por Binoy Kampmark , 29 de agosto de 2012
“Una década entera se ha convertido en un gran bluff”
- Filippo Simeoni, en el Tour de Francia
Era el superhombre del deporte, con una forma física envidiable. Precisamente porque parecía destacar en el mundo del ciclismo, acariciar el podio con la facilidad de un felino, sus críticos crecieron en número, al igual que las preguntas. ¿ Pudo haber tomado algo Lance Armstrong?
“Llega un momento en la vida de un hombre en el que tiene que decir: Ya basta. Para mí ese momento ha llegado ahora. He estado escuchando afirmaciones de que hice trampas y tuve una ventaja injusta al ganar siete Tours a partir de 1997”.
La declaraciones de Armstrong las realiza a raíz de las acusaciones de la Agencia Antidopaje de los Estados Unidos, y sorprenden por el tono de renuncia y rendición. ¿Pero pueden considerarse como una confesión? Una lectura más detenida de las declaraciones sugieren precisamente lo contrario.
La decisión de Armstrong de retirarse en el proceso que le enfrentaba con la Agencia Antidopaje ha sido consciente, sobre la base de lo que él ve como un proceso unilateral de carácter difamatorio.
“Independientemente de lo que diga Travys Tigart, no hay evidencias físicas que apoyen sus extravagantes y atroces afirmaciones”. Más de una vez dijo Armstrong que los estirados, los paranoicos, la clase gobernante en el deporte, han ido a por él. “Siempre estuve a disposición de todo el mundo dentro de la competición y fuera de la competición, ya me pidiesen sangre u orina”.
El ciclismo es uno de los pasatiempos más peculiares para el voyeur deportivo. Si con el golf uno se pierde una buena caminata, con el ciclismo se le roba a uno tiempo. Lo que probablemente salve todavía al Tour de Francia de la oscuridad y la total desgracia, sean las historias tejidas por los ciclistas, una historia borrosa sobre dos ruedas. Las emisoras de radio mostraban la gastronomía francesa durante las etapas: echaban a un lado a los ciclistas para que se viesen las salchichas de cerdo elaboradas a la forma local.
Luego la naturaleza decididamente falsa del rendimiento, el temor de que esas criaturas vestidas de diversos colores pudieran estafar a los espectadores. Esperan ver una actuación limpia, a pesar de lo que viene ocurriendo en otros deportes atléticos y profesionales, pero era una ilusión que el público anhela. Si es la victoria lo que se privilegia por encima de todo, entonces, en virtud de eso, todo lo demás se pasa por alto.
La idolatría es algo fuera de lugar, deprimente, y los idólatras que han pululado en torno a Armstrong han sido y son muchos. Pero siempre han existido dudas siempre, porque los participantes en las pruebas ciclistas internacionales se han distinguido por dos cosas: por su actuación en la pista y por sus muestras de orina. El dopaje es algo habitual, sistemático y atractivo. Los deportistas no dopados es una excepción a la regla, unos inadaptados, pero los éxitos de Armstrong le colocan fuera de esta categoría.
Con todo lo dicho, los cargos contra Armstrong tendrán que ser probados, algo que ha sido imposible de momento. Las difamaciones no pueden lanzarse sin disponer de la munición apropiada, pero el acto de despojar a Armstrong de todos sus títulos ha sido algo brutal, fuera de lugar. La Agencia Antidopaje de los Estados Unidos ha asumido la prerrogativa de retirarle sus títulos, cuando esa autoridad descansa en la Unión Ciclista Internacional (UCI), que controla los registros y la organización del Tour.
Lo que llama la atención de todo este asunto del dopaje es que la UCI se ha retractado esperando las decisiones de la Agencia Antidopaje estadounidense. Las suposiciones no son algo que sustituyan a los hechos probados, pero eso es algo que parece no molestar a la Agencia Antidopaje. Tampoco puede decirse que los ciclistas que quedaron los segundos en esos Tour de Francia vayan a recibir los trofeos a corto plazo: las sospechas también se deslizan en la cadena hacia los puestos de abajo.
Pierre Bordry, ex jefe de la agencia antidopaje francesa, no se muestra optimista: “Cuando se despoja a alguien de sus títulos, no necesariamente hay que dárselos a otro. Está muy claro que los títulos de campeón del Tour de Francia no debe concederse a ciclistas que están bajo sospecha de haberse dopado,…”.
La inmortalidad en el deporte no tiene un asentamiento seguro. Se gana con enormes dificultades, pero ese logro no es una garantía, ya que existe la sospecha de que produjo algún tipo de engaño en tal empeño. Hay una sensación de que el juego de Armstrong no fue limpio y por eso están en vigor las fuerzas que purgan la culpa. La inocencia de Armstrong, ahora en letra de pequeña, con el tiempo será una cuestión irrelevante.
Binoy Kampmark, erudito de la Commonwealth Scholar en Selwyn College, Cambridge. Es profesor en la Universidad RMIT, Melbourne, y puede ponerse en contacto con él en bkampmark@gmail.com .
Fuente: http://dissidentvoice.org/2012/08/purging-sports-and-humbling-men-the-lance-armstrong-affair/