa a los efectos descentralizadores de las redes digitales y a la dinámica espacial de las protestas urbanas. La retirada del Gobierno del denso núcleo histórico de El Cairo —lugar de las movilizaciones masivas durante el levantamiento de 2011— refleja un esfuerzo por aislar el aparato estatal en un entorno securitizado y controlado, físicamente alejado de los posibles focos de disidencia.
El papel central del ejército en el desarrollo del NAC subraya aún más su función como mecanismo de consolidación del Estado. La Autoridad de Ingeniería de las Fuerzas Armadas supervisa el proyecto, mientras que empresas propiedad del ejército se han adjudicado importantes contratos de construcción. Este acuerdo amplía la ya considerable influencia económica del ejército, que según estimaciones muy variadas alcanza el 40 % de la economía egipcia.12 Por lo tanto, el NAC no es un mero proyecto de desarrollo urbano, sino la manifestación espacial del papel cada vez mayor del ejército en la gobernanza y la actividad económica, una expresión concreta de lo que algunos académicos han denominado la «república de los oficiales» de Egipto.13
Sin embargo, este intento de consolidación espacial del poder contiene sus propias contradicciones. Las mismas tecnologías que sustentan la infraestructura de vigilancia y mando de la NAC —redes digitales, centros de datos y sistemas de seguridad— son intrínsecamente transnacionales y dependen de proveedores y arquitecturas extranjeros que operan fuera del control directo del Estado. Los informes indican que empresas extranjeras como Honeywell están suministrando sistemas de vigilancia para toda la ciudad, y que empresas chinas participan en la construcción de infraestructuras de datos clave.14 Esta dependencia tecnológica crea nuevas formas de vulnerabilidad, incluso cuando el plan pretende proyectar fuerza y estabilidad.
La resistencia a la NAC ha surgido en formas variadas y en constante evolución. Los análisis académicos críticos y las investigaciones periodísticas han cuestionado la justificación económica, la transparencia y las prioridades del proyecto. Las plataformas de redes sociales albergan un constante trasfondo de escepticismo, especialmente en lo que respecta al papel de la NAC en el agravamiento de la creciente crisis de la deuda de Egipto. Los activistas medioambientales advierten del uso insostenible del agua en un país que ya se enfrenta a una grave escasez, mientras que los defensores del derecho a la vivienda critican que el proyecto se centre en promociones de lujo en un contexto de grave escasez de viviendas asequibles.15 En el discurso político más amplio, algunas voces ven en la NAC un símbolo de la consolidación autoritaria cada vez más profunda de Egipto y de su creciente sumisión a los intereses financieros y geopolíticos transnacionales. Estas críticas cuestionan colectivamente el enfoque monumental del Estado en materia de infraestructuras y su visión subyacente de la soberanía, llamando la atención sobre los costes sociales y ecológicos que se esconden tras la brillante fachada del proyecto.

La paradoja de la soberanía
El NAC encarna una paradoja fundamental de la soberanía contemporánea: cuanto más agresivamente intenta un Estado afirmar su control mediante espectaculares proyectos de infraestructura, más se ve envuelto en redes financieras, tecnológicas y geopolíticas que pueden socavar ese mismo control. Esta paradoja no es exclusiva de Egipto, sino que representa una condición más amplia del arte de gobernar en una era de capitalismo financiero y computación a escala planetaria.
El desierto, con su antigua paciencia y su tiempo geológico, contrasta radicalmente con la frenética temporalidad de la especulación que impulsa el desarrollo de la NAC. Mientras el Estado intenta imponer su visión del orden y el progreso en el paisaje desértico, el desierto sigue siendo fundamentalmente resistente a la incorporación completa a los sistemas políticos y económicos humanos. Su inmensidad, sus arenas movedizas y sus condiciones extremas sirven para recordar los límites del control humano y la contingencia de los acuerdos políticos que reclaman permanencia.
Esta tensión entre el tiempo político humano y el tiempo geológico, entre la reivindicación de soberanía del Estado y la indiferencia del desierto ante tales reivindicaciones, ofrece una poderosa metáfora para comprender las contradicciones que se encuentran en el corazón del proyecto NAC. La ciudad representa un intento de estabilizar la autoridad política mediante infraestructuras monumentales, pero está construida sobre arenas movedizas, tanto en sentido literal, por su ubicación en el desierto, como en sentido figurado, por su dependencia de las finanzas especulativas y las tecnologías transnacionales.
La infraestructura de vigilancia de la NAC, con sus miles de cámaras y su centro de mando centralizado, ejemplifica esta paradoja. Aunque se presenta como un mecanismo para mejorar la seguridad y la eficiencia, esta infraestructura hace que la ciudad sea permeable a las influencias externas debido a su dependencia de proveedores de tecnología extranjeros y su integración en el capitalismo de vigilancia global. Los ciudadanos-sujetos de esta ciudad inteligente se convierten en puntos de datos en un sistema que trasciende las fronteras nacionales, y sus movimientos e interacciones son continuamente monitoreados y analizados según lógicas algorítmicas que pueden servir a intereses más allá de los del Estado egipcio.
De manera similar, la estructura financiera de la NAC, con su compleja mezcla de recursos públicos, inversión privada y capital extranjero, crea nuevas formas de dependencia, incluso mientras proyecta una imagen de fortaleza nacional y autodeterminación. El desarrollo de la ciudad ha requerido una importante asignación de recursos en un momento en que Egipto se enfrenta a múltiples retos económicos, lo que ha creado tensiones entre el desarrollo espectacular y las necesidades cotidianas. Esta asignación refleja una visión particular de la modernidad y el progreso que da prioridad a las infraestructuras monumentales frente a formas de desarrollo más distribuidas que podrían responder a las necesidades sociales inmediatas.

