Por Lesley Docksey, 24 de noviembre de 2013
Me deprimo cada vez que escuchando el programa Today de la BBC alguien del Departamento para el Desarrollo Internacional empieza a hablar de la crisis alimentaria mundial, la gente muriendo de hambre en los países más pobres (aquellos que han levantado el ingente edificio del Imperio). Sé que a continuación en las noticias de la actualidad política vamos a escuchar al Ministro de turno diciendo que hay que dar rienda suelta a la tecnología de los transgénicos si queremos alimentar al mundo. Normalmente escucharemos maravillas acerca de los cultivos y los alimentos transgénicos, declaraciones escandalosas sin ningún rigor científico. El Primer Ministro David Cameron diciendo que Gran Bretaña está perdiendo la carrera científica en la producción de mayor cantidad de alimentos.
Esto sucede con una rigurosa regularidad, y parecen tener prisa en que sus cosas adelanten. Aunque Monsanto dice haber abandonado, de momento, el mercado Europeo, las campañas de presión por parte de los políticos son implacables. El año pasado, las empresas que desarrollan los transgénicos, después de haber celebrado una Conferencia por el Crecimiento, llevaron a cabo otra campaña publicitaria sobre los transgénicos. Inmediatamente salieron políticos en su apoyo, como Owen Paterson, que insistió en que los transgénicos resolverían nuestras problemas, y que por tanto no habría motivo de preocupación. A continuación, en el mes de julio, David Cameron dijo aquello de que Europa se estaba quedando atrás, a pesar de que el mes anterior nos enteramos que los alimentos transgénicos están prohibidos en los restaurantes y cafés del Palacio de Westminster, y no nos asegura si él y su familia consumen alimentos modificados genéticamente.
Acosado por las gentes de la Biotecnología, Paterson hizo otro esfuerzo con posterioridad, pero toda aquella publicidad se vino abajo cuando nos enteramos que casi el 50% de los alimentos que se producen en el mundo se desperdician. El hambre es el resultado de la forma en que manejamos el mundo, no de la incapacidad de la tierra para darnos alimentos.
Tal vez la empresas de Biotecnología se sintieron alentadas por una encuesta publicada en marzo del año pasado, que señalaba que la gente ahora se muestra más indiferente hacia los cultivos y alimentos transgénicos. El problema de las encuestas, tanto ésta como otras, es la de ver cómo los resultados obtenidos pueden favorecer nuestro punto de vista, y si usted es el Ministro de Medio Ambiente, o el Primer Ministro, o tal vez el Director General de una empresa de Biotecnología, fácilmente puede ignorar lo que no le interesa.
Así que si los dos Ministros y los Medios pregonaron la noticia de que al 25% de las personas no les preocupa los alimentos transgénicos (frente al 17% de 2003), ignoraron que el 75% restante, sobre todo un 46% de ellos, siguen muy preocupados por esta tecnología y sus riesgos.
Sin embargo, de acuerdo con Farmers Weekly, también se preguntó a la gente qué tipos de cultivos les gustaría que aumentasen en el Reino Unido. Después de escuchar las declaraciones inexactas de Paterson sobre el Arroz dorado, el 64% dijo que apoyaban el arroz que tenía un suplemento de vitamina A.
Al parecer, los encuestados tienen pocos conocimientos de las características de nuestro clima (el arroz crece en climas cálidos y aunque existen variedades que crecen a gran altitud, se requiere de cantidades de radiación solar que no se dan aquí), aunque se ha conseguido su cultivo en invernaderos, pero no se puede comparar con los cultivos de trigo, maíz y colza. Ya hay plantas muy ricas en vitamina A (zanahorias, espinacas, col. calabaza, etc),, por lo que no hay necesidad de añadirla al arroz. Por otro lado, el Reino Unido no forma parte de Filipinas, que es donde se está desarrollando este arroz, y donde 1,7 millones de niños sufren carencia de esta vitamina.
Guy Adams, en junio de este año, escribió: “Según una reciente encuesta, el 71% de los británicos creen que los alimentos transgénicos, y la carne procedente de los animales alimentos con piensos transgénicos, debieran se prohibidos para su consumo. Un 15% se mostraba indeciso”. En otras palabras, sólo una de cada diez personas piensa que los transgénicos es una buena idea.
Y en otra encuesta de YouGov de este mismo año, se obtenía que sólo el 21% de las personas estaban a favor de los transgénicos. A pesar de lo difícil que se pone con la propaganda de Paterson y Cameron, el 43% de las personas dijeron que estaban totalmente en contra de la posición del Gobierno a favor de los transgénicos.
