Por Jennifer Lea Reynolds, 29 de septiembre de 2015
En el año 2001 se publicó un estudio en base al cual muchas personas han cantado las alabanzas de un antidepresivo utilizado para los adolescentes, conocido químicamente como paroxetina. Desde entonces se ha vendido con los nombres comerciales de Seroxat en el Reino Unido y de Paxil en Estados Unidos [Nombres comerciales en España: Arapaxel®, Casbol®, Daparox®, Frosinor®, Motivan®, Seroxat® y Xetin®. Existen preparados genéricos que contienen paroxetina]. Este estudio, que fue publicado en la revista de la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia, y concluía que “la paroxetina es generalmente bien tolerada y eficaz para el tratamiento de las depresiones severas en los adolescentes”.
En los años posteriores a ese estudio, empezaron a surgir problemas que plantearon dudas sobre lo bien tolerada y lo efectiva que era la paroxetina. Numerosas casos salieron a la luz, apuntando la posibilidad de que el medicamento empeoraba la depresión en lugar de mejorarla. Otros casos parecían mostrar una asociación entre el medicamento y tendencias suicidas. ¿Cómo es posible que ocurra algo así con un medicamento que fue diseñado para levantar el estado de ánimo? En respuesta, el medicamento comenzó a llevar una advertencia sobre el posible riesgo de suicidio. Sin embargo, GlaxoSmithKline (GSK) continuó comercializando la paroxetina, aferrándose a los resultados positivos del estudio realizado en el 2001.
Se ha vuelto a analizar la información publicada sobre el antidepresivo utilizado en la adolescencia, y los resultados son sorprendentes
Sin embargo, GSK y otras empresas siguieron aferradas a los estudios publicados hace casi 15 años, hasta que una reciente revisión publicada en la revista British Medical Journal (BMJ) ha arrojado luz sobre la importancia de cuestionar los estudios promovidos por las Compañías Farmacéuticas: todo el estudio inicial sobre la paroxetina era fundamentalmente falso. En pocas palabras, dijeron justo lo contrario de lo que las conclusiones de estudio parecían desvelar.
El artículo que destapó este escándalo del anterior estudio se titula “Revisión del Estudio 329: eficacia y daños de la paroxetina y la imipramina [Nombres comerciales: Tofranil®, Tofranil Pamoato®] en el tratamiento de la depresión severa en la adolescencia”. Su objetivo era el de “reanalizar el Estudio 329 de SmithKline Beecham (posteriormente GSK) para determinar su eficacia y seguridad en los adolescentes con depresión unipolar severa”.
Los resultados, muy reveladores, dicen lo siguiente:
“La eficacia de la paroxetina y la imipramina no fue desde el punto de vista estadístico y clínico significativamente diferente del placebo para cualquiera de los resultados de eficacia preespecificada primaria o secundaria. Se observó el aumento significativo de daños, incluyendo paranoia y comportamientos suicidas y otras efectos adversos graves en el grupo tratado con paroxetina y problemas cardiovasculares en el grupo de la imipramina”. |
Conductas suicidas y daños en la salud ignorados
La información que se dio del estudio inicial no informaba de manera adecuada, y no hacía ninguna referencia a los comportamientos suicidas. Simplemente se ignoraron. Como si esto ya no fuera de por sí preocupante, muchos otros efectos del fármaco fueron encubiertos o agrupados de forma inapropiada, y después no fueron transcritos a los historiales clínicos de las bases de datos más amplias. Consecuencias ignoradas, alteración de las transcripciones, todo ello con la intención de infravalorar la gravedad de los efectos. Del mismo modo, no se recogieron con el suficiente detalle los efectos adversos registrados en las personas sometidas al estudio.
El último estudio sugiere que los esfuerzos para realizar revisiones de forma más regular es algo esencial. En lugar de recurrir a estudios antiguos y mantenerlos como válidos durante años y años, es necesario revisar los métodos y análisis, y considerar las conclusiones de los nuevos estudios. Más importante aún: es de vital importancia que la información que se descubra como incorrecta se deseche para que no siga utilizándose por los profesionales de la medicina para sus prescripciones médicas, y se haga referencia a ella de forma continua. Los estudios deben ser revisados, los métodos se deben evaluar con más cuidado, y la Industria debe estar sometida a un estrecho escrutinio después de este descubrimiento.
El reanálisis destaca la importancia de cuestionar los estudios más antiguos que se siguen sustentando como válidos y la necesidad de realizar una retracción de la información obsoleta o falsa
Los recientes hallazgos subrayan la necesidad de abordar los estudios más antiguos que aún siguen siendo una referencia a día de hoy:
El acceso a los datos primarios de las primeras investigaciones tiene importantes implicaciones tanto en la práctica clínica como para la investigación, incluyendo aquella que publicó las conclusiones sobre su eficacia y seguridad, que no pueden interpretarse como autorizadas. El nuevo análisis realizado del Estudio 329 ilustra la necesidad de acceso a los datos obtenidos en los ensayos clínicos y la mejora de los protocolos para aumentar el rigor de las pruebas realizadas. |
Además, los científicos que han realizado este descubrimiento dicen que en respuesta a ello se deben intensificar los controles y pedir responsabilidades por los trabajos malintencionados y tomar medidas para resolver la situación. Una de las personas que solicita este tipo de medidas es el editor adjunto de BMJ Peter Doshi, que dice que el nuevo análisis “ha vuelto a poner en el candelero la necesidad de una retractación del estudio original, presionando a las instituciones académicas y profesional para que aborden públicamente las numerosas denuncias de irregularidades”.
“Lo que ha descubierto este trabajo es alarmante, pero es bueno que se haya hecho algo así”, dijo Brian Nosek, Profesor de Psicología en la Universidad de Virginia, que no participó en este estudio ni en el original. “Es una señal de que la comunidad científica se está despertando, comprobando su trabajo y haciendo lo que se supone que la ciencia debe hacer: autocorregirse”.
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Procedencia del artículo:
http://www.naturalnews.com/051358_science_fraud_antidepressants_Big_Pharma.html
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