Primero se fabrican tremendas mentiras y luego nos dicen que debemos ser objetivos
por André Vltchek, 15 de mayo de 2015
¿Es objetivo el amor? ¿Lo es la pasión?
¿Son defendibles los sueños desde el punto de vista lógico y filosófico?
Cuando una casa es atacada por bandidos, o cuando un pueblo es invadido por delincuentes, o cuando vemos el humo, o el fuego, y llegan gritos de socorro, ¿es tiempo de calcular, analizar lógicamente, o desde un punto de vista ético, las soluciones objetivas e integrales?
¡Creo que no! Estamos obligados a luchar contra los que queman nuestras casas, golpear a los que intentan violar a nuestras mujeres, y enfrentarnos a los que sacrifican a seres inocentes.
Cuando la fuerza más potente y destructiva de la tierra emplea todo su poder de persuasión, utilizando todo, desde los medios de comunicación a los centros educativos, con la finalidad de justificar sus crímenes, cuando esparcen su venenosa propaganda y mienten para oprimir y hacer desaparecer cualquier rastro de esperanza, ¿damos un paso atrás y comenzamos a realizar un detallado y preciso relato de todo ello? ¿O nos enfrentamos a las mentiras y la propaganda con nuestros propios medios, con el apoyo de la intuición, la pasión y los sueños de un mundo mejor?
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El Imperio no descansa. Está presente cada mañana, durante el resto del día, por la tarde, incluso por la noche, cuando la mayoría de la gente está profundamente dormida. Y así desde hace décadas y siglos. Para que el engaño prospere se valen de un incontable número de propagandistas, que se hacen pasar por académicos, por profesores, periodistas e intelectuales. Se ha alcanzado la perfección en el arte de la desinformación. La publicidad occidental ( tan admirada y utilizada por los nazis) tiene algunas raíces comunes con la propaganda, a pesar de que la propaganda es mucho más antigua y acabada.
Parece que incluso algunos de los líderes del Imperio creen en la mayoría de sus inventos, y la mayoría de los ciudadanos, sin dudarlo, también lo hacen. De lo contrario, ¿cómo iban a dormir por la noche?
El aparato de propaganda de Occidente es enorme y muy eficaz. También es brillante en la forma, para asegurar que sus invenciones se difundan, se distribuyan y sean aceptadas en todos los rincones del mundo. El sistema a través del cual se propaga la desinformación es increíblemente complejo. Los serviles medios de comunicación locales y el mundo académico de todos los continentes hace muy bien su labor para garantizar que sólo se permita una visión única de las cosas y que penetre en el cerebro de miles de millones de personas.
Los resultados: cobardía intelectual e ignorancia, por todo el mundo, pero especialmente en Occidente y sus Estados cliente.
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¿Qué se supone que debemos hacer los que nos oponemos al Régimen?
En primer lugar, la situación no es tan desesperada como lo era antes.
Este no es el mórbido mundo unipolar de principios de los años 90. Ahora Venezuela, Rusia, China e Irán apoyan a grandes medios de comunicación que se oponen al Imperio. Han aparecido cadenas de televisión de gran alcance: RT, Press TV, TeleSUR, y CCTV. Han aparecido revistas on line en inglés en Estados Unidos, Canadá y Rusia, que también están exponiendo las mentiras de la propaganda oficial occidental: Dissident Voice, Information Clearing House, Global Research, Veterans News, Strategic Culture, New Eastern Outlook, que son las que rápidamente me vienen a la cabeza. Y hay cientos de sitios web que hacen lo mismo en español, chino, ruso, portugués y francés.
En esa lucha estamos: la lucha por un mundo intelectualmente multipolar. Es una lucha dura, ¡mortal! Se trata de una batalla crucial porque la metástasis de este cáncer de la propaganda occidental se ha extendido por todas partes, contaminando todos los continentes, incluso a algunos de los países más valientes y de las cabezas más brillantes que lucharon contra el Imperialismo occidental y el fascismo. Nadie está inmune. Para ser francos, todos estamos contaminados.