En otra encuesta realiza a los agricultores y publicada al mismo tiempo (financiada por Barclays en colaboración con Farmers Weekly), se supo que los agricultores se muestran reacios a sembrar cultivos transgénicos y sólo el 15% de ellos los consumirían. Es decir, se unen a los Westminster para no comer esas cosas.
Después de obtener tan contundentes resultados, entendemos que las empresas de Biotecnología sientan la necesidad de presionar a los Gobiernos con el fin de fomentar el control del suministro de alimentos.
En los Estados Unidos, donde gran parte de la comida es transgénica, es muy difícil no consumirla, y se podría pensar que estos alimentos han ganado el corazón y las tripas de los estadounidenses. Sin embargo, Monsanto apoya a los Republicanos y a cualquier otra persona que les ayuda en su camino, porque incluso allí la batalla de la opinión pública no está totalmente ganada.
En el mes de abril pasado, los ciudadanos estadounidenses se indignaron ante el intento de aprobación de la conocida como “Ley de Protección de Monsanto”, que decía que los tribunales federales no podían intervenir en la prohibición de las prácticas de la empresas de Biotecnología, es decir, el cultivo y la ventas de productos transgénicos al público, y ello aunque las investigaciones dijesen que podían ser potencialmente peligrosos para su consumo.
La senadora Barbara Mikulski emitió un comunicado pidiendo disculpas por permitir que una cosa así pudiera convertirse en ley. Ella tampoco estaba a favor de su aprobación.
Según Russia Today, el senador Roy Blunt parecer que ha trabajado en colaboración con Monsanto en la redacción de la ley. Recibió a cambio 64.250 dólares de Monsanto para su campaña entre 2008 y 2012.
En mayo pasado, a pesar de que varios estados lo querían, el Senado de los Estados Unidos se negó a permitir el etiquetado de los alimentos transgénicos, oponiéndose con firmeza. Entre las razones que aludían es que el etiquetado elevaría mucho el precio de los alimentos para los consumidores. ¿Un poco de honestidad y algo más de tinta va a resultar tan caro?
Pero se sigue luchando. En octubre, el Senado derogó la Ley de Protección de Monsanto. Al igual que en el Reino Unido, los consumidores desconfían de los transgénicos. Según el Instituto Cornucopia: “En un sondeo realizado el año pasado por el grupo Mellman, casi el 90% de los estadounidenses quieren que se etiqueten los alimentos transgénicos, para así poder tomar una decisión sobré que alimentos comprar en el mercado”.
¿Opciones? ¿Alimentos modificados genéticamente? En lo que se refiere a los políticos protransgénicos, ambos términos no caben en el mismo sitio, y mucho menos en la misma frase.
Y ahora nos enteramos de la estrecha relación entre el Gobierno y la empresas de Biotecnología en Sudáfrica. El Centro Africano de Bioseguridad ha comprobado que todo el mercado de la harina está saturado de transgénicos, y ha publicado un informe que muestra cómo un grupo selecto de empresas ( respaldadas por el Gobierno) controlan el suministro de maíz, en detrimento de las personas más pobres.
En África, sólo Sudáfrica, Egipto, Sudán y Burkina Fasso cultivan plantas transgénicas, a pesar de la opinión pública en contra, pero la presión de Monsanto y otros sobre los Gobiernos hace que los agricultores se sientan presionados para cultivarlos.
Se podría pensar, escuchando la cháchara de nuestros políticos, que nos estamos quedando atrás con respecto al resto del mundo, debido a nuestra renuncia (en Europa) a los cultivos transgénicos. Da la impresión, debido a la publicidad de los lobbies, de que en todas partes hay cultivos y alimentos transgénicos, y que para ahuyentar el fantasma de la inseguridad alimentaria, sobre todo en los países en desarrollo, hay que cultivar transgénicos ( todavía estoy tratando de comprender su lógica).
¿Es verdad que el resto del mundo está completamente metido en el cultivo de transgénicos, o son los políticos y las empresas de Biotecnolgía los que nos cuentan estas mentiras? (*).
La cierto es lo contrario. Los políticos más independientes, que escuchan a la gente, a los consumidores y agricultores, optan por unos campos libres de transgénicos.
Países como Uruguay, que han permitido los cultivos transgénicos, ahora prohíben la introducción de cualquier nuevo cultivo. El Gobierno mexicano prohibió el cultivo del maíz transgénico, y posiblemente los agricultores mexicanos sepan más del maíz que Monsanto.
