El Gran Default

Por Uri Avnery, 5 de octubre de 2012

Dissident Voice

Golda Meir y Moshe Dayan

Estoy sentado escribiendo este artículo 39 años después de que las sirenas comenzaron a sonar anunciando el comienzo de la guerra. Un minuto antes reinaba la calma, lo mismo que ahora: no había tráfico, ni se veía a nadie por las calles, a excepción de unos niños que corrían en bicicleta. Era el Yom Kippur, el día más sagrado de los judíos… Pero un poco después… Inevitablemente la memoria empieza a trabajar.

Este año han aparecido muchos documentos que se han hecho públicos. También se han publicado numerosos libros y artículos críticos, En todos ellos se señalan dos culpables: Golda Meir y Moshe Dayan.

Ya habían sido acusados con anterioridad, desde el día posterior al inicio de la guerra, pero sólo por unos delitos militares menores , lo que se conoce como El Default. Y la falta en aquel momento fue no movilizar a las reservas, y no colocar a tiempo los tanques en el frente, a pesar de los muchos indicios que mostraban que Egipto y Siria estaban dispuestos a atacar.

Pero ahora, por primera vez, el verdadero Gran Olvido está siendo examinado: el trasfondo político de la guerra. Y los resultados tienen una relación directa con lo que está sucediendo ahora.

Resulta que en febrero de 1973, ocho meses antes de la guerra, Anwar el-Sadat envió a su ayudante de confianza, Hafez Ismail, a entrevistarse con el todopoderoso Secretario de Estado Henry Kissinger. Le ofreció el inmediato inicio de negociaciones de paz con Israel. Había una condición y una fecha: todo el Sinaí, hasta la frontera internacional, tenía que ser devuelto a Egipto sin que quedase ningún asentamiento israelí y el acuerdo tenía que alcanzarse como muy tarde en el mes de septiembre.

A Kissinger le gustó la propuesta y se la transmitió de inmediato al embajador israelí, Yitzhak Rabin, quien estaba a punto de terminar su mandato. Rabin, por supuesto, informó a la Primer Ministro, Golda Meir, que rechazó la oferta sin más consideraciones. Se produjo entonces una acalorada discusión entre el embajador y la Primer Ministro. Rabin, que estaba muy cerca de Kissinger, estaba a favor de aceptar la oferta.

Golda consideraba tal proposición como un truco árabe para inducirla a abandonar la Península del Sinaí y así acabar con los asentamientos construidos en territorio egipcio. Después de todo, el verdadero objetivo de estos asentamientos, incluyendo la brillante y blanca ciudad de Yamit, era precisamente el de evitar que se devolviese toda la Península a Egipto. Ni ella ni Dayan habían pensado siquiera en abandonar el Sinaí. Dayan ya había hecho una infame declaración que decía que prefería “ Sharm al-Sheik sin paz a paz sin Sharm al-Sheik” ( Sharm al-Sheik ya había sido rebautizada con el nombre hebreo Ophira, se encuentra en la punta sur de la Península, cerca de los pozos de petróleo, que Dayan tampoco estaba dispuesto a entregar).

Incluso antes de las nuevas revelaciones, es de sobra conocido el hecho de que Sadat había realizado varias gestiones de paz. Sadat había manifestado su voluntad de llegar a un acuerdo en sus negociaciones con el mediador de la ONU, Dr. Gunnar Jarring, cuyos esfuerzos eran tomados a broma por Israel.

Con anterioridad, el presidente egipcio Gamal Abd-al-Nasser, había invitado a Nahum Goldman, Presidente del Congreso Judío Mundial ( y durante un tiempo Presidente de la Organización Sionsita Mundial), a un encuentro en El Cairo. Golda trató de impedir esa reunión, y cuando se supo generó gran cantidad de protestas en Israel, incluyendo una famosa carta de un grupo de estudiantes de 12º grado diciendo que sería difícil para ellos servir en el Ejército.

Todas estas iniciativas egipcias pudieron ser bloqueadas mediante maniobras políticas, pero no el mensaje oficial de Sadat al Secretario de Estado. Recordando la lección del incidente de Goldman, Golda decidió mantener en secreto este asunto.

Se creó una situación que parecía imposible. Esta fatídica iniciativa, que podría haber supuesto un punto de inflexión histórica, sólo fue conocida por dos únicas personas: Moshe Dayan e Israel Galili.

El papel de este último necesita explicación: Galili fue la eminencia gris de Golda, así como de su predecesor, Levy Eshkol. Conocí muy bien a Galili y nunca llegué a entender de dónde vino su fama como un brillante estratega. Ya antes de la fundación del Estado, fue el máximo representante de la organización militar ilegal Haganah. Como miembro de un kibutz, era oficialmente un socialista, pero en realidad era un nacionalista de la línea dura. Fue quien tuvo la brillante idea de levantar asentamientos en territorio egipcio, con el fin de hacer imposible la devolución del norte del Sinaí.

Así que la iniciativa de Sadat sólo fue conocida por Golda, Dayan, Galili, Rabin, y el sucesor de Rabin en Washington, Simcha Dinitz, un don nadie lacayo de Golda.

Por increíble que esto pueda parecer, el Ministro de Asuntos Exteriores, Abba Eban, jefe directo de Rabin, no fue informado. Tampoco lo fueron el resto de ministros, ni el Jefe del Estado Mayor y otros mandos de las fuerzas armadas, incluidos los jefes de Inteligencia del Ejército, así como los jefes de la Shin Bet y el Mossad. Era secreto de Estado.