Infraestructura, mito e imaginarios futuros
La Nueva Capital Administrativa es un complejo entramado de infraestructura, finanzas y soberanía, una manifestación material del intento de Egipto por sortear las contradicciones de la política contemporánea. Representa tanto la continuidad con los patrones históricos de legitimación basada en la infraestructura como una transformación significativa en el funcionamiento actual de dicha legitimación.
La contradicción fundamental en el corazón de la NAC —entre su invocación de un pasado mítico para obtener legitimidad política y su dependencia de una orientación especulativa hacia el futuro para garantizar su viabilidad económica— revela las complejas temporalidades que operan en los proyectos de infraestructura contemporáneos. Esta contradicción no es incidental, sino constitutiva del proyecto en sí mismo, y refleja tensiones más amplias entre el deseo de estabilidad y certeza del Estado y la naturaleza inherentemente incierta y arriesgada del capitalismo financiero.
Como tecnología geopolítica, la NAC no funciona simplemente como desarrollo urbano, sino como un mecanismo a través del cual Egipto intenta posicionarse dentro de la dinámica de poder regional y global. Su dependencia de la financiación y la tecnología chinas, su adopción de modelos urbanos inspirados en el Golfo y su integración en el capitalismo de vigilancia global reflejan la estrategia particular de Egipto para navegar por esta dinámica. Sin embargo, esta estrategia puede crear nuevas formas de vulnerabilidad, incluso mientras proyecta fuerza y estabilidad.
El desierto, tanto como lugar físico como terreno simbólico, subraya esta tensión. El NAC es una apuesta especulativa sobre la arena, un intento de inscribir la permanencia política y el orden en un paisaje asociado desde siempre a lo efímero y a la erosión. No se trata de una mera metáfora: el proyecto es, literalmente, una apuesta por transformar una geografía inhóspita en una sede de poder controlada. Sin embargo, este mismo acto de construir sobre el desierto dramatiza las contradicciones de la visión del Estado: la ambición de controlar lo incontrolable, de estabilizar mediante la especulación y de proyectar la soberanía sobre un sustrato económico y político volátil.
Como un complejo entramado de infraestructura, finanzas y soberanía, el NAC ofrece una visión no solo de la trayectoria particular del desarrollo de Egipto, sino también de cuestiones más amplias sobre la naturaleza del arte de gobernar en la actualidad. Revela cómo los proyectos de infraestructura no funcionan simplemente como soluciones técnicas a problemas prácticos, sino como expresiones profundas de una visión política y una estrategia geopolítica. Y pone de relieve las contradicciones inherentes a los intentos de afirmar la soberanía a través de mecanismos que potencialmente socavan esa misma soberanía.
Al final, la NAC encarna una apuesta precaria y sin resolver: un esfuerzo por fabricar estabilidad y destino nacional a través del espectáculo de la infraestructura en un momento de creciente dependencia financiera y volatilidad geopolítica. Queda por ver si este esfuerzo acabará por asegurar el futuro de Egipto o por poner aún más de manifiesto sus fragilidades. Lo que está claro es que el destino del proyecto, al igual que el del propio Estado, está ahora indisolublemente ligado a la lógica especulativa y a los enredos externos que ha decidido abrazar.
Notas:
1
David Sims, Understanding Cairo: The Logic of a City Out of Control (El Cairo: American University in Cairo Press, 2010), 215-20.
2
Keller Easterling, Extrastatecraft: The Power of Infrastructure Space (Londres: Verso, 2014), 13.
3
Timothy Mitchell, Rule of Experts: Egypt, Techno-Politics, Modernity (Berkeley: University of California Press, 2002), 19–53.
4
Gilbert F. White, «The Environmental Effects of the High Dam at Aswan», Environment: Science and Policy for Sustainable Development 30, n.º 7 (1988): 5–40.
5
Gamal Abdel Nasser, «Discurso sobre la nacionalización del canal de Suez», 26 de julio de 1956.
6
W. J. Dorman, «Exclusión e informalidad: la política pretoriana de la gestión de la tierra en El Cairo, Egipto», International Journal of Urban and Regional Research 37, n.º 5 (2013): 1584-1610.
7
Aunque este plan inicial fracasó, las empresas estatales chinas siguen muy involucradas. ➝; ➝.
8
Patrick Werr, «Egypt Plans Expansion of New Capital as First Residents Trickle In», Reuters, 4 de enero de 2024, ➝.
9
«El personal del FMI y las autoridades egipcias alcanzan un acuerdo a nivel técnico sobre la primera y segunda revisión del acuerdo de EFF», Fondo Monetario Internacional, 6 de marzo de 2024, ➝.
10
Patrick Werr, «La UE promete miles de millones de euros a Egipto para frenar la migración», Reuters, 17 de marzo de 2024, ➝.
11
Patrick Werr, «Egipto planea la expansión de la nueva capital».
12
«Egypt’s Army Inc.: The Rise of a Military Economy», Zawia3, 25 de mayo de 2025, ➝.
13
Yezid Sayigh, «Owners of the Republic: An Anatomy of Egypt’s Military Economy» (Los propietarios de la República: anatomía de la economía militar de Egipto), Carnegie Endowment for International Peace, 18 de noviembre de 2019, ➝.
14
Zachary White, «POMED Report Looks At Al-Sisi’s $58 Billion New Capital City: A Bubble About to Burst?» (Informe de POMED sobre la nueva capital de Al-Sisi, valorada en 58 000 millones de dólares: ¿una burbuja a punto de estallar?), Middle East Democracy Center, 7 de junio de 2023, ➝.
15
«La nueva capital administrativa: la autoridad y la erosión de los derechos en la ciudad egipcia», Rowaq Arabi 29, n.º 2 (2024: 201-20, ➝.
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