Varios países de América del Sur, después de haber permitido el cultivo de transgénicos, están cambiando de parecer. En noviembre de 2011, Perú introdujo una prohibición durante 10 años del cultivo de transgénicos. Brasil también introdujo limitaciones. Paraguay está planeando una prohibición similar. Ecuador y Venezuela han declarado una prohibición nacional de los alimentos modificados genéticamente.
En Europa, a pesar del fuerte lobby y los políticos protransgénicos, que tratan de abrir el mercado y nuestros campos, la gente sigue haciendo oídos sordos a su voz. Italia ha prohibido el cultivo de todas las plantas transgénicas. Francia, Luxemburgo, Alemania, Austria, Grecia, Rumanía y Polonia han prohibido el maíz transgénico de Monsanto.
Suiza ha decretado una moratoria sobre todos los cultivos y animales modificados genéticamente, que termina en el año 2017. Hicieron varios estudios sobre los riesgos y beneficios de los cultivos transgénicos, y aunque vieron que quizás el peligro no era excesivo por su cultivo, decidieron que eran poco rentables económicamente.
Este mismo año, en Hungría, se prohibieron los cultivos transgénicos, aunque a pesar de la prohibición se seguían cultivando de forma ilegal. El Gobierno destruyó todos estos cultivos. Una nueva Ley aprobada en Hungría establece que antes de que se introduzcan nuevas semillas en el mercado, deben someterse a comprobaciones para asegurarse que están libres de transgénicos. Están considerando que la siembra de semillas transgénicas sea un delito grave. Y en Rusia están considerando una prohibición total.
Sin embargo, otros países de la UE no han decretado una prohibición total, aunque se han tomado medidas a nivel local o regional. En el Reino Unido, Escocia y Gales han sido declarados oficialmente libres de transgénicos, aunque probablemente Owen Paterson ignore esta decisión tomada democráticamente. A nivel local, 17 Diputaciones Provinciales han votado a favor de un territorio libre de transgénicos, sobre todo con la finalidad de proteger a los agricultores ecológicos. En Irlanda, 9 condados se han decretado libres de transgénicos. Se quiso hacer a toda la isla libre de transgénicos, pero lamentablemente Irlanda del Norte no quiso cooperar.
En América del Norte, algunos estados, como California, se han declarado libres de transgénicos. En Canadá, la sociedad civil se manifiesta de forma constante en contra de los transgénicos. Nueva Zelanda también los tiene prohibidos, como es el caso de Australia del Sur y Tasmania.
Japón prohibió el cultivo de productos modificados genéticamente, pero “los fabricantes japoneses de alimentos están importando aliemntos procedentes de los cultivos Roundp Ready y colza transgénica cultivada en Canadá, principalmente para la fabricación del aceite de colza. Los científicos han encontrado que la colza transgénica se ha extendido por los campos, a lo largo de las carreteras y en los puertos, es decir, por los caminos por donde se transporta la colza transgénica”.
Lo que es notable en estos lugares a pesar de la prohibición, es que la gente y sus Gobiernos no están en contra de la investigación de la modificación genética. Están en contra de su comercialización al por mayor por la empresas de Biotecnología, que no tienen ningún respeto por la tierra.
Pero, ¿el caso de Polonia, Hungría, Paraguay y el resto? En muchos lugares, a pesar de la globalización, la gente todavía mantiene un estrecho vínculo con la cultura rural campesina, una cultura que respeta los ritmos de la naturaleza, que vive más cerca de la tierra, cuyos agricultores han ido transmitiendo la sabiduría recibida durante generaciones, y cuyos habitantes tienen interés en unos alimentos limpios y sanos, que son los que ellos mismos consumen.
Esto no quiere decir que estas prohibiciones no puedan ser revertidas por otros políticos protransgénicos. Debemos mantener nuestra presión, por aquellas personas que aman la tierra y una comida sana, demostrando una sorprendente resistencia ante el intento de imponer los transgénicos, a diferencia de su políticos modificados genéticamente, que tienen una lógica en contra de la Ciencia y son muy tolerantes a los lobbies de los transgénicos.
(*) Para los lectores de otros países: Porkies, que en la jerga Cockney de algunos barrios de Londres se utiliza para crear rimas. Pork-pies=mentiras. [En español pierde su sentido].
Lesley Docksey es un escritor independiente y contribuye con artículos a la revista The Ecologist y otros medios de comunicación internacionales, sobre cuestiones relacionadas con la guerra, la paz, la política y el medio ambiente.