No hubo ningún debate, ni público ni privado. Llegó septiembre y pasó, y las tropas de Sadat un 6 de octubre atacaron en el canal, logrando un sorprendente éxito que sacudió al mundo ( al igual que los sirios en los Altos del Golán). Como resultado directo del Gran Default de Golda, murieron 2693 soldados israelíes, 7521 resultaron heridos y 314 fueron hechos prisioneros ( también se produjeron decenas de miles de muertos entre los soldados egipcios y sirios).

Durante esta semana, varios comentaristas israelíes se lamentaban del total silencio de los medios de comunicación y de los políticos de aquella época. Bueno, no fue un silencio total. Varios meses antes de la guerra, en un discurso en el Knesset, Golda Meir advirtió que si el Sinaí no se devolvía con prontitud, Sadat iniciaría una guerra para salir del atolladero.

Ya sabía de lo que estaba hablando. No tenía, por supuesto, ninguna idea de la misión de Ismail, pero en mayo de 1973 participé en un conferencia de paz en Bolonia. La delegación de Egipto estaba dirigida por Khalid Muhyi al-Din, miembro del grupo inicial de Oficiales Libres que participaron en la revolución de 1952. Durante la conferencia, me llevó aparte y me dijo en confianza que si el Sinaí no se devolvía antes de septiembre, Sadat iniciaría una guerra. Sadat no se hacia ilusiones de lograr una victoria, pero esperaba que una guerra obligase a los Estados Unidos e Israel a iniciar negociaciones para la devolución del Sinaí.

Mi advertencia fue ignorada completamente por los medios de comunicación. Éstos, al igual que Golda, despreciaban al ejército egipcio y consideraban a Sadat un imbécil. La idea de que los egipcios se atraviesen a atacar al invencible ejército israelí les parecía ridícula.

Los medios de comunicación adoraban a Golda. También en otras parte del mundo, en especial las feministas. ( En un famoso cartel se mostraba su rostro con la inscripción ¿Puede escribir a máquina?). En realidad, Golda era una persona muy primitiva, ignorante y obstinada. Mi revista, Haolam Hazeh, la atacaba prácticamente todas las semanas, y así lo hice en el Knesset. (Golda me elogió al declarar públicamente que estaba dispuesta a levantar barricadas para sacarme del Knesset).

La nuestra era una voz que clamaba en el desierto, pero al menos cumplimos una función: en su libro “March of Folly”, Barbara Tuchman decía que una política podía ser calificada como locura sólo si no había habido al menos una voz crítica que denunciase dicha política.

Tal vez incluso Golda podía haber reconsiderado su posición si no hubiera estado rodeada de políticos y periodistas que cantaban sus alabanzas, celebrando su sabiduría y coraje, y aplaudiendo cada una de sus estúpidas declaraciones. Ahora, el mismo tipo de personas, incluso algunas de aquellas mismas personas, están haciendo lo mismo con Binyamin Netanyahu.

Una vez más, estamos asistiendo al mismo Gran Default de entonces. Una vez más, un grupo de dos o tres personas están decidiendo el destino de toda una nación. Netanyahu y Ehud Barak son los únicos que toman decisiones, manteniendo sus cartas contra el pecho. ¿ Atacar irán o no? Los políticos y los generales se mantienen en silencio. Bibi y Ehud saben lo que se traen entre manos, no hace falta nada más.

Pero aún más revelador que las amenazas que hielan la sangre en Irán es el silencio total sobre Palestina. Las ofertas de paz con los palestinos son consideradas de igual modo que las de Sadat en aquellos días. Los diez años que cumple la Iniciativa de Paz Árabe, con el apoyo de todos los árabes y de todos los estados musulmanes, no parece haber existido. Una vez más, los asentamientos se mantienen y amplían, con el fin de que sea imposible la devolución de los territorios ocupados. ( Vamos a recordar a todos aquellos que decían en aquellos días que la ocupación del Sinaí era irreversible. ¿ Quién se atrevería a destruir Yamit?)

Una vez más, una multitud de aduladores, medios de comunicación y políticos, compiten entre sí en adular a Bibi, el Rey de Israel. ¿ Quién mejor que él habla en inglés norteamericano? ¿Quién mejor que él sabe convencer con sus discursos en la ONU y en el Senado de Estados Unidos?

Bueno, Golda, con sus 200 palabras de mal hebreo y un inglés primitivo, era mucho más convincente, y le gustaba toda la adulación que recibía de Occidente. Pero al menos tuvo la sensatez de un impugnar al entonces Presidente estadounidense (Richard Nixon) durante su campaña electoral.

En aquel tiempo califiqué a nuestro Gobierno como La nave de los locos. Nuestro actual Gobierno es peor, mucho peor.

Golda y Dayan nos llevaron al desastre. Después de la guerra fueron expulsados, pero no por elecciones, ni hubo ninguna comisión de investigación, sino por las numerosas protestas populares que sacudieron el país.

Bibi y Ehud no están llevando a otro desastre, pero mucho peor que el de entonces. Algún día serán expulsados por las mismas personas que ahora les adoran, bueno, si sobreviven.

Uri Avnery es activista en favor de la paz, periodista y escritor. Lea otros artículos de Uri o visite su página web.

Fuente: http://dissidentvoice.org/2012/10/the-grand-default/

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