A menos que ganemos esta batalla, primero identificando y luego desmontando sus mentiras, y más adelante ofreciendo percepciones humanistas y compasivas, no podremos soñar con una revolución, ni siquiera con un cambio mínimamente significativo en la disposición del mundo.
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¿Cómo podemos lograr la victoria? ¿Cómo podemos convencer a la gente, a todos esos miles de millones de personas? ¿Cómo podemos abrirles los ojos y hacerles ver que el Régimen occidental es deshonesto, tóxico, venenoso y destructivo? La mayor parte de la Humanidad se cree la propaganda del Imperio. No sólo la propaganda que se transmite por los medios de comunicación, sino también por la música pop, las telenovelas, las redes sociales, la publicidad, el consumismo, las tendencias de la moda y por muchos otros medios encubiertos. Despojos culturales, religiosos y de los medios de comunicación, que producen estupor emocional e intelectual, administrado como un narcótico muy adictivo, con regularidad y persistencia.
¿Cómo contrarrestar la táctica y la destructiva estrategia del Imperio con nuestra honestidad, con la investigación, con la meticulosa narración de los hechos?
El Imperio pervierte los hechos. Repite las mentiras por todos los medios a su alcance. Las grita miles y miles de veces, hasta que se insertan en el subconsciente de las personas, penetran su piel, y se extienden por sus cerebros.
Buena voluntad, ingenua honestidad, decir la verdad… ¿Se podrá cambiar así el mundo? Lo dudo mucho.
El Imperio y el poder son ilegítimos, son criminales. ¿Sirve de algo decir la verdad a un gángster? ¡De poco! La verdad hay que decírsela a la gente, a los muchos, no a los que aterrorizan al mundo.
Al hablar con villanos, mendigando que dejen de torturar a los demás, estamos legitimando sus crímenes y estamos reconociendo su poder. Al tratar de apaciguar a los gángsters, las personas se someten a su control.
¡Me niego a ponerme en esta situación!
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Para ganarse a miles de millones de personas tenemos que inspirarlos, para señalar hacia arriba. Tenemos que indignarnos con ellos, sentir la vergüenza con ellos, reír y llorar con ellos. Tenemos que asegurarnos de que sientan en la piel la consternación al leer nuestros artículos, nuestros libros y ensayos, y escuchen nuestros discursos.
Tenemos que desintoxicarlos del veneno de los de arriba, hacer que sientan de nuevo y se despierten en ellos sus instintos naturales.
La verdad simple no actuará como un agente de desintoxicación. El veneno de nuestros adversarios ha calado demasiado hondo en ellos. La mayoría de las personas están aletargadas, demasiado inmunizadas para que simplemente se les diga la verdad.
Lo hemos intentado, y otros muchos también. Mi conocido ( aunque no mi camarada) John Perkins, ex miembro de la burocracia estadounidense y educado por el Departamento de Estado, escribió un libro sobre los terribles actos llevados a cabo en Ecuador, Indonesia y otros lugares (Confession of An Economic Hitman). Es un relato minucioso y detallado de cómo Occidente desestabiliza los países pobres mediante la corrupción, el dinero, el alcohol y el sexo. Del libro se vendieron millones de ejemplares en todo el mundo. Y sin embargo nada ha cambiado. No ha provocado una revolución popular en Estados Unidos. No se han producido protestas, ni se ha exigido un cambio de Régimen en Washington.
No hace mucho publiqué dos libros académicos, o al menos semiacadémicos, llenos de detalles, de citas y anotaciones: uno sobre Indonesia, un país utilizado por Occidente como escenario de un modelo de terror que sirva de ejemplo al resto del mundo, después del golpe militar patrocinado por Estados Unidos en 1965. Como resultado de este golpe militar murieron entre 2 y 3 millones de personas, se acabó con todos los intelectuales, y se lobotomizó al cuarto país más poblado del mundo. El libro sobre Indonesia se titula “El archipiélago del miedo”. El segundo libro, cubre una área mayor del mundo, Polinesia, Melanesia y Micronesia, y se titula “Oceanía, neocolonialismo, armas nucleares y Huesos”, y muestra cómo Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Francia, dividieron literalmente aquella región para destruir las culturas insulares y las personas que vivían en el Pacífico Sur. Mi libro se utiliza en algunas clases, pero pocas personas se ven influidas por los hechos expuestos allí. Las élites tanto de Indonesia como de Oceanía se han asegurado de que el libro no sea leído por demasiadas personas.
