Carta aparecida en la revista Discovery DSalud, en el número 104 de abril de 2008
Sr. Director:
decía Quevedo que «donde no hay justicia es peligroso tener razón ya que los imbéciles son mayoría». Y sé bien que es así porque soy abogado y procurador. Pues bien, me gustaría contar a sus lectores que como profesor de la Universidad John F. Kennedy de Buenos Aires (Argentina) he dado clases de cinco asignaturas, entre ellas Ejercicio y Administración Farmacéutica.
La última vez a más de 50 alumnos excelentes, inquisitivos y ávidos de adquirir conocimientos. Y mi misión, además de enseñarles la legislación farmacéutica, era explicarles cómo es esta actividad comercialmente. Así que como trabajo práctico les propuse averiguar -se eligió al azar- el coste de un descongestivo nasal en gotas, una droga basada en la nafazolina que lleva en el mercado más de 40 años.
Pues bien, consultado en nuestro país el proveedor más importante de drogas para la industria farmacéutica nos dio un precio por frasco de 3 centavos de peso (es decir, unos 0,0065 céntimos de euro; para entendernos, menos de una peseta). Y como el precio de venta al público era de 11,25 pesos -2,40 euros- es obvio que la ganancia por frasco era del 37.500 %. Algo que no tiene parangón con ninguna actividad lícita. Bueno, pues resultó que por esa época fui invitado a acudir -se celebró el 5 de junio del 2007- al Anexo de la Cámara de Diputados de la Nación donde se celebraron unas jornadas sobre Ética y Medicamentos a las que asistieron legisladores, funcionarios gremialistas, farmacéuticos, representantes de las cámaras farmacéuticas -que supuestamente no habían sido invitadas pero allí estaban-, etc.
Y como una vez finalizada la jornada el que quisiera podía preguntar o exponer lo que le pareciera oportuno aproveché para hacerlo y dirigiéndome a los miembros de las Cámaras de Industria -a los que tenía a pocos metros- conté lo averiguado y les recordé el drama de la accesibilidad de muchas personas a los fármacos y de cómo mueren por ello muchos compatriotas, en particular niños, buena parte de ellos muy pequeños.
Y que me parecía inmoral una ganancia del 37.500 % en un producto. Agregué que se trataba de un escándalo y que el estado debía y podía solucionarlo en lugar de hacerse el distraído. Bueno, pues debo decir que la respuesta a mis palabras no se hizo esperar: a los pocos días me citaron mi decano -el Dr. Capon Filas- y la Directora de Farmacia -Magariños- y tras un discurso kafkiano e hiriente me quitaron la cátedra. Añadiré que no me arrepiento de lo que hice. No puedo ser cómplice de tamaño despropósito.
Eduardo Marcelo Cocca
(Buenos Aires)