La más pequeña dosis de irradiación artificial, sea ionizante o no, es nociva para nuestro cuerpo, sobre todo para las personas que se encuentran en un estado de debilidad. No es una afirmación caprichosa, y es preciso acabar con el mito y el engaño de que existe un nivel de radiación admisible por todos los seres humanos. Frente a la pandemia de cánceres se extiende la expresión banal que dice “el cáncer es normal”, no debe convertirse en una norma, ni en una lotería: el cáncer no es normal.
El electromagnetismo está presente en el Universo y los seres vivos. En nuestro cuerpo se generan corrientes eléctricas y magnéticas, teniendo cada una de ellas una frecuencia específica, lo que permite una estructuración y una coherencia en los intercambios biológicos moleculares, lo que es la base de la vida.
Somos el resultado de un mundo natural electromagnético y modificar este medio ambiente electromagnético natural mediante una contaminación por frecuencias artificiales nos pone en camino de alentar consecuencias no deseadas en la fauna y en la flora. Las variaciones nocivas que se producen sobre el metabolismo está en función de la dosis, es decir, del tiempo de exposición a las radiaciones, al tipo de radiación y a su potencia, así como la capacidad para contrarrestar las corrientes exógenas perturbadoras.
Una simple hemorragia nasal crónica y persistente a menudo se origina por un ataque y desajuste del sistema inmunitario por los campos electromagnéticos artificiales.
Hay que reconocer que frente a los enormes capitales invertidos poco se puede hacer para evitar el oscurantismo y una negación pseudocientífica, que con la ayuda de las estructuras políticas no independientes, incompetentes y con conflictos de interés, tales como la OMS y la ICNIRP, todavía se alcanza un mayor nivel de desconocimiento.
Negar que todo organismo es bioelectromagnético, incluido el hombre, es una locura que a corto plazo puede traer consecuencias biológicas y sanitarias enormes, incluso poner en peligro la propia subsistencia sobre la Tierra.
No decir claramente a los ciudadanos que el efecto sanitario tiene su origen en una causa, la variación en los intercambios electromagnéticos celulares, es un escándalo.
No explicar y extender la información sobre los campos electromagnéticos entre la población es también un escándalo. Un ejemplo concreto: para el diagnóstico de los tumores cancerosos se utiliza la Imágenes de Resonancia Magnética, que consiste en ver el diferente comportamiento entre las células sanas, que tienen campos electromagnéticos específicos de las células cancerosas. Estas variaciones son tratadas por potentes ordenadores que transcriben los resultados en imágenes.
El cáncer es una célula dañada que mutó y contamina de forma incontrolada a las células próximas. Comprender el comportamiento de las células sometidas a una irradiación Electromagnética artificial es ya una preocupación principal entre la comunidad científica. La cuestión radica en si la interacción exógena induce una alteración de la bioquímica natural humana y provoca una degradación, que luego el sistema repara con mayor o menor éxito el medio interno celular.
Esta reparación va a traducirse en la aparición o no de lesiones moleculares. La absorción de la energía de la irradiación electromagnética artificial por las células, las hace pasar de un estado natural a un estado de excitación o desarreglo anormal, con todos los efectos que sobre la salud conocemos.
Cuando una radiación penetra en el organismo en función de su longitud de onda, interactúa en una fracción de segundo con las células que encuentra y transmite su energía a cada una de las células con las que interactúa, lo que induce modificaciones de los intercambios celulares en los cincuenta mil millones de células del organismo humano.
El Instituto de Física Nuclear de Lyon publicó un expediente que describe esto con precisión: La interacción de las radiaciones no ionizantes con la materia (pág.16); la absorción de las radiaciones no ionizantes por la materia (pág. 17); Energía absorbida ( pág. 18 y 19); Biología de las radiaciones ( pág.20); El ADN en la célula, objetivo privilegiado y conclusiones ( pág. 30)
La acción de las radiaciones no ionizantes ( ultravioletas, visibles e infrarrojas, las ondas radioelećtricas o hertzianas) también conducen a la formación sustancias químicas activas que intervienen en el envejecimiento celular. Las radiaciones, sean ionizantes o no, actúan directamente o indirectamente sobre el ADN, produciéndose modificaciones. Estas lesiones, sean degradaciones o desaparición de bases, ruptura de una o más cadenas de ADN o también la construcción de puentes entre estas moléculas y algunas proteínas, perturban la conservación del patrimonio genético”.
El estudio de los espectros de absorción molecular es de gran interés, ya que se puede extraer importante información sobre la estructura de las moléculas: algunas agrupaciones atómicas bien determinadas, los grupos cromóforos, absorben selectivamente algunas longitudes de ondas. Se pone de manifiesto que la absorción por el ADN se debe esencialmente a las pirimídicas, ya que su espectro está muy cercano al suyo. Este carácter selectivo de la absorción de las radiaciones no ionizantes es fundamental y constituye una diferencia fundamental con las radiaciones ionizantes, para las cuales la absorción sólo varía con la frecuencia…
Estas conclusiones son idénticas a las del estudio europeo REFLEX. No cabe duda que la nueva contaminación medioambiental de los Campos Electromagnéticos artificiales, en particular, las microondas por Radiofrecuencia, son la principal causa o que intervienen en los hechos actualmente constatados sobre la salud: la explosión de cánceres y otros problemas sanitarios.