He pasado años y años recopilando hechos, investigando más y más. Pues bien, tengo que decir que la eficacia revolucionaria de mi trabajo académico es, tengo que admitirlo, prácticamente cero.
Es fácil ver el contraste: cuando escribo un artículo, un poderoso artículo escrito a mano, un artículo emocional, exigiendo justicia, acusando al Imperio de asesinatos y robos, puedo llegar a millones de lectores de todos los continentes, y que sea traducido a decenas de idiomas.
¿Por qué escribo esto? ¿Por qué lo comparto con mis lectores? Porque debemos ser realistas. Tenemos que ver y entender lo que la gente quiere. La gente es infeliz y está asustada. La mayoría no sabe por qué. Odia al Sistema, se sienta sola, frustrada, saben que están siendo explotados y que se les miente. Pero no pueden definir esas mentiras. Los libros académicos que exponen las mentiras son demasiado complejos para que los lea la gente, no tiene tiempo de leer miles de páginas o no tiene la educación necesaria para entender lo que está leyendo.
¿No es nuestro deber intentar atraer a todas esas personas, a la mayoría? ¿Si no qué tipo de revolucionarios somos? Después de todo, debemos hacerlo por nuestros hermanos y hermanas, no por los investigadores de las Universidades, sobre todo cuando nos damos cuenta de que la mayoría de la Universidades sirven a los intereses del Imperio, regurgitando nomenclatura oficial y apoyando a los demagogos.
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El Imperio habla, escribe y luego se repiten sus mentiras, sobre su benevolencia y la excepcionalidad de su dominio, o sobre los males de la Unión Soviética, China, Irán, Venezuela, Corea del Norte o Cuba. Esto es pan de cada día. De hecho, está diseñado para que casi todos los seres humanos recibamos nuestra dosis de esta toxina al menos varias veces al día.
Sentimos que tenemos que reaccionar, y al repasar los años de nuestra vida vemos que la propaganda del Imperio o bien es una enorme mentira o una exageración, o ambas cosas a la vez. Recopilamos nuestros argumentos, publicamos los resultados en alguna pequeña editorial, generalmente en forma de un libro delgado, pero casi nadie lo lee, debido a que no se difunde, o porque los resultados son demasiado complejos, o difíciles de digerir o simplemente porque los hechos no escandalizan a nadie, o casi nadie. Un millón de personas asesinadas en algún lugar de África, en Medio Oriente o en Asia, ¿y qué?
Investigar y tratar de decir la verdad, de forma completa y honestamente, creemos que estamos haciendo un gran trabajo, un trabajo profesional y científico. Y durante este tiempo los propagandistas del Imperio se mueren de risa al vernos. Suponemos poco peligro para ellos. Están ganando sin esfuerzo.
¿Por qué es así? ¿Por qué no importa el relato detallado de la verdad?
Desde el punto de vista de principios superiores sí que importa, desde un punto de vista ético, o moral, o filosófico.
Pero desde un punto de vista estratégico, en esta guerra ideológica, no importa mucho. La verdad sí, siempre. Pero una verdad simplificada, una verdad poderosa y con alcance emocional.
Cuando la inmoralidad campa a sus anchas en el mundo, cuando se actúa sin piedad, cuando millones de inocentes mueren, lo que importa es detener la matanza, primero mediante la identificación de la fuerza asesina, y entonces contenerla.
Las palabras tienen que ser rotundas, emociones en bruto.
Cuando nos enfrentamos a hordas de asesinos, la poesía, las canciones cargadas de emoción, las odas patrióticas, han sido más efectivas que los sesudos estudios académicos. Así como las novelas, las películas, los documentales, incluso los dibujos animados explícitos y los carteles.
Algunos podrían preguntar: “¿Si ellos mienten no podríamos mentir nosotros también?”. Nunca.
Debemos de tratar de ser lo más veraces posible. Pero nuestro mensaje quizás deba abreviarse muy a menudo, para que miles de millones de personas, no sólo unos pocos, puedan entenderlo.
Esto no significa una merma en la calidad del trabajo que hagamos. La simplicidad es a menudo más difícil de lograr que las obras enciclopédicas con miles de notas al pie.
El arte de la guerra de Sun Tzu es corto, sólo un folleto, directo al grano. También lo son el Manifiesto Comunista o Yo acuso.
Nuestro trabajo revolucionario no tiene por qué ser necesariamente breve, pero tiene que presentarse de una manera que sea entendido por muchos. Estoy experimentado con esa forma, tratando de no comprometer lo que en sustancia se dice. Mi reciente libro “Destapando las mentiras del Imperio” tiene más de 800 páginas, pero contiene una gran cantidad de historias fascinantes, con testimonios de personas de todo el mundo, con una colorida descripción de las víctimas y los tiranos. No quiero que mis libros se llenen de polvo en las bibliotecas universitarias. Quiero que movilicen a la gente.
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Sinceramente, creo que no hay mucho tiempo para la objetividad en cualquier batalla, incluyendo las ideológicas, sobre todo cuando las batallas son por la supervivencia de la humanidad.
Las mentiras del enemigo tienen que ser rebatidas. ¡Son monstruosas, indecibles!
Una vez que se detiene la destrucción, millones de hombres, mujeres y niños inocentes dejarán de ser sacrificados, y podremos volver a nuestros complejos conceptos filosóficos, a los detalles y los matices.
Pero antes de que ganemos nuestras batallas contra el Imperialismo, el nihilismo, el fascismo, el excepcionalismo, el egoísmo y la codicia, tenemos que utilizar de forma plena y efectiva nuestras armas más poderosas: la visión de un mundo mejor, nuestro amor por la humanidad, nuestra pasión por la justicia. Nuestra determinación y nuestras creencias tienen de ofrecerse de una forma rotunda, potente, casi de una manera dogmática; nuestra voz debe ser creativa, artística, de gran alcance.
La casa está en llamas. La ciudad está siendo reducida a cenizas. El mundo entero está siendo saqueado, devastado, lobotomizado.
No nos podemos enfrentar ni con armas nucleares ni con acorazados. Sólo con nuestros talentos, nuestros corazones, listos para unirse a la batalla.
Seremos más astutos que nuestros enemigos. Nos aseguraremos de que el mundo se ría de ellos unos patéticos perdedores, unos simples bufones. ¿Has escuchado a los Primeros Ministros y Presidentes , esos siervos de los mercados? Vamos a convencer a la gente de que sus tiranos, los imperialistas, los neocolonialistas y todos sus predicadores dogmáticos, no son más que unos pobres y lamentables codiciosos. Vamos a desacreditarlos. Vamos a ridiculizarlos.
Están robando y asesinando a millones de personas. ¡Comencemos, por lo menos, meándonos sobre ellos!
Luchemos contra la propaganda occidental, exponiendo primero lo que hay detrás de ella. Pongámonos a hablar sin tapujos.
Vamos a convertir esta revolución en algo creativo, divertido, muy divertido.
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André Vltchek es novelista, cineasta y periodista investigador. Ha cubierto varias guerras y conflictos en varios países. Su Point of No Return se ha reeditado recientemente. Oceanía es un libro sobre el Imperialismo Occidental en el Pacífico Sur. También ha escrito un polémico libro sobre la era post-Suharto y el fundamentalismo de mercado: Indonesia: The Archipelago of Fear. También ha rodado documentales sobre Rwanda y el Congo. Ha vivido varios años en América Latina y en Oceanía; Vltchek reside actualmente en Asia Oriental y en África. Puede visitar su sitio web
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Procedencia del artículo:
http://dissidentvoice.org/2015/05/how-to-fight-western-propaganda/#more-58398
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